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Orlando Viera-Blanco Feb 21, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Primarias, poder y derecho
El valor superior de las primarias no es electoral. Tampoco elegir un nuevo líder. Su valor real es refundar la fe ciudadana, la confianza en la política, que es fe en nosotros mismos

 

@ovierablanco

El poder y el derecho son las dos nociones fundamentales de la filosofía política y de la filosofía jurídica. Por eso Giovanni Sartori y Norberto Bobbio son unos de mis pensadores favoritos. En ambos se refunde el conocimiento de la política y el derecho, el poder y la norma, balanceadamente.

Para un jurista es fundamental comprender la política y viceversa. Si el político se queda obnubilado en la exégesis normativa, le costará mucho llegar al poder. Su visión exégeta lo hace un simple “traductor” del deber, pero no del ser… Si un jurista se ancla en lo político llegará al poder, pero permanecerá poco en él. En la modernidad ni Maquiavelo ni Dante Alighieri resuelven lo institucional, como salir del infierno, avec l’esperit que dans mes souvenirs [con el espíritu de mis recuerdos]. El espíritu de la ley es fundamental en el estado moderno liberal. Lo amoral se revierte.

Entonces busquemos el justo medio entre el espíritu de la ley y el espíritu del poder. De lo contrario veremos el mundo como no es, sin orden, sin sentimientos.

Participo luego existo…

Nos dice Bobbio: “Es verdad que el poder sin derecho es ciego y el derecho sin poder queda vacío. Pero también es verdad que la teoría política no puede dejar de tomar en consideración el poder nulo, independientemente de los llamados principios de legitimidad, es decir, de las razones [normativas] que lo transforman en un poder legítimo; así como la teoría jurídica no puede dejar de tomar en consideración el sistema social en su conjunto, como una serie de normas vinculadas según un cierto principio de orden [político], independientemente del aparato de la fuerza predispuesto para su actuación.” [BOBBIO, Norberto. Origen y fundamentos del poder político].

El Gobierno Interino [G. I.] fue reconocido a causa el poder nulo que significó la elección fraudulenta de 2018. Pero no bastó “el abandono de cargo” del 233 constitucional. Sin un acuerdo político no nacía el interinato. Luego, motivos de orden político acabaron con el G. I., contraviniendo el orden constitucional. Entonces justo concitar la norma con la acción política, siendo la dificultad mayor cuando se enfrenta a una dictadura. Para salir de ese infierno –decíamos– hay que revisar algo más que las notas de Montesquieu [y su espíritu de las leyes]; que Carnelutti, Redenti o Piero Calamandrei. 

La participación en las elecciones primarias es una decisión política fundamental. Una oportunidad democrática y ciudadana que compite con votos contra un régimen que reprime con balas.

Un evento ejemplar que en tiempos de dictadura luce tenaz, pero es una posibilidad. Su legitimidad es menos jurídica que utilitaria y política. Y en ese valor reposa el sentimiento ciudadano para encarar una nueva batalla republicana.

Validar la voluntad popular no depende de “unas maquinitas”. Depende del control ciudadano. En eso consiste el verdadero acto primario: preparar y amalgamar las fuerzas de cambio. 

El problema no es el sofá

Con razón voces autorizadas alertan la inconveniencia de elegir un candidato único de oposición bajo el “control” y soporte técnico” del CNE. “En dictadura no se vota”, dicen. Muy bien. Una lógica plausible en lo legal, pero de patas cortas en lo político. Si queremos evitar que el régimen no meta sus manos en la elección primaria opositora, la solución no es quitar el sofá. Es participar organizada y masivamente.

La política, el poder, los desafíos contra la tiranía [salvo salidas violentas] demandan estrategias creativas y disciplinadas. Recordemos a OTPOR [Resistencia], el movimiento juvenil que dio cuenta de Milosevic [Serbia], en medio de los bombardeos de la OTAN…

A lo largo de 23 años hemos logrado metas impensables con acciones ciudadanas que quebraron el poder dominante. El 11A, la RR-2005, la reforma constitucional de 2007; las elecciones presidenciales [no cobradas, 2013]; las legislativas de 2015 fueron eventos victoriosos de resistencia y vigilancia cívica, que sorprendieron al régimen […]. La historia de las transiciones de dictaduras a democracias está llena de movimientos ciudadanos –organizados y pacíficos– que doblegaron el poder del sable. Por su puesto el costo fue elevado, pero el cambio fue inevitable.

La transición política uruguaya [Club de los Navales] y la Argentina de los 80; la chilena de los 90; la caída del muro de Berlín o del telón de acero son referentes de la razón política, de la convicción de liberación contra el poder policial y criminal. Desde la ilustración la voluntad popular logró partir la voluntad del monarca. Venezuela también lo ha hecho. Posee un linaje republicano indómito, suficiente para rescatar la democracia. La misión no es reivindicar la normasino el sentido de nación.

Es cierto que el ejemplo de Cuba es frustrante. Mecanismos de control, adoctrinamiento y terror [también instalados en Venezuela] han sometido a la población. Pero el caso venezolano comporta un capital social y liberal ascendente gracias a 40 años de democracia que parió millones de megavatios de energía, kilómetros de vialidad, miles de escuelas, liceos y universidades; agua potable, trabajo, industria y modernidad.

Basta repasar las lecturas de Venezuela, política y petróleo. Desde el Protocolo Buchanan-Gómez a nuestros días, Venezuela ha sido un protectorado petrolero, cierto. Pero también un país de campesinos convertidos en caballeros urbanos, doctores, ingenieros, humanistas y educadores. Fue la evolución en medio de la situación, diría Betancourt, que diseminó una palmaria actitud aspiracional […]. Desde el pago de regalías a dólar por hectárea, hasta la apertura petrolera y el zarpazo de Chávez, nuestra desgracia ha sido el reparto y el rentismo. Y es hora de cambiar el modelo. El tema no es normativo. No es el CNE. No es el sofá. El reto es un nuevo pacto social donde el ser es el deber. No el Estado.  

Del Gendarme innesario al Tío Simón

Si algo sembró el petróleo en Venezuela, fue una sana conciencia de avidez. Sana porque amén de las carencias, también hubo ascenso social. De un humilde ordeñador “bajo tonadas de luna llena” a un tío Simón, con todo el referencial cultural e identitario que supone nuestro querido cultor. El sentimiento se hizo norma [no al revés]. El ser venezolano estuvo en el V plan de la nación, la masificación educativa, las empresas básicas o PDVSA. En los talantes de hombres como Juan Pablo Pérez Alfonzo [el profeta olvidado, fundador de la OPEP y la CVP], Gumersindo Rodríguez, Leopoldo Sucre o Rafael Alfonzo Ravard [militar, ingeniero del MIT y Harvard, promotor de Ciudad Guayana, Macagua I]. En Arístides Calvani, Carlos Villanueva, José González Lander o José Antonio Abreu. En obras como la CVG, PDVSA, el GURI, la Ciudad Universitaria, El Silencio, el Metro, el IFEDEC, la beca Gran Mariscal de Ayacucho o el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles. 

Estamos cambiando…

El valor superior de las primarias no es electoral. Tampoco es elegir a “un nuevo líder”. Su valor real es refundar la fe ciudadana, la confianza en la política, que es la fe en nosotros mismos. Es refundar el Estado y otra visión de país. Es el relanzamiento de un nuevo orden asistido de un nuevo valor cultural, que es el yo siendo, creando, produciendo, participando.

Pongan las máquinas que quieran. El voto será contado por la gestión ciudadana. Por supuesto que la diáspora debe participar y votar. Lo lograremos activando la autogestión. Ese es el verdadero barniz legitimador.

Celebro el discurso emotivo, serio e institucional del Dr. Jesús María Casal. “Las primarias son un proceso esencialmente ciudadano que rinde cuenta a quienes participan como candidatos y a la sociedad civil”. Una narrativa de alto calibre político, profesada por un eminente jurista. Ese es el justo medio.

Concluye Sartori: “Hemos llegado a ser demasiado normativos e incluso demasiado emotivos […]. Demasiado normativos no solo en el sentido que el ‘deber ser’ suplanta demasiado al ser, al mundo como es; sino también en el sentido que perseguimos objetivos sin instrumentos, sin saber “cómo” […]. Y demasiado emotivos en el sentido de que el sentir trastorna la ‘ratio’.

Hoy “el cómo” es la razón política que guía al ser y sus sentimientos. La razón que no se trastorna ni se detiene por la lógica jurídica. Poder que se hace derecho, derecho que alumbra libertad.

Y saldremos del infierno avec l’esperit que dans mes souvenirs [con el espíritu de mis recuerdos], que es luchar por mí, por mis hijos, por la refundación del sentido de nación.

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