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Opinión

Juan E. Fernández Ene 17, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
El árbol de los payasos

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

Cuando tenía cinco años sentí miedo por primera vez. Fue en la fiesta de cumpleaños de mi primo Daniel. Recuerdo que nos mandaron a hacer un círculo a todos los niños de la fiesta para darnos “una sorpresita”. Y cuando estábamos preparados para recibir aquel regalo misterioso, las luces se apagaron y comenzó la pesadilla.

Todos nos quedamos congelados cuando escuchamos una macabra carcajada y un hombre con peluca verde, nariz roja y enormes zapatos del mismo color, brincó al centro del círculo, haciéndonos correr a todos despavoridos. Después descubrimos que aquel payaso era nada más y nada menos que el tío Enrique, pero el mal ya estaba hecho. Así comenzó mi miedo a los payasos.

Poco después, ya en el colegio, cuando tenía 10 u 11 años, se organizó una comparsa para las fiestas de Carnaval y ¿adivinen de qué nos disfrazamos? Sí, de payasos. Recuerdo que me sentí ridículo, casi no voy a la escuela ese día. Fui creciendo y poco a poco descubrí que los payasos son necesarios, pues nos divierten y hacen reír.

El otro día, cuando iba camino a mi trabajo, vi colgada en un árbol (como si se tratara de una fruta) la cabeza de un payaso de juguete. Casi sin pensar en el peligro que constituye sacar el teléfono en una ciudad como Caracas, tomé una fotografía y la titulé “el árbol de payasos”. Subí la imagen a mis redes sociales con el siguiente texto: “Ojalá y sigan sembrándose muchos árboles de payasos, para que el mundo ría más y llore menos”

Muchos compartieron mi ideal, pero otros en cambio, confesaron que, aún hoy, seguían sintiendo algo de temor por los payasos. Al parecer la película de Stephen King, It, no ayudó mucho…

Afortunadamente, hoy el clown (arte de ser payaso) tiene el puesto que se merece. De hecho, en nuestro país tenemos a personajes como Tirro e plomo, un superpayaso que a través de su arte lleva el nombre de Venezuela por todo el mundo.

También están el gran Domingo Mondongo, fundador de Doctor Yaso, de Improvisto y Papapayaso, un papá que además es payaso. Jorge hace una excelente labor a través de sus cuentas @soypapapayaso en Instagram y Twitter, sirviendo de guía a los padres o más bien ayudándonos a criar a nuestros hijos con buen humor.

Criar a nuestros hijos con humor es una manera de sembrar muchos árboles de payasos. Este tipo de árboles no da tanto oxígeno como uno convencional, pero sí hace del mundo un lugar no solo divertido, sino tolerante.

El sentido del ridículo

El sentido del ridículo

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Asdrúbal Aguiar Ene 16, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
El factor Trump dividirá la historia

@asdrubalaguiar

El mundo, sobre todo los europeos y latinoamericanos e incluidas sus dictaduras de izquierda, como se constata desde los hechos del 6 de enero pasado, aún gira alrededor de Estados Unidos. Este sigue siendo la Roma de la antigüedad en el siglo XXI y todos los caminos conducen a ella. Acaso, como todos los imperios, en algún momento llegará a su final.

El factor Donald Trump es el síntoma que no el origen de la compleja realidad histórica global que vive Occidente desde hace treinta años (1989-2019). Aquél la desnuda. La literatura sigue repitiendo que Hugo Chávez Frías en Venezuela fue un traspiés, es decir, el producto de la negligencia o la miopía política de sus predecesores, quienes debieron frenarlo a tiempo y hasta encarcelarlo de por vida.

Nadie ha querido apreciar que Trump y Chávez, tanto como Berlusconi en Italia, son íconos que dibujan el presente y anuncian el porvenir.

Las masacres del Caracazo y Plaza Tiananmén – en ambos extremos del planeta – fueron las campanadas del derrumbe de la Unión Soviética y el ingreso de la Humanidad a la 3ª revolución industrial; la del dominio digital y la virtualidad, de lo imaginario con su tiempo de vértigo, por sobre las realidades geográficas de las patrias de bandera y sus sólidos culturales.

El tráfico de las ilusiones o la vuelta al anclaje en los nacionalismos históricos fue previsible desde entonces, eran los efectos que no las causas. Preocupaba a los alemanes, en 1989, el resurgir de los fundamentalismos. Yugoslavia luego se disuelve como Estado y se atomiza alrededor de sus culturas primarias, que las llevan a su guerra de genocidios. En Venezuela, en esa hora, no emergen las Fuerzas Armadas – como en los siglos XIX y XX – ante un estamento, el político, que califica de antipatriota, sino que lo hace como logia «bolivariana», anclada en el pretérito una vez como comienzan a disolverse las patrias de bandera después de la caída del Muro de Berlín.

La dispersión social, apagado el denominador común de las ciudadanías, se hace regla y se celebra. Se multiplican las legitimidades reticulares – acaso legítimas – y se les atribuyen derechos particulares, imposibles de ser garantizados por exponenciales desde el Leviatán que sostuviese el orden en todos nuestros países a lo largo de la modernidad.

Allí están como indignados los afrodescendientes, las comunidades originarias, los LGBT, las tribus urbanas, las parejas X, los abortistas, los amigos de la eutanasia, como factores microsociales de integración que se excluyen los unos a los otros. Hasta se bloquean los unos a los otros como internautas y en la plaza pública digital. Sustituyen la anticuada lucha de los “obreros del mundo uníos” del marxismo y hasta la consigna amalgamadora de las revoluciones modernas: «libertad, igualdad, fraternidad». Y ahora aparecen con mayor virulencia otros grupos que se demonizan recíprocamente, Black Lives Matter y el supremacismo blanco. Todos a uno van por sus derechos singulares y arbitrarios. Todos reclaman para sí que se les proteja en la diferencia, en la disolución social y ciudadana que significan.

Entre tanto, los ambientalistas ofrecen a las ovejas dispersas volver a la Madre Tierra o Naturaleza y juntos metabolizarse dentro de ella. Y quienes más poder real adquieren desde 1989, superior al de los Estados y los gobiernos – he allí el factor Trump – nos dicen, en este disparadero deconstructivista, que si aceptamos volvernos dígitos dentro sus plataformas digitales, recobraremos el orden, la cordura; eso sí, bajo sus reglas y cánones. Dentro de ellas todo, fuera de ellas nada. Meses atrás, no lo olvidemos, artistas internautas derrocan al gobernador de Puerto Rico a través de las redes.    

Poco le ha importado al mundo, hasta ayer, que Recep Erdogan incurra en crímenes de lesa humanidad en Turquía o los haya cometido Nicolás Maduro en Venezuela; o que hayan ocurrido suicidios en cadena como tomas del parlamento en Hong Kong por el movimiento que, pidiendo auxilio a Estados Unidos, muestra en sus pancartas: «Si nos quemamos, te quemas con nosotros».

Esos ejemplos, como el de la otra satrapía, la del crimen organizado transnacional del narcotráfico cubano-venezolano, han sido objetos de curiosidad, útiles para la observación por laboratorios académicos. Mantienen ocupada, justificándola, a la burocracia de Naciones Unidas, inútil durante la pandemia. Hablan de la búsqueda de instantes propicios, necesarios hasta que tales represores del siglo XXI decidan sentarse a negociar y emulen la experiencia de Juan Manuel Santos, premio nobel de la paz.

Las quemas de las catedrales católicas, íconos de la cultura occidental judeocristiana – como pasa en Chile durante los meses recientes – son aceptadas como expresión reivindicativa y de revisionismo histórico, hasta que desde Washington se denuncia, y el planeta escucha angustiado, un grito de alarma: “Se ha profanado el templo de la democracia”.

Los dueños del gobierno digital emergente, pasados los hechos, aceptando que ha sido polémica la decisión de Twitter de suspender de manera definitiva la cuenta de su importante usuario, aún ocupante de la Casa Blanca, anuncian la creación de otra plataforma tecnológica. Acopiará ella estándares en su cerebro artificial que logren discernir sobre eventos como los ocurridos durante las elecciones en Estados Unidos y para que en el futuro haya decisiones más acertadas, menos controvertidas.

El Homo Twitter de César Cansino, que toma fuerza durante los últimos 30 años hasta llegada la pandemia de la China digital, le abrirá espacio al Homo Deus de Yuval Harari. A buen seguro nos regirá durante los siguientes 30 años, hasta el 2049. El culto del «dataismo», de la inteligencia artificial, de la robótica se impondrá, en la circunstancia. Dicen sus dueños que será capaz – ante el Homo Sapiens que somos todos, llenos de dudas y preguntas e incapaces de autogobernarnos – de responderle a la Humanidad, incluso, si Dios existe o no.

correoaustral@gmail.com

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Antonio José Monagas Ene 16, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
¿Ilusión de democracia?

@ajmonagas

La teoría política explica el concepto de democracia acogiéndose a los valores de “libertad e igualdad política”, fundamentalmente. Pero ahí no queda todo, pues sobre “democracia” se ha escrito y debatido mucho. Así se han forjado múltiples definiciones, nociones y explicaciones de “democracia”. Sin embargo, en el curso de la historia política, la praxis democrática ha fluctuado según las circunstancias. Pero también, ateniéndose a lo que abrace todo discurso político que busque seducir ilusos. Tanto como afilar apetencias. Envalentonar sectarios. Ideologizar expectativas. O afianzar utopías.

Sin embargo, al mismo tiempo se sabe que la democracia ha cruzado históricamente por distintas transiciones. De esa manera, su ideario y postulados han logrado afinar su correspondiente teoría. Y es así que de su teoría (teoría de la democracia) proceden reflexiones, proposiciones y discernimientos que han marcado acontecimientos, decisiones y realidades.

Si bien la teoría de la democracia habla de la tradición aristotélica y de la tradición medieval de la soberanía, como concepto capital aducido por la teoría política, igual refiere la tradición bajo la cual se debate la concepción republicana moderna de democracia. Dichas tradiciones, por las que ha trascendido la teoría de la democracia, son vistas como estadios fácticos que indujeron mejores procedimientos al ejercicio de la política. Y que luego permitieron que la política se afincara y afianzara en prácticas más refinadas de sistemas políticos. La democracia fue uno, entre otros. Quizás, el de mayor envergadura conceptual. Aunque, tan amplia intención, no fue del todo alcanzada.

Esta perspectiva permite hablar de la relación entre democracia y liberalismo. Asimismo, de su correspondencia con el socialismo. Así como con otras corrientes del pensamiento político.

Circunstancias como estas dieron origen a la llamada “teoría de las élites”. Incluso a interesantes debates que han revelado contradicciones del ejercicio político en el contexto de la “democracia”. Incluso, han llegado a advertir cómo el gobernante, basándose en su ámbito de poder, manipula las realidades en provecho de intereses políticos particulares.

Un sistema permanentemente inconcluso

Esta introducción al tema, da cuenta del recorrido que, en el tiempo, se convirtió en razón para debatir el concepto de “democracia”. En consecuencia, se han tocado tópicos ante los cuales no podría negarse que su praxis se ha visto atribulada como resultado de múltiples objeciones. Y no menos conformidades. Algunas, sin suficientes argumentaciones de valor. Otras, soportadas en infundadas exageraciones. Pero siempre confrontada, reñida o exaltada hasta las nubes.

No ha habido momento de la historia política en que el concepto de “democracia”, tanto como su praxis, no haya sido objeto de pertinentes críticas. Para vigorizarla o extenuarla. Aunque deberá reconocerse que la “democracia” no es un concepto enteramente terminado. Razón por la que las mismas contingencias, o circunstancias reinantes, han ejercido la influencia suficiente para que se ajuste a las coyunturas vigentes. O para que sincronice sus criterios a las necesidades que establecen los distintos regímenes políticos.

No obstante, en medio de todo el afán teórico o práctico que el concepto de “democracia” acarrea, su ejercicio no se ha visto exceptuado de crisis políticas que han tendido a desnudarla. No hay país alguno cuyo sistema político democrático no haya sido víctima de alguna conjura que busca desplazar la democracia. De suplirla. O de vulnerar sus fortalezas, capacidades y potencialidades.

TALITA CUMI

TALITA CUMI

No hay duda que debajo de las estruendosas secuelas causadas por tan variadas crisis políticas que el mundo conoce, se esconde una nueva descendencia de paradigmas. Muchos de estos tienen como propósito desencajar los paradigmas vigentes demostrando su incapacidad para superar conflictos estructurales o circunstanciales.

La sobrevivencia de estos cansados paradigmas estriba en algoritmos que no han podido responder al urgente llamado de problemas que, no por pesados o irresolutos, se han acumulado a lo largo de problemas indeterminados. Y es ahí cuando la inercia propia de la gravedad social, económica o política vence la resistencia del paradigma hasta hacer que comience a desvanecerse sin que pueda evitar los atisbos de su fatiga funcional.

Y se imponen la desigualdad, la inconsistencia de políticas públicas, la segregación, la intolerancia como conducta colectiva e individual, la solidaridad invalidada, la inmoralidad como comportamiento de irrupción, la mediocridad política, la ética en abandono, la pobreza solapada, la desproporcionada dilapidación de recursos escasos, contravalores justificados e institucionalizados, derechos burlados, libertades violadas, la vida humana condicionada.

Estas y otras más son causas que han contribuido al derrumbe de paradigmas. Paradigmas esos para los cuales el positivismo, el liberalismo, el integracionismo, el desarrollismo, el humanismo, el cooperativismo sirvieron de cimiento o punta de lanza de sus preceptos y atenciones al funcionamiento de la vida misma en sus más integradas manifestaciones.

El desbarajuste de la democracia

No hay que observar tan atrás en la historia para advertir que las tendencias siempre buscan un cambio necesario. Solo queda rezar que dichos cambios inciten el escape necesario y suficiente de la esclavitud de identidad, de la sumisión de la inteligencia y de la renuncia de la conciencia. Estos son los problemas que, en los últimos tiempos, han magullado, despreciado y soslayado la dignidad del hombre. O quien que por vivir atado y acallado en medio de tan urdidas crisis, o seducido por el estado de confort en que suscribe su desempeño, haya aceptado vivir entre holguras y placeres que derivaron en la recrudescencia de sus debilidades y males de espasmódicas razones e inseguros efectos.

Todo ello podría explicar el problema de cómo la democracia ha venido resquebrajándose por desajustes que perturbaron los paradigmas sobre los cuales buscó cimentar sus objetivos. Pudiera ser la razón para entender cuán difícil es advertir que (por ahora) se vive aferrado a una teoría de la democracia que ha sorprendido a muchos haciéndole creer al “hombre político”, que lo que tiene ante sus ojos es solo una ilusión de democracia.

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Alejandro Armas Ene 15, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
La barbarie populista contra el Congreso

El asalto al Capitolio estadounidense captado por el fotógrafo Leah Millis, de la agencia Reuters (imagen intervenida por N. Silva / Runrunes).

@AAAD25

Era muy sencillo. No, no era contradictorio. Siempre fue perfectamente posible reconocerle a Donald Trump su política hacia Venezuela y, al mismo tiempo, advertir los peligros que su populismo ultraconservador representa para la democracia más poderosa del mundo. Dicho peligro era obvio. Lo fue desde el día cuando Trump anunció su intención de mudarse a la Casa Blanca, hace casi seis años. No obstante, muchos se negaron rotundamente. Desestimaron las alertas, alegando que, aunque odioso, Trump no representaba ningún peligro para el cuerpo político norteamericano. Porque “las formas no importan”.

Pero resulta que sí. En política las formas sí importan. Muchísimo. Es una verdadera pena que haya sujetos que ignoren algo tan obvio (lo cual no les impide pontificar en la materia, como si fueran eruditos del poder). Si como líder político constantemente denigras de tus adversarios y los criminalizas, y si dices que las instituciones republicanas están podridas hasta la médula cada vez que no te favorecen, ¿no cabe esperar que tus seguidores se sentirán parte de un conflicto existencial, de una situación de vida o muerte en la que todo, hasta la violencia, se vale para prevalecer?

Finalmente, en el ocaso de su presidencia, el jueguito schmittiano de Trump se tradujo en un verdadero drama, en un teatro de la crueldad que le erizaría los pelos hasta a Antonin Artaud.

El miércoles pasado, el mundo entero contempló con horror (bueno, déspotas como Putin más bien debieron orinarse de la risa) cómo una turba compuesta por neofascistas, fanáticos religiosos y demás especímenes de extrema derecha invadieron el Capitolio, sede del Congreso estadounidense, mientras el legislativo realizaba el acto meramente simbólico de certificar el triunfo electoral de Joe Biden, próximo presidente de Estados Unidos.

Este lumpen de diversas clases sociales (había personas con poder adquisitivo alto y bajo) no llegó a las riveras del Potomac accidentalmente. Trump, su líder, los convocó y, una vez congregados, los instruyó para que marcharan hacia el Capitolio, con su característica retórica incendiaria. Entre la muchedumbre alzada destacó un personaje ridículo ataviado con pieles (reales o imitación) y cuernos normandos. Su contraste con las columnas corintias del edificio evocó a Breno, Alarico, Genserico y cuanto bárbaro se paseó por Roma para saquearla.

El saldo, aparte de un sinfín de imágenes humillantes, fue de cinco muertos (incluyendo a un policía golpeado en la cabeza con un extintor de incendios, como en esa escena pesadillesca del filme Irresversible, de Gaspar Noé), así como una atmósfera de miedo, rabia y tristeza a la que los norteamericanos no están acostumbrados. ¿Cómo pudieran estarlo, si esto no tiene precedentes en su tierra?

Mitch McConnell, líder de los republicanos en el Senado, no titubeó al catalogar los hechos como una insurrección. Dado que el propósito de la insurrección fue interrumpir por la fuerza una transmisión pacífica y constitucional del mando ejecutivo, es válido cuanto menos preguntarse si lo ocurrido fue un intento de golpe de Estado. Muchos expertos creen que no, pero sí algo similar. Teniendo en cuenta que hablamos de Estados Unidos, la conclusión sigue siendo aterradora.

Imagino que es innecesario recalcar que Estados Unidos no es como Latinoamérica. No voy a decir que es una nación libre de violencia política; hay que ser muy ignorante para hacer tal cosa. Pero a diferencia de sus vecinos del sur, los ataques directos al corazón de la república son una rareza absoluta. El Congreso no ha pasado por trances como los de las legislaturas latinoamericanas. Pienso en el asalto a la cámara venezolana en 1848 o, mucho más recientemente, la clausura de los parlamentos del Perú y Guatemala.

La violencia solo ha profanado el recinto de Capitol Hill en dos oportunidades. La primera vez fue en los albores de la república norteamericana, cuando, en 1812, Estados Unidos y su exmetrópoli se fueron de nuevo a la guerra debido a disputas navales. Los británicos invadieron Washington, urbe entonces en pañales, e incendiaron varios de sus edificios más importantes, incluyendo la sede del Congreso. El Capitolio apenas tenía unos años en pie. Imaginen semejante prodigio de arquitectura neoclásica ardiendo. Afortunadamente, los diligentes norteamericanos lo restauraron antes de que terminara la década.

En 1954, cuatro nacionalistas puertorriqueños armados se infiltraron en el Congreso. Dispararon a los miembros de la Cámara de Representantes en plena sesión, como parte de una sucesión de hechos violentos para lograr la independencia de borinquen. Hubo heridos, pero todos sobrevivieron.

Si asumimos que los terroristas boricuas no se consideraban a ellos mismos estadounidenses, podemos afirmar que en estos dos incidentes los perpetradores fueron agentes foráneos que veían en el Estado norteamericano un enemigo. En cambio, los sucesos de la semana pasada fueron llevados a cabo por estadounidenses de pura cepa.

Fue un atentado contra los representantes del corpus ciudadano del que son parte. ¡Y quien los azuzó fue el propio presidente! Esa es la diferencia con respecto a 1812 y 1954. Por eso los hechos han sido tan traumáticos.

En el último lustro he leído a los columnistas de The New York Times lamentarse reiteradas veces de que, al hablar con amigos de otras democracias desarrolladas, esas amistades les transmiten cierta lástima por la suerte política de Estados Unidos. Pensaba que exageraban. Ya no. Es más. Al menos un par de naciones latinoamericanas, Uruguay y Costa Rica, hoy puede jactarse de ser más políticamente funcional que el gran vecino del norte. La crisis estadounidense desatada por Trump es aun más abismal que lo que creí posible. Ruego por su pronta recuperación.

En cuanto a los apologistas de Trump, incluyendo a montones de venezolanos, que desestimaron sus bravuconadas o, mucho peor, se las aplaudieron, pero marcaron cierta distancia ante las imágenes tétricas del Capitolio, me gustaría creer que aprendieron la lección. Pero por desgracia parece que eso sería ingenuidad. No he visto a ni uno admitir que celebrar la mala conducta del presidente saliente fue un error grave. Por el contrario, montan en cólera si se les recuerda que se les advirtió que la cosa podía terminar como en efecto terminó.

De hecho, en menos de una semana pasaron la página y ya están ensalzando a Trump nuevamente, como si fuera lo mejor que le pudo pasar a Estados Unidos desde Abraham Lincoln. Más pueden la arrogancia ideológica y el odio paranoico hacia todo lo que no acate los dogmas de la derecha conservadora o liberal. Estas personas pudieran estar condenadas a la hipnosis permanente a manos de un caudillo populista que les ofrezca arrasar con sus enemigos. En una hipotética Venezuela poschavismo, espero que nunca lleguen al poder. Suficiente locura destructora.

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Hambre, enfermedades y corrupción en el nuevo año carcelario

En el nuevo año carcelario no se vislumbra un cambio en las condiciones infrahumanas de los presos venezolanos. Foto voanoticias.com

 

@cnietopalma

Antes que nada, quiero desearles a todos mis lectores un feliz año 2021, esperando que este año nos trate mejor que el pasado, y tengamos un año lleno de paz, armonía y libertad.

En esta primera quincena del nuevo año 2021, las cárceles y centros de detención preventiva de Venezuela han estado bastante movidos. Nada diferente a lo venimos viviendo desde hace varios años; un desastre que va en aumento y que lamentablemente no le vemos mejoría.

El Estado ha demostrado que le importa muy poco el tema de nuestros hombres y mujeres privados de libertad. Y lamentablemente a gran parte de la ciudadanía tampoco, que considera que los presos no tienen derechos y merecen vivir en las condiciones infrahumanas en que viven.

Creo que lo que caracterizó al año 2020 carcelario, como fue la tuberculosis, falta de alimentación y un inmenso retardo procesal, lo seguiremos viendo en este nuevo año 2021. Y sin querer ser pesimista, temo que de una manera mucho más dramática y cruda.

Ya en estos primeros días del mes de enero, hemos visto un movimiento importante en las cárceles y centros de detención preventiva.

 Motín por hambre en Carabobo

En horas de la noche de este 1 de enero de 2021, en el Centro de Formación Hombre Nuevo El Libertador los presos se amotinaron por la alimentación precaria que reciben por parte de las autoridades de este penal ubicado en el municipio Libertador del estado Carabobo. Los reclusos iniciaron el reclamo a eso de las 8 de la noche del viernes 1 de enero y culminaron alrededor de la 1:30 de la tarde del sábado, segundo día de este año 2021. Como consecuencia de esta protesta, se realizó el traslado de unos cuantos reclusos a otros recintos y el castigo de varios de los protestantes.

 Salvador Franco, un preso político que murió bajo custodia

El preso político de la etnia pemón, Salvador Franco, falleció el pasado domingo 3 de enero en el Internado Judicial Rodeo II, en Guatire, estado Miranda y según el Certificado de Defunción emitido después de la autopsia, murió a causa de edema cerebral, shock séptico y otras reacciones producto de la tuberculosis y desnutrición que padecía desde hace meses.

 El primer enfrentamiento del año entre reclusos

Para seguir con este inicio de año carcelario, el 6 de enero en el Centro Penitenciario David Viloria, mejor conocido como la cárcel de Uribana, se registró una riña y posterior motín que dejó a un privado de libertad muerto y otro herido. Este fue el primer enfrentamiento entre reclusos en este año 2021.

 Fugados en Amazonas

Igualmente, en estos primeros días de enero, en Una Ventana a la Libertad registramos 6 reclusos fugados en el estado Amazonas y 3 en Mérida. También se reportaron conflictos en el estado Yaracuy.

 Las enfermedades acaban con 9 reclusos

Nueve (9) reclusos muertos inauguran este nuevo año en Anzoátegui, Lara, Guárico y Monagas, en su mayoría por enfermedades no atendidas entre ellas el paludismo.

 Tuberculosis en el retén de Cabimas

El Retén de Cabimas, en el estado Zulia, continúa con una grave situación, con un recluso fallecido por tuberculosis y una reclusa que dio a luz un bebé que está en graves condiciones de salud por una infección.

 Corrupción dolarizada

Mientras, las denuncias de los familiares del cobro de vacuna por parte de custodios penitenciarios y policías en centros de detención preventiva y cárceles, no paran. Ahora con tarifa dolarizada, les cobran por ingresar comida, visitar a sus familiares o un traslado a tribunales.

Como ven, el nuevo año 2021 no nos da mucha esperanza de que las cosas puedan ser diferentes en nuestros centros de reclusión.

El Estado venezolano se olvidó por completo de lo establecido en la Constitución Nacional, que consagra de manera especial la vida de los privados de libertad, porque estos están bajo su custodia absoluta, y el respeto de sus derechos humanos.

cnietopalma@gmail.com

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La economía venezolana: balance 2020, perspectivas 2021

@victoralvarezr

Sin estadísticas oficiales, cualquier balance o pronóstico sobre el desempeño pasado y futuro de la economía venezolana es muy incierto. Tratar de hacer un balance es tirar los dados; proyectar el desempeño futuro es jugar la lotería. Es tanta la incertidumbre que los datos generados por el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) reflejan entre sí una gran diferencia.

Dadas estas restricciones, apenas se pueden proyectar algunos escenarios a la luz de las pocas variables macroeconómicas con datos, tales como la emisión de dinero base, liquidez monetaria, reservas internacionales, tasa de cambio, inflación y extracción de petróleo.

Balance 2020

En 2020, el impacto de los errores de política económica fue agravado por el endurecimiento de las sanciones económicas y por la pandemia de la covid-19. La apertura comercial para enfrentar la escasez estimuló toda clase de importaciones que desplazan y arruinan la producción agrícola e industrial del país.

Comparado con 2019, en 2020 se calcula una nueva contracción del PIB de 30 %, para una contracción acumulada del 80 % desde 2013. Las empresas cierran el ejercicio fiscal con pérdidas y esto merma la recaudación de ISLR e IVA.

Después de alcanzar 3 millones 300 000 barriles diarios, la extracción de petróleo se redujo a menos de 400 000, arrastrando el ingreso en divisas, las regalías y demás ingresos de origen petrolero. El gobierno no genera suficientes ingresos fiscales para cubrir el gasto público. Así que financia a las empresas públicas a través de emisiones de dinero sin respaldo que realiza el BCV.

Pero sin producción nacional ni reservas internacionales que respalde esta emisión desordenada de dinero, la moneda nacional pierde valor y por eso los precios se disparan.

En 2020, la hiperinflación se mantuvo por encima de los dos dígitos, registrando picos de 65 % en los meses de enero y noviembre:

Observatorio Venezolano de Finanzas, informes economía venezolana. Balance 2020 y perspectivas 2021, por Víctor Álvarez
El Observatorio Venezolano de Finanzas de la AN calcula que la inflación de diciembre se ubicó en 21,2 % y la acumulada en 2020 llegó a 3713 %.

Según la encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), la reducción del 80 % del tamaño de la economía, el aumento del desempleo y la hiperinflación generaron un empobrecimiento de la población superior al 80 %. En los hogares venezolanos, los ingresos que se obtienen no alcanzan para cubrir las necesidades básicas.

Línea de pobreza en Venezuela, según la encuesta ENCOV I, UCAB. La economía venezolana: balance 2020, perspectivas 2021, por Víctor Álvarez R.
Línea de pobreza en Venezuela, según la encuesta ENCOVI, UCAB.

Con una caída de 30 % del PIB, un aumento de los precios de 3713 % y 54,4 % de la población económicamente activa sin trabajo, en 2020 Venezuela se llevó la siniestra triple corona de ser el país con mayor colapso económico, mayor hiperinflación y mayor tasa de desempleo del mundo.

Perspectivas 2021

Con el inicio de la campaña de vacunación contra la covid-19 se espera la reactivación de la actividad económica global. En ese contexto, los migrantes venezolanos recuperarán sus trabajos y reanudarán el envío de remesas a sus familiares; con ello contribuirán a reanimar el consumo privado que será la principal fuerza motriz de la dinámica económica interna.

El gobierno ya no cuenta con la otrora renta petrolera, cuyo reparto utilizó como un instrumento de dominación económica y social.

Tampoco cuenta con recursos para recuperar la industria petrolera. Y en una economía largamente contraída, el fisco no recauda suficiente ISLR e IVA para financiar el gasto público.

Para sobrevivir, el gobierno se ha visto obligado a levantar los controles y flexibilizar cada vez más las regulaciones a fin de estimular la inversión privada. La apertura a la inversión extranjera en los sectores de petróleo, gas y minería, así como la privatización de empresas públicas deficitarias, servirán al gobierno para recuperar la recaudación de ISLR e IVA, moderar la emisión de dinero inflacionario y evitar el costo político que no quiere pagar en un año en el que están previstas las elecciones de gobernadores y alcaldes.

Para estimular la inversión extranjera y las exportaciones que generen divisas, el BCV está emplazado a revisar la política monetaria restrictiva que tiende a frenar la evolución normal del tipo de cambio, genera una tendencia a la sobrevaluación y castiga la competitividad de las exportaciones privadas no petroleras. En Venezuela no resulta fácil producir para exportar.

La mala calidad de los servicios públicos y de la infraestructura genera un sobrecosto que castiga la competitividad internacional. Y si a esto se le suma un tipo de cambio sobrevaluado que no permite cubrir los altos costos de producción internos, se hace inviable producir para exportar. Así como generar las divisas que ya no aporta el petróleo.

En el año 2021, las sanciones comerciales y financieras acelerarán la apertura del mercado interno, la liberalización económica y la privatización de empresas públicas. Un cambio económico sin cambio político se ha puesto en marcha en Venezuela.

El capitalismo de clientes anuncia su llegada y comienza a dar su primeros pasos sobre los escombros que dejó el fracasado modelo estatista del socialismo del siglo XXI.

Video La economía venezolana: Balance 2020, perspectivas 2021

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De la hegemonía comunicacional al silencio total
Hoy la hegemonía comunicacional parece haberse quedado corta frente a un régimen cada vez más débil frente al poder de la verdad

 

@BrianFincheltub

La hegemonía comunicacional fue el objetivo que se fijó el chavismo cuando el difunto Hugo Chávez se dio cuenta de que su proyecto político no era compatible con la existencia de medios de comunicación libres e independientes. Controlar al país pasaba por controlar primero la radio y la televisión venezolana, para entonces con enorme poder de penetración y credibilidad en todo el país.

Para que tengan una idea, había poblaciones de Venezuela donde el Estado jamás se había hecho presente, pero la señal de RCTV y Venevisión llegaba sin mucho esfuerzo, con apenas instalar una antena artesanal hecha con una parrilla de ventilador. Los medios eran, para desdicha de algunos, la correa comunicante entre el gobierno y los venezolanos.

En los hogares más humildes había una televisión o una radio. Chávez, quien confesó en más de una oportunidad que entre sus sueños frustrados siempre estuvo ser animador de Sábado sensacional -y no es sarcasmo- comprendía muy bien la dinámica del hombre de la radio y la televisión. Por eso, antes que cualquier otra decisión presidencial, una de sus primeras medidas en Miraflores fue lanzar su programa de radio y televisión Aló, presidente, un nombre que emulaba al recordado Aló, RCTV, pero donde el premio mayor era lograr hablar con el difunto. Una tarea nada fácil, sobre todo si consideramos que las llamadas eran parte de la puesta en escena del talk show presidencial. Desde allí no solo Chávez hablaba de su infancia, sus amoríos de juventud y hasta de sus problemas estomacales, sino que buscaba dictar la pauta informativa de los principales noticieros del país.

No todos le seguían el juego. Algunos canales preferían abrir sus noticieros con los sucesos del fin de semana, en un país donde las cifras de mortalidad aumentaban cada vez más de manera alarmante. Ese era el caso de RCTV, cuya manera de jerarquizar las noticias le trajo problemas desde muy temprano con el régimen chavista. Chávez supo entonces que ni hablar siete horas los domingos por VTV y Radio Nacional, ni al abuso de las cadenas de radio y televisión, un instrumento que siempre fue utilizado de manera excepcional por todos los presidentes, eran suficientes.

Era necesario ir más lejos. El objetivo pasaba entonces por buscar no solamente el control del mensaje, sino lograr su desaparición y que su lugar fuese remplazado por la consigna, la arenga, la incitación, el odio y el resentimiento.

Para ello cualquier método era válido. Comenzaron con las amenazas, le siguieron las agresiones a los periodistas, el cerco económico, hasta el cierre directo que se materializó entre 2007 y 2009 con el cierre de RCTV y las primeras radios independientes.

Frente a la amenaza creíble que representaba la dictadura, una gran parte de los medios optaron por la autocensura. Otros prefieren vender frente a jugosas ofertas de misteriosos grupos económicos que finalmente terminaron develándose.

Hoy la hegemonía comunicacional parece haberse quedado corta frente a un régimen cada vez más débil frente al poder de la verdad. El control absoluto de la radio y la televisión no basta; han ido por el internet y esta semana le ha tocado a VPI TV y varios medios digitales. Hoy la radio libre en Venezuela no existe, la televisión está desmantelada y son cada vez menos los venezolanos que tienen acceso a datos y a una conexión a internet decente.

Se avanza hacia el silencio total. No la tendrán fácil, pero nunca los subestimemos. No de nuevo.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Andrés Caldera Pietri Ene 14, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Homenaje a Oswaldo Álvarez Paz

Oswaldo Álvarez Paz. Foto archivo de El Nacional

@AndresCalderaP

Para cuando COPEI se fundó, el 13 de enero de 1946, Oswaldo Álvarez Paz estaba a un mes de cumplir tres años de edad. Yo no había nacido. Pero estoy seguro de que él compartirá el hecho de que ambos crecimos en un ambiente de una gran familia extendida, la familia socialcristiana. Hombres y mujeres de mucho temple, profunda fe en Dios y gran capacidad de entrega y amor por Venezuela, trabajaban juntos por un ideal. Y la reciedumbre de la lucha los hizo cada vez más unidos.

Era una época tremenda, en la que quienes venían de la formación católica, entregados a la política como el mejor ejercicio de la caridad, encontraron un ambiente hostil, muchas veces violento; y no fue sino con su testimonio personal y con la coherencia entre la palabra y el proceder, como fueron ganando poco a poco la adhesión de la gente, para convertirse en la única fuerza política en Venezuela que llegó al poder por la vía pacífica y electoral en el cuarto intento por alcanzarlo.

En ese ambiente, de aquellos hombres y mujeres de una sola pieza, cuya larga lista no me atrevo a mencionar por el peligro de excluir a alguno y que sintetizo en la figura ampliamente reconocida de don Pedro Del Corral, crecimos con un profundo afecto entre todos, sincero, espontáneo, nacido de la conciencia de pertenecer a un grupo de ciudadanos decentes, inspirados por la Doctrina Social de la Iglesia, deseosos de llevar a la vida pública los valores de justicia social y solidaridad humana para construir una Venezuela mejor. “Yo soy nuestro”, es la expresión de un campesino que recogió Rafael Caldera en uno de sus tantos recorridos por el país, que sintetiza el sentimiento de los socialcristianos de entonces.

Así como a mí me tocó, desde que abrí los ojos, crecer en ese mundo de admiración y respeto, cálido y solidario, Oswaldo ha contado cómo desde las aulas del Colegio Gonzaga de Maracaibo, con apenas catorce años y rompiendo la tradición política familiar, comenzó a seguir el liderazgo de Rafael Caldera y de quien también, estoy seguro, le agradará escuchar mencionar, de Nectario Andrade La Barca, un zuliano insigne, honesto hasta los tuétanos. Nectario dictó cátedra en la universidad, en la política y en el gobierno, y hasta el fin de sus días fue ejemplo de humildad y rectitud. Claro que los jesuitas, como lo sabemos quienes hemos sido sus alumnos, deben haber sembrado temprano en él la semilla de su vocación política.

Oswaldo es de los más jóvenes de la generación del 58. Me parece una ironía que hace ya más de diez años tuve la ocasión de verlo en una entrevista en televisión en vivo, en la que uno de la audiencia le preguntó por qué se mantenía todavía activo en política, que si ya no era hora de retirarse; y pensar que hace apenas unas semanas dos contemporáneos suyos se disputaban la presidencia del país más poderoso del planeta. Lo que ocurre es que Oswaldo empezó muy temprano, y su participación en la política fue tan rápida y de tan buena estrella, que su frecuente aparición en los medios de comunicación hizo que algunos le dieran más años de los que tenía.

De líder estudiantil de la Universidad del Zulia, su alma mater, que recientemente decidió conferirle el doctorado honoris causa, vino a Caracas a dirigir la Juventud Revolucionaria Copeyana. Y desde entonces su proyección a todo el país lo convirtió en una de las figuras políticas con mayor carisma y aceptación en la política nacional. Diputado al Congreso, su rápido ascenso lo lleva a ser designado por Lorenzo Fernández como jefe de su campaña presidencial en 1972.

Presidente de la Cámara de Diputados en el período 1974-79, su estilo franco y directo lo fue convirtiendo en una de las referencias más importantes del espectro demócrata cristiano.

Fue significativa y recurrente su posición para que el partido no se cerrara a los juegos internos, para que se mantuviera abierto a la escucha del sentir de la población y lo interpretara, para que estuviera en sintonía con las aspiraciones y reclamos de la gente.

Yo lo veía siempre con admiración y respeto, con ese afecto sincero que nos identificaba con una causa, aumentado con la certeza de conocerlo depositario de la mayor confianza e intimidad de Rafael Caldera. Su cercanía familiar fue muy grande. Para mis hermanos Alicia Helena y Fernando, Cuchi y Oswaldo fueron de su máximo afecto y los acompañaron física y espiritualmente hasta su partida a la eternidad.

Durante el gobierno del presidente Luis Herrera Campíns, Oswaldo fue director de la fracción parlamentaria. En la campaña electoral de 1983, en la que tuve una de las experiencias de mayor aprendizaje y el honor de estar bajo sus órdenes en la Unidad de Medios -junto con Oscar Yanes, Luis Mariano Fernández, Guillermo Betancourt, Nelson Oxford y Félix Ramón Fernández- Rafael Caldera lo anunció como su futuro Ministro del Interior.

Años después, en 1987, ya él de nuevo en la oposición y yo estudiando en Francia, compartimos una inolvidable experiencia en Roma: la conmemoración en el Vaticano del veinteavo aniversario de la Encíclica Populorum Progressio presidida por su Santidad Juan Pablo II.

Como diputado fue un investigador y conocedor del tema del narcotráfico, una lucha que nunca abandonó. Fue un promotor de la descentralización, mucho antes de que apareciera el tema en la campaña de 1988 y de que el presidente Pérez la firmara en 1989.

Su decisión de presentarse en las primeras elecciones regionales generó gran felicidad a todos al verlo triunfar y convertirse en el primer gobernador electo del estado Zulia; y luego de una extraordinaria gestión de tres años, verlo reelecto en 1992 con un porcentaje verdaderamente abrumador.

Si hubo después diferencias, en cuanto al análisis de la situación del país y sus perspectivas, que nos llevaron a tomar caminos distintos, el afecto profundo que durante tanto tiempo vivió entre nosotros se mantuvo como esos hilos invisibles que nada los destruye. Él mismo, con su nobleza de siempre, se ocupó de pasar la página el 24 de enero de 2006. Ese día, en que Rafael Caldera cumplía noventa años, fue a visitarlo a Tinajero, y en la soledad de su cuarto los dos se abrazaron en medio de una gran emotividad. Caldera le dijo que era el mejor regalo que había podido recibir.

En estos duros años que hemos vivido en el país, Oswaldo ha seguido siendo el luchador brillante, valiente y sincero de siempre. Han intentado callarlo con atropellos físicos y morales. Lo han puesto en prisión y todavía hoy le siguen conculcados sus derechos más elementales. Lo mantienen sin documentación, impedido de salir del país sin orden judicial, y privado de su derecho ciudadano en el registro nacional electoral.

Pero él sigue firme en su posición, sin dejarse amilanar, haciendo conocer sus orientaciones hacia el país en la columna que religiosamente escribe desde hace muchísimos años y expresando sus posiciones con toda claridad cada vez que puede hacerlo.

Aquí está Oswaldo, con nosotros, como nunca ha dejado de estarlo. Ahora desde el Consejo Superior de la Democracia Cristiana ganamos con su experiencia y su prestigio. La labor que ha venido desarrollando este Consejo en su primer año de vida ha sido orientadora en la postura de los demócrata-cristianos acerca de los temas de la actualidad nacional.

Son muchos los venezolanos que no solamente reconocen el aporte histórico de la Democracia Cristiana en la construcción y desarrollo de nuestra experiencia democrática, sino que creen en ella como la opción política más completa para la realización de la persona humana en la vida social.

En el Consejo, hemos dejado a un lado las diferencias del pasado y hemos dado ejemplo de unidad. Si hemos proclamado la unidad como el camino indispensable para que la oposición encuentre la ruta para el restablecimiento de nuestra democracia, hemos sido los primeros en dar el ejemplo, más cuando entendemos que la política no puede estar divorciada de la ética y que la sinceridad en el discurso y la credibilidad en la dirigencia es la única vía para la ganar la confianza de los venezolanos.

En nombre de todos los integrantes del Consejo Superior de la Democracia Cristiana manifestamos nuestro sentir jubiloso y nos unimos al partido COPEI que en su 75 aniversario le tributa este merecido homenaje a nuestro compañero y amigo Oswaldo Álvarez Paz.

Oswaldo, el zuliano emotivo, el excelente padre y abuelo, el mejor amigo, el político sincero y valiente, el hombre de fe y de coraje, se ha dado por entero a servir a Venezuela y sigue estando entero para hacerlo.

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