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Opinión

El país donde el hambre no respeta escalafón

@froilanbarriosf

Durante un siglo de luchas laborales los trabajadores venezolanos fueron construyendo con perseverancia su paquete de beneficios económicos y sociales. Partimos del primer acuerdo firmado en el siglo XIX por la compañía del Gran Ferrocarril de Venezuela, una de las más serias establecidas en nuestra historia. Más allá de la estructura y de las condiciones de trabajo, ya de por sí bastante avanzadas para la época, en 1919 la empresa firmaría un acuerdo con sus trabajadores enormemente innovador. 

Luego vendría la firma del primer contrato colectivo petrolero en 1945 del cual hicimos referencia en una entrega anterior. Este sirvió a la postre para establecer, en materia de salarios, el tabulador de la nómina obrera y la escala de salarios para la nómina administrativa y de profesionales universitarios. Y luego tuvo su expresión mayor en las escalas del personal obrero, administrativo de la función pública y universidades públicas en nuestro país. 

Un desarrollo particular de las remuneraciones se conoció en las otrora pujantes empresas estatales en el siglo pasado: PDVSA, SIDOR, ALCASA, CORPOELEC, CANTV, entre otras. Estas plasmaron conquistas para los trabajadores de tal magnitud que nuestro país se convirtió en atractivo para decenas de millares de migrantes peruanos, ecuatorianos, dominicanos, chilenos, trinitarios, curazoleños, colombianos, europeos y un amplio etcétera, en búsqueda de un mejor destino para sus vidas. Llegaron a un país que abrió sus puertas sin mezquindad alguna a los atribulados que abordaban nuestras costas

De la meritocracia a la ruina de la CANTV

En todo este trayecto hubo una valiosa participación del movimiento sindical que contribuyó, independientemente del gobierno de turno, al logro de las conquistas más reconocidas por los trabajadores, ya que el tabulador o la escala salarial reconocía la meritocracia, la carrera universitaria y la productividad laboral. Ello identificaba claramente un nivel de vida digno acorde con la formación y la remuneración devengada por cada trabajador; y al jubilarse, luego de 30 o más años de labor, tenía garantizada una vejez tranquila y segura junto con sus familias, quienes veían crecer a sus hijos en un contexto de ascenso social al formarse en carreras universitarias.

En esta oportunidad se relatará la terrible realidad de los trabajadores del sector telecomunicaciones, ubicados en su emblemática empresa CANTV.

Esta pasó de ser una pujante empresa nacional a una ruinosa y destartalada institución. Allí los abnegados empleados que continúan prestando servicios han tenido que reparar las unidades de trabajo, sin seguridad industrial, y comprando repuestos mecánicos a fin de prestar el servicio de telecomunicaciones; han llegado al extremo de laborar en instalaciones abandonadas a su suerte, con temperaturas mayores a los 50 °G.

Un socialismo que destruye el trabajo

La política laboral del régimen con el personal de CANTV ha sido similar a la aplicada al resto de trabajadores de empresas del Estado: desconocer integralmente el contrato colectivo y convertirlo en letra muerta.

Igualmente descalificar a los sindicatos y a la federación (FETRATEL), creando la precariedad laboral más atroz en la historia de la empresa, y que impacta a todas las nóminas: obrera, administrativa, profesional y gerencial. 

El patrono chavista no ha honrado ninguna de las cláusulas del convenio ya vencido: ni incrementos de salario, bonos por productividad, ni el reconocimiento del ahorro como parte fundamental del ingreso familiar. Igual suerte han sufrido los jubilados y sus pensiones, quienes teniendo garantizados los derechos de los activos, hoy lucen abandonados a su suerte. Un derecho primordial como lo es la salud para el activo, el jubilado y su entorno familiar, hoy es ignorado por la “empresa socialista”, que irónicamente tuvo sus mejores días en manos del capital privado. 

La debacle de la CANTV se repite a escala nacional. En este contexto ha significado la estampida de más de 25.000 trabajadores de esta empresa, quienes despavoridos se han ido al mundo entero a prestar sus servicios. El hambre se ha convertido en el acicate del éxodo de millares de venezolanos, quienes ven cómo los salarios de las diferentes nóminas no garantizan ni de cerca la dieta familiar en un país saqueado por una tiranía promotora de la pobreza como política de Estado. Un régimen que desfiguró el salario digno como objetivo de desarrollo humano de la sociedad.

* Movimiento Laborista.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Roberto Patiño Mar 25, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Que ellas hablen

Noelvis, líder comunitaria de Alimenta La Solidaridad en La Vega. Foto gentileza de Roberto Patiño. (Interv. por N. Silva / Runrunes).

@RobertoPatino

Durante la celebración del Mes de la Mujer, hemos hablado en los últimos artículos sobre la experiencia de Alimenta la Solidaridad (AS) y Caracas Mi Convive (CMC) en el rol de liderazgo de las mujeres a través del Programa de Liderazgo Femenino. Queremos que sean ellas mismas quienes compartan ese universo de vivencias que las llevó de su casa a la comunidad, un tránsito marcado por el autodescubrimiento personal y la vocación de servicio.

Milagros, 34 años, líder de Nuevo Horizonte

Conoció el trabajo de Caracas mi Convive acompañada de su pareja, hace cuatro años, y allí se puso en contacto con el primer comedor de Alimenta la Solidaridad en la comunidad. La experiencia, nos cuenta, fue natural… ¿cómo no interesarse en un sistema de apoyo a los niños en medio de una la tragedia económica que vivía el país? Pero lo que descubrió en el comedor fue mucho más allá que la atención de los niños. Se encontró de frente con la solidaridad en medio de la crisis, el verdadero hilo que mantenía unida a su comunidad.

Noelvis, 36 años, líder de La Vega

Para Noelvis la oportunidad llegó de la voz de una madre y vecina que la invitó a uno de los comedores de AS. Allí descubrió que el trabajo era mucho más que la alimentación infantil; había todo un programa de formación a los padres, un lugar para aprender y compartir experiencias, otras historias que ayudó a los vecinos a unirse mucho más frente a las dificultades… “¿cómo no enamorarse de esta experiencia?”, se pregunta cuando recuerda sus primeros pasos como líder en su comunidad.

Milagros y Noelvis se reconocen a sí mismas como líderes y lo hacen sin falsas modestias; en ambas hay un elemento en común que vale la pena resaltar: entendieron su importancia después de haber tenido la oportunidad de trabajar con otros en la solución de sus problemas y, sobre todo, después de participar en el Programa de Liderazgo Femenino.

Milagros nos cuenta que en principio le costaba hablar en público, una timidez que encubría con formas ásperas al momento de tratar con otras personas, reconoce con cierto pudor. Fue en el Programa de formación de Liderazgo Femenino donde aprendió a manejar esa agresividad, donde comprendió la importancia de aprender y entender de los problemas con todos sus matices y complejidades; donde conoció y utilizó las herramientas dentro de una formación constante con otras compañeras que, con el paso del tiempo, se convirtieron en verdaderas “hermanas de vida”.

Noelvis nos cuenta que el programa de formación le dio herramientas para abordar de manera más asertiva los problemas cotidianos en su comunidad; le ofreció una seguridad que no conocía, una “inteligencia emocional” que ha sabido reconocer y desplegar en el trabajo con sus vecinos. Ha sido un espacio, nos dice, de crecimiento personal donde se ha encontrado con oportunidades para aprender a perdonar para seguir adelante, un perdón que le ayuda agradecer lo que se tiene y aprovechar todas las oportunidades que recibe.

¿Existe un liderazgo propiamente femenino? No hay coincidencias en sus respuestas. Para una de ellas es indistinto, tanto hombres como mujeres se apoyan en la búsqueda de soluciones a los problemas; para la otra, el liderazgo, cuando lo ejerce la mujer, se enfoca más en la formación y en el compartir de los saberes.

Pero más allá de la diversidad en sus opiniones, hay un rasgo común en ellas, una nueva conciencia que se ha despertado tras la oportunidad que recibieron para desplegar sus capacidades. Ambas aspiran a seguir luchando, trabajando, quieren tomar estas oportunidades y aprovecharlas.

Noelvis dice, con firmeza, que desea seguir abriendo espacios en su comunidad para que todas ellas sean escuchadas. Milagros reconoce que ahora quiere formarse más en “política”, una vocación que ha nacido en su pecho cuando entendió la importancia que tiene el liderazgo en sus comunidades.

El cambio que Venezuela necesita está aquí, en estas nuevas generaciones de líderes que solo necesitan la oportunidad para desplegar toda la confianza en sus capacidades e iniciar el camino del autoconocimiento que las ha llevado a trabajar por los demás, convencidas en la importancia de los valores de la solidaridad, el emprendimiento y la democracia.

A todas ellas, nuestro agradecimiento.

Liderazgo femenino

Liderazgo femenino

*Director de Alimenta La Solidaridad y Caracas Mi Convive

robertopatino.com

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Carolina Jaimes Branger Mar 24, 2021 | Actualizado hace 1 mes
“Pietro soy yo”

Foto der.: afiche del corto Me llamaban Pietro; izq.: Pedro Mercado (imagen de Samuel Hurtado).

@cjaimesb

Con el documental Me llamaban Pietro, Pedro Mercado ganó el premio al mejor documental en el concurso FARE CINEMA, organizado por la Embajada de Italia, el Instituto Italiano de Cultura y la Cámara de Comercio Italiana. Un entrañable video donde cuenta cómo transcurrió su infancia en Chacao, en un edificio donde la mayoría de los vecinos eran italianos. Pero no fue hasta que terminó la película que se dio cuenta de que estaba hablando de sí mismo cuando hablaba de Pietro, como lo llamaban sus vecinos.

Video Pedro Mercado Hidalgo, Me llamaban Pietro. En el canal Ambasciata d’Italia Caracas

Su pasión por el cine comenzó cuando en su casa compraron una cámara de video Handycam. Comenzó a registrar todos los eventos de su familia y sus vecinos. Estudió en la Escuela de Arte de la UCV, donde se especializó en cine. Trabajó en varias películas venezolanas como asistente de cámara y foquista, para aprender la práctica que no tuvo en la universidad.

Hijo de padre venezolano y madre colombiana, sintió que la xenofobia en contra de los colombianos en los años 80 y 90 era más bien una “autoxenofobia”. Crecer en Chacao fue como crecer en un pequeño universo donde imperaban las buenas relaciones y la cordialidad.

No tiene planes para el futuro, más allá de cuidarse y cuidar a su familia. Siente que Venezuela es como un condominio donde el administrador no sirve y, encima, «nos está botando». Lo retienen aquí las ganas de trabajar en la reconstrucción y la certeza de que es su casa y puede hacer en ella lo que desee.

– Cuéntame… ¿cómo fue crecer en Chacao?

El Chacao de mi infancia era como un pueblo urbanizado, podías convertirte en amigo y conocido de sus habitantes y comerciantes. Existía una relación estrecha entre los que hacíamos vida en Chacao; eras amigo del panadero, del carnicero, debías comportarte bien, porque todos sabían dónde vivías. Te compraban los zapatos en la misma tienda todos los años. Siendo niño sabías quién era el malandro que robaba los reproductores de los carros, quién vendía droga, cuáles eran los chismes de la parroquia, o del párroco. Era fácil pensar de niño que Chacao era Venezuela, porque era todo lo que conocía.

Al entrar al liceo y compartir con personas de otras partes, te das cuenta de que no; de que Chacao era una burbuja, que tenía una alcaldesa Miss Universo y unos policías en bicicleta y en carritos de golf, pero que el país no era solo eso; que el país se parece también a la gente del oeste de la ciudad o de Petare.

– ¿Sentiste en algún momento que había xenofobia?

Mi mamá es colombiana. Y sí, en algunos momentos sentí que no debía decir que mi familia era colombiana, sobre todo en el colegio. Las novelas y las noticias estereotipaban a los colombianos, en los 80 y principio de los 90; eran siempre los malos, los tramposos, los narcos. Recuerdo que les decían “caliche”, y yo no quería que me dijeran “caliche”.

Creo que era más una autoxenofobia, la de los colombianos dentro de Venezuela. Muchos de ellos, por ser ilegales, no les gustaba demostrar su nacionalidad, preferían pasar inadvertidos. Pero realmente no creo que haya existido una xenofobia real.

Somos un país de inmigrantes, estamos acostumbrados y no nos aterra recibir a personas de otros países; nuestra forma de relacionarnos con ellos no era despectiva, llamábamos a los portugueses “portu” y a los chinos “chinos”, pero porque somos informales y confianzudos.

– ¿Cómo fue el regreso de todos esos inmigrantes que nos ayudaron a construir aquella Venezuela moderna a sus países de origen?

Me atrevería a decir que la mayoría no regresó, muchos decidieron quedarse, morir acá y los que se fueron (por la razón que fuera) extrañan muchísimo a Venezuela. Quisieran regresar, solo que extrañan la otra Venezuela, el país amable y abundante que conocieron. Los que sí se fueron sin romanticismos y sin pensarlo dos veces fueron sus descendientes, que ante la posibilidad de tener otra nacionalidad legal y poder hacer vida en otro lugar, se marcharon en busca de algo mejor, que no son más que las mismas motivaciones que hicieron que sus ancestros vinieran a estas tierras.

– ¿Cuándo, cómo y dónde comenzó tu pasión por hacer cine?

De niño en mi casa teníamos una cámara Handycam, y me convertí en el “filmmaker” de cuanta boda, bautizo y primera comunión había en mi familia o en casa de mis vecinos. Poder capturar el momento, verlo después de un tiempo y emocionarme, es algo que disfruto. Revolver el pasado, mirar fotografías viejas e imaginar las historias detrás de esas fotos es algo que me gustaba hacer.

“Pietro soy yo”, por Carolina Jaimes Branger
«Mirar fotografías viejas e imaginar las historias detrás de esas fotos es algo que me gustaba hacer», Pedro Mercado, director del corto Me llamaban Pietro.

Luego comencé a imaginar historias, historias que me gustaría ver. Así fue como decidí que quería ser director de cine y lo más parecido que había era estudiar cine en la Escuela de Artes de la UCV. Ahí vi toda la historia del cine y análisis que existe, es una escuela teórica. Al salir con toda mi teoría empecé a trabajar como aprendiz de cámara en “rentals” de equipos de cine y fui asistente de cámara y foquista en películas venezolanas: Pelo malo, Azul y no tan rosa, El Inca, El Amparo y muchas otras, en donde obtuve la práctica y el conocimiento técnico que no adquirí en la universidad. De modo que de niño quise hacer cine, luego estudié cine, después trabajé en cine (en las películas de otros) y ahora quiero hacer cine nuevamente, mi cine, como cuando era niño.

– Háblame del documental con el que ganaste el premio de la embajada de Italia.

Me llamaban Pietro fue un cortometraje documental que ganó el premio al mejor documental en el concurso “FARE CINEMA”, organizado por la embajada de Italia, el Instituto Italiano de Cultura, la Cámara de Comercio Italiana y varias organizaciones más. Tenía como tema central “La inmigración italiana”. Es un concurso que tuvo una amplia convocatoria de 4 meses y del cual me enteré tarde, a un mes de cerrar el concurso.

Cuando vi las bases de la convocatoria, sentí que podía contar una historia, que tenía las herramientas, pero no tenía el tiempo. Como estábamos en pandemia no podía convocar a muchas personas y disponer del tiempo y de la salud de nadie, así que pensé en una historia que pudiera hacer solo con los recursos que tenía a la mano, que eran básicamente mi cámara y mis recuerdos nostálgicos de los italianos inmigrantes que vivieron en mi edificio. Con esa premisa comencé a trabajar, a revolver las fotos familiares, a pedir las fotos de mis vecinos y a construir una historia desde mis recuerdos.

Como disponía de poco tiempo, debía ser conciso y honesto, sin muchas elucubraciones filosóficas; así que hablé de mi infancia con sinceridad, sin detenerme mucho a pensar en que estaba hablando de mí mismo.

Pietro, de repente, se convirtió en un personaje de estudio, con el que me relacionaba a la distancia, en tercera persona. A medida que iba agarrando forma lo compartía con algunos amigos para saber sus impresiones, quería saber sobre todo si la historia era al menos divertida. Para finalizar pedí ayuda de un amigo músico, Caribano, que hizo par de piezas originales para la banda sonora y otro amigo, Antonio Garrido, que hizo el diseño sonoro y mezcla del sonido. Cuando ellos me devolvieron el cortometraje con la música y la mezcla fue que logré conmoverme con la historia, entendí que era mi historia, que Pietro era yo (y bueno, lloré).

– ¿Cuáles son tus planes para el futuro?

Ahora mismo no tengo muchos planes para el futuro, supongo que hacer una película, seguir contando historias. A un año de vivir en pandemia, con controles sanitarios, cuarentenas flexibles, estrictas y semiflexibles, creo que mi mejor plan es disfrutar el presente, el aquí y el ahora con mi familia, cuidándome y cuidándolos.

– ¿Qué significa Venezuela para Pedro Mercado?

Venezuela es el lugar donde quisiera estar y de donde siento que me están botando. Claro, no me bota Venezuela, me bota el gerente, el administrador, el que cuida la puerta; pero al mismo tiempo me retienen la señora que limpia, los afectos, las personas que vivimos en ella y que sabemos que es nuestra responsabilidad mantenerla sana, habitable. No me retienen las cursilerías como las arepas, las guacamayas, el Ávila o el Salto Ángel; me retiene la idea de todo lo que está pendiente por hacer, por construir, la idea de que Venezuela me pertenece y puedo hacer en ella lo que quiera.

Rafael María Baralt y la historia al servicio de la política

@eliaspino

Cuando la Historia se ha establecido como ciencia, es decir, como disciplina capaz de crear conocimientos sobre el pasado con la autonomía que concede el progreso de sus métodos y sus técnicas, se reduce cada vez más la posibilidad de que sus oficiantes la utilicen para propósitos banderizos.

La verdad que mana de la investigación profesional es capaz de soportar, en la mayoría de los casos, la presión de los poderosos que la quieren manipular.

En un célebre texto, Paul Valery asegura que la historia “es el producto más peligroso que la química del intelecto haya elaborado”. Se refiere a los libros que utilizan los mandones y los ricos para imponer sus intereses, y para que la gente sencilla los considere como camino exclusivo para acceder a una etapa dorada de la sociedad. Pero no se está ante una situación necesariamente perniciosa, o ante la alternativa de una reunión de engendros capaces de crear conductas oscuras y tonterías lamentables, sino ante vínculos que pueden encontrar una explicación que no escandalice. Tal es el caso del imprescindible Resumen de la Historia de Venezuela que debemos a Rafael María Baralt.

¿Qué falta en Venezuela, después de la Independencia y de la separación de Colombia? La descripción de la epopeya y la explicación del secesionismo. El camino que empieza requiere una aproximación a sus antecedentes que permita, no solo la exaltación de un itinerario inédito, sino también el encuentro de pasajeros entusiastas para el viaje que apenas comienza.

Durante la guerra contra los realistas nadie tuvo tiempo para ponerse a escribir sobre lo que sucedía, sino solo fragmentos de propaganda que se redactaban y leían en volandas. Cuando la política aconseja el alejamiento de Bolívar y de Bogotá, las palabras airadas se imponen ante la posibilidad de recoger unos anales sobre cuya conclusión solo unos pocos quieren apostar. De allí la necesidad que tiene el gobierno venezolano, que se estrena con Páez a la cabeza, de encontrar la pluma adecuada para la escritura de nuestra primera Troya. Pero, a la fuerza,  se debía escribir sobre una lucha esforzada y legítima y sobre un promisor futuro, desde luego. Era una posibilidad calva para estrenar peluca frondosa y atrayente, no faltaba más.

Todo perfectamente comprensible, pero también susceptible de prevenciones para no caer por inocentes hasta la consumación de los siglos. Llegamos así al encargo que el gobierno de la recién estrenada República de Venezuela hace a Rafael María Baralt y a un compañero llamado Ramón Díaz, para que  escriban un manual de historia que nos incorpore con creces a las expectativas del siglo después de labrar con fina aguja las razones que nos hicieron crecer y madurar.

Estamos en 1841 y es entonces cuando se estima la necesidad de una carta de presentación que no nos haga parecer como advenedizos, ni como productos de una aventura. Razones plausibles, desde luego, pero también motivos para la cautela. La obra puede caber entre las sospechosas de provocar envenenamientos colectivos, como los que denuncia Valery, si no advertimos que el encargado no se encarga de fabricar una evolución estrafalaria que produzca escándalos en su tiempo y en el futuro. Más bien mete el freno habitualmente, menos en las rutas escabrosas que requieren velocidad y pericia.

La parte más digna de desconfianza con la cual topamos en el escrito de Baralt es la que se refiere al período colonial. Si Venezuela ha hecho la guerra para acabar con el antiguo régimen, y si los mandatarios que le encargan el trabajo han llegado al poder después de esa guerra, seguramente no hará la loa de lo que sucedió durante el dominio español, sino todo lo contrario.

En consecuencia, aparecen así ante la vista del lector las primeras evidencias sobre la leyenda negra de España que se escriben de manera coherente entre nosotros.

La idea de la administración ineficaz y tiránica que se establece a partir de 1492 y hasta 1810, especialmente la afirmación sobre cómo la Corona nos explota, arrincona y subestima como política invariable, dominan extensos espacios del manual. Estamos ante una generalización sin fundamento, o ante la reiteración de teorías divulgadas con más inquina que veracidad por los pensadores ilustrados del siglo XVIII, que ahora se incorporan a la memoria de la sociedad sin advertir siquiera que se está frente a una exageración o, mucho peor, ante la negación de unos fundamentos culturales sin cuyo impulso jamás hubiéramos llegado a los procesos de independencia política.

La parte más admirable se encuentra en su reconstrucción de los episodios de la independencia, porque Baralt debe lidiar con las simpatías y las antipatías dejadas por la conflagración y con los intereses de quienes participaron en ella que ahora están en las alturas, manejando el país y cancelando la nómina. En especial, debido a que debe inaugurar un sitial especialísimo para Bolívar, es decir, para la celebridad ante cuya influencia se rebelaron sus patronos para crear una república autónoma.

La maestría en la creación de nuestro primer catálogo de héroes y villanos es destacable, porque llega a un equilibrio que solo la posteridad se ocupará de trastornar, especialmente en nuestros tiempos de “revolución bolivariana”. No abundan los odios que pretende dejar como herencia a las nuevas generaciones, y la prolijidad de las loas no es una característica cargante en sus páginas. De allí que, seguramente debido al empeño de concordia que prevaleció en las primeras décadas de desarrollo autónomo, el legado del historiador fundacional soporte el paso del tiempo porque no alimenta el choque de las opiniones.

Lo cual no quita peso a la observación del principio, sobre los riesgos que corren las exploraciones de la memoria de las sociedades cuando se vinculan a objetivos políticos.

En el predicamento de Rafael María Baralt topamos con una iniciación que realmente no genera escándalos, sino las cautelas que dominan la obligación de los historiadores profesionales que produjo el futuro. Más bien nos puede producir roncha por las excelencias de su pluma, por la calidad de su prosa, por las virtudes de su estilo, pero eso es harina de otro costal. Lo pueden comprobar, amigos de Runrunes, si se dan el gusto de leer al escritor de altos vuelos que nos dejó el primer gran compendio de historia patria.

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Orlando Viera-Blanco Mar 23, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Un árbol llamado libertad
Un ejemplo que ha dado al mundo un cuerpo diplomático con muchas carencias pero pleno de sentimiento, se ha convertido en un pilar de inspiración y compromiso de los cuerpos diplomáticos de nuestros aliados

 

@ovierablanco

Recientemente entrevisté en nuestro programa dominical Enfoque Global, a nuestra embajadora designada en Brasil, María Teresa Belandria. Fue buena la ocasión para conocer su experiencia diplomática en un país que es un continente, y sus inmensos esfuerzos (al igual que el resto del cuerpo diplomático) para cumplir responsabilidades consulares, diplomáticas y humanitarias. Experiencias muy especiales que evidencian elevadísimos sentimientos y virtudes.

Atravesando un continente

Lo primero que destaca la embajadora Belandria es su gratitud con las autoridades y el pueblo de Brasil. “Brasil es una nación muy generosa y amable, acostumbrada a recibir migrantes de todas partes del mundo. Son gente cariñosa, decente y abierta, por lo que afortunadamente en Brasil no registramos casos de xenofobia”.

En los estados de Roraima y Amazonas -fronterizo con Venezuela- existen campos de refugio que albergan hasta a 50.000 venezolanos. Viajar desde Brasilia -la capital- supone más de tres horas de vuelo. Sin recursos para cubrir gastos y logística, el cuerpo diplomático del presidente Guaidó atiende encuentros donde está nuestra diáspora. La recompensa es extraordinaria. Tanto damos acompañamiento a nuestra gente como nos devuelven sus abrazos entre lágrimas y sonrisas. Una diplomacia no convencional -de un país expatriado- cuya tarea es ver a los ojos a nuestros necesitados y llevarles esperanza y protección.

En Brasil hay unos 350.000 venezolanos acogidos de forma cálida y ordenada por el coloso del Sur. El Plan ACOGIDA ha dado a nuestros migrantes identidad, que le da derecho a trabajar, asistencia médica, educación e incluso beneficios por paro forzoso, como lo fue el caso de la COVID-19. La misión diplomática en Brasilia ha tramitado más de 5.000 requerimientos consulares; ha reforzado el impulso de la ayuda humanitaria, atendido a nuestros refugiados, coordinado suministros de alimentos y medicinas e incluso participado en programas de donación de plasma por la COVID-19.

Me gusta compartir estas experiencias… Sin sede, despacho, ni presupuesto el empeño diplomático no decae. Y, por el contrario, brota el compromiso y la solidaridad por nuestra gente, ¡haciendo, de un abedul, montañas!

Embajadores de la luz

La labor del embajador Carlos Scul en Perú es realmente heroica y valiente. Lidiar con episodios de xenofobia, discriminación y penurias de nuestros migrantes, después de largas caminatas, exige mucha tolerancia, comprensión y firmeza. Desde Lima a Cusco, Arequipa o Trujillo, nuestros viajeros y refugiados libran difíciles batallas; cruzando la cordillera andina, la selva amazonas y peligros inesperados, camino además hacia Colombia, Panamá, Ecuador, Chile, Paraguay, Uruguay o Argentina. Si lo logran el reto será la adaptación a otras culturas, y sobrevivir. Esta es la realidad que encara nuestra representación diplomática en Latinoamérica. Una situación difícil donde el mejor gesto contra el desplazamiento es la unidad y la conmiseración tanto de las autoridades de la subregión como la fraternidad de su pueblo. Pero también de los venezolanos.

Esa también ha sido la labor titánica de Elisa Trotta en Argentina, Guarequena Gutiérrez y Carlos Millán en Chile, Fabiola Zabarce en Panamá, María Farías en Costa Rica, María Teresa Romero en Guatemala, Héctor Quintero en Ecuador, Claudio Sandoval en Honduras, David Olson en Paraguay, Reinaldo Díaz en México, ‪Tomás Guanipa en Colombia; Eusebio Carlino Linares en República Dominicana, Rafael Domínguez en el Caribe, Carlos Millán en Chile, Carlos Vecchio en US, Gustavo Tarre Briceño ante la OEA, Miguel Pizarro en NNUU.

Una fiel demostración de la Venezuela preparada, honesta, comprometida, decente, de buen corazón que, contando con un voluntariado, un teléfono, un ordenador, un escudo y una bandera, hemos podido darle representación, socorro y orientación -que es dignidad- a nuestra gente en el mundo. Capítulo aparte, igualmente meritorio, merecen nuestros representantes en Europa. A ellos me referiré en una nueva entrega.

Compartir estas honrosas y nobles experiencias no pretende más que elevar nuestra autoestima grupal y nuestra resiliencia, rescatando el prístino sentido de nuestro plasma cultural.

Venezuela representada en el cuerpo diplomático designado por el presidente [e] Juan Guaidó y la Asamblea Nacional, es la que palpita libertad, paz, justicia y democracia.

Y además, confianza y amistad. No en un plano idílico sino sudado con sangre, honor y lágrimas, por la Venezuela que viene y anhelamos.

Marcel Proust decía que la esperanza es tratar de mantener un trozo de cielo azul encima de la cabeza. Nuestro querido Jacobo Borges una vez me dijo que la esperanza es el sueño de los que se mantienen bien despiertos. Esa esperanza nos ayuda ver más allá del mal momento, de las tormentas, siendo que el que vive con ella [esperanza], muere de sentimiento. Ese es nuestro bastión: visualizar la Venezuela posible, próspera, sana y justa, después de la tempestad… 

El ejemplo que ha dado al mundo un cuerpo diplomático con muchas carencias pero pleno de sentimiento, se ha convertido en un pilar de inspiración y compromiso de los cuerpos diplomáticos de nuestros aliados. En esa misión también reposa el pulmón que hará florecer un árbol llamado libertad.

* Embajador de Venezuela en Canadá

Embajadores por la libertad

Embajadores por la libertad

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Laureano Márquez P. Mar 23, 2021 | Actualizado hace 1 mes
El señorío de la Cota 905

@laureanomar

Venezuela marcha, sin duda, como Europa luego de las invasiones bárbaras, hacia una nueva forma política: el feudalismo malandro. Se van perfilando los pequeños reinos que constituye el delito, no solo en el sur del país donde la guerrilla y los narcos ya cuentan con vastos dominios, sino también en la propia capital. Se dice que la caída de Roma no fue una ruptura traumática, sino más bien una transformación gradual, hasta que poco a poco los ciudadanos fueron cayendo en cuenta de que el imperio ya había desaparecido. La destitución del último emperador de occidente fue una especie de formalidad, algo así como que los bárbaros dijeron: «Ese Rómulo Augústulo ¿qué dice? Mira, chamo, si nos fueranos dao de cuenta que tú estabas aquí, te fueranos quebrao antes, así que pírate de una». Claro todo esto dicho en perfecto latín.

Esta transición feudal que vivimos de una forma política malandra a otra, donde ya el poder no se concentra en uno, sino en muchos, va creando sus propias reglas.

Los señores feudales organizan su propio ejército y muy bien armado. Crean su propia corte malandra y si le brindan algún apoyo a un poder central, que termina siendo más simbólico que real, es bajo la vieja fórmula: «nos, que valemos tanto como vos, y juntos más que vos, os hacemos señor entre iguales». Iremos viendo, poco a poco, complejas formas de vasallaje entre bandas armadas y quién quita que con su propio ceremonial. Alianzas estratégicas entre ellas para mantener su fuerza y ocasionales vínculos con el poder central al que se reconoce formalmente, siempre y cuando este respete el poder del pran sobre su feudo. De hecho, el control hamponil sobre sus señoríos es total,  tómese debida nota de que allí no entran esos ejércitos a los que no les falta valor para arremeter en contra de estudiantes desarmados, pero a los que, ni por asomo, se les ocurre plantar cara a otros ejércitos, tan poderosos e inescrupulosos como ellos o incluso más.

Así como el señor feudal tenía derechos sobre todo lo que estaba bajo su dominio, el señor malandro controlará su zona, obtendrá los beneficio de los que en ella trabajen, que terminan convertidos en siervos en una relación de vasallaje. De hecho, podríamos decir que el pranato, que es el territorio bajo el dominio del pran, equivale a lo que en la Edad Media fueron los ducados, condados o marquesados. El pran tiene derecho a administrar “justicia” en su feudo, a cobrar impuestos de atraco, a secuestrar siervos, a disponer de sus vidas, a imponer las leyes que él considere convenientes y a conquistar otros territorios con su ejército montado en caballos de hierro.

Esta forma política, como sucedió con el feudalismo medieval, irá generando sus propias manifestaciones en el arte y la cultura. Quizá no veamos castillos, pero sí, seguramente, mansiones amuralladas en la Cota 905 de estilo «estrangótico». Una nueva literatura también, tal vez «el rap del mío Coqui», donde se relaten sus hazañas, cantadas por los robadores, perdón quise decir los trovadores. En la pintura predominarán los frescos, de grafiti claro.

Con el colapso del sistema eléctrico, sí que se podrá catalogar con propiedad a este período de oscurantismo. Puede que algún día nuestra historiografía contemple una edad denominada “la larga noche del chavismo”.

Pero, como toda aberración histórica, terminará siendo solo un mal recuerdo. Así que, en estos tiempos, lo que hay que hacer es prepararse para el renacimiento y evitar en lo posible que el señor pran te baje de la mula.

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Julio Castillo Sagarzazu Mar 23, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Vacunas y política

@juliocasagar

El acuerdo para traer las vacunas contra el coronavirus ha sido saludado dentro y fuera del país por muchos actores relevantes. Es natural que haya sido así. No obstante, siempre será bueno recalcar que este gesto, en manera alguna exculpa al régimen de Maduro del manejo irresponsable de la crisis originada por la pandemia. Y mucho menos del desastre asistencial del país que ha cobrado muchas más vidas que la COVID-19. Sin embargo, no agüemos la fiesta, saludemos también el acuerdo.

Lo que nos interesa en esta nota es preguntarnos si este acuerdo pueda ser extrapolado a otras esferas de la vida nacional y particularmente a la política. Para responder esta interrogante, habría que hacer previamente otra: ¿tiene Maduro incentivos para negociar otras cosas? La respuesta de este escribidor es que sí tiene. ¿Cuáles serían entonces? Pues nos aventuramos a señalar los que siguen:

1. Maduro no tiene seguridad de que en algún momento no le estalle en la cara un conflicto social de gran envergadura. La burbuja de la dolarización forzada y obligada por la propia gente, y su viraje sobre el tema del control de precios, ciertamente ha llenado los anaqueles de productos. Pero también es verdad que, cada vez, menos gente puede comprarlos.

Paradójicamente, los venezolanos que siempre han vivido de un pequeño negocio, los mecánicos, los plomeros, los jardineros, algunas profesiones liberales como médicos u odontólogos que han dolarizado sus servicios, están capeando la situación con menos dramatismo.

No obstante, los empleados públicos, los profesores universitarios y quienes viven de un salario fijo, han conocido el horror de la depauperizacion.

Estas capas medias informadas, activas, son un foco permanente de inconformidad que en cualquier momento puede hacer masa crítica. Maduro nunca tuvo miedo de las marchas de Altamira a Miraflores, porque supo que en Chacaíto las paraba con cuatro ballenas de la Guardia Nacional. Parar una turba enardecida que baje de los cerros cercanos, es otra cosa. Su “vanguardia” está armada y son bandas salvajes, dispuestas a todo.

2. Maduro sabe igualmente que sus mecanismos de control social están mellados. Quitarle una caja CLAP, un bono, un salario, ya no intimida a nadie. Ya esa forma de presión la perdió.

3. Maduro sabe que el apresto operacional de sus fuerzas represivas está en niveles peligrosísimos. Las tropas y las policías están sufriendo en primera línea la crisis social, incluyendo la covid-19.

4. Maduro no tiene confianza en su entorno. Las sanciones le están impidiendo satisfacer todas las apetencias. Su gobierno es en realidad un sindicato de intereses de gente con mucho poder.

5. Las sanciones y las recompensas por las cabezas de personeros del régimen serían siempre una espada de Damocles pendiendo sobre ellos.

6. La mayoría de los miembros de la “nomenclatura” oficial están deseosos de obtener garantías, impunidades y vías de escape si estas son necesarias. Hay muchos nietos con ganas de conocer Disney y muchos abuelos quieren campanear un buen escocés en Miami Beach.

7. Maduro, que ha logrado mantener el campo opositor dividido, no ha podido, sin embargo, subir en el apoyo popular. Y tampoco ha logrado hacer que la presión internacional sobre él decrezca o que el apoyo de los principales factores democráticos del mundo a Guaidó desaparezca.

Si estas premisas son ciertas, que creemos que lo son, pueden estar reuniéndose las condiciones para que la comunidad internacional (incluyendo aliados de Maduro) consigan el milagro de que una negociación que lleve a unas elecciones libres, justas y verificables, tenga lugar en el mediano plazo.

Esta negociación debería superar el formato de Oslo y Barbados. Es decir, una parte de buena fe mediando entre dos factores que no se creen lo que hablan, por un formato de países interesados en la solución de la crisis geopolítica que es Venezuela y que sean GARANTES de eventuales acuerdos.

Desde ese punto de vista y para que el catarro de esa gripe no nos agarre sin pañuelo, lo que los demócratas venezolanos deberían estar debatiendo, en lugar de candidaturas, cuotas y liderazgos, es cuáles serían nuestras condiciones aceptables para ser puestas sobre la mesa. Ponerle nombre y apellido a cada una de ellas y presionar para que se instale esa mesa de negociación.

Esa sería la vacuna contra la crisis que tanto estamos esperando.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Eddie A. Ramírez S. Mar 23, 2021 | Actualizado hace 1 mes
De Cipriano Castro a Maduro

Foto izq. Cipriano Castro 1858 – 1924 (Getty / Dominio público), portada del libro Construcción y destrucción de un país (centro) y der. Nicolás Maduro (EFE).

¿Qué factores incidieron en estos últimos 120 años para que Venezuela tuviese una etapa de auge progresivo, una de estancamiento y una de decaimiento gradual, que en los últimos años resultó acelerado? ¿Qué papel jugaron en este proceso los sistemas de gobierno, los presidentes de turno, los ciudadanos, la educación, el petróleo y el ejército? ¿Por qué en este período ha persistido un elevado porcentaje de pobreza y de desigualdad social? ¿Por qué no hemos podido erradicar la corrupción? ¿Cuáles fallas impidieron que nuestra democracia se perfeccionara? ¿Por qué regresamos a la barbarie de siglos anteriores? ¿Acaso nuestra educación gratuita fracasó porque formó excelentes profesionales, pero no buenos ciudadanos?

¿Cómo fue posible que pasáramos de ser un polo de atracción para inmigrantes que contribuyeron a nuestro acervo cultural y a nuestra economía y hoy nuestros ciudadanos huyen a pie hacia países vecinos?

El siglo XX se inició con la entrada a Caracas de Cipriano Castro al frente de un grupo de andinos. Lo defenestró y sucedió su compadre Juan Vicente Gómez, quien acabó con el caudillismo regional y estableció una dictadura de 27 años.

Con los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, ambos también andinos, se inició una transición hacia la democracia. El proceso se interrumpió cuando Medina se empeñó en designar a su sucesor y que este fuese andino.

El movimiento militar del 18 de octubre de 1945 fue apoyado por el partido Acción Democrática. Se instaló una Junta Cívico-Militar. El pueblo entró en escena al establecerse el voto universal para elegir al presidente de la república, senadores y diputados. En 1948 se eligió presidente a Rómulo Gallegos, un escritor prestado a la política. Varios factores determinaron que el ejército lo destituyera el 24 de noviembre de 1948.

Regresó la barbarie. Inicialmente con una dictablanda, con el teniente coronel Delgado Chalbaud como presidente de una Junta Militar. Después de su asesinato, en 1951, el coronel Pérez Jiménez pasó al primer plano apoyado por las Fuerzas Armadas. Fue depuesto el 23 de enero de 1958 por los militares a raíz de protestas populares y manifiesto de intelectuales.

Surgieron aires de libertad con la transición de la Junta de Gobierno inicialmente presidida por el contralmirante Wolfang Larrazábal y, posteriormente, por Edgar Sanabria. En 1959 asumió Rómulo Betancourt como presidente constitucional. Se presentaron intentos de derrocarlo tanto por grupos militares, como por movimientos de extrema izquierda apoyados por Fidel Castro.

Conoce a tu Fuerza Armada

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Por primera vez en nuestra historia, un presidente electo popularmente le entregó el poder a otro. Raúl Leoni tuvo que enfrentar el terrorismo de la guerrilla comunista. Hubo violaciones a los derechos humanos, pero inició la pacificación al indultar a militares y guerrilleros. Con Rafael Caldera continuó la pacificación al legalizar a los partidos que participaron en la lucha armada.

Con Carlos Andrés Pérez se exacerbó una etapa populista influida por el aumento de la renta petrolera. ¿Fue una etapa de la Gran Venezuela como predicó el gobierno o de la Venezuela saudita como señalan sus críticos?

Los gobiernos de Luis Herrera Campíns y de Jaime Lusinchi se caracterizaron por dejar hacer a sus amigos. Luis Herrera, intelectual, amigo de refranes y muy austero. Lusinchi, bonachón y mangoneado por su amante. Fueron etapas de decaimiento.

Carlos Andrés Pérez volvió a ser electo. Realizó un mea culpa sobre su gestión anterior. El Gran Viraje ocasionó esperanzas en algunos, pero la mayoría acostumbrada al populismo y a estar recostada del Estado, lo rechazó. Se produjeron dos intentos de golpes de Estado. Próximo a terminar su período fue sometido a un juicio político y destituido.

El Congreso eligió presidente provisional al historiador Ramón J. Velásquez, quien cumplió con la transición. Rafael Caldera volvió a ser electo presidente. Para ello se apartó de Copei, el partido que había fundado. Los partidos políticos se siguieron desprestigiando y la renta petrolera ya no fue suficiente para atender las demandas.

La mesa estaba servida para que llegara un supuesto vengador que prometió acabar con la corrupción y con los políticos.

Hugo Chávez llego al poder despertando esperanzas y temores. Dispuso a su antojo de cuantiosos ingresos petroleros. A partir del 2001 se iniciaron violaciones a la Constitución. En el 2002 fue destituido y vuelto al poder por los militares. De allí en adelante hubo una gran división entre los venezolanos, y elecciones que sus partidarios consideraron legítimas y sus adversarios como fraudulentas. Confiscaciones de la propiedad privada. Falleció en el poder.

Nicolás Maduro fue ungido por Chávez. Se ha mantenido en el poder por el apoyo de los militares y del Poder Judicial. Cuenta con el respaldo de gobiernos dictatoriales.

Su elección no ha sido reconocida por la Unión Europea, ni por la OEA. La hiperinflación, escasez de productos y la violación a los derechos humanos ha sido masiva. Más de cinco millones de venezolanos han emigrado.  

Rafael Gallegos y quien esto escribe asumimos el reto de plasmar en un libro la historia de estos últimos 120 años.

En este lapso, Venezuela tuvo un período de construcción que grosso modo puede estimarse entre los años 1900 a 1975, uno de estancamiento que puede ubicarse entre 1975 y el año 2000, y uno de destrucción de allí en adelante.

Estos no son límites estrictos y hay cierto solapamiento. Así mismo, en el período de construcción y de estancamiento hubo también años de destrucción. Difícil es encontrar algo de construcción en el lapso de destrucción. Entre los constructores también hemos tenido a dictadores y entre los destructores no han faltado los demócratas. Los presidentes tienen la mayor responsabilidad, pero los ciudadanos de a pie no podemos eludir la nuestra. Unos más, otros menos, todos hemos contribuido a construir y a destruir a Venezuela. Ojalá enmendemos los errores del pasado

Invitamos a los lectores del libro Construcción y destrucción de un país: presidencias de Venezuela 1900-2020, publicado por Amazon en Kindle y en físico, con diagramación del periodista Eduardo Orozco, quien próximamente lo presentará. Y a formarse su propia opinión.

Como (había) en botica

Los padres del teniente Franklin Caldera denunciaron que su hijo está siendo torturado.

Lamentamos el fallecimiento de Nelson Ruiz, compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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