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Reuben Morales Oct 17, 2021 | Actualizado hace 2 semanas
Entrevista a mi barriga
El mejor amigo del hombre es el perro y el peor, la barriga. Por eso tuve una conversación muy tirante con ella, que les transcribo…

 

@ReubenMoralesYa

Tras tener una fuerte discusión con ella luego de tratar de ponerme un pantalón que jamás pude abotonar, me calmé, le pedí que nos sentáramos en la sala y le hice unas preguntas para dejar las cosas claras en nuestra relación.

REUBEN: Solo quiero que me expliques algo. ¿Por qué eres tan salida? Ya ni me dejas ver lo que tengo abajo. Por si acaso, me refiero a los pies.

BARRIGA: Es que debes comprender que ya con los años me he convertido en tu pequeña mascota. También tengo derecho a salir y que me paseen.

R: Sí, pero es que lo tuyo ya no es libertad. Es libertinaje.

B: Bueno, es que yo también tengo derecho a asomarme por encima del pantalón.

R: Para asustarme cada vez que te da por tocar la hebilla fría de la correa, ¿verdad?

B: Je, je… bueno, para eso también, pero en verdad lo que quiero es conocer nuevos mundos. Nosotras las barrigas también tenemos derechos como cualquier ser vivo. Derecho a crecer y expandirnos. Derecho a que no nos encasillen como una barriga y ya, sin conocer nuestro género. En tal caso deberían llamarnos “barrigues”.

Avise a todes

Avise a todes

R: ¿Pero tú estás segura de que estás bien? Porque me llama la atención que yo ya terminé de crecer y lo único que sigue creciendo en mi cuerpo eres tú.

B: Bueno, papito, es hora de que te vayas enterando de que la verdadera señal de la vejez no son las arrugas ni la calvicie. Es mi tamaño.

R: Sí, pero es que no sé qué hacer para que bajes de tamaño.

B: Para eso te tengo un ejercicio que no falla.

R: ¿En serio? ¿Cuál?

B: Mira, tú subes un brazo.

R: Ok.

B: Subes el otro.

R: Ajá.

B: Y te pones una camisa negra. Así no se te ve la barriga.

R: ¿Y en qué parte es que se ríe uno?

B: Bueno, entonces ponte a hacer abdominales.

R: Será, aunque la parte que más me gusta de los abdominales es cuando estoy acostado, porque dejas de verte.

B: Pero a ver, ¿cuál es tu fijación conmigo, pues? Si yo más bien le he traído beneficios a tu vida.

R: ¿En serio? ¿Cuáles?

B: Mira, si no tienes mesa cerca, puedes apoyar el trago en la barriga. Cuando te pones a trabajar en la computadora y te jorobas, yo te sirvo de amortiguador. ¡Ah!… y gracias a mí, ahora te compras puros zapatos sin trenzas porque yo siempre me atravieso para que no puedas amarrarlas.

R: Mira mi cara… Estoy tan alegre…

B: Además, una buena barriga es indicativo de que tienes los medios para ser un buen sugar daddy.

R: Bueno, te diré que yo no conozco a la primera persona que esté orgullosa de su barriga.

B: Yo sí: Isaac Newton.

R: ¿Newton?

B: ¡Claro!… ¿Tú te creíste el cuento de que él descubrió la gravedad porque le cayó una manzana en la cabeza? ¿Qué va? Eso fue que vio cómo la barriga le rebotaba mientras trotaba.

R: ¿Sabes qué? ¡Esto se acabó! Me voy a comprar una faja.

B: La gente se va a dar cuenta cuando te salude de una palmadita en la espalda.

R: Entonces me voy a plastificar la barriga para que me sirva de faja y a la vez sude.

B: Nadie se va a aguantar ese olor.

R: Entonces te voy a hacer la ley del hielo.

B: ¿Me vas a dejar de hablar?

R: No, te voy a poner un hielo encima para que, del shock, a juro te tengo que meter.

B: ¡Nooooooooo!

Y así fue como caminé directo a la nevera para sacar un cubito de hielo. La cosa es que, en el camino hacia el cubito, se me atravesó por sorpresa un pote de helado. Y bueno, como no me aguanté, ahora mi barriga está más grande.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Juan E. Fernández Oct 03, 2021 | Actualizado hace 2 semanas
El billete roto

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

Hoy quiero levantar mi voz por aquellos que no pueden hablar. Hay algunos que estuvieron de moda, que causaron furor, que despertaron pasiones, pero hoy son rechazados… los billetes rotos.

Hoy recibí una lección de “El Rosas” y “El Profesor”. Aclaro que no es el de La casa de papel, sino otro: Juan Manuel de Rosas, mejor conocido como el del billete de 20 pesos; y de Domingo Faustino Sarmiento (quien era maestro), también llamado “el señor del billete de 50 pesos”.

Todo ocurrió la mañana del lunes, cuando me levanté temprano y caminé a la carnicería para comprar algo de pollo para la semana, pues, para alguien que vive solo, lo mejor es comer lo mismo todos los días. De esta manera la neurona que usarías para decidir qué vas a comer cada día, la puedes enfocar en alguna idea por la que sí te pagan las compañías para las que trabajas.

En fin, cuando fui a la carnicería hice mi pedido y pagué con 200 pesos, que en dinero de Argentina son “dos evitas” o “dos rocas”, que no es por el actor de La falla de San Andrés sino por Julio Argentino Roca, el presidente que sale en los billetes viejos de 100 pesos. Luego de pagar, el carnicero me regresó un billete de 50 pesos (un sarmiento o un profesor ¿recuerdan?), pero demasiado enrollado para mi gusto, así que lo desplegué y vi que estaba roto. Acto seguido ocurrió esto:

Juanette: ¿Disculpa, me puedes cambiar este billete? está en mal estado.

Carnicero: La verdad yo no lo veo mal

Juanette: Está roto, le falta un pedazo

Carnicero: Cuando vayas a pagar lo enrollas y no se dan cuenta.

Juanette: Es decir, si yo te pagara con este billete ¿me lo recibirías?

Carnicero: Bueno ya no porque el billete ahora es tuyo así que agárralo y vete.

Juanette: Mejor hagamos algo, toma tus pechugas (bueno las del pollo), tu billete roto y dame mis dos evas…

Carnicero: Vas a dejar de comer por un billete roto ¿en serio?

Juanette: No, creo que llegó la hora de meterme a vegetariano.

Luego de tomar de dejar mi compra y tomar mis 200 pesos, dejé la carnicería de un portazo. Caminé unos metros y entre en la verdulería, compré algunos vegetales, una tapa de tarta y pagué con mis 200 pesos ¿Adivinen cuánto fue el cambio? Exacto, 50 pesos. Así que tomé mi sarmiento, bastante más derruido que el que me había dado el carnicero y me fui a mi casa.

En el camino me encontré en el piso un billete de 20, o un rosas ¿por qué nadie lo recogía? Porque no vale un carajo, pero como soy una persona de buen corazón lo recogí… obviamente también estaba en mal estado.

Chicos hoy les dejo dos lecciones: los vegetales no son más ricos que la pechuga grillada… y si te dan un billete roto, recíbelo porque si el destino quiere que sea tuyo, lo será.

Ahora que lo pienso, este sería un buen momento para ir a misa; tal vez pueda dejar a rosas y sarmiento en la cesta de la limosna y salir corriendo antes de que el cura me los quiera regresar.

Nota: esta entrada, del 20 de septiembre de 2020, se actualizó el 3 de octubre de 2021.

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Laureano Márquez P. Sep 24, 2021 | Actualizado hace 2 semanas
Sippenhaft criollo
El sippenhaft nazi también se practica hoy en Venezuela, tal como lo denuncia el informe de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU

 

@laureanomar

El término viene del alemán (bueno sippenhaft, porque el criollo es criollo). Aparece mencionado en el reciente informe del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre las violaciones a los derechos humanos en Venezuela. Se trata de un concepto jurídico usado en la Alemania nazi según el cual la responsabilidad por los llamados «delitos contra el Estado» se extendía a los familiares del acusado, quienes eran imputados y juzgados también y, en algunas oportunidades, hasta condenados a muerte.

La brillante idea se le ocurrió a Heinrich Himmler, lugarteniente de Hitler, constructor y supervisor de los campos de exterminio, entre otras aberraciones confiadas a su cargo. Al parecer, interesado desde muy temprana edad en el ocultismo y el misticismo, intentó desde este ámbito desarrollar un discurso en apoyo a la idea de la superioridad racial aria. Inspirado en los caballeros teutones de la Alemania medieval, Himmler desarrolló toda una filosofía y hasta una teología, organizando una «Iglesia de la orden teutónica» con la que pretendía sustituir a la Iglesia católica. Entre las cosas que rescató de ese supuesto esplendor ancestral, estaba la idea de que, ante un grave delito, la costumbre teutona era condenar a todo el clan familiar del acusado apelando al principio de la «corrupción de la sangre».

Este principio se aplicó en la Unión Soviética de Stalin, en la China de Mao, en la Cuba de Castro (entre otras tiranías) y se aplica en la Venezuela de hoy. En el informe de la comisión se relatan varios casos, tanto de prisión a familiares como amenazas de asesinar a parientes si el acusado no procede y declara inculpándose, conforme a los requerimientos del organismo del Estado que lo retiene, casi siempre de manera ilegal. En la mayor parte de los casos que en el informe de la comisión se detallan, las amenazas con ocasionar daño a los familiares están presentes. También el acoso cuando estos intentan ejercer los derechos que la constitución y las leyes otorgan para la protección de los procesados.

Hay un documental en Netflix sobre la formación de las tiranías (Cómo se convirtieron en tiranos), Venezuela reúne todos los requisitos que en él se detallan desde hace un par de décadas. Personajes siniestros que no se detienen ante ninguna norma jurídica o moral someten a una nación entera a su ambición ilimitada de poder.

Video: Cómo se convirtieron en tiranos Trailer Netflix | Isaac

Se trata de una forma de dominación que deja tras de sí una estela de destrucción y muerte que acaba empeorando todos los males en contra de los cuales supuestamente insurgieron sus protagonistas. Sin duda, la Venezuela anterior al régimen chavista tenía muchas dificultades, distorsiones y vicios, pero en las últimas dos décadas todos ellos han alcanzado dimensiones que en los años anteriores a 1998 nunca alcanzamos a imaginar ni siquiera en el escenario más apocalíptico.

Para mantenerse en el poder, el mejor recurso con el que cuentan las tiranías es el miedo. Hay que asustar a la población para que no se atreva a rebelarse. Para ello no solo hay que perseguir a quien intente hacerlo, sino disuadirlo amenazando a sus familiares: padres, pareja, hijos y parientes cercanos, para que entienda que sus acciones pueden dañar incluso a sus seres queridos, sin importar si son o no partícipes de ellas. Es el sippenhaft nazi, que también se practica hoy en Venezuela tal como lo denuncia el informe de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

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Juan E. Fernández Sep 12, 2021 | Actualizado hace 2 semanas
No es el fin del mundo
La semana que viene inauguraremos, con su ayuda, una nueva etapa en esta columna que es publicada en varios medios del mundo desde hace 4 años

 

@SoyJuanette

Hola amigo lector, primero que nada, quería contarte que ya estoy mucho mejor que cuando recibí el alta. Como podrás ver en el video que acompaña esta nota, ya hablo fluidamente y no me canso.

Quería contarte que esta es una columna para cerrar un ciclo. Ojo, esto no quiere decir que voy a dejar de escribir ni nada por el estilo, sino que quiero cortar acá los textos que vengo escribiendo desde hace casi dos años y que tienen como eje central la pandemia de covid-19.

Como recordarás (o si hay alguien que no las leyera le invito a que lo haga), desde que llegó la pandemia comencé a escribir artículos humorísticos para alivianar un poco esta especie de apocalipsis que se nos vino encima; además todas ellas fueron ilustradas por mi hermano de la vida, el ilustrador y caricaturista Alexander Almarza.

Durante toda esta época hablé de cómo conviví con la covid. También di algunos tips alimenticios en época pandémica que titulé La dieta del barbijo, saqué a pasear a mi licuadora y hasta concreté una bonita amistad con mi ventilador, que propició obviamente el vivir solo durante la cuarentena; eso entre muchas otras historias que puedes conocer a través de esta web clicando en la categoría opinión, o simplemente escribiendo “Juanette” en la lupa de este sitio.

Igualmente, si te da flojera hacer la búsqueda, tengo un anuncio para ti: en unos meses publicaré junto con Alexander Almarza el libro Este no es el fin del mundo. Allí no solo encontrarás todas las columnas escritas por mí en este tiempo, sino también las maravillosas caricaturas que dibujó Alexander para acompañarlas.

Espacio publicitario.

Les recuerdo también que pueden descargar gratis mi primer libro, No se puede vivir sin humor, en este link: https://lektu.com/l/juanette-el-inmigrante/no-se-puede-vivir-sin-humor/8283

Fin del espacio publicitario.

¿Por qué parar ahora? Bueno me parece un cierre elegante culminar esta etapa creativa, centrada en la pandemia, con el escrito “Respira o cómo la covid cambió el guion de mi película”. En el mismo cuento no solo que me contagié de covid, sino cómo transité los días en el hospital.

Ahora me encuentro en una encrucijada creativa a la que de vez en cuando vuelvo pues, como comprenderán, escribir humor no solo es un trabajo dificilísimo, sino que, tal y como va el mundo a veces, simplemente no se puede.

Es por eso que quiero hacer este experimento social y acudir a mi audiencia, tal y como aconsejan los expertos en marketing. Es por eso que quisiera preguntarles: ¿Qué tipo de escritos les gustaría leer? Y ¿cuáles son los temas que debería tratar?

Para ello dejo a disposición mi cuenta en Instagram, @soyjuanette, y en Twitter, que también es @soyjuanette (como ven soy poco creativo para los nombres), para que me dejen sus sugerencias.

Bueno aho, ahor, ahora (perdón es que los dedos se me quedaron sin aire), voy a descansar porque la doctora así me lo recetó.

Hasta la semana que viene, cuando inauguraremos, con su ayuda, una nueva etapa en esta columna que es publicada en varios medios del mundo desde hace cuatro años.  

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La delgada línea entre ser ahorrativo o tacaño
¿Eres ahorrativo o tacaño? Este test te ayudará a librarte de dudas…

 

@ReubenMoralesYa / @SoyStevePalmero

Quienes suscribimos estas líneas hemos sido tildados de tacaños (aunque nosotros mismos nos autodefinimos como ahorrativos). Por ello, hemos decidido tomar un test también diseñado por nosotros mismos para ahorrarnos la consulta con un sicólogo (y sí, “sicólogo” está bien escrito porque según la Real Academia Española, también nos podemos ahorrar esa “p”). Así, con el resultado de esta prueba, podremos saber si nuestro entorno tiene razón o más bien puede agarrarse sus comentarios y… ahorrárselos. Comenzamos:

1. Eres ahorrativo cuando invitas a salir a alguien para solo tomar café. Eres tacaño cuando llevas el café de tu casa. Nuestra respuesta: “No sabemos qué contestar porque no hay una opción para los que llevamos las tazas también”.

2. Eres ahorrativo cuando usas vasos de cartón. Eres tacaño cuando además los lavas y los haces parte de tu vajilla. Nuestra respuesta: “Cuando se parta un vaso de vidrio y se hagan daño, no nos llamen”.

3. Eres ahorrativo cuando no compras agua embotellada, sino que la tomas directamente del filtro. Eres tacaño cuando no tienes filtro, sino que recoges agua de lluvia. Nuestra respuesta: “¿Y si uno embotella el agua de lluvia para venderla qué debe responder?”

4. Eres ahorrativo cuando llevas tu bolsa de tela al supermercado. Eres tacaño cuando la cosiste tú mismo con prendas viejas de tu primera comunión. Nuestra respuesta: “Se trata de ser ecológico, ¿no? De hecho, en esta respuesta estamos reciclando letras que también han sido usadas en novelas como Don Quijote y Cien años de soledad”.

5. Eres ahorrativo cuando guardas la ropa de tu primer hijo para que la use tu segundo hijo. Eres tacaño cuando guardas tu ropa actual para que tu hijo la use en un futuro al estilo vintage. Nuestra respuesta: “¿Y si uno le dice al hijo que use esa ropa pocas veces para más adelante montar un negocio de alquiler de trajes de época para producciones cinematográficas?”.

6. Eres ahorrativo cuando planificas bien un viaje en tu carro para optimizar el uso de la gasolina. Eres tacaño cuando incluyes todas las bajadas posibles en la ruta para poner el carro en neutro. Nuestra respuesta: “Nos declaramos neutrales”.

7. Eres ahorrativo cuando reciclas el papel de las bolsas de regalo. Eres tacaño cuando das un regalo de Navidad dentro de una bolsa de “Feliz cumpleaños”. Nuestra respuesta: “Para su información, en Navidad se celebra el cumpleaños de Jesús. Allá ustedes si quieren ir al infierno”.

8. Eres ahorrativo cuando apagas el router de tu internet, antes de dormir, para ahorrar energía. Eres tacaño cuando lo apagas y más nunca lo enciendes porque el wifi de tu vecino está libre. Nuestra respuesta: “Y si lo necesitan, la clave es LaMazucambaEsUnBaileQueSeBailaConCencerroYConTamboresSenores”.

9. Eres ahorrativo cuando te haces la manicure tú mismo. Eres tacaño cuando te haces la manicure y además pones las uñas en el matero para darle nutrientes a las plantas. Nuestra respuesta: “Si vieran las auyamas que hemos cosechado en el apartamento”.

10. Eres ahorrativo cuando guindas la ropa recién lavada para no usar la secadora. Eres tacaño cuando la guindas, pero detrás de la nevera. Nuestra respuesta: “¿Qué eres si también aprovechas el calor de la nevera para planchar la ropa?”

Bueno, listo, ahí están nuestras respuestas. Los resultados saltan a la vista: para nosotros no hay una clara diferencia entre ser ahorrativos o ser tacaños. De hecho, en nuestro caso hasta terminan siendo prácticamente sinónimos, lo cual es una maravilla. Ahora incluso hasta podremos ahorrarnos esa delgada línea que existe entre ser ahorrativo o ser tacaños.

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Respirar o cómo la covid-19 cambió el guion de mi película
No nos detenemos a pensar, a menos que pases por un episodio de salud, en lo importante que es respirar. Vacúnense, esto no es juego, existe y puede matar

 

@SoyJuanette

Comienzo a escribir esto un martes a las 13:34 horas de Buenos Aires. Lo hago desde mi cama número 0315 del pabellón para contagiados de covid-19 del Hospital Ramos Mejías. Hoy es 24 de agosto y estoy cumpliendo 9 días internado.

Obviamente he tenido tiempo para pensar y descubrir lo volátil que es todo. Hace dos fines de semana había hecho un show de stand up y al día siguiente visité el cuartel general de Editorial Orsai en Villa Urquiza para recibir el bono que me acreditaba como productor asociado de la película La uruguaya.

Ese sábado estaba contento y no evidenciaba ningún problema de salud, así que luego de recibir el bono me fui a casa y adelanté algunas cosas de trabajo. Ya en la noche comencé a sentir algo de fiebre, pero como el viernes me había mojado con la lluvia pensé que se trataba de un simple resfriado.

Ya para el lunes me sentía bastante mal, y una amiga con la que me vi el jueves al final de la tarde me dio la noticia: “Juanette me voy a hisopar, hazlo tú también porque mi hermana tiene covid y creo que yo también”.

Confieso que tuve mucho miedo, pero traté de no entrar en pánico. Luego me cambié y me fui hasta el centro de testeo ubicado en el Movistar Arena, justo al lado de Atlanta. Simplemente, entré, me hisopé y salí. No me tomó ni 5 minutos.

Fue el martes 10 de agosto a las 14:47 que recibí el resultado: “Positivo por Sar-Cov-2, y ahí si lloré, tuve mucho miedo. Poco después me repuse pues recordé que tenía ya una dosis de Astra y no tenía enfermedades preexistentes, por lo que pensé que la pasaría en casa sin contratiempos.

Pasaron algunos días y por suerte mi familia me acercaba a casa todo lo que necesitaba, por lo que ese fin de semana la pasé muy tranquilo. Anímicamente estaba mal pues justo ese 14 de agosto, mi hijo Roberth cumplió 14 años y por supuesto no lo pude festejar con él.

La noche del 15 de agosto fue terrible, la peor de todas diría yo, creo que me desmayé camino al baño. Como pude regresé a la cama y al medir mi saturación estaba en 94. Pero al día siguiente cuando volví a medirme ya saturaba 91, por lo que me vestí como pude, armé una bolsa con una muda de ropa y tomé un taxi hasta el hospital.

Apenas llegué y me vieron en la UFI me hicieron pasar, y luego de hacerme algunos estudios me dijeron que me internarían. Esperé durante 45 minutos y tras ese tiempo apareció un enfermero con una silla de ruedas y me dijo: “Hola amigo, comenzamos el viaje”. Me sonreí y me subí a la silla.

El pobre hombre era bajito y delgado por lo que le costó empujarme, yo trataba de ayudarlo con mis pies, como quien se desliza en patines o en una patineta, pero el asfalto irregular del estacionamiento no ayudaba; sin embargo, a los pocos minutos cumplimos con la meta y llegué al pabellón.

Ya en mi cubículo conocí a mi primer compañero de internación, su nombre era Mariano, yo lo apodé Capitán Respiración.

El Capitán Respiración

Mariano ocupaba la cama 0313 y era profesor de yoga. Un tipo con grandes rastas que escuchaba rock nacional todo el día. Algo que agradecí porque como me hubiese tocado un compañero reguetonero creo que hubiese pedido la inyección letal. Sin duda pasar la internación escuchando a Charly, Fito, Spinetta, Fabi Cantilo, y Zumo es otra cosa.

El tipo de las rastas fue sin duda mi gurú no solo respiratorio sino que inyectó esa paz y buena energía que hace tanto bien cuando estás en un hospital. “El aire debe entrar en tus pulmones cuando sea el momento preciso. No desesperes, el cuerpo es sabio, tu solo espera” (claro que las primeras veces estaba yo morado, sin oxígeno, pero después aprendí).

Sin duda el encuentro con El Capitán Respiración me ayudó un montón, sobre todo anímicamente.

El abuelo Juan

«No está tan mal vivir lo que se pueda», me dijo el abuelo Juan tras confesarme que había intentado suicidarse.

Otro de mis compañeros en el hospital fue mi tocayo Juan, un jubilado de 78 años que no solo tenía covid, sino que por la pandemia había perdido su trabajo como pintor en una constructora después de décadas.

Poco después Juan me confesaría (y me autorizó a contarlo) que había tratado de quitarse la vida, no solo por la desesperación de la falta de laburo, sino por el miedo de llegar a viejo. Se le tiró a un colectivo, pero afortunadamente solo le golpeó la pierna.

Mientras me lo contaba me dijo “Igual es una boludez Juancito porque todos vamos a parar a viejos, al menos que te mueras antes, obvio. Pero, pensándolo bien, no está tan mal vivir lo que se pueda”.

Pasaron los días y Juan vivió una transformación. Con la ayuda de psicólogos y trabajadores sociales, lo convencieron de irse a un geriátrico, algo que asumió como “una aventura más de las muchas que he vivido”.

“Capaz en el geriátrico me engancho una vieja, y vos hacé lo mismo, aprovecha y ponete de novio con una de estas doctoras, no te quedés solo, no seas tan boludo”.

Antes de irse, me dejó un consejo de oro: che, a la vida hay que bailarla no al ritmo que te tocó, hay que tratar de bailar lo que a uno le guste. Y si te equivocás, cambiá el disco y seguí bailando”.

Cuando la fe asusta

Respirar o cómo la covid-19 cambió el guion de mi película, por Juan E. Fernández “Juanette”
Cuando la fe asusta… no está bueno decirle a un internado por covid, con oxígeno y saturando 92, “Dios te está llamando”. Eso no se hace…

Diría que hubo dos momentos que sentí que estaba a punto de morir. Una fue la noche antes de internarme y la segunda el día que me visitó el cura del hospital. Ocurrió el segundo o tercer día de mi internación, a eso de las 14 horas. Yo estaba durmiendo cuando de repente sentí que me movieron la cama y al abrir los ojos ahí estaba el padre Fernando quien me dijo: “Estoy acá por vos, porque Dios te ha llamado”.

Como un acto reflejo le contesté “Pero yo ahora no puedo ir”. El padre sonrió y me aclaró que venía a visitar a todos los enfermos, que no me estaba muriendo ni nada por el estilo. Quiero darle un consejo a los pastores y religiosos: usen las palabras correctas cuando hablen con un enfermo porque no está bueno decirle a un internado por covid, con oxígeno y saturando 92, “Dios te está llamando”. Eso no se hace.

La soledad

Hay algo innegable cuando estás hospitalizado y más si es por covid: pasas mucho tiempo solo. Los primeros días todo el mundo escribe y está pendiente, pero como la recuperación es lenta, el mundo afuera sigue su camino y ya el contacto con las personas es cada vez menor. Es como que la vida sigue su curso, pero tú estás en la banca por lesión.

La clave para sobreponerse a esto es entender que si la gente no te escribe todo el tiempo no es porque no te quiera o se preocupe, sino porque tiene que seguir con su cotidianidad, cosa que está muy bien.

La soledad siempre se ha estigmatizado, se ve como algo malo, te dicen que está mal estar solo; pero la verdad, a veces la soledad es buena consejera, y te ayuda a pensar y repensar lo que será tu vida de ahora en adelante.

Respirar

Ya finalmente estoy en casa, recuperándome. La doctora me dice que voy a tardar en recuperar mi condición cardiopulmonar pero que en unos meses estaré, como dicen acá, “10 puntos”. La verdad el haber salido ya es suficiente regalo, ahora toca recuperarse.

Es muy loco, pero algo tan importante como respirar es percibido por lo seres humanos mecánicamente, y no nos detenemos a pensar, a menos que pases por un episodio de salud, en lo importante que es.

Poco a poco vamos a ir retomando, es paciencia y tiempo, gracias a todos por leerme siempre y por sus muestras de cariño. Y tal como dije en el video “vacúnense, esto no es juego, existe y puede matar”.

Quiero despedir esta columna con una frase de una canción de Cerati que remite al logro tras el esfuerzo. “Tarda en llegar, y al final, y al final hay recompensa”.

Cuídense, y Dios los bendiga.

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Comunicado público de la “i” y la “u”
Nosotras, la i y la u, como miembros activos del gremio sindical de las vocales, queremos hacer de conocimiento público que el lenguaje incluyente no nos incluye

 

@ReubenMoralesYa / @IvanDugarte

NOTA: Por favor leer este artículo en tono de discurso político.

Nosotras, como miembros activos del gremio sindical de las vocales, queremos hacer de conocimiento público que el lenguaje incluyente no nos incluye. Hemos sido víctimas de un fraude por parte de nuestra compañera, la letra “e”. Es que, tras siglos de estar bajo el yugo de la hegemonía monárquica de las vocales “a” y “o”, nuestra compañera “e” nos prometió esperanza y futuros de igualdad a todas las vocales que nos encontrábamos oprimidas. ¡Por fin se nos asomaba un rayo de esperanza y de justicia social para la “i” y para la “u”!

¿Y quién lo imaginaría? ¡Ese día llegó! La “e” triunfó y llegó al poder. Nuestras voces al fin serían escuchadas. Pero el tiempo pasó, las promesas quedaron solo en promesas. La “e” nos utilizó para llegar al poder y ahora miren: estamos incluso peor que antes. La muy muérgana ni nos dirige la palabre. ¡Ay, disculpen! Fueron tantos años haciéndole campaña, que es inevitable seguir hablando como ella.

Todos estábamos sumamente emocionados, pero de repente la “e” comenzó a disfrutar de las mieles de la fama y la popularidad y el ego se le disparó tanto, que Donald Trump ya parecía un monje tibetano. Ahora aquí nos encontramos, marginadas en el rincón del olvido con la “Ch” y la “Ll”; mientras todos le celebran a la “e” palabras como “chiques”, “gallines” y “orejes”. Aunque claro, todos prefieren olvidar con qué vocal terminaba la palabra “Hitler”.

Debemos anunciar que, tras investigaciones y rastreo de conversaciones, ya entendimos cuál era la conspiración que se entretejía a nuestras espaldas. ¡Claro!… como la “e” se la pasaba siempre al lado de la “a”, aprovechó para venderle esta propuesta de refrescamiento lingüístico y la “a”, por supuesto, le vio el beneficio. Pero tengan claro que la “e” no es más que un títere de la “a” y la “o”, que son quienes en verdad siguen manejando los hilos del poder.

A pesar de todo esto, nosotras, la “i” y la “u”, no nos quedaremos de brazos cruzados. Ya hemos convocado marchas. Por fortuna, la “u” cada vez ha ido ganando más terreno en las calles gracias a su cántico de “¡Viva la uuuuuu!…. ¡Viva la uuuuuuu!”. Por el lado de la “i”, la estrategia se ha basado más en el mercadeo con humor, logrando con éxito que la gente se haga bullying entre sí, diciendo todo con “i”. ¿Saben a qué nos referimos? ¿Sibin i quí nis rifirimis?

Gracias a Dios, la campaña fue de alto impacto y dejó claro que la “i” tenía un punto. Sin embargo, el gran logro de la “i” fue conseguir un escaño en la comunidad LGBT, haciendo que ahora sea la comunidad LGBTQI+. Sin embargo, ahora estamos haciendo esfuerzos para posicionar un nuevo género que hemos denominado “ultrasexuales” (que son aquellas personas que con dos tragos le meten a lo que sea). Así esperamos que muy pronto la “u” también haga parte de dicha comunidad, extendiendo las siglas a LGBTQIU+.

¡Nuestra lucha por un lenguaje incluyente que nos incluya, no cesará! No nos quedaremos de brazos cruzados ante esta vil traición de la “e”. Seguiremos adelante por un mundo donde un carpintero pueda llamarse como le provoque: carpintero, carpintera, carpintere, carpinteri o carpinteru. Y de no atender a nuestras peticiones, aténganse al clamor popular porque las consecuencias podrían ser peores. No nos hagan llegar al día en que nosotras, la “i” y la “u”, nos declaremos en huelga general indefinida. Así veremos cómo se las arreglará la gente cuando ya nadie pueda decir palabras como “tutú”, “cucú”, “Fifí” o “nini”. Aunque el mundo realmente sabrá quiénes somos, cuando nadie pueda ir al baño porque estará prohibido hacer “pipí” y “pupú”. ¡Il pibli inidi jimís sirí vincidi!… ¡Ju, ju, ju, ju!

Avise a todes

Avise a todes

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Reuben Morales Ago 08, 2021 | Actualizado hace 6 días
Mi esposa cambió de sexo
¿Qué es peor? ¿Que tu pareja te sea infiel o que te llegue a la casa con un cambio de sexo?

 

@ReubenMoralesYa

Mi esposa ya no es mi esposa. Es mi esposo… o espose. Así es. Ella o él o elle simplemente llegó un buen día a casa dándome la noticia. Yo imaginaba que la emigración nos traería cambios radicales, pero jamás este. Como es de suponer, mi alarma no fue normal. Sin embargo, Eris (o Eros o Eres) me relajó. Me dijo que estaba en perfecto estado de salud. Que no dolió, fue ambulatoria, cicatrizó bien y que la recuperación sería superrápida.

Con el amor que le tengo y que nos ha llevado a superar otras situaciones, le dije que respetaba su decisión, que la apoyaba, pero que por favor me dejara ver el resultado de la cirugía. Mi curiosidad era demasiado grande. ¿Se lo hicieron con su propia piel? ¿No le pusieron nada? ¿O le pusieron uno donado de un africano que quería hacerse una reducción estética?

Entonces me llevó a la habitación, cerró la puerta, bajó el cierre y se la sacó. Se veía nuevecita, de paquete, de tamaño promedio. ¡Era su nueva cédula colombiana de extranjería! El gran detalle es que en sus datos personales le pusieron “Sexo: M”. ¿Estaría la Registraduría colombiana en lo cierto?

Las abuelas siempre dicen: “A donde fueres, haz lo que vieres”. Por ello, no sabíamos si en Colombia “Sexo: M” significa “Mujer” o si “Sexo: M” es de “Mucho” o de “Más o menos”. ¿Nos estaría espiando la Registraduría todo este tiempo con drones fuera de nuestra ventana? ¿Mi esposa estaría chismeando con una nueva amiga sin saber que esta pertenece al servicio de inteligencia colombiano? Lo cierto del caso es que, gracias a mi esposa, la comunidad LGTBIQ+ ya tiene una nueva letra para agregar: la “M”.

Tal sentencia en su nueva cédula nos sugestionó tanto, que la conducta de mi esposa comenzó a cambiar de forma paulatina. Empecé a notarlo cuando dejó la toalla mojada sobre la cama. Luego me percaté de que entró al baño. Al salir, entré de curioso y vi la tapa salpicada… y no bajó la poceta… y no subió la tapa. Otro día llegué de la calle, me saludó de puñito, me contó que le ofrecieron trabajo en un taller mecánico y después preparó un almuerzo desabrido y en forma de sándwich (dizque para salir del paso con algo rapidito).

En ese momento me di cuenta de que la situación se hacía insostenible. Si bien la amo, debía dejarla ir para que fuese feliz y transitara nuevos rumbos con su nuevo sexo. Fue entonces cuando sonó su celular. Era un número desconocido. Ella contestó, escuchó y me susurró, sobresaltada: “¡Es la Registraduría!”. Al colgar, me dijo que llamaban para enmendar el error de su cédula. Que se acercara al otro día para que le entregaran su nueva cédula que diría “Sexo: F”.

Del tiro me senté en el sofá, respiré profundo y me relajé tanto, que comencé a quedarme dormido tras todo este estrés. De repente, de la nada, escuché un grito: “¿Vas a hacer siesta a esta hora? ¡Mira todos los platos sucios que hay! ¡Lávalos ya! ¡Hay que ver que nadie ayuda en esta casa!”. Entonces me alegré. En ese momento sentí un gran alivio. Era oficial que Eris ya había cambiado al “Sexo: F”. Desde ese momento mi esposo dejó de ser mi esposo. Ahora volvió a ser mi esposa.

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