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Dime qué café tomas y te diré quién eres
Aquí las clasificaciones de personalidad según la nueva “cafeinología”

 

@ReubenMoralesYa

Así como existe la astrología, me he dado cuenta de que también podría existir la “cafeinología”, que vendría a ser el estudio de cómo el tipo de café que usted tome, podría definir su forma de ser. Mire:

  • Café instantáneo. Estos seres se autoengañan pues, así como creen tomar café, creen que el dinero de la tarjeta de crédito es de ellos, creen que las Crocs son zapatos y creen que un sándwich de atún es almuerzo. Aunque dichos seres terminan siendo los más felices porque a la hora de lavar platos, eso sí es instantáneo.

  • Café americano. Son personas promedio a quienes les dan miedo los extremos. Por ello, creer que un café americano los despertará, es como pretender emborracharse a punta de cervezas. Para eso necesitarían tener una vía intravenosa de café americano pegada al brazo todo el día. De hecho, estas personas son tan promedio, que vienen a ser la úvula de la campana de Gauss (para entender este chiste promedio mejor tómese un café americano promedio con un estadístico promedio).

  • Expreso. Son personas adictas al trabajo. Si no, procrastinadoras que deben entregar un trabajo en pocas horas, tienen sueño y no quieren perder ese cliente. Así mismo, son personas con baja autoestima cuya única forma de despertar la admiración de otro, es pidiendo un café expreso doble para que todos volteen y digan “¡Cara’!… ¡Tú sí eres valiente!”. Y dicha valentía se comprueba cuando terminan en el odontólogo, quitándose las manchas de café, con ese taladrito cuyo sonido es casi tan desagradable, como cuando pasas la tarjeta y escuchas que te dicen: “Disculpe, fondos insuficientes”.

  • Café con leche o latte. Son personas agobiadas por su entorno que buscan desaparecer en el baño por veinte minutos. Así mismo, este tipo de café denota que son eclécticos porque les gusta el café, pero no tanto. Así como les gusta la leche, pero no tanto. Entonces combinan ambas, como quien combina un paltó con bermuda y dice que eso es tener estilo. Si esta persona trabajase en la política (¿eso es trabajo?), sería de esos que siempre consigue un cargo, no importa si el gobierno es de izquierda o de derecha.

  • Capuchino. No toleran la cruda realidad. Les gusta que se la adornen y amortigüen con espumita. Así mismo, son derrochadores y complicados, pues tomar capuchino es mancharse los labios para luego tener que gastar en una servilleta limpiándose la boca. Ahora, que si toman capuchino y le echan azúcar son el doble de complicados; pues eso requiere de una precisión quirúrgica para mezclar el azúcar con el café sin dañar la espumita que flota encima. Para eso, es mejor tomárselo como hacía Mr. Bean: echarse azúcar en la boca, meterse un sorbo de capuchino, hacer buches y después tragárselo.

  • Mocachino. Son personas prácticas. En vez de pedir un postre de chocolate y un café, piden todo junto. Sin embargo, son las personas que luego se dan duros golpes con la realidad, porque buscan una pareja que tenga todas las virtudes juntas, como su café. Por ello, la buscan físicamente bonita, comprensiva, adinerada, que piense como ellos y, cuando se dan cuenta de que la encontraron, es porque se están viendo en el espejo.

  • Smoothie de café. Son los eternos adolescentes. Les gusta el café, pero como beberlo caliente es de viejos, entonces lo beben frío para sentir que aún son jóvenes. Además, son personas callejeras y astutas, pues beber un buen smoothie de café es algo que a juro debes comprar afuera. Entonces, por el precio de un smoothie de café, convierten la cafetería en su espacio de coworking, porque se llevan la laptop y trabajan en su emprendimiento de trading mientras se toman selfis (y al final les terminan dando más dinero los selfis que el trading). Lamentablemente, la jornada de trabajo les dura hasta que se derrite el hielo del smoothie.

  • Café descafeinado con leche de almendras baja en grasa, sin lactosa y endulzante bajo en calorías que no esté muy caliente, pero tampoco muy frío y que venga servido en taza de vidrio y con cucharilla de metal: estos son terraplanistas.

Aquí las clasificaciones de personalidad según la nueva “cafeinología”. Que si aún no decide cuál es su tipo porque se está preguntando si el café fue hecho en greca, prensa francesa, pod, ollita o máquina de expreso, es porque usted está buscando el ascendente de su signo. Y para eso sí es verdad que toca leerle la borra del café o bueno, escribir otro artículo.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Reuben Morales May 11, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Entrevista a la señora Inflación
Señora Inflación: “¡Y si supiera que el voto es de lo más inflacionario que hay!”. ¿Por qué? – Porque ejercerlo es gratis, pero después termina saliendo carísimo

 

@ReubenMoralesYa

Para conseguir esta entrevista, decidí llegarme a un automercado. Apenas entre, ahí estaba: remarcando los precios de los productos, como siempre. Entonces me le acerqué con mi teléfono grabando y extendido hacia ella, cual reportero.

REUBEN: Señora Inflación, mucho gusto.

SEÑORA INFLACIÓN: El gusto será mío cuando usted haga mercado en un rato, ¡ja, ja, ja!

R: Qué chistosa. La cosa es que no vine a hacer mercado.

SI: Qué fastidio con esta gente que ahora practica ayuno intermitente…

R: No, para nada, aunque usted a veces lo ponga a uno es a practicar ayuno intransigente, pero eso es otro tema. Lo que pasa es que me gustaría entrevistarla para mi columna de humor.

SI: ¿Una exclusiva?

R: Sí.

SI: Eso le cuesta 20 dólares.

R: Eh… bueno, está bien. Tome -y le di los 20 dólares.

SI: Ahora sí: pregunte lo que quiera.

R: Bueno, ¿básicamente cuál es su profesión?

SI: La de subir los precios, de todas las cosas, todos los días.

R: ¿Incluso los salarios?

SI: ¡Ah, no, eso no!… A mí no me pagan por eso.

R: Ya va… ¿Le pagan? ¿Y quién le paga a usted?

SI: ¿Quiere saberlo?

R: Sí.

SI: Ay, ¡la exclusiva subió a 25 dólares!

R: ¿Qué?

SI: Bueno, yo soy la Señora Inflación. Me toca hacer mi trabajo.

R: Tome, pues -y le di cinco dólares más para no perder la gran oportunidad.

SI: Gracias. Y créame que con esto no cubro ni costos, pero bueno… sigamos.

R: Ok… Entonces habíamos quedado en que a usted le pagan. ¿Y quién le paga?

SI: ¡El gobierno!

R: ¿¿En serio??

SI: ¡Claro! Después de los jefes de campaña, vicepresidentes y ministros de economía, yo soy la funcionaria más importante.

R: ¿Y eso por qué?

SI: Bueno, para que el pueblo solo esté pendiente de resolverse la vida y no de lo que hace el gobierno.

R: ¿Pero no le parece cruel?

SI: No, porque en Japón, Finlandia, Suiza, Francia o Dinamarca nunca me llaman y tienen las tasas más altas de suicidio. En cambio, aquí en Latinoamérica, es un pasatiempo y hasta un motivo para socializar.

R: ¿Cómo así?

SI: Bueno, imagínese que todo estuviera perfecto. Usted no hablaría con nadie. ¿Para qué? En cambio, gracias a mí, usted puede estar haciendo una fila, todo aburrido, y de repente dice: “Cómo está la vida de cara, ¿no?”. Inmediatamente alguien le responde, entablan una conversación y en 20 minutos ya tiene un nuevo amigo.

R: Lamentablemente tiene un punto.

SI: Además, traigo otra ventaja.

 R: ¿Cuál?

SI: Si quiere saberla, le informo que la exclusiva ya subió a 27 dólares.

R: ¡Tan rápido!

SI: ¡Y eso que todavía no soy hiperinflación!

R: Tome, pues -y le di dos dólares más. Entonces, ¿cuál es esa otra ventaja que usted dice tener?

SI: Hago que la gente aprenda a dolarizarse. Casi, casi, que los vuelvo licenciados en economía sin que pasen por una universidad.

R: Bueno, sí. Aunque yo pensaría que es mejor esperar a las próximas elecciones presidenciales para votar por alguien que la desaparezca a usted por completo.

SI: ¡Ja, ja, ja!… ¡Y si supiera que el voto es de lo más inflacionario que hay!

R: ¿Por qué?

SI: Porque ejercerlo es gratis, pero después termina saliendo carísimo.

R: Tiene toda la razón, señora Inflación. Mire, ¿y al salir de aquí cómo sigue su agenda?

SI: Ay, un momento -y tomó su celular, escuchó algo que le decían, arrugó la cara y trancó la llamada. Tome de vuelta sus 20 dólares, señor -y me extendió el billete.

R: ¿Y esto?

SI: Es que me acaban de informar que el gobierno decretó regulación de precios.

R: ¡Ay, qué alivio!

SI: Lo tengo que dejar de inmediato. ¡No le diga a nadie que me vio!

R: ¿Por qué?

SI: Porque con regulación de precios todo comienza a escasear, incluso yo. Entonces lo dejo porque me voy directo al aeropuerto para exiliarme en otro país donde sí me quieran y sepan valorar mi trabajo. ¡Chao!

Y esa fue la última vez que vi a la señora Inflación. Aunque afortunadamente guardo su testimonio aquí, en mi celular. De hecho, si usted quiere tener acceso al resto de la entrevista que no salió aquí publicada, puede contactarme y se la reenvió por la módica suma de 10 dólares… bueno, 12… y si tarda, 14. Pensándolo bien, 15 y lo puede pagar por partes. Me avisa.

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Juan E. Fernández May 07, 2023 | Actualizado hace 2 meses
El día que me quedé ciego

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

Nunca antes había experimentado tanto miedo. Sentir que abres los ojos lo más que puedes y sin embargo no es posible ver nada, aterra a cualquiera. Al final aprendí que no todo es como parece… o más bien como se ve.

Esto me ocurrió cuando era más joven, específicamente tenía 20 años y ese sábado había discutido otra vez con mi novia; creo que la razón fue que aún no sabía que no estaba bueno llevarle la contraria.

Tras la discusión, mi hermano me pidió que lo acompañara al campo, a una casa que papá tenía en los Valles del Tuy, en el centro norte de Venezuela, para pasar el fin de semana, y también el mal trago de aquel desacuerdo con mi novia de entonces.

Fue así como subimos al auto de mi papá, un Ford Conquistador (el auto, no mi papá). A medio camino paramos en una licorería y luego tomamos la autopista rumbo a los Valles del Tuy (al sur de Caracas).

En el trayecto me vi obligado a tomar algo para calentarme. Ese día había llovido y el clima era superfrío. Entonces, si darme cuenta, “me bajé” la primera botella.

Cuando ya habían transcurrido unos 40 minutos de camino, paramos a comer, y fue justo en ese momento que me comenzó a fallar la vista.

Hablaba con mi cuñado al pie del camino (creo que le preguntaba por qué su hermana era tan complicada) y creí ver un muro, pero cuando fui a apoyarme en él me di cuenta de que era un espejismo. Ahí noté que definitivamente me estaba quedando ciego. Me levanté. Y, ayudado por mi cuñado, me metí o más bien me metieron en el auto.

Recuerdo que el Conquistador año 89 comenzó a avanzar, y que solo escuchaba las voces de mi hermano, mi cuñado, un primo… también de fondo había música. Creo que era salsa, merengue o Soda Stereo; bueno, la verdad no me acuerdo, pero puedo dar fe de que reguetón no era, pues gracias a Dios aún no lo habían inventado.

Bueno, volviendo a la historia, comencé a abrir los ojos y veía todo negro. Los trataba de abrir lo más que podía, pero era inútil. Solo gritaba “¡me quedé ciego, me quedé ciego!”, pero no me oían.

Afortunadamente recuperé la visión cuando llegamos a casa de papá. Pero ¿cómo me había quedado ciego? Resulta que cuando mi cuñado y mis primos me metieron en el carro (sí, cuando me caí tratando de apoyarme en el muro imaginario), me acostaron en el piso del Conquistador, y mi cara quedó bajo el asiento. Por eso, cuando abría los ojos lo único que veía era oscuridad.

De aquel episodio de juventud me quedaron dos enseñanzas:

  1. Cuando bebas no manejes (aclaro que mi hermano, que era quien manejaba, no bebió; pero se rio mucho con los que sí lo hicimos).
  2. Cuando montes a alguien en el carro, asegúrate de que su cara no quede bajo el asiento del conductor, pues eso le podría generar fallas de visión.

Nota del editor: artículo publicado inicialmente el 20/12/2020, actualizado el 7/5/2023. 

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Reuben Morales Abr 13, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Cómo cobrar una deuda sin que te odien
Aquí le traigo formas infalibles de cómo cobrar una deuda sin que usted acabe convertido en un señor Barriga de la era moderna

 

@ReubenMoralesYa

Cuando se trata de deudas, el malo siempre termina siendo quien cobra y no quien debe. Por eso, aquí le traigo formas infalibles para que le devuelvan esa plata sin que usted acabe convertido en un señor Barriga de la era moderna (aunque si El Chavo fuese grabado hoy, sería El Señor Barrigue, el señor de Talle Especial o El-Señor-Que-Tiene-Barriga-Pero-Se-Autopercibe-Como-Flaco).

Estas técnicas de cobranza se deslindan por completo de esa vieja estrategia de llamar al moroso solo para “saludarlo” o, si no, de escribirle desde números desconocidos. Esos trucos son más viejos que falsificar la firma del papá de uno en la boleta del colegio.

Por eso, aquí le traemos unas técnicas de cobro novedosas cortesía de este servicio de inteligencia artificial (y recalco el “artificial” porque mi inteligencia aún usa un correo de Yahoo).

Comience por invitar a ese deudor a comer en un restaurante muy fino para afianzar los lazos y pasar la página. Una vez estén en el sitio, pidan los platos más caros, las mejores bebidas y empiecen a comer. Cuando ya vaya terminando, finja que le entra una llamada al celular en donde le avisan de una emergencia familiar que requiere de usted de inmediato. Entonces párese de la mesa afanado y diga: “¡Paga tú y luego nos arreglamos!”. Acto seguido, desaparezca.

Una técnica que nunca falla es la de preguntarle al moroso si conoce a algún terapeuta de confianza. Ello, debido a que hace unos días usted se puso algo violento y terminó golpeando a una persona que le prometió algo y nunca lo cumplió.

Otra forma de cobrar es la de adoptar políticas de grandes empresas internacionales. Cobre lo adeudado en cómodas cuotas. Aunque no cobre en 12, 36 o 48 meses. ¡Sea pionero! Invite a pagar la deuda en 360 meses (lo cual equivale a 30 años) y así, de una vez, asegura su pensión de jubilación.

Eso sí, como todo negocio próspero, usted debe estar abierto a recibir muchas formas de pago. Por eso, dé la opción de aceptar el cobro de la deuda en bolívares. ¡Ah!, pero en ese caso no dé 360 meses de plazo, pues no sabe si en el mes 157 cambien el Bolívar Digital a Bolívar No Binario.

También puede montar una campaña de GoFundMe en donde finja tener una nueva enfermedad desconocida y para la cual necesita donativos urgentes. Tómese fotos en una cama y diga que padece de un síndrome muy raro al cual han bautizado Dalailamitis Trumpítica Shakiripiquerréica.

Otra manera de cobrar la plata es diciéndole al deudor que usted le condona la deuda por completo. Así como lee. Y la razón es porque usted es fiel creyente de la ley del karma en donde todo lo que alguien da, se le devuelve. Entonces explíquele que, a la gente morosa, la vida le devuelve cincuenta años de internet lento, pocetas que bajan a medias, jabones de baño con pelos pegados, tazas de café frío, computadoras con Windows viejo, medias de poliéster sin talco y celulares a los que la pila les dura solo una hora.

Así mismo, puede acudir a la técnica del fan de redes sociales. Dele “me gusta” a todas las publicaciones del deudor para que este sepa que usted lo tiene vigilado. Aunque si esta técnica no surte mayor efecto, pase a la fase de las indirectas de amor con montos sugerentes en la caja de comentarios. Déjele mensajes como:

  • Son más de 50 000 las razones para querer esta cuenta.
  • ¡Esta cuenta debería tener 150 000 seguidores!
  • ¿Por qué esta publicación no tiene 300 000 comentarios?
  • ¡No sé qué está esperando el Bank of America y su servicio de transferencias Zelle para hacer publicidad en esta cuenta!

Y bueno, si nada de esto le funciona, haga como yo. Escriba un artículo y mándeselo a todo el mundo con la excusa de que es una columna de humor (aunque en verdad es un mensaje encriptado para ver si terminan de pagarme una plata que me deben por ahí).

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Carta al que pone música duro en el trabajo
Queremos darte las gracias por tu estrategia de motivación colectiva conformada por coaches de la talla de Marc Anthony, Bad Bunny y Los Cincuenta de Joselito

 

@ReubenMoralesYa

Querido compañero de trabajo que pone música a todo volumen en el espacio de trabajo que todos compartimos contigo:

Queremos darte las gracias por tu estrategia de motivación colectiva conformada por coaches de la talla de Marc Anthony, Bad Bunny y Los Cincuenta de Joselito. Esa buena vibra que buscas esparcir en todo momento realmente nos ha llegado bien adentro… (pero bien adentro del tímpano, al punto que ya no escuchamos ni cuando tocan el timbre en nuestras casas).

Gracias a esto, ahora podemos enfocarnos en nuestras labores sin distracciones de ningún tipo. Antes, por ejemplo, no podía trabajar si los obreros de la municipalidad taladraban la calle. Ahora, gracias a ti, puedo trabajar no solo cuando ellos taladran. Sino cuando a la misma vez tú colocas cinco canciones seguidas con la voz de helio de Camilo.

Es que, gracias a ti, he desarrollado una capacidad de tolerancia y resiliencia que nunca tuve. Antes, por ejemplo, me molestaba la gente que cantaba desafinado. Ahora, por ti, entiendo que cantar desafinado –mientras escuchas música– es necesario para que se te alineen los chacras y no nos estropees el resto del día.

Así mismo, en el pasado yo no podía concentrarme si alguien ponía música a todo volumen a mi lado. Ahora, gracias a que pones Arjona todo el día en el trabajo, hasta puedo conciliar el sueño esos jueves en la noche cuando a mi vecino le da por poner vallenato a todo volumen.

¡Por favor!… Ojalá que nunca te dé por escuchar jazz, Beethoven o música zen para optimizar la concentración en el trabajo. ¡Con la que pones es más que suficiente! Es más… ojalá que una importante discoteca de Ibiza jamás se dé cuenta de tu talento y te contrate, alejándote de nosotros. Porque, gracias a ti, hemos entendido finalmente lo que es la motivación. Sí… la motivación para hacer una colecta en todos los departamentos a ver si te compramos unos audífonos.

Aunque, en caso de que no logremos recolectar el dinero para estos, no te preocupes. Ya tenemos varios planes para ayudarte. Les hemos hablado a varias transnacionales sobre tus grandes capacidades profesionales. ¡Empresas que pagan buenísimo, por cierto! Así que pendiente a tu teléfono que te van a estar llamando. Una es la biblioteca de Harvard, la otra es el convento de monjas del Vaticano y la última, es la unidad de cuidados intensivos de una clínica en Dubai. Ambientes en los que estamos seguros te adaptarías fácilmente.

También hemos estado hablando con el dueño de la empresa para que se concientice con la situación que vivimos los trabajadores en la oficina. Sabemos que debes lidiar todos los días con el tráfico de la ciudad. Sabemos que, estando en la calle, aumenta el riesgo de que puedas ser víctima de un atraco. Y sabemos, además, que almorzar en la oficina recalentado la comida en el microondas es muy desagradable (y ni hablar de cómo aumentan los gastos si almuerzas en la calle). Por esta razón, ¿no has considerado volver al home office algunos días de la semana?

Créenos. Si aprueban ese cambio, entre todos te invitaremos a merendar torta con capuchino. Y para ver si te dan home office permanente, nos cercioraremos de que ese capuchino esté preparado con bastante leche, pero de magnesia.

Bueno, querido amigo, hasta aquí la carta. Ten en cuenta que todo es dicho con ese gran cariño que te tenemos. Ahora te dejo porque voy a reír… Voy a bailar… ♫ Vivir mi viiiiida… ¡La, la, la, la! ♫

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Juan E. Fernández Mar 26, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Ignatius Farray y los Diógenes
En un mundo tan loco como en el que estamos viviendo, solo un loco como Ignatius Farray puede hacernos entrar en razón

 

@SoyJuanette

Locura, desparpajo, pero sobre todo sinceridad. Esas son algunas de las cualidades que debes tener para ser un Diógenes. Si eres portador de este nombre, o tienes un amigo o familia que lo tenga por favor cuídalo, porque a medida que pase el tiempo los vamos a necesitar mucho más.

Pero como en toda historia siempre hubo alguien que fue el primero, en este caso relataré la historia del primer Diógenes que se conoció en el planeta tierra: Diógenes el “Perro”. Quiero aclarar que no se trata de una mascota, sino de un filósofo griego.

Diógenes de Sinope nació en Sinope en el año 412 a. C. y aunque no dejó ningún legado por escrito, hizo de la pobreza material extrema una virtud. Este filosofo vivía como un mendigo en las calles de Atenas portando siempre una lámpara diciendo que buscaba “hombres honestos”.

El filósofo Diógenes predicó siempre la idea cínica de autosuficiencia, dejando de lado los lujos de la sociedad, y llevando una vida natural. Para él, la riqueza y los honores eran “falsos bienes que hay que despreciar”. El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. “El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades”.

Son muchas las anécdotas que se cuentan de Diógenes o “Sócrates delirante” (como lo bautizó Platón), pero la más conocida lo vincula a un encuentro que tuvo con Alejandro Magno. De acuerdo a la leyenda, Alejandro se encontraba en Corinto visitando su imperio, cuando se topó con Diógenes tirado en la calle. Al verlo, le dijo:

–Pídeme lo que quieras, porque yo puedo dártelo.

A lo que Diógenes contestó:

–Apártate de donde estás, que me haces sombra y me quitas el sol.

Tras la respuesta todos pensaron que el filósofo recibiría un castigo por contestar de tal manera al rey de Macedonia, pero, por el contario Alejandro Magno expresó:

–Si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes.

Desde entonces el filósofo Diógenes es símbolo de anticultura, anarquía y revolución.

La pregunta es ¿existen Diógenes hoy en día?

La respuesta es sí. Y tal vez no exista uno, sino muchos. Pero por lo pronto les voy a contar de Ignatius Farray, un Diógenes español que, a través de la comedia, sacude a los ciudadanos y les muestra cómo las organizaciones políticas y sociales manejan a las masas a su antojo.

Podría decirse que Ignatius es prácticamente un fiel del concepto de humor acuñado por Aquiles, pero no el semidiós griego, sino Aquiles Nazoa: “El humor es eso que hace que la gente piense, sin darse cuenta que está pensando”.

Afortunadamente este Diógenes sí está dejando legado escrito. De hecho, su primer libro, Vive como un mendigo y baila como un rey, es para mí el primer libro de autoayuda para comediantes.

En este libro, producto del encierro por la pandemia, Ignatius Farray nos presenta a Nacho, un chico canario (de las islas Canarias, no es que sea un pájaro o se lo crea), que era visto como “el distinto”; ese compañero “raro” que todos conocimos alguna vez y que, a través del humor de Ignatius, pudo contar lo que no se atrevía a decir Nacho.

Ignatius explica en sus páginas como, si fuera el señor Miyagi de Karate Kid, no solo lecciones de comedia, sino de vida. Pero ¿cuál es la más grande de todas?

Pues que vivas como mendigo y baila como un rey, lo que significa: lo material es importante, tener un techo, comida y salud. Pero la verdadera riqueza está en ser feliz haciendo lo que a uno le gusta.

Este tipo de reflexiones y otras más causaron furor en una entrevista que el periodista Jordí Évole le hizo a Ignatius en La Sexta. Durante la conversación, el cómico canario tiró esta perlita:

«Ha llegado un punto en el que ya deseamos lo que el sistema quiere que deseemos. Cada vez que pasamos frente a una vidriera y vemos algún producto que deseamos, eso hay que vivirlo como una derrota y una humillación, porque el sistema nos ha visto venir y nos estaba esperando con la escopeta cargada”.

Tras tamaña afirmación, Ignatius Farray explicó que no se trata de no consumir, sino de comprar productos que “se nos ocurran a nosotros”, eso es para Ignatius la forma de “trolear al sistema”.

Si no conocían a Iguanitus se los presento, y si lo conocían recuerden volver siempre a consultarlo. Pues en un mundo tan loco como en el que estamos viviendo, solo un loco como Ignatius puede hacernos entrar en razón.

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Juan E. Fernández Feb 26, 2023 | Actualizado hace 2 meses
El humor como problema

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

El otro día escuché en el pódcast Que se vayan todos , que cada vez son más las personas que se informan a través de los humoristas. Y no solamente estoy de acuerdo con ese comentario, sino que soy una prueba viva de eso.  

Desde hace unos meses me informo únicamente por pódcast de humor, tipo el Pulso de la república, PDB, Reporte semanal, etc. Porque la verdad no soporto los noticieros… Sí, sé que soy periodista y también sé que hacer esta afirmación podría costarme espacios en alguno de los medios que publica mi columna, pero la verdad estoy un poco cansado.

Les pido disculpas por hacer de esta columna un espacio para desahogarme, pero cuando decidí escribir me puse como objetivo que solo fuesen textos graciosos; claro, la idea del humor es hacer reír mientras se invita, como quien no quiere la cosa, a la reflexión.

Toda esta introducción la hago para decirles: Señoras y señores, ¡está pasando! El humor, que es un un ejercicio tan peligroso, invadió los espacios de los medios de comunicación.

Y ya las personas, sean de izquierda o de derecha, se darán cuenta de que muchas de las cosas que se dicen o escriben (capaz también esta columna), sirven para mostrar una sola cara de la verdad ¿Cuál? La que más les convenga a los políticos de su preferencia. Pero ahora que el humor está tomando el lugar de los medios, todo se puede ir al garete. Imagínense ¿qué pasaría si los políticos no pudieran manipular a las masas? Justo por eso es que los humoristas son perseguidos, porque hay que evitar ese nuevo “desorden mundial”.

Ahora quiero mencionar un libro de Teodoro Petkoff que leí hace mucho. El libro me ayudó a entender que la política no es un dogma religioso, y que la mayoría de las veces los políticos se equivocan (aunque ellos, sus partidos y sus fanáticos digan lo contrario).

Teodoro también me enseñó la importancia de aprovechar el tiempo a través de una frase: “Bueno, muévete carajo, que no tengo todo el día”… pero eso se los contaré en otra ocasión.

Perdón, me desvié. Les decía que había leído un libro que me enseñó a entender la política: Checoslovaquia: el socialismo como problema, publicado por Teodoro en 1968, el mismo año del Mayo francés. En sus páginas Petkoff cuenta cómo, a partir de la invasión a Checoslovaquia, el socialismo soviético mostró lo que pasaría con el resto de los países que terminaron “invitados amablemente” a pertenecer a la Unión Soviética.

En aquel entonces nadie dijo nada, pues, “El comunismo no se equivoca” se decía en aquel tiempo. Y ahora se repite que “El Capitalismo es la única solución”. Así que quiero decirles algo: el mundo es más que un juego de Caracas Magallanes, o de un Boca Vs. River. ¿Saben cómo me di cuenta? Por dos cosas: primero, porque cubrí política algunos años, y conozco a muchos de un lado y del otro. Y segundo por culpa del humor, pues cuando eres comediante aprendes a cuestionarte todo.

Además, el humor es un antipoder, lean bien, no solo contra el gobierno de turno, sino de cualquier poder que quiera trastocar la sociedad. El humor es una alarma que nos avisa sonreídamente que algo no está bien…

Lo que pasa es que, en este contexto de todos contra todos, muchos humoristas se han convertido, casi sin querer, en la única guía para saber qué está pasando realmente.

Así que el llamado es a que cada cual retome su rol: los políticos a presentar propuestas serias para solucionar los problemas, las personas siendo críticas y cuestionando todo y a todos. Y los humoristas a hacer bromas. De no pasar esto, y tal como va el mundo, ¡todo terminará siendo un chiste!

Hasta la semana que viene (eso espero).

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Reuben Morales Ene 19, 2023 | Actualizado hace 2 meses
La sangrada familia
La familia es algo tan extraño y paradójico, que hoy me hace añorar cada una de aquellas torturas de nuestro reencuentro

 

@ReubenMoralesYa

La Sagrada Familia es la de Jesús, María y José. Tres seres bíblicos, idolatrados y con un vínculo sanguíneo no apto para una prueba de paternidad. La Sangrada Familia, en cambio, es la mía. La que tuve el placer de ver esta Navidad tras más de siete años sin verlos. No seremos bíblicos, idolatrados, pero sí fue una bendición y, además, tenemos vínculos sanguíneos a prueba de cualquier prueba de paternidad. Así lo demuestra el hecho de que la mayoría somos calvos, flacos, usamos lentes y tenemos una extraña adicción al béisbol.

Fue con esta familia que recibí el año nuevo. Dieciocho personas metidas en una posada donde confirmé que el ser humano es masoquista. Nadie te deja descansar ni desconectarte del mundo e incluso así, lo disfrutas. Hasta desarrollas Síndrome de Estocolmo, pues terminas sintiendo afecto por unos captores que te hacen cosas horribles que extrañamente terminan causándote placer.

En nuestro caso, estos captores fueron un grupo de sobrinos e hijos, menores de edad, quienes se agruparon en el SINDECA (Sindicato de Carajitos). Una organización hecha para exigir cosas que ningún patrono de trasnacional aguantaría. Correr por toda la posada haciendo ruido frente a las habitaciones de otros huéspedes, pedir a gritos una pelota, eructar en la mesa, jugar pelota, comer haciendo desastres, golpear la pelota contra los vidrios de la posada, dejar los baños encharcados, rebotar la pelota contra las paredes, traficar dulces y chocolates, pelear por la pelota, tirarse peos, esconder la pelota, botar jugo en la mesa, pedir que les compren otra pelota, saltar en las camas con los pies sucios, pegarse con la pelota, pelear por el Nintendo y enseñarnos que en el siglo XXI el mejor juguete sigue siendo… una pelota.

Y entre nosotros, los padres y madres secuestradas, la relación tampoco prosperaba. El hacinamiento llevaba a que nos aplicáramos torturas que ya no eran físicas, sino psicológicas. La más recurrente: dejarle nuestro niño al otro. Fue así como formamos un círculo vicioso de reciclaje de hijos en donde los de mi primo pasaron a nuestra custodia, el nuestro a la de mi hermano, los de mi hermano a la de mi otro primo y, al final, siempre había un niño que desaparecía y entrábamos en pánico.

La otra tortura venía cuando tocaba regañar a un niño ajeno. Porque en ese momento uno quiere (no debe) y por ello comienza a mandar señales telepáticas a los padres responsables. Entonces, cuando en efecto vienen a regañarlo, uno aplica la de hacerse el loco y fingir que tiene que ir al baño para no presenciar el regaño. Y si no funcionaba la telepatía, admito que muchas veces me vi tentado a pagarle a otro sobrino con chocolates para que “impartiera justicia”.

Sin embargo, fue en el baño donde estuvo la otra fase de esta tortura psicológica. Éramos tantos, que había que agendar y respetar los turnos. Además de que era indispensable un buen ojo, porque eran tantas toallas, cepillos y jabones que terminabas cepillándote con el cepillo de tu sobrino, bañándote con el jabón de tu primo y secándote con la toalla de tu cuñada. Esto hizo que saliéramos del encuentro familiar repotenciando no solo de alma, sino los anticuerpos gracias al poco de gérmenes ajenos que agarramos en cada ida al baño. Y eso, sin contar el interior de un primo que terminó en nuestra maleta tras la lavada de ropa comunal.

Pero nunca deja de haber otra tortura en estos encuentros familiares. El momento “Es hora de decir unas palabras”. Momento en el que el cerebro se te bloquea, entra en pánico y terminas hablando como Tarzán: “Yo… feliz… reunión… los quiero… ¿sí?… ¿no?… ¡salud!”.

Por eso, confieso que preferí esperar para escribir estas palabras de una forma más asentada y contemplativa. Ya concientizando de que la familia es algo tan extraño y paradójico, que hoy me hace añorar cada una de esas torturas; queriendo que se repitan mil veces más en un futuro. Pues, tras esta reunión, llegué convencido de que mi familia tiene cualidades bíblicas, es idolatrada y, más que una sangrada familia, es mi Sagrada Familia.

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