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Impacto

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A confesión de partes –dicen los abogados- relevo de pruebas. Y no ha habido confesión más palmaria y reveladora en los últimos días que la que viene realizando el madurocabellismo en actitud mendigante ante sus todavía seguidores, pidiéndoles desesperadamente «lealtad» para con ellos y para su desastrosa administración.

En las democracias populares modernas, los gobiernos existen –por encima de cualquier otra consideración- para manejar los recursos disponibles con miras a resolver las múltiples demandas y necesidades de la población, administrar sus diferencias, y garantizar la paz, la libertad y la justicia para todos. El gobierno está al servicio del pueblo, y nunca al revés. Por el contrario, en las concepciones militaristas de dominación, el Estado-Gobierno ocupa la primacía de la pirámide social, y por tanto se sirve de las personas, antes que servirlas a ellas. En los primeros, la gente pide resultados y los gobiernos se esmeran en rendir cuentas. En los segundos, los burócratas le exigen «lealtad» a los ciudadanos, porque se sienten dueños y superiores de ellos.

Adicional a esta razón asociada con la naturaleza del régimen y con su concepción sobre la relación debida con el pueblo, el tema de la «lealtad» hacia el gobierno es muy recurrente en administraciones de dudosa rentabilidad y escuálido desempeño. Así, la exigencia de «lealtad» para con el establishmentgobernante es un frecuente intento de eludir la responsabilidad  que  realmente importa, que es la de ser ellos leales a su deber de resolver los problemas concretos de la gente.

Supongamos por un momento que usted tiene una avería importante en el baño de su casa. Para resolverlo, busca (o se lo imponen, vaya usted a saber) a un plomero. Resulta que el tipo llega y lo que hace es hablarle por horas y horas sobre lo malo que son el resto de los plomeros del mundo, le explica hasta marearlo por qué la plomería que él practica es la única que funciona, y se explaya contándole que él es el heredero de otro tipo que también se la daba de plomero y por tanto no necesita aprender más nada. ¡Pero resulta que el  tipo no sólo no le arregla el baño sino que lo pone peor!  Si antes era el sanitario que no funcionaba, ahora no sale ni agua por el grifo. Pero no contento con esto, le roba los reales que usted le había adelantado para la reparación, le amenaza si a usted se le ocurre pensar en otro plomero, y encima le pide «lealtad» para con sus supuestas «buenas intenciones» de arreglar su baño. ¿Alguien ha visto una poceta o un lavamanos funcionando a punta de lealtades para con el plomero?

La única esperanza para el plomero del ejemplo anterior es que usted caiga en la trampa de invertir las prioridades, y se convenza que lo verdaderamente importante no es que su baño funcione, sino que usted le sea fiel y leal al plomero, así el tipo sea carero, inepto y cada día peor. Usted se quedará sin baño, y el plomero se quedará feliz con su plata y con su lealtad.

Posiblemente usted dirá: ¿y habrá alguien tan ingenuo –para no llamarle estúpido, por aquello de los debidos respetos- que haga eso con su baño y su plomero? En verdad no conozco ninguno, pero sí sé de varios que lo están haciendo, no con su baño, pero sí con su país y con los responsables de administrarlo.

La trampa de exigir «pre-lealtades» hacia los burócratas del gobierno lo que busca es alejar el debate político del terreno racional de exigencia de resultados y demanda de obras concretas, y migrarlo engañosamente al campo gaseoso de los afectos intangibles y de las lealtades etéreas. Así, la discusión  se aparta de la evaluación y escrutinio del desempeño real del gobierno –tal como ocurre en los sistemas democráticos modernos- y se centra en la cuestión primitiva y típicamente bananera sobre las intenciones de quien gobierna, no importa si su desempeño es deplorable y ruin.

Una última palabra a los hermanos seguidores del postchavismo a quien la actual clase gobiernera busca manipular constantemente con el jueguito de las lealtades, las traiciones y demás ridiculeces.  Pocas cosas son tan convenientes para un mal gobierno, como que la gente permita convertir a la política en un asunto de fe, de afectos pre-hechos y de lealtades impermeables a la exigencia de resultados. Ese el paso buscado de transformar ciudadanos críticos en un rebaño adormecido y manso. Respétense a sí mismos, y no lo permitan.

 

@AngelOropeza182

El Universal 

Yeannaly Fermín Jul 02, 2014 | Actualizado hace 10 años

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Ya es tiempo de que lo cuenten todo, con pelos y señales. El país decente, el que sufre los embates de la crisis de los servicios públicos, el que padece los apagones, el que llora a sus muertos a diario cuando se entera de que siguen asesinando a cientos de ciudadanos por cualquier cosa; el que hace colas para todo, para comprar comida, alimentos o para tramitar un pasaporte, espera que, más allá de las cartas y los golpes de pecho, digan la verdad.

Los exministros conocen el monstruo por dentro, porque han vivido en sus entrañas. Saben de esas bajas pasiones, de esos teatrillos que escenifican cuando aparecen hablando del pueblo y de sus compromisos con los desposeídos. Saben que todo eso es mentira. Pura pose y demagogia de la más pura y rancia. Porque al fondo del olvido fueron a parar esos principios –si es que en realidad algún día los tuvieron–, por eso esta seudorrevolución anda perdida en la penumbra de la corrupción.

Pero ya están al descubierto. No se trata de un vago rumor, ni de una efusión que se evapora con las respuestas que ofrece el régimen en sus peroratas comunicacionales, esto resulta ya inocultable, no tienen cómo encubrirlo y se desvanecen ante el hecho más que contundente de que todo está putrefacto. El régimen acusa metástasis. No hay hueso sano. El daño ha sido letal porque el morbo se expandió por los cuatro costados. Porque no se trata nada más de los grandes negociados en las cúpulas, esos trasfondos que han catapultado a los  miembros de una nueva generación denominada  boliburgueses, que también se hacen llamar “revolucionarios”, y quienes hacen todo un espectáculo enrostrándole al mundo entero sus fortunas cosechadas en un  santiamén gracias a los favores del proceso.

Así como se lee, montañas de petrodólares acumuladas con el visto bueno de los grandes jerarcas que han dilapidado el presupuesto nacional, incluyendo la venta de petróleo a futuro, los papeles que han colocado en los centros financieros internacionales, las ganancias derivadas de las devaluaciones a costa de que se hunda el país, y la deuda asumida para que las nuevas generaciones vean salir el sol cuando ya tienen el futuro pegándole en sus espaldas.

Por eso el Banco Central de Venezuela está muerto. Ya es un cadáver insepulto que lo dejan en la acera para poder seguir pateándolo desde Pdvsa. Es la mampara necesaria para seguir el velorio que no es otra cosa que una fiesta encubierta montada con las finanzas de un país que no están invertidas en los sistemas eléctricos ni en las autopistas, ni en las universidades ni en los acueductos, sino que están representadas en grandes mansiones, aviones y yates.

Se trata de la propia orgía a costa de los dineros de un pueblo empobrecido y estafado en lo más profundo de sus sentimientos. Pero las malas mañas están arriba y abajo, y ya socavaron las bases. Por eso también se quejan en los barrios populares cuando se enteran de que los fondos públicos asignados a movientes locales no se invirtieron embaulando la quebrada ni pintando la escuelita de la parroquia, sino que se los embolsaron unos “vivos” en nombre de la revolución.

Todo eso significa que hay trabajo para los tirapiedras del régimen que salen a la arena con sus guarataras a agredir al primero que pase por su frente. Hay que buscar culpables, eso implica inventarlos, y para eso no hay que tener escrúpulos pero sí mucha saña, lo cual implica saberse impunes para mentir, calumniar. La revolución lo justifica todo. Desde maquinar los supuestos magnicidas hasta los continuos golpes de Estado que no dejan que “el gobierno trabaje”. ¡Mentiras, puras mentiras! Ahora bien en eso sí son eficaces los tácticos de este régimen, en inventar pretextos. Por eso ante las declaraciones de sus exministros, retoman las acusaciones contra los dirigentes de la oposición, contra los estudiantes, contra todo el que puedan usar como parte de esos escenarios distraccionistas para desviar la atención de la gente que espera que Giordani, Navarro y Víctor Álvarez digan toda la verdad.

@alcaldeledezma

El Nacional 

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El caldo de cultivo del populismo es una enorme desigualdad social que en algunos países se refuerza con la diversidad étnica. Son sociedades marcadas por la distancia abismal entre una minoría de muy ricos y una inmensa mayoría de muy pobres y de pobres.

Un caso paradigmático era la Venezuela anterior a Chavez, donde la enorme riqueza petrolera convertía la desigualdad en todavía más hiriente. No es un caso excepcional, en muchos países la abundancia de petróleo ha propiciado una mayor desigualdad.

El objetivo del populismo es corregir de inmediato la desigualdad, favoreciendo a los más pobres, al hacerles llegar la sanidad y las escuelas con un apoyo económico que les permita sobrevivir. En suma, el origen del populismo está en la desigualdad, así como su propósito es reducirla a una dimensión tolerable.

Desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el desplome de la Unión Soviética el socialismo ya había planteado ambas cuestiones. El populismo que se autodenomina “el socialismo del siglo XXI” asume esta experiencia, consciente de los defectos e inconvenientes del modelo, que llevaron a resultados económicos catastróficos, como todavía se comprueba en Cuba. Pero se la admira por su política social, al haber reducido la desigualdad, aunque esto signifique miseria equitativamente repartida, eso sí, menos para la nomenclatura que goza de sus privilegios.

Acabar con la desigualdad social sin aumentar producción y producción es un error garrafal de este modelo

Aquí se inscribe la principal corrección que propone el modelo venezolano. Hay que realizar la política social de Cuba, sin por ello eliminar el capitalismo. Conviene, por una parte, librarse de los altos costos de la colectivización de la economía, así como, por otra, aprovechar la gran capacidad productiva del capitalismo. Lo decisivo es tenerlo de tal manera bajo control que se pueda acometer una disminución rápida de la desigualdad. En fin, se pretende una nueva política social, dejando intacto el sistema productivo.

El error garrafal de esta propuesta es empeñarse en una disminución significativa de la desigualdad social sin las modificaciones pertinentes que permitan aumentar producción y productividad, utilizando los enormes recursos de la renta petrolera. Es lo que en Venezuela se ha llamado desde siempre “sembrar el petróleo”, pero que nadie hasta la fecha ha puesto en marcha. Antes la minoría de los muy ricos se quedaba con la mayor parte de la renta petrolera y ahora llega a los más desfavorecidos, pero también a los sostenedores del régimen, incluso financia a algunos países amigos, en primer lugar a Cuba.

El libre despliegue del capitalismo conlleva una mayor desigualdad, disminuirla drásticamente, sin haber tocado el modelo productivo, trae desequilibrios crecientes, que, cuando se pretende controlarlos limitando las libertades civiles y acudiendo a la violencia represiva, el resultado es que desaparezcan de los mercados hasta los productos de primera necesidad. Intentar acabar con el desabastecimiento y la carestía echando la culpa al afán natural de aumentar las ganancias de los comerciantes y empresarios, lleva consigo que en los comercios las estanterías estén vacías. El resultado es el enfrentamiento de los sectores más favorecidos por el régimen, en buena parte una población marginal, con las clases trabajadoras y medias, que han descendido en el nivel de vida, y son empujadas por las viejas oligarquías que se afanan por recuperar el poder.

Parece muy difícil que pueda coexistir armoniosamente una política social que supone una transformación revolucionaria de la estructura de la sociedad con el mantenimiento del sistema productivo capitalista. El populismo chavista lo ha intentado, el resultado es una situación de casi guerra civil.

Brasil ha dado un ejemplo de cómo se puede crecer, sacando a amplios sectores de la pobreza

Solo si se combina con crecimiento económico, cabe una política exitosa de lucha contra la desigualdad. Aumento de la producción y de la productividad no supone sin más reducir la desigualdad, pero son las condiciones imprescindibles para lograrlo. Frente al populismo bolivariano, Brasil, conducido por el Partido del Trabajo, ha dado un ejemplo de cómo se puede crecer, sacando a grandes sectores de la pobreza y ampliando las clases medias, como espero que se consiga en el Chile gobernado de nuevo por una presidenta socialista.

En Europa el populismo está ganando posiciones en Reino Unido, Francia, Holanda, incluso en Alemania, que por su pasado nazi —el populismo más exitoso y sangriento de la historia contemporánea— se había mostrado hasta ahora bastante reacia. Ha surgido como la Alternativa por Alemania, que así se llama.

En España, finalizado el ciclo histórico que abrió la Transición, las altas cifras de desempleo, el rápido aumento de la desigualdad, así como el desmoronamiento de los dos grandes partidos, propician movimientos populistas, tanto a la izquierda como a la derecha. En los tiempos revueltos en los que entramos, el pronóstico no puede ser bueno.

 

Ignacio Sotelo

El País 

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Nuestro siglo XX comienza teniendo las manos sobre las riendas de la República de Venezuela un personaje atrabiliario, como los de ahora, a quien sus detractores llaman el Cabito. Se trata de Cipriano Castro, andino, gestor de la república militar que cristaliza con Juan Vicente Gómez, otro andino.

Y cuando se aproxima el siglo citado hasta su abismo, en su proximidad al siglo corriente, el país tiene como conductor a otro andino más, pero muy distinto de los anteriores. Es el emblema de nuestra civilidad, como José María Vargas. Se trata de Ramón José Velásquez Mujica, quien cumple 77 años al apenas asumir el poder y frisa los 98 años al despedirse, hace pocos días, en Caracas.

La república de partidos, que deja de ser tal para el momento en que nos gobierna, hecha rompecabezas, exige de los cuidados urgentes de este hombre con sentido del equilibrio, de visión profunda y capaz de otear más allá de las circunstancias, como de empujarla sin maltratos hasta devolverla a manos de sus verdaderos dolientes, los electores de diciembre de 1993.

Ramón Jota, como le llaman sus afectos próximos, nace en San Juan de Colón, estado Táchira, y se gradúa como doctor en Ciencias Políticas y Sociales en 1942, en la Casona de San Francisco, sede primaria de la Universidad Central. Pero a lo largo de su vida es esencialmente periodista, hasta que lo conquista el frustrado candidato Diógenes Escalante para hacerlo su colaborador en tiempos del general Medina Angarita.

Tiene a su cargo, más tarde, la dirección de los periódicos El Mundo El Nacional, mas se le recuerda por su exitoso desempeño como secretario de la presidencia durante el gobierno de Rómulo Betancourt, a partir de 1959. Y se le tiene presente por la obra de recopilación documental sobre nuestra historia ilustrada. Le da vida al archivo histórico de Miraflores asegurándole al país su memoria. La cuida de quienes intentan reescribirla, como hoy ocurre con inescrupuloso desenfado.

Ha sido Ramón Jota, hasta su hora final, el gran componedor de la comarca, el hombre-puente que en su instante contribuye a que la animadversión que determinados sectores de la vida nacional le profesan a Betancourt, desde mucho antes, amaine. Facilita la gobernabilidad. Y lo logra, con su sereno espíritu observador de hombre de montaña, quien sabe administrar sus palabras.

Como andino es intuitivo, y como hombre de libros y pensamiento denso, opone la racionalidad a los puñetazos. Nos conoce como nadie y describe con trazos de maestro: «En el camino de asegurar el comienzo de esta nueva etapa de la vida nacional, que no es otra que librar de riesgos a la democracia (hemos de) reconstruir la unidad espiritual de los venezolanos, tan resquebrajada por la fiera lucha política a la que hemos asistido en los últimos años», son estas sus palabras al tomar posesión de la casa de misia Jacinta, el 5 de junio de 1993.

Su gobierno es breve, pero tanto o más crucial que el más breve gobierno de otro maestro ilustrado de nuestro siglo XX, Edgard Sanabria, en 1958. Y ante los ataques de hora nona en que las pasiones políticas desbordan y le abren las compuertas a la tragedia que hoy vive Venezuela, el presidente Ramón J. Velásquez responde en seco: «Yo no tengo más riqueza que mi moral y a los 78 años de vida no se cambia… Esa vaina no». «Yo sólo respondo por mí y por el país», ajusta.

«Nuestra historia contemporánea -dice el presidente Velásquez al despedirse del poder con otra enseñanza imperecedera- ha girado alrededor del Estado. Durante setenta años de este siglo, y hasta no hace mucho, el centro de las disputas era la cercanía con el Estado debido a su gran papel distribuidor de la renta… Ese Estado, fundamento de los hábitos de Venezuela en este siglo, ya no existe», concluye tajante antes de pasarle la cerradura a casi un siglo de nuestra historia, que discurre entre la república militar y la república de los partidos para no volver, nunca más, ni hacia adelante ni hacia atrás, en las páginas ya leídas o gastadas en un azaroso devenir.

Pero un amago de república militar de utilería sí se nos instala, otra vez, a partir de 1999, por defecto de lo que él también previene y no entiende la última generación política del siglo terminado: «El país que fue actor fundamental en la empresa de la independencia hispanoamericana, ha llegado a un momento de su historia en que tiene planteado como reto histórico reflexionar sobre las bases de un nuevo acuerdo nacional, más allá de sus mayorías parlamentarias».

Ha muerto nuestra memoria viviente, en un trance, pues, en el que la razón de la fuerza vuelve por las suyas proscribiendo la fuerza de la razón que nos acompaña en momentos de lucidez legendaria: 1811, 1830, 1947, 1961.

 

@asdrubalaguiar

El Universal 

política

 

«Aun no ha nacido en Venezuela un genuino y amalgamado frente nacional por la defensa de Venezuela…»

Así como existe el falso supuesto en lo jurídico, también existe en lo político. El falso supuesto ocurre cuando la administración fundamenta su actuación en hechos que nunca ocurrieron o que sucedieron de manera distinta a como fueron concebidos. El falso supuesto de hecho consiste en la falta de correspondencia entre las circunstancias fácticas invocadas por la administración y los hechos realmente registrados. ¿Qué pasa cuando en lo político las estrategias y los actos se trazan sobre hechos que no se corresponden a la realidad?

Con falsos supuestos se ha intentado justificar lo injustificable en el accionar político opositor. Comencemos por «la unidad». Un branding político impecable en materia de propaganda, pero con serias inconsistencias y contradicciones en materia de causa ciudadana. Desde el desempeño de la Coordinadora Democrática (CD), las costuras y grietas de este esquema operativo, la hizo inelástica e ineficiente. Bajo la falaz idea de que las discrepancias ideológicas  se superarían armoniosa y civilizadamente, por ser sus miembros demócratas por solemnidad, sus retos murieron en el intento. Su leitmotiv era insustentable: La toma de poder sin apoyo popular. Una carrera palaciega de todos contra todos, aunque vistieran de blanca unidad….Tampoco Capriles (tras las primarias) se planteó gobernar con AD, UNT o Copei, y menos con Bandera Roja (partido fundado por Gabriel Rafael Puerta Ponte, comunista y ex guerrillero). Un tema es un pacto de gobernabilidad. Otro es la ruta por el poder. De allí la derrota de»todos contra Chávez» en 1998. El pueblo no se tragó aquel «escaparate» de Alfaro, Salas, Claudio y el despecho de Sáez, contra Chávez. Lo que nos enseña la historia es que el líder pacta cuando vence. Pero antes debe atraer el pliegue espontáneo de las masas (el propio Chávez lo hizo). Por eso las primarias fueron un error. Una inducción a la re-polarización, invadida de pragmatismos, clasismo, objetivos difusos y particulares. Cero pasión. Y hoy pagamos las consecuencias de tal ingenuidad.

El liderazgo no es colectivo. No es de mesas ni coordinadoras. El ideal de unidad que sugiere la MUD, es incauto, irrealizable e inejecutable, porque su aparente horizontalidad, coherencia y uniformidad, no puede serlo, por mítico y disyuntivo. La MUD sufrirá el mismo destino que la CD. Desaparecer por estar minada de intereses y mezquindades irreconciliables. Es ir «unidos» por un fin que no-es en esencia común (ser presidente), y donde cada quien quiere ser el elegido…Una dinámica perder-perder, hipócrita, previsiblemente aletargada y torpe. No es posible (y es válido) que Capriles se entienda con Ramos Allup o que Borges comparta mesa con Ismael. No son caimanes del mismo caño. ¿Quiénes quedan?  Los más astutos que no son los más dignos (Confucio), asistidos por tontos útiles. ¿Quiénes siguen aun siendo degradados? Los mayordomos de la política, con el perdón de los meseros…Un desecho deunidades instrumentales, quebrado por una trepidante realidad: el chivateo y las decepciones propias de profundas diferencias idiosincráticas, éticas y sociales.

Así como en el Derecho el vicio en la causa (falta de motivación) conduce a la nulidad absoluta del acto que la adolece, en política toda causa que carece de motivación por comportar un error de hecho, hace de su «empresa», un objetivo nulo. Aun no ha nacido en Venezuela un genuino y amalgamado frente nacional por la defensa de Venezuela. La grave realidad social, política y económica que ha vivido el país, conducida por hombres confesos como Giordani, no se resiste bajo esquemas burocráticos, propagandísticos y cupulares. La causa es superior. No es la bandapresidencial. Es la vida, la libertad y la patria…El diálogo en circunstancias que desconocen los valores superiores del hombre, es otro gazapo. Todo ese tarantín floreado terminó en una burla de la MUD y gobierno al movimiento estudiantil y sus causas. La buena noticia es que la gente comienza a darse cuenta quién es quién, que es lo que hay detrás y cómo proceder.

La Unidad, la MUD y el diálogo han sido cómplices de una historia de barbarie y despojo. Tres falsos mosqueteros de una realidad política que exige muchísimo más que un esfuerzo anodino y perezoso, de votar, sentarse y repartir. Aun no se ha trabajado la política tierra adentro, construyendo liderazgos de raíz. Puros pactos con el diablo, donde lo que queda es seguir en el tártaro…En Venezuela urge de un movimiento de ancha base civilista, popular, ciudadano, digno, enraizado con la impostergable misión de rescatar la vida, la libertad, la propiedad y la convivencia. A la MUD y al PSUV les interesa Miraflores y Pdvsa. A la gente, la paz, la prosperidad !y vivir! Mientras «el valor» sea el poder y el botín, ellos-la MUD y el PSUV-gobernarán…Los malos gobiernos caen por causas económicas-si-cuando son democráticos. Pero si no lo son hablar de desgaste y salida también es falaz porque la salida no depende de anaqueles vacíos, de Dios o de la MUD. Depende de Ud.

@ovierablanco

vierablanco@gmail.com

MGAlexisLópezRamírez

 

El adulante mayor general Alexis López Ramírez,  comandante rojo del ejército, arremetió contra los opositores al totalitarismo siglo XXI tildándonos de  ¨nuevos Boves¨. En su aspiración de lograr una cuarta estrella no tuvo escrúpulos en comparar las acciones vandálicas del urogallo, como lo denominó Herrera Luque, con «quemas de universidades y escuelas¨ que según su interesada versión fueron acciones propiciadas por la antipatria.

El mencionado general señaló que hoy   las descargas son mediáticas,  hacen daño y desmoralizan para desarmar la República  y que esta no se perderá porque está en buenas manos de nuestro comandante en jefe Nicolás Maduro. Desde luego no faltó la mención a la supuesta traición de 1830 institucionalizada por el difunto comandante. Quizá algunos piensen que no vale la pena tomar en cuenta las declaraciones de alguien que solo busca  ganar méritos ante su jefe, pero dado su alto cargo no debemos pasar por alto semejantes desatinos.

General, usted miente a sabiendas de que nadie en la alternativa democrática ha propiciado ni ejecutado la quema de centros de enseñanza. Usted sabe que son los grupos paramilitares, enemigos de la Fuerza Armada y de los ciudadanos pacíficos,  quienes asesinan y ejecutan acciones destructivas de la propiedad privada y pública. Usted sabe que quienes detentan el poder son los  que  están destruyendo la República al ejecutar una política económica que viola la propiedad privada, produce inflación y estimula la corrupción. Usted sabe que el régimen es el responsable de la inseguridad y de la escasez.  Usted sabe que aquí se irrespeta todos los días  la Constitución y que existen presos políticos y exiliados.  Usted sabe que hay impunidad para los  amigos del régimen y castigo para los inocentes que lo adversan.   Usted sabe que los mandos en la Fuerza Armada son designados por su afinidad con los rojos.

General, usted clama por castigo para los culpables y predica que no puede haber paz si hay impunidad. Tiene usted razón. No pueden quedar impunes los guardias nacionales, funcionarios del Sebin, de la  Policía Bolivariana y paramilitares que presuntamente asesinaron a estudiantes y a muchos ciudadanos, entre ellos a  José Manuel Vilas, hecho que la Fiscal Luisa Ortega se niega a investigar.  Usted sabe que en manos de Nicolás Maduro se perderá la República y por ello, en ejercicio de nuestros derechos,  solicitamos la renuncia  del presidente de facto. Igualmente solicitamos  la suya como Comandante del Ejército por considerar que usted perjudica a nuestra Fuerza Armada. Destructores como Boves   son quienes han dividido al país y entregado a Cuba nuestra soberanía.

Como en botica: Nuestro reconocimiento al doctor Ramón J. Velásquez, distinguido historiador y gran demócrata. La división entre los rojos es evidente. Hay un grupo que quiere radicalizar la revolución, otro que quiere seguir aprovechándose pecunariamente de la misma y un tercero que está consciente de que el fracaso es inevitable si continúa la política económica de Giordani y de Rafael Ramírez. Los dirigentes de la oposición deben acercarse a este último grupo para garantizar la gobernabilidad futura; además tienen que cerrar filas, ampliar la participación en la MUD e insistir en la renuncia de Maduro. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

 

eddiearamirez@hotmail.com

Maduro speaks during a news conference at Miraflores palace in Caracas

 

En medio de la radioactividad en la que bulle el país, se produce una convergencia alrededor de la necesidad del reemplazo constitucional del gobierno de Nicolás Maduro y su régimen. Unos la han designado como La Salida, otros prefieren denominaciones diferentes, pero el encuentro se ha producido al calor de las protestas iniciadas con la llamada Revolución de Febrero y en el marco de la furiosa crisis que se abate inclemente sobre la ciudadela controlada por Maduro. No importa el nombre que satisfaga a cada sector sino el planteamiento: el país necesita un cambio del régimen político existente. Parafraseando a Den Xiao Ping, el líder que llevó el cambio radical a China, cuando se preguntaba “¿Qué importa si el gato es blanco o negro, con tal que cace ratones?”, se puede decir que no importa cómo se califique el proceso con tal que se produzca el cambio de gobierno y de régimen.

El padre Luis Ugalde ha dicho recientemente: “El mal gobierno es de Maduro, pero el mal modelo político es de Chávez. Hace falta un nuevo gobierno decidido a salir de este desastroso modelo político, antes de que se hunda el país.” Y más adelante sostiene: “La oposición tiene que bajarse de la nube que remite el cambio para 2019 y también de los voluntarismos inmediatistas. Con su presión vendrán elecciones adelantadas, pero antes hay que conquistar un CNE nuevo, constitucional y creíble. Urge una oposición actualizada sincerada con la realidad a julio 2014, unida con el sufrimiento del país con la única obsesión de recuperar la democracia, con justicia social y productividad. No merecen gobernar quienes no son capaces de tomar en serio las necesidades de la inmensa mayoría.”

Alberto Quirós Corradi, por su parte, ha planteado: “Ante esta tétrica situación no caben medias tintas. Aquí hay que decidir, sin muchos remilgos, si se está dispuesto a esperar que este gobierno concluya, a fuerza de represión, su periodo constitucional o si se diseñarán planes para que, por mecanismos constitucionales, se anticipe su salida. Esta, en el fondo, es la decisión crítica que hoy acosa a la oposición.”

El planteamiento en cualquier variante implica la demanda por la renuncia de Maduro. Alguna bobería pretende que si se le pide la renuncia a Maduro y él dice que no, ya se zanjó la cuestión. Es la pretensión de ignorar la fuerza poderosa que tiene el planteamiento. La exigencia de renuncia es un derecho ciudadano, enmarcado en las leyes, que perfila la salida de quien controla el gobierno y que puede convertirse en un objetivo nacional, aunque al inicio el demandado se niegue. Fujimori no quería renunciar y renunció. Pérez Jiménez no escribió la carta pero renunció. Hugo Chávez llegó a escribir la renuncia a solicitud del Alto Mando Militar encabezado por el general Lucas Rincón, “la cual aceptó”.

Salvo por enfermedad o severos problemas personales nadie renuncia al poder sino por presiones. Ocurre cuando la gobernabilidad se derrite y el poderoso se queda suspendido en el vacío (de poder), sin legitimidad social o política, no ante quienes lo han adversado sino ante quienes lo han apoyado, sea con entusiasmo, sea con desgano.

La aspiración no es a que se instale un nuevo salvador de la patria sino que con los cambios institucionales indispensables –sobre todo en el CNE- se asista a unas elecciones presidenciales que abran el camino al restablecimiento de la democracia.

 

La naturaleza de la exigencia

La idea de que es posible producir un cambio político fundamental sin esperar a 2019 es un acto de responsabilidad, dada la gravísima situación. Es un planteamiento que no es patrimonio de un grupo, de unos líderes o de una porción de la oposición sino que es una demanda que se abre paso como río en conuco y que progresivamente se constituye en objetivo compartido de la oposición democrática y de una franja significativa del chavismo.

En la oposición los que desean que Maduro permanezca hasta 2019 para seguir la ruta preestablecida con los eventos electorales no parecen poseer estos días mucho predicamento. Tal vez porque la mayoría opositora sabe o intuye que, como dice Quirós Corradi, “1- Este régimen no tiene un líder que pueda imponer las medidas políticas, económicas y sociales que se requieren para revertir el desastre. 2- … está demostrado que el diálogo no vale la pena, por la razón dada en el punto anterior. 3- Esperar hasta 2019 tiene muchos peligros, entre ellos: a) Si la situación se vuelve insostenible, como seguro sucederá, hay peligro de un golpe militar que puede resultar en un remedio peor que la enfermedad. b) Para mantener la “calma” aumentará la represión y, lo más grave, es: c) De aquí a 2019 el régimen cambiará el sistema político y el electoral. Gobernadores y alcaldes perderán sus poderes. El país se dividirá en zonas militarizadas con comunas que responderán directamente al Poder Ejecutivo. Si hubiera elecciones serían de segundo grado, con las comunas eligiendo los poderes públicos.”

Al lado de este viraje hacia el reemplazo constitucional del régimen por parte de las fuerzas democráticas, se ha producido una dinámica explosiva dentro del chavismo. Allí todo el mundo tiene una carta en la manga. Maduro dejó de ser el heredero de Chávez y ahora es el discípulo alzado con la memoria y el legado del difunto. Afirma que dirige la economía, lo cual es falso; pero, lo que sí es cierto es que es el jefe de la inmisericorde represión actual.

 

Diferencias

Aunque entre los demócratas hay un acuerdo mayoritario en que Maduro debe salir del ejercicio de un cargo que no ganó, hay diferencias sobre la evolución del proceso: unos plantean la Asamblea Constituyente, otros el referéndum revocatorio, hay quien sostiene la ventaja de un referéndum consultivo, hasta los que invocan el artículo 350 de la Constitución que establece el derecho a desconocer “cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.”

Son diferencias útiles para el debate; algunas de las cuales podrán aglutinar más simpatías que otras. Hoy no hay posibilidades de continuar con un gobierno madurista en situación de catástrofe, ni tampoco que la oposición democrática desplace a la brava y totalmente al chavismo. Habrá que llegar a niveles de entendimiento y la historia muestra que frecuentemente hay que hacerlo con los menos agradables del otro bando.

 

Régimen fermentado

Como todos los liderazgos falsos, madurados con carburo o envueltos en papel periódico, duran mientras no se les cuestione. Ya el enfrentamiento entre chavistas y opositores va dejando lugar al otro: entre una sociedad respondona y ávida de libertad, bienestar y oportunidades, y una cúpula burocratizada e incompetente. Es tiempo de cambio. No hay espacio para jugadas de laboratorio, las fuerzas cívico-militares están allí, desatadas e incandescentes.

 

@carlosblancog

Tiempo de Palabra 

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Jorge Giordani es un viejo comunista que hasta hace pocas fechas fue el Ministro de Planificación y Finanzas del chavismo, primero con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro. Tiene fama de haber sido un funcionario honrado en un gobierno en el que abundan los rateros.

Nadie, sin embargo, ha acusado a Giordani de ser competente. Sería una peligrosa temeridad. No se metía la plata de los demás en el bolsillo. Lo que hacía era destruirla en esa trituradora implacable de riqueza que es la ideología marxista. Es uno de los responsables del hundimiento económico del país. Cuando llegó al poder había seis millones y medio de pobres. Cuando lo dejó, hace unos días, la cifra había aumentado a más de nueve.

Giordani se despidió del cargo con una larga carta en la que culpa a los demás del desastre económico venezolano. Sus culpables son el irresponsable gasto público, la corrupción, PDVSA y el pobre Nicolás Maduro, quien supuestamente ha traicionado al socialismo y al legado inmarcesible de Hugo Chávez. (Inmarcesible, Nicolás, quiere decir que no se marchita. Y marchita no es una marcha pequeña de estudiantes indignados, sino un verbo que procede del latín).

El ingeniero Giordani no es capaz de advertir que el error intelectual está en el presupuesto ideológico. Cuando se debilitan los derechos de propiedad y las decisiones económicas las toman los funcionarios; cuando se potencia la aparición del Estado-empresario y se estatiza el aparato productivo; cuando se eliminan las principales libertades porque la crítica se convierte en traición a la Patria; inevitablemente surge la escasez, se deteriora progresivamente el entorno físico por falta de mantenimiento, y comienza un acelerado proceso de empobrecimiento colectivo que no tiene fin ni alivio. Mañana siempre será peor que hoy.

Mientras los venezolanos leían la carta de Giordani, los cubanos, asombrados, repasaban otra misiva escrita por el comunista, escritor y exembajador Rolando López del Amo, jubilado en La Habana tras haber ocupado diversos cargos de primer rango en la diplomacia castrista. El texto puede localizarse en Internet, donde circula profusamente.

El señor López del Amo tiene una explicación parcialmente diferente a la de Giordani. Supone que el responsable del desastre cubano es el burocratismo, ese enmarañado ejército de funcionarios indolentes que no deja que el país avance. Como es una persona seria, no culpa al embargo norteamericano, ni a la sequía, ni a los ciclones, porque el país no padece hace tiempo estos fenómenos naturales. Cree que el mal está en otra parte: es la malvada gente que entorpece la marcha gloriosa del socialismo.

Termina su carta con un conmovedor llamado a sus camaradas: “Estamos en el año 56 de nuestra experiencia revolucionaria  y no podemos continuar cometiendo los mismos errores ni ofreciendo las mismas justificaciones. Se impone un cambio de mentalidad, de actitud, de estructuras y de personas para lograr el sueño colectivo de un socialismo próspero y sostenible”.

¡Madre mía! Estamos ante un comunista inaccesible al desaliento. ¡Qué gente más dura de molleras! Cincuenta y seis años de fracasos continuados y barbarie, de “oprobio y bobería”, como Borges decía del peronismo, no le han bastado para entender que el sistema no sirve para nada en ninguna latitud. Ni con los laboriosos alemanes o norcoreanos, ni con los muy serios checos y húngaros, y mucho menos con los caribeños de Cuba o Venezuela.

Es posible, sin embargo, que Raúl Castro, finalmente, haya comprendido esta dolorosa verdad. Lo triste es que la educación del hermano de Fidel  ha durado más de medio siglo y costado miles de vidas y la ruina completa de una nación. (Fidel, en cambio, es indiferente a la realidad y morirá defendiendo las mismas tonterías de siempre). En todo caso, mientras el embajador López del Amo escribía su carta, el zar de la economía cubana, un excoronel llamado Marino Murillo, anunciaba que todos los restaurantes del país serían privatizados.

Es el principio del fin del loco proyecto marxista del colectivismo, pero no de la dictadura. Ahora, poco a poco, sin prisa, pero sin tregua, como le gusta repetir a Raúl Castro, quieren desmantelar el socialismo y gobernar con mano férrea un país pseudo capitalista. Ya no son marxistas. Son, simplemente, una banda autoritaria de gente decidida a mandar a palos. Puros matones.

 

@CarlosAMontaner

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