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Reuben Morales Dic 22, 2022 | Actualizado hace 2 meses
Uña idea de regalo
Entonces el vigilante echa un vistazo rápido a las bolsas, lo coteja con la factura y luego saca su sello troquelado de legalidad internacional: la uña

 

@ReubenMoralesYa

Cuando toca dar regalos, siempre pensamos en opciones caras y deslumbrantes, pero muchas veces dejamos de lado que sean realmente indispensables. Y entre esas cosas verdaderamente necesarias, hay una que además ha demostrado ser superpoderosa: la uña.

Para evidenciarlo, solo transportémonos a ese momento que evidencia lo valiosa que es una uña. Es cuando usted viene saliendo de un supermercado, con todas las bolsas en las manos, hasta que llega a la puerta y lo detiene el vigilante para cerciorarse de que usted no robó nada. Entonces echa un vistazo rápido a las bolsas, lo coteja con la factura y luego saca su sello troquelado de legalidad internacional: la uña. Después posiciona esta sobre la factura y ¡zas!… forma una raya negra que ya se constituye como un símbolo universal de que eres libre de salir del supermercado.

Un símbolo que vale más que los informes auditados por el contador del supermercado. Un símbolo más potente que las fiscalizaciones que pueda ejercer la superintendencia tributaria de la nación. Símbolo que lo acredita a usted como inocente ante cualquier tribunal contencioso en lo penal. Porque si llegase a haber un robo en el supermercado y llega la policía para detener a sospechosos, usted puede sacar su factura rayada de uña y mostrársela al policía: “¡Oficial, mi factura tiene el uñazo del vigilante!”. ¡Y lo dejarán libre!

Si vieran la colección de facturas uñeteadas que tengo acá en la casa. Incluso se comienzan a evidenciar patrones. El vigilante joven uñetea de una forma. El vigilante viejo, de otra. La vigilante uñetea según la uña que tenga. Si son acrílicas es una cosa y si son naturales, otra. Y, como todo lo que uno ve en la calle, las veces que he tratado de uñetear un papel acá en mi casa, no me sale igual.

Es por todo esto que me pregunto. ¿Por qué Moisés perdió tanto tiempo escribiendo los diez mandamientos en tablas de piedra cuando lo pudo haber hecho con la uña? ¿Por qué Gutenberg perdió tanto tiempo fabricando una imprenta si todo ha podido publicarse a punta de uña? Imaginen lo rápido que hubiese salido la primera Biblia de haber sido escrita a fuerza de uña. Imaginen si Miguel de Cervantes hubiese escrito Don Quijote de La Mancha de un uñazo. ¿Simón Bolívar escribió La Carta de Jamaica con su uña? De hecho, imaginen si los médicos generaran sus récipes y constancias con tan solo usar sus limpias y desinfectadas uñas. Capaz les entenderíamos mejor.

Dígame los artistas gráficos, que deben comprar marcadores de distinto grosor para trabajar. ¡Ya con la uña se acabó eso! Tiene la punta gruesa, que es la del pulgar. La punta media, que, casualmente, es la del dedo medio. La punta tres cuartos, que sería la del índice. Y la punta fina, para detalles, que vendría a ser la uña del dedo meñique.

La uña incluso sería una manera hasta más auténtica de firmar un contrato. Si ya la firma es considerada como una expresión auténtica de la persona, imagínese usted si la firma es con la uña. ¿Y cuánto podría costar un autógrafo de un famoso si lo escribe con uña? Uña bola de plata.

Por ello, si está pensando en regalar algo esta Navidad, no se quiebre tanto el coco. Regale una uña acrílica o simplemente infórmele a su familiar o amigo de los beneficios y el valor que traería para su vida el usar la uña como instrumento de trabajo. Créame que, si antes de eso eran amigos, después de ese regalo dejarán de ser amigos. Ahora pasarán a ser “uña y mugre”.

PD: Quise certificar que había terminado el artículo con un uñazo. La cosa es que la uña no raya la pantalla de mi computadora. Seguiré intentando.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Reuben Morales Nov 10, 2022 | Actualizado hace 2 meses
Mi placer secreto: ver documentales
Los documentales son el mejor método anticonceptivo que existe. Cualquiera se quedará dormida mientras usted sigue viendo Mi maestro el pulpo

 

@ReubenMoralesYa

Con esta confesión corro el riesgo de que me expulsen de varios grupos de amigos, pero sí. Lo confieso abiertamente: soy fanático de ver documentales. Por buena parte de mi vida, para mí fue como un placer íntimo que disfrutaba a escondidas. Y cuando la mayoría de mis amigos solo me hablaba de Juego de tronos, La casa de papel y La casa del dragón yo solo me limitaba a escuchar (porque la vez que traté de hablar de La casa del dragón, pensé que estaban hablando de un restaurante chino).

Incluso creé un grupo de apoyo llamado Documentahólicos Anónimos, en donde conocí varios casos de personas que también tenían esa horrible adicción. Había alguien que pensaba que se merecía la gerencia de finanzas de su trabajo por haberse visto cinco documentales de criptomonedas. También supe de alguien que trataba a los fanáticos de Rápidos y furiosos como personas de raza inferior que debían desaparecer del planeta. Incluso hubo una persona que llegó con el brazo fuertemente arañado porque la novia quería desaparecerle, a punta de uñazos, un tatuaje que tenía de la BBC de Londres.

Aunque luego de tocar fondo, me envalentoné y decidí abrazar a quien soy, aceptarme y no mentirle al mundo. Desde ese día, mi vida cambió y el mundo me comenzó a sonreír (y hasta pensé en hacer un documental de mi salida del clóset cinematográfico). En definitiva: comencé a ver todos los beneficios de mi documentafilia.

En primer lugar, los documentales son el mejor método anticonceptivo que existe. Es que ninguna persona va a querer ir a su casa para ver Netflix en plan romántico (y si va, no pasará nada porque se quedará dormida mientras usted sigue viendo Mi maestro el pulpo). Por ello, así como existen el preservativo, la pastilla anticonceptiva y el método del ritmo, yo he conseguido métodos como el Nat Geo, el Discovery Home & Health y el Michel Moore (y por favor, nunca combine los tres porque podría acabar en un monasterio).

Incluso, la mejor ida al cine que hay es la de ir a ver un documental que haya llegado a la gran pantalla. Fíjese: no tiene que comprar la entrada por internet, porque siempre hay entradas. De hecho, puede llegar cuando estén proyectando los tráileres e incluso así, encontrará la mejor silla. Es que, por lo general, siempre tendrá toda la sala para usted solo y eso le hará sentir como un magnate que tiene su propio cine privado.

Bueno, y además se da cuenta de que un documental en el cine es el mejor cupido que hay. Porque si encuentra a otra persona en esa sala, tenga por seguro de que será tan rara como usted. Lo cual, automáticamente, la convertirá en su media naranja. Incluso, pueden aventurarse a hacer cositas en la sala y le aseguro que nadie se enterará. Porque no hay mejor afrodisiaco que la voz de un narrador español de Zaragoza hablando sobre los métodos de cortejo del pingüino emperador. ¿Ve? Grandes beneficios que jamás vivirán aquellos simples mortales que insisten en ir al cine para ver cosas de Marvel, Disney o Harry Potter.

Aunque este amor por los documentales también puede ser el mejor repelente de personas tóxicas que le rodean. Porque si tiene invitados en casa y quiere que todos se vayan, tan solo diga esto: “¡Vamos al televisor de la sala para ver un maratón de documentales sobre el plástico en el océano!”. Inmediatamente la gente comenzará a irse con excusas como que deben lavar las trenzas de sus zapatos.

Pero bueno, también lo cierto es que los extremos y los fanatismos tampoco son buenos. Y como no quiero quedarme solo en la vida, de ahora en adelante cederé un poco a la presión social y bueno… prometo verme toda la saga de Juego de tronos (pero claro, la saga de documentales de cómo se hizo).

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Reuben Morales Oct 27, 2022 | Actualizado hace 2 meses
En Qatar, las reglas hay que AQatar
¿Qué harán los políticos durante el Mundial Qatar 2022? Para responder a eso, escribí este artículo a cuatro manos con el humorista colombiano Betto Rojas

 

@ReubenMoralesYa y @ElBettoRojas

Queridos líderes mundiales (que ya los incluye a todos porque las palabras “líderes” y “mundiales” terminan ambas en “e”).

Quienes firman aquí, redactamos esta misiva para admitir que sí: llegó el momento que tanto esperaban. Viene el mundial y no les esteramos parando bolas (ni bolas, ni ingle, ni nalgas, porque este mundial, además, se cruza con la Navidad). Del 20 de noviembre al 18 de diciembre estaremos muy ocupados en labores sumamente prioritarias, como llenar el álbum, armar las quinielas, ver los juegos, analizarlos resultados, celebrar por el ganador, despecharnos por el perdedor, acostarnos a dormir borrachos, despertarnos con dolor de cabeza y volver a comenzar eso mismo durante todo un mes.

De hecho, será un mundial en el que tendremos que estar más pendientes de lo normal solo por el morbo de ver si algún jugador se atreverá a desafiar las reglas qataríes de comportamiento. Para celebrar un gol, ¿se quitarán la camisa? Para hacer una barrera, ¿se agarrarán sus partes íntimas? Cuando pasen a una siguiente fase, ¿se lanzarán los jugadores uno sobre otro de forma insinuadora?

Pero véanle lo bueno, amigos políticos: ya no tendrán que esperar a que sea entre gallos y medianoche para cometer alguna fechoría. Será un momento privilegiado en sus carreras para cometer autoritarismos en pleno horario de oficina, pero tampoco se pasen. No se aprovechen de nuestra desatención para meter más goles en impuestos, ni meter gente presa, ni comenzar la Tercera Guerra Mundial.

Por ello, les proponemos un pacto de no agresión entre ustedes y nosotros donde el lema sea “Durante Qatar, las reglas hay que AQatar“; en donde los estatutos sean los siguientes:

  1. Que en cada congreso y/o parlamento haya un VAR que ya no signifique “Video Assistant Referee”, sino “Vigilando A Ratas”, para analizar el video y ver si hay faltas para ver a quién expulsamos.
  2. Si usted es un líder que promueve la ecología y que baje nuestra dependencia del petróleo, entonces no vaya a Qatar. Estaría viajando en un avión que usa combustibles fósiles a un país que vive de los combustibles fósiles. Ahora, si su fanatismo al futbol es mayor, entonces váyase a pie, en bicicleta, en carro eléctrico o en camello, pero váyase ya, que Qatar queda muy lejos.
  3. Si en efecto llega a viajar a Qatar, le recordamos que allí sí es obligatorio cumplir las leyes. Por tanto, no se comporte como político en campaña, pues está prohibido abrazar y besar a viejitas y repartir licor para que voten por usted. Recuerde que en Qatar las expresiones de cariño en público no son bien vistas (y menos si son con alguien de su mismo “partido”).
  4. Para evitar que ustedes, políticos, tomen ventaja de nosotros, proponemos que Panini les haga su propio álbum Geopolítica 2022. Un álbum donde podrán coleccionar las barajitas de las promesas incumplidas, los dineros desaparecidos y los presos políticos. El riesgo de esto es que cuando se sienten a intercambiar barajitas de crisis nacionales, capaz todos digan “la tengo, la tengo, la tengo…”.
  5. Si no interfieren las profecías de Nostradamus, los mayas o Baba Vanga (que es un profeta, no un futbolista africano), este mundial Qatar 2022 va. Por ello les rogamos a ustedes, señores líderes mundiales, dejar todo conflicto para enero del 2023. Un mes aburrido donde además los ánimos estarán caldeados por motivos como que Daddy Yankee se retira y Piqué seguro demandará a Shakira por todas las veces que le pusieron sus canciones en un estadio.

Esperando sus amables comprensiones en pro de un feliz Mundial Qatar 2022, se despiden de ustedes Betto Rojas y Reuben Morales, actuales dirigentes de la comisión por un fútbol feliz (y no porque sepamos mucho de fútbol, sino porque ambos somos calvos y tenemos cabezas de balón).

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Reuben Morales Sep 29, 2022 | Actualizado hace 2 meses
Pertenezco a la minoría DLQNB
Nosotros, los de la minoría DLQNB (o “De Los Que No Bebemos”) hacemos un llamado para ser respetados

 

@ReubenMoralesYa

Hoy propongo un brindis (pero con té verde) para celebrar que nosotros, la minoría DLQNB (o “de los que no bebemos”), finalmente nos hacemos visibles en la agenda pública. Una minoría que por años ha sido maltratada y privada de sus derechos a rumbear, salvajemente, hasta las nueve de la noche. Que por años ha sido dejada de lado cuando se despierta un primero de enero a las siete de la mañana, para ver televisión porque ya no tiene sueño. Una minoría que se ha quedado socialmente aislada porque recuerda todas las imprudencias que han hecho sus amigos al estar borrachos y por eso ya no lo invitan a ningún lado.

Esta minoría, de quienes no bebemos, está compuesta por personas que, a simple vista, se ven normales.

De hecho, nadie los identifica sino hasta el momento en que es sábado en la noche, estás en un local y de repente escuchas que alguien dice: “Y a mí me trae una limonada”.

Por ello, nosotros, los de la minoría DLQNB (o “De Los Que No Bebemos”) hacemos un llamado para ser respetados. Ya son años que llevamos siendo vejados con frases como: “¿Y a ti qué te pasa? ¿Te metiste a evangélico?” o “Pero bueno, ¿tú eres marico?”. Sin contar que incluso grandes mentes de la humanidad, como Charles Baudelaire, nos estigmatizaron con frases como: “Un hombre que no bebe, oculta un secreto”. Y sí, Charles, ocultamos secretos. Como el secreto para no tener barriga de cervecero, el secreto para tener más dinero a fin de mes y el secreto para amanecer sin dolor de cabeza.

Es que la gente no sabe lo que sufrimos. Ni imaginan lo que es pasar una fiesta bebiendo solo agua. Sí, agua, porque si nos servimos una Coca-Cola, es que nos vamos a terminar la Coca-Cola del ron y si bebemos jugo de naranja, es que se van a quedar sin jugo para el vodka.

Tampoco hablar de cuando nos toca vivir ese incómodo momento de ser interpelados en medio de la fiesta cuando nos dicen: “Ya va, pero cuéntanos con confianza: ¿por qué tú no bebes?”. Ocasión cuando sacamos a relucir ese cuento prediseñado que hemos usado por años para que nos dejen en paz: “No, es que yo tenía un padrastro alcohólico que, cuando llegaba borracho, nos maltrataba obligándonos a escuchar todos los discursos de Chávez”.

Y ante esto, ¿qué nos queda en una fiesta? Pues llevarnos nuestras propias bebidas a escondidas y meternos en el baño para prepararlas. Nos podemos servir un jugo de manzana para luego decir que es un güisqui. Si no, mezclamos jugo de naranja con agua para decir que es vodka. También esperamos que a nuestro vaso de Coca-Cola se le derrita un poco el hielo para decir que es un Cuba Libre. Y si no, es acudir a la medida más extrema de todas: echar agua mineral en un vasito de shot para fingir que es tequila.

Por eso, desde hoy queremos pedir que nos dejen de etiquetar con esos prejuicios que siempre tienen hacia nosotros, los miembros activos de la minoría DLQNB:

  • No somos tu conductor designado. De hecho, hay gente que no bebe y tampoco sabe manejar.
  • No todos somos evangélicos (ni católicos, porque no nos gusta la hostia mojada en vino).
  • No todos somos homosexuales (aunque sabemos de machos que cuando beben, comienzan a disfrutar de ese otro yo que llevan por dentro).
  • No le digan a su pareja que van a salir con nosotros, los bien portados. Es una excusa muuuy vieja para ocultar que van a salir con otra.
  • Cuando decimos “veámonos para tomar un café”, sí: nos referimos literalmente a un café.
  • Para seducirnos no recurran al alcohol. Con una avena caliente, tendrán más chance.

Y si tú eres miembro de esta minoría y te sientes solo (o conoces a un no bebedor enclosetado), invítalo a que nos contacte. De hecho, estamos preparando la marcha del Orgullo No Bebedor para el próximo primero de enero a las ocho de la mañana. Es que como no bebemos, tendremos energía suficiente para marchar ese día a esa hora.

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Juan E. Fernández Sep 04, 2022 | Actualizado hace 2 meses
A payasadas
La nariz roja en el payaso te da la licencia de ser libre. Al colocarte esa nariz sobre tu rostro solo debes dejar salir tu niño interior, liberarte de los complejos y jugar

 

@SoyJuanette

Aquel sábado no tenía idea de lo que me cambiaría la vida solo por detenerme a ver un espectáculo callejero. Esa mañana comenzó como todas. Mis sábados consistían en levantarme temprano, tomar mate, comer un alfajor Guaymallen de chocolate y correr hasta la estación Carlos Gardel para viajar hasta el call center donde trabajaba entonces.

Después de trabajar hasta las 14, corría a buscar a mis hijos para aprovechar lo que quedaba del fin de semana. Recuerdo que ese día decidí llevarlos al Parque Centenario, un hermoso lugar con áreas verdes y un lago en el centro. Un lugar donde los niños podían jugar a la pelota, los adolescentes se sentaban en el césped a escuchar música o jugar a las cartas, mientras que el resto de los mortales podían disfrutar de shows ofrecidos por artistas callejeros.

Para mí El Parque Centenario siempre ocupó un lugar especial, porque cuando venía como turista a Buenos Aires por alguna razón terminaba acá sentado en una banca frente al lago, ya fuera leyendo o escribiendo.

Creo que aquel sábado fue la primera vez que volvía al Centenario desde que me mudé definitivamente a Buenos Aires, y debo confesar que lo recordaba más grande y también más tranquilo, pero la realidad era otra. En fin, aquella tarde mientras caminaba con mis hijos la niña me tomó de la mano y me dijo:

-Papá hay un show de algo, vamos a ver.

Pero mi hijo, al escuchar a su hermana frunció el ceño y quiso seguir caminando, por lo que negocié que nos quedáramos solo unos minutos.

Nos acomodamos como pudimos para poder ver el espectáculo, era un número de clown y malabarismo. Pasaron algunos segundos, comenzó escucharse el tema “Circus” de Color Clowns y de la nada apareció la payasa más hermosa que vi en mi vida manejando un monociclo.

Los ojos de mis hijos se llenaron de brillo (y los míos mucho más) cuando la escuchamos presentarse: “Soy la payasa Jaqueca”. A continuación pidió un voluntario para su show con cuchillos. Sin esperar un segundo levanté la mano, y al instante terminé con los ojos vendados y escuchando cómo Jaqueca blandía filosos cuchillos sobre mi cabeza mientras los niños (incluyendo a mis hijos) gritaban y aplaudían.

Al terminar mi participación Jaqueca me regaló una golosina, y tras recibirla me tiré el lance de pedirle una foto junto a mis hijos. Luego también le pedí su cuenta en Instagram para etiquetarla y afortunadamente me la dio.

Claramente comencé a seguirla al instante, subí la foto y la etiqueté. Ella me devolvió el follow y comenzamos a chatear tímidamente. Pasaron una o dos semanas y vi que presentaba una exposición de máscaras hechas por ella y fui a verla. Al principio fue raro, diría que hasta incómodo porque en ese momento no éramos amigos ni nada; yo era solo un padre separado al que ella le había tirado unos cuchillos en un parque. Pero a medida que avanzó la noche congeniamos, nos reímos y quedamos en vernos de nuevo.

Luego Jaqueca armó un curso de actuación cómica, al que obviamente me sumé y al ver su dominio, su conocimiento y su talento, me terminé de obnubilar.

Fue durante esos encuentros artísticos donde ella nos enseñó algo que me ha sido útil siempre: para qué sirve la nariz roja de los payasos.

Resulta que la nariz roja en el payaso te da la licencia de ser libre. Al colocarte esa nariz sobre tu rostro solo debes dejar salir tu niño interior, liberarte de los complejos y jugar.

Al terminar aquel taller de teatro Jaqueca nos regaló una nariz roja a cada uno de los asistentes y nos dijo: “Cuando estén tristes, enojados, o tengan un día difícil, solo saquen su nariz roja, póngansela y llenen su mundo de color, vivan su vida a payasadas”.

Después de aquel encuentro ya nuestra amistad era imparable. Nos convertimos en compañeros y compartíamos idas al cine, teatro, visitas a museos, centros culturales, y hasta festivales circenses. Gracias a Jaqueca Buenos Aires para mí era una fiesta. 

Pero lo malo de las fiestas, las salidas y los amores platónicos es que se terminan… justamente cuando todo iba viento en popa, llegó un correo de la escuela Commedia Dell’Arte al correo de Jaqueca otorgándole una beca. Para que entiendan, esta institución es una cosa así como el Harvard del arte callejero.

Me enteré porque me mandó un WhatsApp muy emocionada. También me pidió que no nos despidiéramos porque “las despedidas son un decreto y, si lo hacíamos, entonces no nos volveríamos a ver”.

Esto ocurrió hace ya unos cinco años. Igual hoy en día seguimos en contacto, ella vive en Florencia y es una gran artista. Yo sigo en Buenos Aires, tengo un buen trabajo, escribo y hago películas. Pero lo más importante: cuando tengo días de mierda, me pongo mi nariz roja y salgo a caminar… no saben lo maravilloso que es “vivir la vida a payasadas”.

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Reuben Morales Sep 01, 2022 | Actualizado hace 2 meses
El mariachi mero, mero, ¿es mexicano?
Ante una serenata de mariachis siempre surge una duda: El mariachi mero, mero, ¿es mexicano?

 

@ReubenMoralesYa y @Victor_8a

Mariachi que se respeta tiene cualquier nacionalidad, menos la mexicana. Por poner un ejemplo, quienes aquí escribimos somos venezolanos y como tal, sabemos que en Venezuela el mariachi es típico… típico que es colombiano. Tanto así, que alguna vez hubo un conjunto que no lo disimulaba llamándose “Mariachis de Guadalacúcuta”.

De hecho, el fenómeno de las migraciones ha internacionalizado tanto al mariachi, que en el mismísimo México hay dos tipos de mariachis: el oriundo de México y el venezolano que acaba de llegar y debe resolver cantando “Cucurrucucú paloma” (a riesgo de que otro compatriota lo mire raro por la inspiración con la que grita “paloma”).

Aunque dicha internacionalización de seguro debe tener sus límites. No imaginamos a un mariachi dando una serenata en predios talibanes. Seguramente no le perdonarían lo “mero macho” de su atrevimiento. Aunque sí nos imaginamos a un tenor alemán interpretando La malagueña, a todo gañote, para luego enterarnos de que el cuate ni siquiera ha probado una enchilada.

Pero tampoco se es mariachi por ejecutar bien sus instrumentos musicales o por no tener nacionalidad mexicana. Lo que realmente termina de hacer a un mariachi, es el dominar a la perfección el arte de entrar a la camionetica del conjunto sin que sus compañeros le ensucien el traje; a la vez que evita meterle el sombrero en el ojo a otro o asfixiarlo mientras le pone el guitarrón en la barriga. Aunque un mariachi realmente se gradúa, es cuando logra sobrevivir una tormenta tropical usando como paragua solamente su sombrero.

Otra cosa que hace a un mariachi es el tiempo que dura metido en la casa de quien le contrata. Porque dicho tiempo debe tener esa duración exacta mejor conocida bajo el nombre de “visita de médico”. Un tiempo especialmente acordado en el gremio mariachístico para cumplir con dos medidas sanitarias. La primera, que ninguno del conjunto vaya a incurrir en la vergonzosa necesidad de pedirle el baño prestado al dueño de la casa. La segunda, pues que el trompetista no se vea en la imperiosa necesidad de vaciar el chorro de saliva que acumula su instrumento. Por ello, si usted o uno de los suyos contrata un mariachi, evite esa práctica de dárselas de próspero pagando una ñapa para otra canción más. Le podrían terminar dejando una ñapa en la casa.

Aunque lo realmente común que tienen todos los mariachis -vengan de donde vengan- es que parecen superhéroes. De día tienen una personalidad como la de Bruno Díaz, pero basta que les llegue la batiseñal de “acaba de salir un toquecito”, para que saquen su traje de gala y se transformen no en Batman… sino en un doble de Vicente Fernández.

Además de que tienen superpoderes que no tiene ningún superhéroe. Uno de ellos se evidencia cuando alguien de la fiesta tiene una borrachera de esas que de lejos hiede a frasco de Listerine y, apenas llegan las trompetas al son de un jarabe tapatío, el hombre inmediatamente recobra la sobriedad. Un fenómeno que aún no se explica ni la misma Organización Mundial de La Salud.

Aunque bueno, como todo superhéroe, el mariachi también tiene su limitación. Una vez supimos de un mariachi a quien contrataron para dar una serenata callejera a una mujer que vivía en un piso quince. Como era de esperar, el gañote no le dio para tanto y le tocó dar la serenata por el intercomunicador. Obviamente, ese amor murió aquella noche.

Es por todo esto que el mariachi cuenta con un encanto particular que le hace tan apetecible a cualquier ser humano. Un encanto que va más allá de su música o sus trajes. El encanto de que, sea donde sea la serenata, cualquier integrante de ese conjunto podría ser su compatriota. Así que, si le falta platica, toca un instrumento y no nació en México, llámenos que le tenemos una oportunidad de negocio. Consiste en ser integrante de un nuevo conjunto de mariachis que estamos armando nosotros y que ya hemos bautizado como el “Mariachi Tradicional Echateuntalco”.

Artículo escrito a cuatro manos por Reuben Morales y Víctor Ochoa

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Juan E. Fernández Feb 27, 2022 | Actualizado hace 1 mes
La primera cita
Esa no solo fue la primera cita de mi hijo, también fue la primera vez que descubrí que no podré estar siempre para protegerlos

 

@SoyJuanette

Sentir mariposas en el estómago, probarse cinco camisas distintas, verse al espejo cincuenta veces y peinarse más que John Travolta en Grease… Había olvidado todos los niveles por los que pasa una persona cuando tiene una cita, y más si es tu primera vez.

Aquel viernes no fue distinto a los otros. Y, después de escribir el artículo del lunes y tener varias reuniones, finalmente a las 18 camine las 20 cuadras que separan mi casa de la de mis hijos para buscarlos. Quiero aclarar que camino porque me gusta, no vayan a pensar que es porque soy un rata y no quiero gastar un viaje en colectivo… Aunque viéndolo bien, si aquí en Buenos Aires llegan a quitar los subsidios al transporte en Capital, hasta mis hijos van a tener que caminar.

En fin, para mí los fines de semana son como una fiesta de amigos desde hace 5 años. Siempre fue lo mismo: los viernes busco a los chicos, llegamos a casa, pedimos pizza o empanadas (a veces las dos cosas), tomamos gaseosa y vemos algo en la tele o jugamos a la Play. Los sábados son más vertiginosos, porque generalmente salimos a conocer algún lugar de Buenos Aires.

Por ejemplo, algunos hallazgos de nuestros sábados durante estos cinco años han sido la casa de Ernesto Sábato en Santos Lugares, Tierra Santa, el Parque de La Memoria, el Mercado de San Telmo, El Banderín y muchísimos otros. En cuanto a los domingos son más tranqui porque desayunamos tarde, comemos fideos con tuco o pesto, reposamos y luego se viene el regreso a la casa de mis hijos.

Pero aquel fin de semana sería muy pero muy distinto. Yo algo sospechaba porque, cuando veníamos en el colectivo, mi hijo que es muy pero muy hablador estuvo callado todo el viaje. Y en la noche, cuando siempre se come 4 porciones de la pizza de muzza de Pin Pun, solo se comió dos. Luego de cenar y cuando su hermana fue al baño, mi hijo me dice:

−Pa´, tengo algo que decirte…

Obviamente al escucharlo se me subieron los colores al rostro. Suspiré fuerte, mantuve la compostura y le respondí:

−¿Qué pasó?

Acá quiero aclarar que mi hijo es muy tranquilo. Tal vez sonará a cliché, pero créanme, a mi hijo le da paja hasta caminar; nunca nos dio problema de ningún tipo… pero ahora pasa por ese trance llamado adolescencia, que fue inventado por la naturaleza para probar los límites de los hijos y la templanza y la paciencia de los padres.

Mi hijo se tomó unos segundos y me dijo: me voy a encontrar mañana con una chica en una plaza cerca de la escuela y tienes que dejarme ir.

En ese momento me di cuenta, por el tono de su voz y sus frases en imperativo, que mi niño, aquel con el que jugaba, al que le preparaba panchos y veíamos dibujitos, había dejado de ser un niño y encima estaba flechado.

Por supuesto que lo interrogué como si fuera yo un agente de la KGB: ¿quién es?, ¿cómo la conociste?, ¿de dónde es? Y luego de escuchar atentamente sus respuestas le pregunté si su madre, es decir mi exesposa, sabía de esto. Claramente no sabía, porque ¿para qué le iba a decir él? Para eso estaba yo…

Ahí le dije que lo hablaría con su madre y si estábamos los dos de acuerdo, entonces iría. A mi comentario el respondió viéndome fijamente a los ojos y con el ímpetu de esos entrenadores de ventas que te dan fuerza para que conquistes el mundo: “Papá si hay alguien que pueda convencer a mamá ese eres tú; confío en que lo puedas hacer”.

Tengo que confesar que su comentario me dio mucha risa, pero no lo demostré. Solo asentí con la cabeza para aceptar la misión y procedí a llamar a mi ex.

Tras debatir de la inseguridad, las enfermedades de transmisión sexual y otras verduras finalmente accedimos, pero con la condición de que nos mandara la ubicación en tiempo real. A regañadientes aceptó. 

Ese viernes nos las pasamos mi hijo, su hermana y yo buscando el atuendo correcto que usaría mi preadolescente en esta su primera cita. Esa noche ni él, ni la madre ni yo dormimos. A la mañana siguiente se despertó muy temprano, desayunó y junto con su hermana comenzaron a ensayar peinados y atuendos para aquel evento trascendental.

A eso de las 11 de la mañana de un sábado, vi como mi hijo se subía a un colectivo para ir al encuentro de su doncella. Lo que él no sabía es que segundos después yo tomé un taxi y usé una de las frases más usadas en las persecuciones tanto en cine como en TV: “Siga a ese colectivo”.

El tipo no entendía nada, imagino que pensó que yo era un esposo celoso siguiendo a su mujer, y durante todo el viaje me veía con cierta lástima. Pero cuando vio que se trataba de un joven (por supuesto le expliqué que estábamos siguiendo a mi hijo porque tendría su primera cita), entonces me miro inquisitivamente, y la verdad no sé si me creyó. Me bajé del taxi y sigilosamente seguí a mi hijo hasta la plaza.

A todas estas su hermana, quien era mi cómplice, seguía los pormenores vía WhatsApp desde mi departamento. Y la madre, desde su casa, no despegaba los ojos de la ubicación de su hijo, que recibía por Google Maps.

Llegó la hora de la cita, mi hijo comenzó a impacientarse pues la chica aún no venía. Pasados ya 15 minutos mi hijo sacó su celular y la llamó, no tengo mucha experiencia en eso de leer los labios, pero juro que entendí cuando le dijo: “No te preocupes, lo entiendo, otra vez será”. Los padres de la joven no la habían dejado venir a la cita, porque vivía lejos y no tenía quién le acompañara.

Tras cortar, sus ojos se llenaron de lágrimas, y los míos también. Fui testigo del momento justo en que mi hijo descubrió algo que yo aprendí hace muchos años: enamorarse duele.

Mi hijo se secó las lágrimas, me llamó y cuando sonó mi teléfono obviamente quedé en evidencia. Él volteó hacia donde estaba yo. Pensé que se enojaría, pero ni siquiera me preguntó qué hacía yo en la plaza; por el contrario, se acercó hasta mí, nos dimos un abrazo y nos fuimos los dos a casa con el corazón destrozado.

Justo cuando íbamos de regreso caí en cuenta que lo había seguido para protegerlo, para que no le ocurriera nada, pero hay una triste realidad: hay cosas de las que no lo podré salvar, y que pueden hacer más daño que un punga: la desilusión, por ejemplo.

Esa no solo fue la primera cita de mi hijo, también fue la vez que descubrí que no podré estar siempre para protegerlos.

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Reuben Morales Ene 20, 2022 | Actualizado hace 1 mes
Mis Crocs cumplen 15 años
Ustedes se preguntarán cómo llegaron a cumplir quince años unas Crocs, aquí les cuento la cantidad de vivencias que marcaron nuestras vidas por siempre

 

@ReubenMoralesYa

No soy vidente profesional, pero una predicción que sí les puedo dar es que cuando llegue el Apocalipsis, lo único que seguirá existiendo serán las pirámides, la muralla china y mis Crocs. En este año 2022, mis Crocs cumplen quince años. Una proeza que celebraremos yo, alguien que lea esto en el departamento de mercadeo de Crocs y alguna ballena que jamás se terminó comiendo este par de evidencias de que el plástico es menos biodegradable que el comunismo.

Y ustedes se preguntarán cómo llegaron a cumplir quince años unas Crocs (cosa que también se pregunta mi esposa, quien las quiere botar desde que me conoce). El primer secreto es que soy de esas personas que usa las cosas hasta que ya no sirven, como una chequera que todavía tengo del año 1999. El segundo secreto, es que calzo 49 y no consigo zapatos con facilidad. Y el tercer secreto, es uno jamás revelado: uso mis Crocs con medias.

Por eso no quise que mi par de Crocs negras dejaran de tener su fiesta de quince años (fiesta por demás barata, pues las cumpleañeras no comen, no bailan y con las mangas del vestido de una quinceañera, salen dos vestiditos para ellas). La gran oportunidad para bailar el vals con ellas puestas, pero en las manos porque están tan lisas que no me quiero dar una matada. Incluso me imagino bailando el clásico tema de Chayanne: “Tiempo de Crocs, un, dos, tres al revés…”.

Por supuesto, como en toda fiesta de quinceañera, también proyectaré un video de los momentos más icónicos de mis Crocs en estos quince años de vida. Como el momento en que las compré, allá en el 2007. Recuerdo cómo supe que, de entre todas las Crocs expuestas en el mostrador de la zapatería, esas eran. Claro, eran las únicas que me quedaban.

De ahí en adelante, experimentamos una cantidad de vivencias que marcaron nuestras vidas por siempre. Como la primera vez que usé mis Crocs negras con medias blancas. La gente creía que estaba caminando sobre dos pingüinos. También las usé cantidad de veces en la ducha como jabonera. Luego conformaron la primera cuna de mi hijo para después ser el Titanic de sus muñequitos en la bañera. También estuvo la vez que les amarré una cuerda y sirvieron de salvavidas para rescatar a alguien que se cayó de una lancha. Mismo fin de semana cuando acampamos en una playa, nos sirvieron como colador de pasta y luego para defendernos de unos malandros cuando se las lancé como búmeran. Con una sola Croc neutralicé a veintiocho de ellos.

Han sido recuerdos muy gratificantes. Como la vez cuando emigré a Colombia, que media maleta se perdió nada más en llevar mi par de Crocs. Aunque lo positivo fue el momento cuando el Guardia Nacional me revisó la maleta a ver con qué se quedaba. Cuando vio dos Crocs me dijo “No, hombre… siga”.

¡Qué orgullo siento! Mis Crocs dejaron de ser unas niñas para convertirse en todas unas mujeres. Aunque envidio la lentitud con la que envejecen. Ahorita de quince, se ven más jóvenes que un renacuajo. De hecho, creo que ya di con la tasa de envejecimiento de las Crocs. Así como los años de perros son siete años de humanos, el año de una Croc equivale a -2 años de humano.

Así, cuando yo cumpla cien años, mis Crocs tendrán -73. Entonces las donaré a un museo de historia y allí quedarán expuestas. De hecho, me las imagino ahí colocadas en una muestra con las pirámides egipcias y la muralla china. El nombre de la exposición será: “Las únicas cosas que sobrevivieron al cambio climático”.

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