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[Opinión] Amaneció distinto, por Laureano Márquez

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Este lunes, amaneció de democracia. Una contagiosa alegría se apodera del alma venezolana. Hoy todo nos parece más bonito, como si el cielo fuera más azul y los verdes de nuestras montañas más verdes y el país más país. Lo que parecía imposible para muchos se logró. Venezuela tiene un solo camino, la democracia y el voto como instrumento de cambio y el que no lo entienda, peor para él.

En los días previos al domingo de la votación todo parecía abismo. La gente compró comida porque barruntaba lo peor. Esperábamos que el gobierno no reconociese los resultados o que el CNE los “maquillara”, que una nueva irreversibilidad se nos cruzara en el camino. No fue así: hay momentos en los cuales sale muy caro contrariar la determinación de un pueblo. Sucedió en el Chile de Pinochet y también aquí. Con un CNE abiertamente parcializado, luego de una campaña electoral de un ventajismo grosero, en medio de una invisibilización comunicacional vergonzosa de la oposición por parte de los medios públicos y también los privados sometidos por el miedo o la complicidad, se logró lo que las encuestas pronosticaban, lo que se percibía en el pulso del alma nacional: triunfó la voluntad de cambio.

Lo del domingo no es una muestra de “madurez política”, no nos caigamos a coba, fue el hambre que viene tocando la puerta del venezolano, la desesperación que propició un deseo de rectificar rumbos. Eso es lo que quiere Venezuela, dice uno tratando de entender: parar la confrontación, resolver los problemas. Se gobierna para producir en los pueblos “la mayor suma de felicidad posible”, tan sencillo y tan complicado. Al parecer, la gente es más feliz cuando los hospitales funcionan, la educación es mejor, las calles son transitables y el sueldo le alcanza. No sé por qué misteriosa razón, la gente es más feliz cuando no la atracan en la calle y no la asesinan por robarle un teléfono, vainas de la gente, pues, que es rara. Y esto lo desean los venezolanos por igual, más allá de preferencias ideológicas y políticas, porque ningún malandro pregunta de qué partido eres a la hora de ponerte una pistola en la cabeza.

La oposición debe entender claramente qué pretendemos de ellos: trabajo, compromiso, responsabilidad, inteligencia y sobre todo esperanza de un futuro mejor. Construyan el liderazgo que aun no tienen con acciones sensatas. Todos votamos sin conocer sus nombres, los hemos hecho nuestros representantes, les toca ahora convertirse en ellos. Debemos recuperar la fe en la política como mecanismo de resolución de conflictos en una sociedad democrática. El gobierno y concretamente el presidente tiene mucho más que entender. Por menos que esto han abdicado reyes y renunciado presidentes. Nadie le está pidiendo que renuncie, presidente, pero sí que trate de meditar en lo qué le ha sucedido. El primer discurso fue muy mal presagio, ojalá sea solo producto del agotamiento del día y no de una certeza. “Ha triunfado la guerra económica”, dijo. Pues no, presidente, es justamente lo contrario: triunfó la convicción de que no hay guerra económica, sino un desatino monumental en la conducción del país, cosa que le toca directamente. No triunfó la derecha, sobre la izquierda. Es mucho más simple: ganó la idea de que la sensatez debe imponerse, triunfó el sentido común de supervivencia de un pueblo que ve lo que se le viene encima. Tómese unos días, váyase a Mérida, relájese y medite sobre lo que le sucedió y actúe en consecuencia.

Una buena señal de que un tiempo distinto comienza sería que los presos políticos pasaran la Navidad con sus familias en libertad. Quizá esa sea la mejor manera de convencer a los venezolanos de que un cambio está comenzando, de que la reconciliación de la nación es el único camino posible.

Amaneció distinto. Venezuela quiere cambio, quiera Dios que el mensaje se entienda.

Administrar la esperanza por Laureano Márquez

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La próxima mayoría de la Asamblea Nacional que ya nadie duda se va a constituir a partir del próximo domingo, tiene una de las tareas más difíciles que congreso alguno ha tenido en nuestra historia: administrar la esperanza del alma nacional de que es posible constituir un país en el cual el que pierde no lo ha perdido todo y el que gana no es el amo y señor de nuestro destino. Venezuela reclama dialogo, proyectos, paz. El país necesita resolver problemas. Venezuela tiene que ser un país vivible donde podamos volver a tener la sensación de que nuestros hijos pueden alcanzar mejor vida de la que tuvimos nosotros, no solo en bienestar económico, sino también político y espiritual.

Es importante que en las primeras de cambio la Asamblea de la señal de que aquí no se ha venido a destruir a nadie, porque el miedo es la única cosa democrática que nos va quedando: no solo tiene miedo quien es víctima de los abusos del poder, sino también quien lo produce. Y si a este último se le instala en la cabeza la idea de que lo que vienen a hacerle a él es lo mismo que él ha hecho en los últimos años, se va a poner belicoso, porque él en la intimidad de su consciencia sabe muy bien las ruindades que ha hecho, amparado en un discurso que pregona exactamente lo opuesto de sus acciones y no las quiere para sí.

Creo que se requieren tiempos de “calma y cordura”, como diría Don Eleazar, de dialogo y reconstrucción pactada. Aliviar las cargas del que se hunde, porque como nos enseñó el Titanic, los hundimientos no son buenos, aunque vayas en primera clase. Es tiempo de malabaristas y equilibristas, de los artistas de la política, de los héroes de la retirada. Lo que viene es una época nueva que requiere de una actitud nueva. Desde la misma noche del 6, señores políticos. Muy atentos a como asumen todo, a como lo administran, a que sentimientos se exaltan y cuales se aplacan. No es venganza lo que busca la sociedad venezolana, es una alianza para el progreso, con perdón de la mala palabra. Después de todo, ser líder es solo trazar caminos razonables de esperanza común.

El año que viene, según todos los que saben, será el año de la debacle económica, eso es lo primerito que hay que atender. Para ello también los amos del poder tendrán que oír, negociar y transigir. Es un “dando y dando”, es un “ven acá que te explico”, un “cómo te digo lo uno te digo lo otro”, un “sin que me quede nada por dentro” con el que tanto sabemos lidiar los venezolanos. Si desde las cúpulas  no entienden y procesan lo que les va a suceder, si no abren el camino de una transformación y transición, si no entienden que ante una derrota no se puede “gobernar con el pueblo” porque precisamente el pueblo fue el que habló, entonces apaga la luz y vámonos, como diría Fausto Masó

Debo reconocer que en estas reflexiones están marcadas por mi cercanía aLuis Vicente León, a quien respeto y admiro –¡sí, yo también me vendí!-. En “yo tuve TV”, él finalizaba diciendo que lo contrario al miedo no es la valentía  irresponsable del temerario, sino la esperanza del sensato que proviene de quien hace lo correcto. Los venezolanos de hoy no podemos pensar en otra cosa que en el futuro, en lo que nos viene y eso nos angustia.En estos días de adviento una profecía de Isaías nos llegaba como pedrada en ojo de boticario: “Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor”

Ojalá ese día comience el 6 de diciembre y desde la noche de ese  día espíritu del que habla el profeta se apodere de todos nosotros, para bien de Venezuela. Todos tenemos mucho miedo, todos necesitamos esperanza.

 

@laureanomar

 

Breve historia del voto por Laureano Márquez

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La historia del voto es casi tan vieja como el hombre mismo. En la antigua Grecia (que fastidio que todo haya que remitirlo a la antigua Grecia, pero así son las cosas -como diría Yanes- somos parte de la cultura occidental, esencialmente griegos) se votaba con eso que llaman nuestros parlamentarios hoy la señal de costumbre: levantando la mano. Eso en griego se llamaba «cheirotoneo», literalmente se traduce como «extender la mano».

Quien quita que de este origen derive el hecho de que muchos candidatos vinculen el voto con la limosna -que también se obtiene extendiendo la mano- y decidan darle limosnas a la gente justamente en tiempo electoral, transformando en votos la miseria de los ciudadanos. Sobre esto de votar con las manos, el gran Aristófanes,  que a todo le encontraba chiste, puso en boca de las mujeres -que dicho sea de paso en la sociedad machista griega no tenían ningún derecho, a pesar de que Pericles decía siempre «griegas y griegos», «suidadanas y suidadanos»- en su obra «Las asambleístas» el siguiente verso: «¿cómo haremos nosotras que solo sabemos levantar las piernas para levantar las manos?»,  a lo que Praxagoras responde: «la única dificultad auténtica es que en las votaciones solo se levanta un brazo». Son chistes griegos de carácter claramente discriminador y sexista, que no compartimos y solo reproducimos aquí por cultura general en torno al voto y como muestra de lo que se ha tenido que luchar en occidente por lograr el sufragio  ese que llaman «universal, directo y secreto».

Sobre este último aspecto hay que apuntar que el voto a mano alzada presentaba una dificultad: se conocía la identidad del votante. Pericles tenía  un par de sobrinos a los que los atenienses llamaban «los pericleros», cuya misión era la de ir identificando por quién  votaban los electores. A los gobernantes autoritarios les encanta decir que ellos conocen la forma como vota la gente (para asustarla por aquello de la limosna. Como ven, el uso político del miedo es un asunto que también tienen su historia). Por esta razón los griegos inventaron también el secreto del voto, para que los votantes pudieran votar sin temor a represalias por sus opiniones políticas. Lo de la famosa «lista de Pitagoras» son exageraciones de los tergiversadores de la historia. Lo único que sí dijo el matemático samonense es que muchos votantes son realmente unos catetos a la hora de expresar sus preferencias políticas.
Para evitar riesgos, la sacerdotisa Tibisópulos de Lucenea se inventó  una modalidad de votación conocida  como «psephophoria», que se hacia usando una piedra (psephos) colocada en un ánfora (hydría). Nótese como cambian los tiempos: a diferencia de hoy, un tira piedras en la antigüedad griega era un verdadero demócrata. Con la piedra en el ánfora se votaba anónimamente bajo el lema de: «tu voto es secreto y marrón». Terminada la votación, Tibisópulos anunciaba la «victoria Nike» (porque decía ella: «¡ni ke yo fuera imparcial!»), cosa que sucedía luego de que los atenienses pasaban varias horas contemplando la barandita del Partenón de Atenas. Al conocer  los resultados, la gente celebraba, pero en su casa tranquilitos porque los espartanos se ponían belicosos cuando perdían.

Hasta aquí llega esta breve historia del voto. Debemos imitar a los griegos y defender el destino de la polis. Ellos votaban muy animados porque conocían los resultados de las encuentas de Luis Heráclito de León  quien dijo alguna vez: «nadie se baña dos veces en las aguas de una misma derrota». Así  que vienen tiempos de «calma y cordura», como diría el general,  porque esta historia Atenas comienza.

 

@laureanomar

Carta al huevo por Laureano Márquez

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Querido  huevo:

   Sé que es como extraño escribirte una carta a ti que eres tan ensimismado, pero la presente es para despedirme. Entre las cosas que se lleva el huracán revolucionario,  te tocó a ti esta semana. Es una pena, porque uno se había encariñado desde niño contigo. En la mañana, ¡cómo resolvías un desayuno! Muchas señoras vivían de hacer tortas y venderlas, pero es lógico  que el gobierno quiera también el monopolio de las tortas.  Adiós a las tortillas francesas, a las panquecas y a tantas otras cosas de la que fuiste durante tantos años fiel compañero.

    Muchos especialistas hablan de tus propiedades, yo prefiero omitir este punto no vaya a ser que alguien diga también:  “¡exprópiese!”. Pero es menester señalar que mucha gente te acusa de que tu yema tiene colesterol y eso te hace sumamente peligroso. Sin embargo  personas con conocimiento y autóritas, como el Dr. Martins, han salido en tu defensa. Él afirma que tu colesterol es un mito, que todos los estudios que sobre ti se han hecho –no sé si sabias que te estudian- revelan que el colesterol tuyo es insignificante en la sangre. Por el contrario, eres (o eras, mejor dicho) una fuente de proteína de alta calidad importante.  Escribiéndote esta carta me enteré que también tienes en tu composición  “colina”, como el cantante, algo que es bueno para el cerebro. Quien quita que detrás de esta guerra huevática se esconda una intención perversa de embrutecernos más.

    Que lejanos se ven aquellos tiempos en los que Claudio Nazoa incitaba a tu consumo diciendo “¡No coman cuento, coman huevo!”, lo que le valió el mote que hasta hoy le acompaña de “el come huevos”. Esta semana todos te hemos buscado con desesperación, quizá por el afecto que te tenemos (bueno y también porque la gente sabe que este gobierno es un rey midas al revés y que te sale privativa de libertad), la gente no quiere tenerte lejos en esta Navidad y el gran problema que tú tienes es que no eres bachaqueable, porque me vas a perdonar y no te ofendas: tú has sido siempre muy delicado.

    Yo te evoco en este adiós en las manos de mi madre mezclando a media familia tuya para preparar una tortilla española. Ella batía primero las claras, para que agarraran una consistencia que le diera cuerpo a la tortilla, luego las yemas y después las papas fritas en cuadritos y el perejil picado (los canarios le ponen perejil a la tortilla). Si mi madre viviera también te extrañaría. Mis tíos también: los recuerdo de niño bebiendo en  el desayuno  un vaso corto de vino Sansón con una yema tuya  cruda dentro (¡guácala y recontraguácala!). Yo no sé cómo podían hacer eso. Recuerdo también que la señora Odila le ponía huevos a las hallacas que alimentaban nuestras navidades, porque ella es andina. Este año sus hallacas, en caso de que el presupuesto alcance, serán centrales. Es que hasta las tradiciones se perderán con tu ausencia. Recuerdo unos carnavales en los que tu caíste de no sé donde sobre mi cabeza. Ese día te odié, pero no sé que tienes que uno siempre te perdona y se reconcilia contigo. Como no recordar también en esta carta de despedida, a  los huevos sancochados con los que acompañabas  los viajes a la playa y las ensaladas y que dieron origen a aquella memorable frase que uno usaba para decirle a un amigo que estaba equivocado: “estas más pelado que huevo pa’ensalada”. Otra cosa: hasta numéricamente nos cambias el horizonte, porque nadie negará que la palabra docena parece haber sido establecida por la providencia para medir los huevos.

   La única esperanza que me queda en esta despedida, querido huevo, es la fuerza de tu poder simbólico. En la tradición occidental eres emblema de creación, nacimiento,  material originario de las cosas que da a luz toda vida. Quiera Dios que tu ausencia, justo en estos tiempos electorales, sea  solo preparación de un retorno radiante en el que vuelvas  con  la redención que los venezolanos deseamos, con  la luz que anhelamos brille nuevamente cuando esta pesada sombra pase, para darnos vida buena en abundancia para todos.

¡Adiós panita huevo, vuelve pronto!

 

P.S.: no te abrazo porque te quiebro.

    

@laureanomar 

   

Huyendo de sí mismo por Laureano Márquez

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Este gobierno huye de sí mismo, no se puede soportar, rompe los espejos que le reflejan. Los fiscales cómplices lo abandonan, los encargados de las expropiaciones tiran la chaqueta cuando ven a la gente de trabajo llorar una vida perdida, cosa que conmueve al más pintado.  Anda como la oración de Santa Teresa, pero al revés: “todo le turba, todo le espanta, nada le sale, Dios no le basta”. No le han crecido las personas de corta estatura porque no ha montado un circo. La suerte le abandona. Esta atrapado en sus contradicciones, a punto de perder unas elecciones, cuestionado internacionalmente, con los precios del petróleo mucho más bajos que lo que necesita para su habitual festín de petrodólares, con todos los organismos de Derechos Humanos con las alarmas encendidas. Verdaderamente su situación es lastimosa y por tal razón, como suele suceder con  algunas personas y algunos  gobiernos, está en uno de esos momentos peligrosos  para sí mismo y para los demás. Debemos ayudarlo a irse en paz,  como si fuese un gobierno malo más y  no como la tragedia  en que se ha convertido para el destino de los venezolanos, especialmente de aquellos que dice defender. Diciembre será el primer paso de un largo camino que habrá que transitar, tranquilos y sin nervios, como diría López.

El gobierno sabe que la causa de una de las crisis económicas más grandes de nuestra historia y de la inflación más alta del planeta es la absurda, contradictoria y destructiva política económica. Sabe que este dañó solo puede corregirse con medidas impopulares y difíciles, como suele suceder siempre que viene la austeridad luego de una borrachera financiera. Pero está atado de manos. No puede reconocer que lleva 17 años metiendo la pata, no puede tomar medidas de esas que se suelen asociar al neoliberalismo, porque se notaría su desnudez. Seguirá adelante rumbo al abismo. Culpará a quien pueda: volverá a Obama y al decreto y también a la CIA y a Uribe y a Rajoy  y a la OEA y a la NASA, si es menester. Pero ya nadie le cree. Ese disco se rayo, como decía la gente de antes.

El gobierno sabe perfectamente de su derrota en las elecciones que se avecinan, que se le han vuelto una verdadera pesadilla: si las pierde, como indican todas  las encuestas, incluyendo las compradas, se enfrentará al fantasma del que ha pretendido huir:  el desafecto popular, ganado a punta de convertirse en negación del discurso que le llevo al poder,  de todo lo que  alguna vez dijo defender: honestidad administrativa, respeto a los derechos humanos, imparcialidad de la justicia, autonomía universitaria, progreso y bienestar. Si las gana es mucho peor aún, porque si la gente proclama como fraudulentas las elecciones que ganaba de verdad, qué no dirán de unas ganadas con un evidente  70% de la población en contra y con observadores internacionales que observarán, aunque no de les deje venir.  Este gobierno está tan claro en que va a perder la Asamblea el 6 de diciembre que se inventó una tarjeta parodiando a la de la Unidad y la puso al lado, sin objeción del CNE. La llama “somos la  oposición” y el presidente le hace publicidad.  Este gobierno a punta de no saber donde esconderse, se escondió en la oposición. Nos hace creer que la oposición es quien gobierna y ellos la adversan. Llegan al extremo de pedir “un voto castigo consciente contra quienes han golpeado al pueblo”, ¡aunque Ud. No lo crea!

Este gobierno lo sabe todo, desde las causa del hundimiento del país, hasta las conversaciones privadas de la gente. Solo hay algo que el gobierno ignora: no sabe es que es gobierno. Esta como Mickey Rourke en la película “El ángel diabólico” en la que Louis Cifier  (Lucifer) lo contrata como  detective para que investigue el caso de un tipo que le vendió el alma y se le está escondiendo. Todas las evidencias conducen a que el que vendió su alma es el propio detective que investiga, pero él –obviamente- no lo ve. Pretendió engañar al diablo y terminó engañándose a sí mismo. Ahora baja en un ascensor cuyo descenso no para. No sabe quién es ni por qué se hunde. Por su propio bien, este 6 de diciembre hay que ayudarle a que se entere.

 

@laureanomar

Nos tocará a Marte por Laureano Márquez

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  Marte, el planeta floreciente que fue destruido por el capitalismo salvaje, según se dijo en algún momento de nuestra historia contemporánea, ha vuelto a ponerse de moda. Hay agua -que es mucho más de lo que puede decirse de nuestros supermercados- y a cada momento se encuentran nuevas evidencias de que sin duda ese planeta será la tabla de salvación para que la civilización terrícola encuentre un nuevo hogar. Parece que es mucho más fácil -y hasta barato- habilitar un nuevo planeta que arreglar este. Con una emigración al planeta rojo controlada y selectiva, quizá el ser humano encuentre un lugar seguro de paz, sin guerras ni terrorismo, sin crímenes ni hambrunas.

     Qué misterio el de la humanidad. Cuentan los astronautas que cuando observaban a La Tierra desde el espacio, toda ella era su casa, independientemente de si habían nacido en Ohio o contentos. Somos los terrícolas, salimos de las cavernas, construimos civilizaciones y mientras más inteligencia alcanzamos, contradictoriamente, más peligra nuestro destino. Por eso exploramos otros mundos, somos inquietos buscadores. Conquistaremos el universo, sin duda. No es descabellado imaginar el final de nuestro planeta, no como consecuencia de la explosión del sol o algún inoportuno asteroide, seguramente seremos nosotros mismos los autores del desastre y al final una nave de la NASA al estilo de  la serie «Viaje a las estrellas»  abandonado el planeta  con una selección de humanos previamente entrenados que se dedicarán a viajar por el espacio infinito en búsqueda de nuevas fronteras. En ese tiempo seguramente Marte ya será una colonia.

    La tierra será entonces una hecatombe de fundamentalísimos, terrorismo y narcotráfico, las grandes  fuerzas emergentes de este tiempo.  Bombas nucleares en poder de fanáticos irán explotando hasta contaminar la atmósfera terrestre y no quede nada. Vientos huracanados borraran todo rastro de civilización hasta que algún día otro planeta estudie nuestro suelo y observe con asombro que quedan rastros de agua y que algunos microbios sobrevivieron y que quien quita que alguna vez haya habido vida en ese misterioso planeta oscuro. Para ese entonces,  los que se fueron tendrán un vago recuerdo de aquel maravilloso lugar del que salieron. La reprogramación dirigida de sus mentes para adaptarlos a la vida espacial y al claustro de los viajes interéstelares, habrá borrado de su cerebro todo recuerdo de que una vez habitaron un planeta azul. Quien quita que un gen venezolano vaya en esa nave. Compatriotas nuestros que son auténticos genios ya trabajan en la NASA.

     Particularmente creo que los venezolanos de este tiempo, sin saberlo, ya estamos entrenando para este viaje que dura alrededor de tres años. Por estos lares, la gente sale de su casa lo menos posible, como consecuencia de la inseguridad y eso nos está ayudando a acostumbrarnos a vivir en ambientes cerrados. Las fallas en el suministro de agua enseñan a bañarte con totuma (¡sabrooooso!) con el menor gasto del vital líquido. El entrenamiento en la ausencia de papel de baño, también nos ayuda a sobrevivir en este viaje tan largo donde toda la higiene íntima funciona por aspiración. En un vuelo a Marte hay que olvidarse del champú del desodorante aerosol y del jabón. No creo que ningún otro terrícola este tan preparado como los nosotros. Estamos capacitados para sobrevivir a las mayores adversidades e incluso a sacar provecho de aquello que acabaría con otros seres humanos.

      El lector se preguntará: ¿y qué tiene que ver todo esto con el grave momento que vive el país?

Respuesta: ahhh, mucho, y es que si no votamos el 6 de diciembre y tratamos de evitar el desastre en  el pedacito de planeta que nos toca, quizá en verdad tengamos que irnos  a Marte, pero no en el Enterprice en un futuro lejano, sino el año que viene…y en bicicleta.

      

@laureanomar

En el mal la vida es más sabrosa por Laureano Márquez

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    Vistos los acontecimientos de esta semana, es inevitable una reflexión sobre el mal y la maldad. ¿Existe la maldad? Muchos venezolanos de este tiempo estamos convencidos de que sí y de que, además, tiene demasiado tiempo veraneando en nuestra tierra.

I

    La primera cuestión que surge sobre el mal es si realmente existe, o dicho en términos filosóficos, tiene ser. ¿Es el mal la ausencia de bien o la abundancia de bienes mal habidos? ¿Puede un corrupto ser feliz sabiendo que es malo o requiere de un proceso psicológico que justifique su maldad? Las respuestas a estas preguntas son de suma importancia en la tradición occidental cristiana. Es la indagación más común en la gente el preguntarse: ¿si Dios es bueno por qué permite tanta maldad? En un tiempo, la respuesta teológica era que el mal no existe, solo es una privación del bien (“privatio boni”), es ausencia de lo que debería ser. Vamos a ver: supongamos que yo soy por decir algo…  un… lo primero que se me viene a la cabeza: …un fiscal del ministerio público y mis acciones condenan a un inocente. Eso parece ser algo más que una “privatio boni”. Un teólogo me dirá que en verdad yo conocía cual era el buen camino, pero en función de la libertad, que es un don divino, yo decidí no tomarlo.

II

    Según los antiguos griegos, el mal solo puede ser consecuencia de la ignorancia. Una persona sabia entiende que lo que más conviene a sí mismo es obrar bien porque el mayor bien es el bien moral y como somos egoístas por naturaleza y queremos para nosotros el mayor bien, no hay mejor negocio, ni nada más inteligente que ser bueno. En  otras palabras, Sócrates les diría a todos los titulares de cuentas mal habidas en Andorra, que más que millonarios vivos, son unos pobres brutos al creer que porque se chorearon 1.000.000.000.000,00 de $ van a alcanzar el mayor bien que es el de ser virtuosos (como sí lo es el rector de la UCAB). Claro que ellos desde su Ferrari, su yate y su casota se reirán del filósofo que bebe cicuta por obedecer las leyes, pero el filósofo será eternamente bueno y eso sí que no tiene precio. Sócrates les diría: si todo el mundo se comportara como ustedes no tendrían ni siquiera donde gastar ese dinero. ¡Imagínense un mundo solo poblado de corruptos! Dicho de otra manera: ser malo puede producir dividendos únicamente porque la humanidad es mayoritariamente buena y por ello hay esperanza en el hombre. Dios no tolera el mal, acompaña al hombre que lo sufre y lo sufrió en su propia carne, para redimirnos de él aquí y ahora.  

III

   Hegel decía que el mal también tiene su utilidad en la formación del espíritu del mundo. ¿Cómo sabríamos si no dónde está el bien? Sin Hitler o Stalin en toda su maldad, quien quita que la humanidad hubiese caído en una experiencia fascista o comunista peor, irremediable y definitiva. Dios y la maldad coexisten porque sin la opción de escoger el mal no seríamos libres. Somos libres porque podemos decidir tomar distintos caminos morales y éticos: en este será una cuenta milmillonaria mal habida en Suiza, en aquel encontrar la cura a la lepra y salvar a millones (de personas). Entonces, desocupado lector, si sientes que solo ves maldad a tu alrededor -sea esta porque hay ignorancia del bien o por imposibilidad de tomar el camino correcto aunque lo conozcan-, el día 6 de diciembre tienes la oportunidad de ejercer tu libertad–con todas las limitaciones del caso, lo sé-, de expresar con todas tus fuerzas un contundente ¡yo no!  

   La maldad no debe espantarnos. Lo verdaderamente esperanzador es que siendo el mal tan sabroso, haya tanta gente optando por el bien.

 

 

@laureanomar

Brevísimo manual de economía por Laureano Márquez

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Introducción:

    Leo dos titulares, uno le sigue al otro:

* «Maduro: Productores deben controlar y gobernar el precio del petróleo».

* «Vamos a apretar las tuercas en la Ley de Precios Justos, dice Maduro».

    Pareciera, a primera vista haber una ligera contradicción entre ambas declaraciones, realizadas -aparentemente- en un mismo acto.  En este brevísimo manual me propongo demostrar por qué.

Cap. I: de la producción.

  Veamos: todo el que produce algo quisiera que aquello que produce se vendiera al más alto precio posible, un precio que produzca un buen excedente. Este excedente debería cubrir los costos de producción (para seguir produciendo) y una cantidad adicional para que el productor siga con vida (la vida de los productores es cara), es decir una ganancia. Los productores son gente mala y egoísta, en esto tiene razón el gobierno: a un productor le gustaría ser el único productor de un bien, porque así puede poner el precio que le dé la gana porque todo el mundo está obligado a comprarle. Eso se llama monopolio. Se considera que el monopolio es algo malo, porque distorsiona el precio de un producto, lo vuelve mucho más caro de lo que tendría que estar.

   Los que saben de economía dicen que si hay muchos productores de un producto, ellos van a competir entre sí para vender más y eso hará que el precio del producto se acerque lo más posible al costo de producción. Parece que es una regla que los costos de producción no pueden estar por debajo de los costos de producción. Es decir, produciendo a perdida, hasta el papa Francisco quebraría y por muy bondadosa que sea su alma, en algún momento tendría que cerrar su fábrica.

Cap.II: de los precios justos.

   ¿Qué es el precio justo?

      A- una programa de la TVE.

      B- regalado es caro.

      C- lo más barato que pueda conseguir.

      D- todas las anteriores.

    Vamos a ver: cuando compro quiero lo más barato, cuando vendo quiero vender lo más caro posible. En el primer mundo, hacer mercado es una tortura: cien marcas de leche, cien precios diferentes. Si en Caracas perdemos dos horas en la cola de la leche, en el primer mundo pierden al menos una averiguando cuál es el producto que más conviene, comparando precios y calidades.

    Sería razonable que el «precio justo» lo estableciese un juez, que sabe de justicia, pero la justicia del precio es de otra naturaleza, porque entran en juego muchos factores, entre otros: cuántos lo quieren, cuántos lo producen, cuánto cuesta producirlo. Un producto puede ser muy bueno, pero si nadie lo quiere, su precio justo está por debajo de cero, es decir, «regalado es caro».

     Si el gobierno regula un producto por debajo de los costos de producción, crea un precio «artificialmente justo», es decir injusto para el que produce. Los consumidores son gente mala y egoísta, en esto tienen razón los neoliberales: si yo veo que algo tiene un precio «demasiado justo» voy a querer ese producto, aunque no lo necesite. Como sé que se va a agotar pronto, porque todos somos malos, entonces lo compro y lo guardo y cuando los bolsas que no pudieron comprar lo quieran, se los vendo no al precio justo, sino a un precio requetejusto para mí: tres veces más  el precio que lo compré. De allí el llamado bachaqueo.

Cap. III: del petróleo y otras siembras.

     Según las últimas cifras oficiales (2013) producir un barril de petróleo costaba 11 dólares. Digamos que este año sean 15. Si se vende a 40 (40-15= 25). La «ganancia» es 62,5 %. Cuando estaba a 100$ , la ganancia era de 909%, casi el 1000% que se establece usualmente como de usura dantesca. ¿Era un precio justo? Totalmente: ¿gasolina gratis con el petróleo a 100? No creo que pueda haber algo más justo, para nosotros en nuestra historia. Sin embargo, los costos de producción barril de petroleo en Arabia Saudita están entra 4 y 5 dólares. Por mala suerte, ellos son nuestros competidores y son gente muy mala, quieren quedarse con el negocio, porque les gusta vivir muy bien, de donde viene el adjetivo «saudita».

Conclusiones:

   Hay y mucho petróleo en el mercado y pocos pollos. Se llama ley de la oferta y la demanda, presidente, y no la puede derogar el Tribunal Supremo.

 

@laureanomar