humor archivos - Runrun

humor

Reuben Morales Mar 14, 2024 | Actualizado hace 5 días
La pizza es mejor que el sexo
A estas alturas de mi vida me he dado cuenta de que la pizza tiene una gran cantidad de ventajas que la hacen muy superior al simple acto sexual

 

@ReubenMoralesYa

Cuando llegue ese día en donde mi hijo Tobías me haga la inevitable pregunta de “Papá, ¿qué es el sexo?”, me tocará responderle de una forma totalmente franca y directa: “Hijo, es un ejercicio entre dos personas desnudas que termina en una sensación muy intensa que jamás le ganará al acto de comerte una pizza”.

Porque mi amor hacia la pizza es de tal magnitud, que si en un programa de concursos me dijeran:

–¡Amigo Reuben!… ¡En la puerta de la izquierda hay una reina de belleza totalmente desnuda esperando para complacer todas tus fantasías y en la puerta de la derecha hay una pizza recién horneada tamaño megafamiliar con pepperoni, champiñones y aceitunas negras acompañada de una gaseosa helada para que te la comas tú solito! ¿¿¿Qué dices???

–Bueno, la verdad debo confesar que llevo mucho tiempo falto de cariño, sin nada de aquello y deseoso de algo ardiente. ¡Por eso escojo la pizza!

Porque a estas alturas de mi vida me he dado cuenta de que la pizza tiene una gran cantidad de ventajas que la hacen muy superior al simple acto sexual. En primer lugar, cuando vas a comerte una, siempre puedes elegir entre una gran cantidad de sabores. En cambio, cuando se trata de sexo, a veces toca comerse lo único que tienes al frente (así sepa a empanada fría).

Pero vayamos al momento de preparar la pizza. Cuando uno es comensal, es desprendido y nada celoso porque no le importa que sea otro quien agarre la masa de tu pizza y la masajee, la golpee, la voltee como a una media y la lance al aire. En cambio, si eso ocurre con tu pareja en el sexo, no te enterarás de que a tu “pizza” le echó un mordisco otro, sino hasta ese momento cuando veas que en tu habitación hay un calzone ajeno.

Luego viene el momento de los olores. Cuando esa pizza se está horneando, los aromas que llegan a tu nariz son tan buenos que te preguntas por qué hasta ahora nadie ha elaborado un perfume con fragancia a pizza recién horneada. En cambio, cuando se trata de sexo, los olores te recuerdan que hacer el amor es parecido a comer brócoli. Huele raro, pero después te lo terminas metiendo a la boca.

Ahora llega el momento glorioso de recibir la caja donde viene tu pizza. Es perfecto porque sabes exactamente lo que vas a recibir (aunque sepa mejor si le echas un lubricante llamado “aceite de oliva”). En cambio, cuando se trata de sexo, muchas veces ambos se desvisten y luego piensas: “¡Coño!… ¿Y esas estrías?… Bueno, ni modo. Sigamos adelante, pero con la luz apagada para que tampoco vea mi tatuaje de Pikachú al lado de la pokebola”.

Finalmente arribas al momento de comerte tu pizza. Un acto en donde tu cerebro y tu estómago disfrutan de que, en cada bocado, alcanzan un multiorgasmo. Y si eres tan generoso de compartir esa pizza, los que te acompañan quedarán tan felices como tú y además pensando que eres el alfa de la partida porque cada vez son menos los que se dignan a compartir una pizza. Pero en el sexo no. Porque si el sexo lo haces en grupo, es probable que termines con un codazo en un ojo, todo muerto de hambre y a punto de la asfixia porque tienes ciento veinte kilos encima.

¿Y qué podemos decir del precio? Por cara que sea una pizza, siempre será muchísimo más barata que el sexo. Y no me refiero al sexo con personas que trabajan bajo el sistema de resort de tiempo compartido. Me refiero al matrimonial, para el cual hasta debes endeudarte con el banco y quizás jamás te enteres de que siempre estuviste en un resort de tiempo compartido.

Por eso, para cuando llegue el momento crucial en donde mi hijo Tobías me haga esa pregunta de qué es el sexo; creo que logrará entender que la respuesta correcta es una pizza recién horneada, tamaño megafamiliar con pepperoni, champiñones y aceitunas negras acompañada de una gaseosa helada. Aunque, cuando complete esta pregunta con el infaltable: “Papá, ¿y entonces de dónde vine yo?”. Ahí le contestaré: “De una cita romántica en donde antes nos fuimos a comer una pizza”.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Reuben Morales Feb 01, 2024 | Actualizado hace 4 semanas
No monte bicicleta como yo
Lo malo es que, a pesar de todo lo sucedido, las ganas de manejar bicicleta no se le irán del cuerpo

 

@ReubenMoralesYa

El otro día me caí de una bicicleta. Aunque bueno, tampoco seamos tan trágicos. Digamos que más bien fui valiente y di la cara por ella. Y como no quiero que algo así le suceda a usted, le cuento qué debe hacer si desea ahorrarse cuatro puntos en un codo y el darse cuenta de que, al quebrarse un diente de adulto, el ratón Pérez no le trae dinero, sino que más bien se lo quita todo para dárselo al odontólogo.

Entonces, lo primero que debe hacer es salir a montar bicicleta un domingo. Esto ya hace que salga relajado y sin casco, porque usted sabe que la gente los domingos anda por la calle con la actitud de una tortuga con sobredosis de valeriana.

Por tanto, ahora propóngase pedalear hasta casa de su suegra. Es importante que su relación con ella sea tan buena como la mía, de modo que así despierte la envidia de quienes le vean; ocasionando que le lancen malas vibras por ser uno de esos extraños seres que es amigo del “enemigo”.

Ya en casa de su suegra, bébase tres termos de café negro como si fuera enfermera trabajando en el turno de la madrugada. Tal cantidad de cafeína le dará suficiente energía como para subir el Everest… (pero en bicicleta)… (y con la velocidad más dura).

Luego comience a rodar de vuelta a su casa, saque el celular para revisar los chats y confíe en que usted seguirá viendo la vía porque cuenta con un tercer ojo libre de hipermetropía. En ese momento, verá que le llega un mensaje de una amistad que usted aprecia mucho; lo cual le llevará a otra gran idea digna del premio de la selección natural de Darwin: llamarla usando el altavoz.

Es muy importante que, durante la llamada, su amistad le pregunte cuánto cobrar por un trabajo que le pidieron. Ahora su mente entrará en un proceso de multitasking al hallarse manejando bicicleta con una mano, hablando por teléfono con la otra, calculando los honorarios de su amistad, viendo la vía y analizando si pronunció bien la palabra “multitasking”.

Ahora llegue hasta un puente vehicular, dude si subir y entonces tenga el siguiente diálogo con las partículas de cafeína que corren por su cuerpo:

–Partículas de cafeína, ¿será que subo ese puente mientras hago más tareas que madre soltera en una mañana de colegio?

–Tranquilo… Si te late, dale como un expreso.

Entonces suba el puente para luego notar que, durante el descenso, su bicicleta comenzará a desarrollar una velocidad parecida a la de un motociclista luego de partir un retrovisor. Es importante que, al final de dicho puente, un ingeniero civil haya construido una acera pensando en que algún día bajará por ahí un ciclista manejando con una sola mano.

A este punto, ya su cerebro estará procesando a nivel de una computadora que tiene veinte páginas de internet abiertas a la vez.

Por lo tanto, usted no podrá evitar chocar con la acera y salir volando de la bicicleta como arquero en penales para luego aterrizar en la acera gracias a ese tren de aterrizaje que Dios le dio: el codo y los dientes. Y todo por no armar el freno de emergencia básico de todo ciclista: los zapatos desamarrados para que se enreden con la cadena.

Usted ahora se levantará del piso y, en medio del dolor, notará que le hacen falta su dignidad, cuatro puntos en el codo y un pedazo de chicle para ponérselo en el hueco del diente que acaba de perder. No obstante, todo será por una buena causa, pues a los días le llegará la noticia de que a su amistad la contrataron para el fulano trabajo (aunque estemos claros que fue un “golpe” de suerte).

Lo malo es que, a pesar de todo lo sucedido, las ganas de manejar bicicleta no se le irán del cuerpo. Por tanto, usted se quedará esperando que inventen la bicicleta con airbag, que su suegra no prepare un café tan rico los domingos y que su amistad aparte alguito de lo que cobre en ese trabajo para transferirlo directamente a la cuenta bancaria del odontólogo.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Normas de etiqueta para usar audífonos inalámbricos
Si vas a una entrevista de trabajo y terminas dándote cuenta de que es un reclutamiento para un negocio piramidal, ponte los audífonos inalámbricos…

 

@ReubenMoralesYa

¡Ya basta! Es necesario crear un código de conducta para estos dispositivos conocidos como audífonos, auriculares, cascos, yelmos o “esas cosas que olvido que tengo en las orejas desde hace tres días”. Porque ya comienzo a ver que la gente los usa incluso más que injerto de cabello de sugar daddy. De hecho, su uso es tan excesivo, que me preocupa encontrarme a personas que a sus 25 años ya les digas “necesito una luz cenital” y terminen escuchando “necesito una luz genital”. Por eso, presento esta primera edición de mis “Normas de etiqueta sobre el buen uso de los audífonos inalámbricos”:

Los audífonos se usan con las baterías cargadas

¿Saben esas personas que fingen riqueza usando un reloj de pulsera gigante sin pila que parece “Gucci”, pero que en verdad es “Fucci”? Así mismo hay gente que también usa sus audífonos sin batería por pura moda. Por eso, si quieres dejarlos en evidencia, grita de repente: “¡Mira, ahí viene un vendedor de resorts vacacionales!”. Si la persona voltea y huye, es que esos audífonos estaban más descargados que papá de gemelos un domingo en la noche.

No los uses cuando vayas a la playa o a la piscina: 

No es porque no me guste que escuches música mientras tomas sol. El problema vendrá cuando ya te encuentres sumergido en el agua, sin haberte quitado los audífonos, y la canción que escuchabas se comience a oír como cantos de ballenas borrachas reunidas en un karaoke.

No los uses si tienes las orejas grandes

Harán que tus orejas parezcan un bol con un marshmallow.

Tenlos listos en tu bolsillo para las siguientes ocasiones:

Si vas a una entrevista de trabajo y terminas dándote cuenta de que es un reclutamiento para un negocio piramidal, póntelos. Si te aborda un vendedor de revistas religiosas, póntelos. Si te sentaron a ver una película en familia que no te está gustando, póntelos. Si vas a misa y no te sabes ninguna de las oraciones o las canciones, póntelos. Si eres ministro o congresista y te toca escuchar al presidente por tres horas, póntelos. Si estás visitando a ese sobrino de siete años al que le regalaron una batería, póntelos. Si llega un vendedor de resorts vacacionales, póntelos (eso sí, con las pilas recargadas).

No los uses en la cama

A menos de que te cueste levantarte solo con la alarma. En ese caso, usa tus audífonos como estímulo adicional para buscar el que se te salió de la oreja en medio de la noche y terminó debajo de la cama.

No los uses en un concierto

Es para que a tus audífonos no les pase lo que les pasó a mis lentes en un concierto de ska al que fui una vez; en donde me metí en la olla, salté, me empujaron, mis lentes salieron volando, los pisotearon y los cristales terminaron como vidrio de autobús en medio de protesta estudiantil.

No los uses en el gimnasio

Porque mientras a ti te ayudan a estar concentrado haciendo más repeticiones de tu ejercicio, a nosotros nos ayudan a estar concentrados pensando en si los lavas al terminar el entrenamiento o si más bien los dejas así y te los llevas puestos por el resto del día. Te aseguro que hacemos apuestas a tus espaldas.

A este punto te felicito si pudiste leer las presentes normas sin audífonos puestos. Muy educado de tu parte.  Ahora, si lo leíste con audífonos, espero que hayan estado descargados y que también tengas un reloj “Fucci” sin pila. Eso sí: recuerda que todo lo expresado en este escrito no pretende ser un mandamiento cerrado. Solo son consejos que buscan darte una luz para la vida (aunque espero no sea una luz genital).

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Laureano Márquez P. Dic 21, 2023 | Actualizado hace 4 semanas
Life2vec
Un nuevo avance se suma a los que ya nos brinda la IA: la posibilidad de predecir nuestra muerte en los próximos 4 años con una precisión del 78 %

 

@laureanomar

La capacidad predictiva de la inteligencia artificial (IA) va en aumento: desde el número ganador de la lotería, los resultados electorales, hasta diagnósticos médicos precisos sin necesidad de estetoscopio, examen, ni contacto alguno con el paciente, como los médicos del primer mundo. Un nuevo avance se suma a los que ya nos brinda: la posibilidad de predecir nuestra muerte en los próximos cuatro años con una precisión del 78 %. El nombre del algoritmo es el que sirve de título a este escrito.

Para determinar la fecha exacta de nuestro fallecimiento, la IA utiliza ciertas informaciones básicas: estudio, empleo y datos médicos. Por ejemplo: si usted no estudio, es doble de escenas de acción de cine y tiene el colesterol alto, sus probabilidades son mucho mayores que alguien graduado en filosofía, heredero de Rockefeller y con una cintura inferior a los 90 cm. Según los investigadores daneses que inventaron el sistema, también la personalidad, la autoestima y la vitalidad importan. Lo del estudio valdrá para el primer mundo, porque en el nuestro, el nivel académico continúa siendo un lastre vital. Mientras más preparada sea una persona en nuestros lares, más duro será su periplo existencial.

Curioso también el dato de la autoestima, porque muchas veces nos encontramos con seres despreciables que casi siempre la tienen muy alta y que viven muchísimo; otras veces, con seres de una nobleza infinita cuya humildad, cercana a la santidad, les impide tener una elevada autoestima, que tienen una vida de una brevedad insólita. En otras palabras: parece que los malos viven mucho más que los buenos por aquello del autoengaño. No se tome este último comentario, se ruega, como una incitación a la maldad.

Vale la pena ser bueno, aunque uno viva menos (tampoco es regla, por cierto, que todos los longevos sean malas personas. Hay de todo en la viña de la IA).

Toda esta especulación se fundamenta, sin duda, en el hecho de que la muerte sigue siendo la gran incógnita del ser humano. Nosotros somos capaces de establecer con precisión lo que sucedió en el primer nanosegundo posterior al Big Bang, pero seguimos ignorando lo que sucede el segundo siguiente a nuestra partida de la vida terrenal. La única información al respecto que poseemos es la de aquellas personas que han retornado del famoso túnel al final del cual hay una luz que atrae. Algunas personas han vuelto para narrar la experiencia, ninguna de ellas, por cierto, venezolana, porque para un compatriota una intensa luz significa siempre que finalizó un apagón y en vez de rehuirla, nos lanzamos velozmente hacia ella para aprovechar su vuelta, debilidades del último instante vital condicionadas por la experiencia terrena.

En todo caso, ¿cambiaria usted el rumbo de su vida de conocer con precisión la fecha de su muerte? Si su respuesta es sí, más allá de lo que le diga la IA, cámbielo de una, porque, aunque no sepamos con exactitud el día y hora, la fecha está escrita, porque nuestra finitud es una de las grandes certezas de la que los humanos tenemos conocimiento desde que tuvimos uso de razón.

Piensa uno en Sócrates. No necesitó de IA para conocer el momento exacto de su muerte. Según relata Fedón, más que con angustia, asumió su muerte con la profunda certeza de que un mundo mejor le esperaba: «una felicidad tan grande, que ningún otro mortal ha gozado jamás otra igual». Al beber la cicuta, cosa que hizo con la mayor tranquilidad, preguntó al esclavo que se la sirvió sobre sus efectos: un frío subiría a partir de sus piernas y al llegar al corazón moriría. Una precisión del 100 %. «Critón, le debemos un gallo a Esculapio», fueron sus últimas palabras.

Se pregunta uno si la IA, capaz de predecir ahora nuestra muerte, podrá algún día determinar si la brutalidad natural que padecemos se trastocará, al menos en la otra vida, en una inteligencia similar a la de Sócrates.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Reuben Morales Dic 07, 2023 | Actualizado hace 4 semanas
Cómo se planifica un regalo de Navidad
Si un niño supiera todas las historias que están detrás de un regalo de Navidad, capaz ni lo pide…

 

@ReubenMoralesYa

La historia de un regalo de Navidad es como cuando en el colegio te mandaban a leer Cien años de soledad, pero al final terminabas comprando el resumen. Porque un hijo no conoce ese diálogo interno que vive un padre en pleno diciembre a medida que se acerca esa fecha, que es más temible que un racionamiento de agua cuando estás todo enjabonado. Y así pasan los días:

14 de diciembre:

“Le daré a mi hijo un set de gamer. Consola, control profesional, juegos, televisor, audífonos, silla gamer, cámara, el set del volante, forro y un regulador de voltaje. La cosa es que no me esperaba esta subida de la inflación.”

15 de diciembre:

“Sincerémonos: ¿quién necesita un set gamer con forro? Ni que viviéramos en el desierto del Sahara. Mi computadora no tiene forro y funciona a la perfección. Mira, uno la prende y… ya va… ¿qué pasa?… ¿Por qué no prende?… No me digas que… ¡Nooo!… ¡Hay que llevarla a reparar!”

16 de diciembre:

“El técnico de la computadora me dijo que gamer responsable desenchufa su consola al terminar de jugar. Así que adiós, regulador de voltaje. A ver si, con eso, mi hijo agarra conciencia ambiental. La mismita que de seguro tuvo el condenado que hoy me clonó la tarjeta. Sería para ahorrarse el plástico, ¿no?”

17 de diciembre:

“La clonada me hizo valorar más lo que tengo y no lo que me falta. Así que chao, set del volante. Pensándolo bien, a mi hijo ni le gustan los juegos de carros. Es que, para vivir tranquilo, no hace falta mucho. Ya va… ¿será por eso que se me cayeron esos clientes hoy? ¡Ay, nooo!”

18 de diciembre:

“¡Que llegue el 24, por favor! Es que por no tener set gamer, mi hijo se puso a jugar pelota y partió un ventanal del edificio. Ahora, como castigo, se quedó sin silla gamer. Si quiere jugar, que se siente en un taburete de la cocina o que juegue de pie para evitar el sedentarismo. Ahora déjame ver de dónde saco para pagar el vidrio.”

19 de diciembre:

“¡Ya tengo para pagar el ventanal! ¡Cuesta lo mismo que la cámara y los audífonos! ¡Así que bye, bye, cámara y audífonos! Además, causan sordera. Que juegue con el mismo audio del televisor y si quiere cámara, le presto mi celular. Cualquier cosa, cerramos la puerta. Bueno, cuando reparen la filtración que abombó el marco. ¡Ojalá y el albañil no me cobre caro!”

20 de diciembre:

“Si el albañil solo trabajó con una espátula, ¿por qué mi hijo no puede ser gamer con el control que trae la consola? Así son los músicos. Arrancando, usan un instrumento de segunda mano. Y si no me cree, que les pregunte a los músicos del matrimonio al que nos invitaron mañana en la playa. Que, por cierto, debo reservar hotel, avión, alquilar el traje y comprar el regalo. ¿¿¿Por qué hay gente que se casa en pleno diciembre???”

21 de diciembre:

“Mi hijo ha pasado toda la boda dentro del cuarto viendo televisión. Tanta pantalla le hace daño. ¡Entonces fuera televisor! Si va a jugar, que juegue con el de la sala para yo supervisarlo. Y que se vaya acostumbrando, porque hoy llega mi primo y le toca pasarse a la sala para darle el cuarto.”

22 de diciembre:

“Si mi hijo quiere videojuegos adicionales, que se los compre mi primo. Solo tiene un día aquí y ya me vació la nevera. Come más que reina de belleza después del certamen.”

23 de diciembre:

“¿¿¿Una cuota extraordinaria de emergencia para comprar nuevos ascensores en el edificio??? ¿¿¿Justo el 23 de diciembre??? ¡Gracias a Dios está de moda lo vintage! A mi hijo le va a encantar el yoyo que le voy a regalar.”

24 de diciembre:

«Esta fecha me pone melancólico… Uno valora más a la familia… Por eso, me retracto. Mañana le daré a mi hijo su set gamer con todos los accesorios. Sí, pasaremos el día en el local gamer del centro comercial para que mate fiebre y después me deje tranquilo unos cien años de soledad.”

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Reuben Morales Nov 24, 2023 | Actualizado hace 4 semanas
Entrevista a mi alarma despertadora
«Estás clara de que cada vez que suenas, provoca agarrarte y lanzarte por la ventana, ¿no?». Y tú, si pudieses hablar con tu alarma despertadora, ¿qué le dirías? 

 

@ReubenMoralesYa

Luego de que a mi alarma del celular le diera por despertarme a las cinco de la mañana, interrumpiendo un magnífico sueño en donde llegaba una carta de mi banco diciendo que me perdonaba todos los préstamos que le debía; simplemente no aguanté más y la enfrenté para que no me hiciera agarrar más rabias de esas como cuando te retrasan una quincena de salario. Entonces me serví mi café, me senté, me envolví en una cobija y, mientras aún sentía en mis manos esa idílica carta del banco, increpé a mi alarma:

REUBEN: Estás clara de que cada vez que suenas, provoca agarrarte y lanzarte por la ventana, ¿no?

ALARMA: ¡Sí, ja, ja!… Por eso mismo fue que nos integraron al celular. Para que, si llegas a lanzarme, te quedes sin alarma y sin celular.

REUBEN: Ni menciones eso. No seas alarmista.

ALARMA: Entonces deja las amenazas que me disparo.

REUBEN: ¿Qué?… ¿Te vas a suicidar?

ALARMA: No, ¿de qué hablas?

REUBEN: ¿Falsa alarma?

ALARMA: Estoy hablando de que, si sigues, vuelvo a sonar ya, en este momento.

REUBEN: ¡Ni se te ocurra! Tú no sabes la rabia que agarro cuando escucho tu sonido en otro momento del día. Es como que de la nada alguien venga y te diga: “¿Viste que te queda un mes de vigencia en el pasaporte y no están dando citas para sacarlo?”.

ALARMA: ¡Perdón, pues! Si quieres me voy y te traigo un gallo para que te despierte todas las mañanas.

REUBEN: ¡Nooo, por favor! Porque si es por el gallo, me termino despertando todos los días a las cuatro de la mañana.

ALARMA: Aaah… entonces ves lo bueno que es programarme a la hora que tú quieras, ¿no?

REUBEN: ¡Totalmente! Además de que al gallo uno no puede darle un golpe para que se calle. Primero, porque te picotea de vuelta y segundo, porque puede terminar llegándote un representante de la Comunidad Defensora de los Derechos de los Gallos y las Gallas para meterte una demanda.

ALARMA: Entonces no te quejes.

REUBEN: No, yo sí me quejo. Sobre todo, porque ustedes las alarmas despertadoras ya no son como las de antes, que venían en un reloj gigante de agujas con dos campanas arriba a las que uno podía meterles un manotón que servía para dos cosas: apagarlas y descargar la rabia a la misma vez.

ALARMA: Qué tiempos aquellos, ¿no?

REUBEN: Sí… Ahora en cambio ustedes vienen en el celular y cuando suenan, uno tiene que despertarse bien y ponerse los lentes para medio calcular dónde es que está el bendito botón de la alarma en la pantalla para no pelarlo.

ALARMA: Bueno, pero si me dejas hablar te puedo dar unos consejitos para que te la lleves mejor con nosotras las alarmas despertadoras.

REUBEN: ¿En serio?

ALARMA: Claro, mira, puedes aplicar la de ponerme bien lejos la noche antes, como en el baño, por ejemplo. Para que a juro tengas que levantarte en la mañana a apagarme.

REUBEN: Tiene sentido.

ALARMA: Y lo bueno es que te evita caer en el agujero negro de la perdición mañanera.

REUBEN: ¿Cuál?

ALARMA: El clásico “déjame dormir cinco minuticos más”.

REUBEN: ¡Uy, verdad!

ALARMA: Porque mira que yo conozco a alguien que una mañana me apagó con la excusa de los “cinco minuticos más” y cuando se despertó, lo estaban esperando para cenar.

REUBEN: Sin alusiones personales, por favor.

ALARMA: Yo no estoy diciendo nombres y si no, te tengo una que no falla: poner de alarma un audio que te moleste mucho.

REUBEN: ¿Cómo así?

ALARMA: Bueno, si por ejemplo tú eres rockero, pones de alarma un reggaetón.

REUBEN: Infalible, ¿no? Aunque pensándolo bien, ya con el tiempo creo que conseguí una solución mucho más efectiva que tú jamás podrás aplicar, amiga alarma.

ALARMA: ¿Y de qué se trata?

REUBEN: De que seas papá o mamá de un niño que va al colegio. Porque automáticamente eso me terminó convirtiendo en lo que menos quería: una alarma despertadora para mi hijo.

ALARMA: ¡Ja, ja, ja!

REUBEN: Y con tu permiso, ahora te dejo porque tengo que ir a despertarlo. Se me está haciendo tarde.

ALARMA: Así es, ponte en mis zapatos… Y ojalá que tu hijo también esté soñando con la carta de tu banco.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Reuben Morales Nov 09, 2023 | Actualizado hace 4 semanas
Familia que limpia unida, permanece unida
No hay nada que motive más a querer caminar, que ver un piso recién coleteado

 

@ReubenMoralesYa

El día de limpiar la casa es irónico, porque a toda la familia se le contamina el humor. Incluso nos hace entender que más abajo del “humor de perros”, está el “humor de limpiar la casa”. Porque el anhelo de quien limpia la casa es que la misma se mantenga resplandeciente por (más o menos y aproximadamente) la eternidad del universo. Aunque no sé por qué a estos seres jamás se les ocurre la genial idea de limpiarla a las once de la noche. Para que pase, al menos, ocho horas limpia y después nos permita amanecer sintiendo que vivimos en el palacio de Buckingham.

Por ello, creo que el mito bíblico del origen del universo está equivocado. Me imagino que el universo originalmente era un desorden todo sucio. Entonces llegó un tal Dios, limpió, organizó, pasó coleto (y creó todos los sinónimos de “pasar coleto”, como trapear, pasar lampazo o pasar mopa) y exclamó: “Hijos míos, podéis recorrer toda mi creación excepto este piso que acabo de coletear”. Ante lo cual Eva dijo: “Adán, baila conmigo pegadito en esa baldocita”. Y así fue como Dios los expulsó del paraíso.

Es que no hay mejor estímulo para caminar, que un piso recién coleteado, ¿no? Incluso creo que el famoso milagro de Lázaro en verdad fue porque Jesús le dijo: “Lázaro, acabo de coletear”. Y Lázaro se levantó y anduvo.

Además, ese día de limpiar la casa en familia siempre es anunciado un día antes cuando uno de sus miembros dice: “¡Mañana se me paran temprano porque voy a limpiar la casa!”. Sentencia ante la cual uno comienza a escribirle a todos sus amigos para ver si alguno, por casualidad, se está mudando y necesita ayuda.

Es entonces cuando una mente brillante de la población oprimida de la casa le propone a ese líder limpiador: “¿Y por qué no nos dividimos las tareas y así limpiamos la casa más rápido?”. Ante lo cual, ese líder responde con un conciliador y armónico “¡NO!”. Porque ese capitán sabe muy bien que en su familia existen personalidades de limpiadores que no le convienen.

Está el limpiador gubernamental, que limpia solo lo que ve la opinión pública. Está el limpiador ecológico, que recicla el sucio pasándolo del piso a debajo de la alfombra, de abajo de la alfombra a debajo del mueble y de abajo del mueble a sentarse duro sobre este para que el sucio se pegue a la base y desaparezca por siempre. Por último, está el limpiador tipo quirófano, caracterizado porque limpia el piso lavando cada baldosa por encima, por las juntas y hasta es capaz de despegar cada baldosa, limpiarla por debajo y después volverla a pegar. Esta es la personalidad de ese líder limpiador.

Entonces uno, apelando a la lógica, dice: “Hagamos algo mejor. Nosotros salimos para que limpies en paz y volvemos en unas horas.” A lo que dicho líder responde: “¿Creen que van a disfrutar solos mientras yo me mato aquí? Ustedes se quedan, pero sin ensuciar”. Momento en el cual uno pasa a ser un rehén secuestrado sobre una cama de la cual es imposible bajar los pies porque “el piso está recién coleteado”. Y también sabe que es inútil llamar a la división antisecuestros de la policía. Estos no podrán rescatarlo hasta que no se seque el piso.

Aunque lo bueno, es que ese día de limpiar la casa significa toda una prueba de amor para la familia. Porque si ves a tu pareja sudada, en chancletas, con guantes amarillos, despeinada, con la franela vieja llena de huecos y aun así te parece adorable; entonces tu familia tiene un futuro garantizado. Ya que limpiar la casa es como un ejercicio. Lo sufres, pero después sientes la satisfacción de los resultados: un verdadero y renovado hogar, dulce hogar… Hasta que ocurre esto:

¡Tengo que ir al baño! ¡Me estoy haciendo del dos!

–¡Pero si acabo de lavarlo y son las once de la noche!

–Pues lo lamento. En el palacio de Buckingham también cagan.

La sangrada familia

La sangrada familia

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Juan E. Fernández Nov 05, 2023 | Actualizado hace 4 semanas
Cuando un amigo se va
Chandler me acompañó en los momentos más felices, pero también en los más tristes. Tenía el gran talento de hacer reír

 

@SoyJuanette

Tenía un amigo que admiraba mucho a Batman porque se parecía en dos cosas al superhéroe: vivían solos y eran millonarios. Este sábado a la noche, mientras revisaba las redes sociales leí un tuit demoledor de TMZ que, estoy seguro entristeció al mundo: este amigo había muerto.

Con mi amigo no hablaba mucho, de hecho, nunca hablé con él, pero él me habló por más de una década. Este tipo me acompañó en los momentos más felices, pero también en los más tristes. Tenía el gran talento de hacer reír. Bastaba con verle la cara tratando de sonreír cuando le tomaban una foto para estallarte de la risa.  

Seguro se estarán preguntando ¿cómo puedes ser amigo de alguien con el que nunca hablaste? Bueno, es que Chandler fue, o, mejor dicho, es el amigo de todos. La magia que el actor Matthew Perry le imprimió a su personaje en la serie Friends fue tan maravillosa que trascendió generaciones.

Ahora entienden porque escribí que la noticia de su muerte había entristecido al mundo ¿cierto? Apenas leí el tuit y se confirmó la noticia el sábado 28/10, toqué la puerta de la habitación de mi hija (quien tiene 14 años) y le dije con voz entrecortada: “Murió Chandler”, y ambos nos pusimos muy tristes, porque para nosotros había muerto un amigo.

El domingo en la mañana nos levantamos, desayunamos y encendimos la tele para ver Friends. En el episodio que vimos, Chandler lidiaba con la soledad, tenía miedo de morir solo, pero afortunadamente el personaje de Perry encontró el amor algunas temporadas después y se casó con Mónica. Pero Matthew Perry no corrió con la misma suerte porque lo encontraron muerto en su jacuzzi. Estaba solo.

La muerte de Matthew me recordó la partida de otro grande que nos hacía reír: Robín Williams. Tanto Williams como Perry lidiaron con las adicciones. En el caso del protagonista de Friends fue adicto al Vicodin desde los 24 años, también consumió opioides y alcohol, entre otras drogas (estuvo en rehabilitación más de 15 veces). Incluso en una entrevista Matthew confesó que no veía Friends, pues esa fue la época más oscura de su vida, y no le gustaba verse. Incluso contó que hay cosas de la serie que no recordaba. Pero hasta el momento de su muerte ayudaba a personas con problemas de adicción a salir de esa terrible enfermedad.

Hace un año lanzó su biografía titulada Amigos, amantes y aquello tan terrible, donde relató su lucha no solo con las drogas sino con el éxito y la fama. La introducción de su libro es reveladora:

«Hola, me llamo Matthew, aunque puede que me conozcas por otro nombre. Mis amigos me llaman Matty. Y debería estar muerto».

Es paradójico que Matty, en el momento más oscuro de su vida, llevó alegría a millones de personas. Esto me hizo recordar el poema Reír llorando, de Juan de Dios Peza:

Viendo a Garrick –actor de la Inglaterra–

el pueblo al aplaudirlo le decía:

“Eres el más gracioso de la tierra,

y el más feliz…” y el cómico reía.

 

Una vez, ante un médico famoso,

llegose un hombre de mirar sombrío:

sufro –le dijo–, un mal tan espantoso

como esta palidez del rostro mío.

 

Nada me causa encanto ni atractivo;

no me importan mi nombre ni mi suerte;

en un eterno spleen muriendo vivo,

y es mi única pasión la de la muerte.

 

¿Pobre seréis quizá? –Tengo riquezas.

¿De lisonjas gustáis? –¡Tantas escucho!

¿Qué tenéis de familia? –Mis tristezas.

¿Vais a los cementerios? –Mucho… mucho.

Me deja perplejo (agregó el médico)

vuestro mal, y no debe acobardaros;

tomad hoy por receta este consejo

“Solo viendo a Garrick podréis curaros”.

 

¿A Garrik? –Sí, a Garrick… La más remisa

y austera sociedad le busca ansiosa;

todo aquel que lo ve muere de risa;

¡Tiene una gracia artística asombrosa!

 

¿Y a mí me hará reír? –¡Ah! sí, os lo juro;

Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?

Así –dijo el enfermo–, no me curo:

¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.

Descansa en paz Matthew ahora estás tranquilo. Gracias por Chandler. 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es