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Historia de las Historias

Sendai Zea Nov 15, 2011 | Actualizado hace 12 años

En estos momentos de unidad, y de las dificultades que la unidad y la pluralidad implican en medio de una situación extremadamente compleja, de una oposición que se enfrenta al poder, porque es indispensable anotar las desigualdades e inequidades en que se va a desarrollar la campaña electoral a partir de febrero, e incluso, las propias primarias, parece conveniente revisar lo que fue el Pacto de Punto Fijo, suscrito por los partidos democráticos después de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez.

También entonces, 1958 y después, la democracia venezolana necesitó la unidad. O, mejor, de sensatez política. El Presidente Rómulo Gallegos fue derrocado, en buena medida, por la disensión de los partidos y la pérdida de perspectivas sobre los riesgos que la historia le reservaba a la libertad. El Pacto de Punto Fijo no fue un acuerdo para repartirse el poder, según la falsa interpretación que se le ha dado. Fue, en pocas palabras, un pacto para respetar y hacer respetar la voluntad popular libremente expresada en los comicios. Leer el texto del Pacto de Punto Fijo suscrito en Caracas el 31 de octubre de 1958 por tres partidos democráticos despeja todas las dudas y permitirá apreciar sus dimensiones y su ejemplar comprensión de la pluralidad del juego democrático. Por eso ofrecemos aquí su texto.

Simón Alberto Consalvi

Texto del Pacto de Punto Fijo

Los partidos Acción Democrática, Social Cristiano COPEl y Unión Republicana Democrática, previa detenida y ponderada consi­deración de todos los elementos que integran la realidad histórica nacional y la problemática electoral del país, ante la responsabilidad de orientar la opinión pública para la consolidación de los principios demo­cráticos, han llegado a un pleno acuerdo de unidad y cooperación sobre las bases y mediante las consideraciones siguientes:

1ra. Como es del conocimiento público, durante varios meses las distintas fuerzas políticas que han participado en las acciones unita­rias para la defensa del régimen democrático han mantenido conver­saciones destinadas a asegurar la inteligencia, mutuo respeto y coope­ración entre ellas, interesadas por igual en la consolidación de la unidad y la garantía de la tregua política, sin perjuicio de la autonomía orga­nizativa y caracterización ideológica de cada uno, conforme se declaró expresamente en el acta de ampliación de la Junta Patriótica firmada el 25 de enero de 1958, por los partidos políticos que la integraban inicialmente. El resultado obtenido es favorable, toda vez que las na­turales divergencias entre los partidos, tan distintas del unanimismo impuesto por el despotismo, se han canalizado dentro de pautas de convivencia que hoy más que nunca es menester ampliar y garantizar. El análisis cabal de los antecedentes, de las características actuales y de las perspectivas de nuestro movimiento democrático; la ponderación comprensiva de los intereses legítimamente representados por los par­tidos a nombre de los centenares de miles de sus militantes: el recono­cimiento de la existencia de amplios sectores independientes que cons­tituyen factor importante de la vida nacional; el respaldo de las Fuerzas armadas al proceso de afirmación de la República como elemento ins­titucional del Estado sometido al control de las autoridades constitu­cionales, y el firme propósito de auspiciar la unión de todas las fuerzas ciudadanas en el esfuerzo de lograr la organización de la Nación vene­zolana, han estado presentes en el estudio de las diferentes fórmulas propuestas. La sincera definición y defensa de los derechos que asisten a los partidos como representantes de grandes núcleos nacionales y la preocupación común de atender en conjunto a los intereses perdura­bles de la Nación, si bien han podido en forma ocasional provocar la generosa impaciencia de calificados valores de la opinión, son la ga­rantía de que las deliberaciones han respondido a un serio y responsa­ble enfoque de las urgencias del país.

2a Las minuciosas y largas conversaciones han servido para com­prometer a las organizaciones unitarias en una política nacional de largo alcance, cuyos dos polos podemos definir así: a) seguridad de que el proceso electoral y los Poderes Públicos que de él van a surgir respondan a la pauta democrática de de la libertad efectiva del sufra­gio; y b) garantía de que el proceso electoral no solamente evite la ruptura del frente unitario, sino que lo fortalezca mediante la prolon­gación de la tregua política, la despersonalización del debate, la erradicación de la violencia interpartidista y la definición de normas que faciliten la formación del Gobierno y de los cuerpos deliberantes de modo que ambos agrupen equitativamente a todos los sectores de la sociedad venezolana interesados en la estabilidad de la república como sistema popular de Gobierno.

3a Establecidos estos principios de carácter general, COPEI, AD y URD comprometen su acción y responsabilidad en los términos siguientes:

a) Defensa de la constitucionalidad y del derecho a gobernar confor­me al resultado electoral. Las elecciones determinarán la responsabili­dad en el ejercicio de los Poderes Públicos, durante el período consti­tucional 1959 – 1964; intervención de la Fuerza contra las autoridades surgidas de las votaciones es delito contra la Patria. Todas las organiza­ciones políticas están obligadas a actuar en defensa de las autoridades constitucionales en caso de intentarse o producirse un golpe de Esta­do, aun cuando durante el transcurso de los cinco años las circunstan­cias de la autonomía que se reservan dichas organizaciones hayan po­dido colocar a cualquiera de ellas en la oposición legal y democrática al Gobierno. Se declara el cumplimiento de un deber patriótico la resistencia permanente contra cualquier situación de fuerza que pu­diese surgir de un hecho subversivo y su colaboración con ella tam­bién delito de lesa Patria.

b) Gobierno de Unidad Nacional. Si bien el ejercicio del Poder por un partido es consecuencia legítima de una mayoría electoral, la suerte de la democracia venezolana y la estabilidad del Estado de dere­cho entre nosotros imponen convertir la unidad popular defensiva en gobierno unitario cuando menos por tanto tiempo como perduren los factores que amenazan el ensayo republicano iniciado el 23 de enero; el gobierno de Unidad Nacional es el camino para canalizar las energías partidistas y evitar una oposición sistemática que debilitaría el movimiento democrático. Se deja claramente sentado que ninguna de las organizaciones signatarias aspira ni acepta hegemonía en el Gabinete Ejecutivo, en el cual deben estar representadas las corrientes políticas nacionales y los sectores independientes del país, mediante una leal selección de capacidades.

c) Programa mínimo común. Para facilitar la cooperación entre las organizaciones políticas durante el proceso electoral y su colabora­ción en el Gobierno Constitucional los partidos signatarios acuerdan concurrir a dicho proceso sosteniendo un programa mínimo común, cuya ejecución sea el punto de partida de una administración nacio­nal patriótica y del afianzamiento de la democracia como sistema. Dicho programa se redactará por separado, sobre las bases generales, ya convenidas, y se considerará un anexo el presente acuerdo. Como este programa no excluye el derecho de las organizaciones políticas a defender otros puntos no comprendidos en él, se acuerda para estos casos la norma siguiente: ningún partido unitario incluirá en su pro­grama particular puntos contrarios a los comunes del programa míni­mo y, en todo caso, la discusión pública en los puntos no comunes se mantendrá dentro de los límites de la tolerancia y del respeto mutuo a que obligan los intereses superiores de la unidad popular y de la tre­gua política.

4a El ideal de la unidad como instrumento de lucha contra la tiranía y contra las fuerzas en aptitud de reagruparse para auspiciar otra aventura despótica, sería la selección de un candidato presiden­cial democrático único, la formación de planchas únicas para los cuer­pos colegiados y la formación de un frente único a base de un solo programa integral de Gobierno.

En la práctica se ha evidenciado que diversos factores reales con­tradicen esa perspectiva histórica, mas, afortunadamente, hay otros medios idóneos de preservar la Unidad Nacional. Por consiguiente, lejos de considerar comprometida la unidad por la comprobación de naturales contradicciones interpartidistas que se corresponden con la esencia de la actividad democrática, las organizaciones signatarias des­pués de confrontar sus distintas opiniones entre sí y con las emitidas por voceros independientes autorizados, de la prensa y de otros facto­res nacionales define:

1) Los requerimientos de la unidad son compatibles con la even­tualidad de diversas candidaturas y planchas legislativas.

2) Para que la presentación de varias candidaturas presidencia­les y diversas planchas legislativas pueda verificarse sin menoscabo de la unidad y sin ruptura de la tregua interpartidista, es indispensable fortalecer el sentimiento de común interés patriótico y la tolerancia y mutuo respeto entre las fuerzas unitarias, base de lo cual debe ser la sincera y solemne adhesión de todas las fuerzas democráticas a los puntos contenidos en esta declaración y al espíritu que la anima, tal como hoy se consagra con la firma de este documento.

3) Para garantizar la tregua política y la convivencia unitaria de las organizaciones democráticas, se crea una Comisión Interpartidista de Unidad encargada de vigilar el cumplimiento de este acuerdo. Di­cha Comisión estará encargada de orientar la convivencia interparti­dista, de conocer las quejas que se produzcan contra las desviaciones personalistas o sectarias en la campaña electoral y de diligenciar ante cualquiera de los signatarios, y a nombre de todos, la morigeración y control en lo que pudiera comprometer la convivencia democrática.

4) Para garantizar que varias postulaciones presidenciales y va­rias planchas legislativas sean en todo momento expresiones de la vo­luntad nacional de celebrar elecciones que en definitiva se traduzcan en fortalecimiento de la democracia, se proclama:

I. Cada organización queda en libertad de sustentar su propio candidato presidencial y sus propias planchas para los cuerpos cole­giados dentro del concepto de unidad aquí consagrado y en el sentido de que garanticen la tolerancia mutua durante la campaña y el cum­plimiento de los compromisos generales convenidos en esta declara­ción cualquiera que sea la candidatura o plancha que obtuviera mayor número de votos.

II. Todos los votos emitidos a favor de las diversas candidaturas democráticas, serán considerados como votos unitarios y la suma de los votos por los distintos colores como una afirmación de la voluntad popular a favor del régimen constitucional y de la consolidación del Estado de derecho.

III. La postulación de los candidatos presidenciales y de las plan­chas legislativas es de la responsabilidad de cada partido o coalición. Será el pueblo elector a quien le corresponda calificar con el voto cual­quier postulación.

Los partidos que suscriben este documento garantizan la adhe­sión de los principios y normas aquí consagrados de sus respectivos candidatos a la Presidencia de la República.

IV Los partidos signatarios se comprometen a realizar una cam­paña positiva de afirmación de sus candidatos y programas dentro del espíritu de la unidad, evitando planteamientos y discusiones que pue­den precipitar la pugna interpartidista, la desviación personalista del debate y divisiones profundas que luego pudieran comprometer la formación del Gobierno de Unidad Nacional.

V Después de publicado el resultado oficial de las elecciones, tendrá lugar en Caracas un gran acto popular encargado de ratificar los siguientes principios:

a) Pública adhesión de todas las organizaciones y candidatos participantes al resultado de las elecciones, como expresión de la so­berana voluntad popular.

b) Ratificación por parte de las organizaciones signatarias de su sincero propósito de respaldar al Gobierno de Unidad Nacional, al cual prestarán leal y democrática colaboración.

Consideran las organizaciones signatarias que la adhesión de todas las fuerzas políticas a los principios y puntos fijados en esta decla­ración es una garantía eficaz para el ejercicio del derecho electoral democrático dentro de un clima de unidad. La cooperación de los organismos profesionales gremiales, cívicos y culturales, de la prensa y de personalidades independientes, con los fines así precisados, conso­lidarán la convivencia nacional y permitirán el desarrollo de una cons­titucionalidad estable que tenga en sus bases la sinceridad política, el equilibrio democrático, la honestidad administrativa y la norma insti­tucional que son la esencia de la voluntad patriótica del pueblo vene­zolano. Como este acuerdo no fija principio o condición contrarios al derecho de las otras organizaciones existentes en el país, y su leal cumplimiento no limita ni condiciona el natural ejercicio por ellas de cuan­tas facultades pueden y quieren poner al servicio de las altas finalida­des perseguidas, se invita a todos los organismos democráticos a respaldar, sin perjuicio de sus concepciones específicas, el esfuerzo comprometido en pro de la celebración del proceso electoral en un clima que demuestre la aptitud de Venezuela para la práctica ordena­da y pacífica de la democracia.

(Firmado) Por Unión Republicana Democrática,

JOVITO VILIALBA

IGNACIO LUIS ARCAYA

MANUEL LOPEZ RIVAS

(Firmado) Por el Partido Social Cristiano Copei,

RAFAEL CALDERA

PEDRO DEL CORRAL

LORENZO FERNÁNDEZ

(Firmado) Por Acción Democrática,

RÓMULO BETANCOURT

RAÚL LEONI

GONZALO BARRIOS

Caracas, 31 de octubre de 1958

La historia y sus historias


Mientras el general Gómez agonizaba en Maracay en diciembre de 1935, el ministro de Guerra y Marina, Eleazar López Contreras, se dedicaba con habilidad  a armar las redes de la sucesión. Era un general de ideas democráticas y civilistas, y, desde el primer momento se esmeró en persuadir a los venezolanos que la dictadura había desaparecido, y se iniciaba con él una era democrática.  Designado Encargado del poder por el Consejos de Ministros, y luego presidente provisional de la República por el Congreso a fines de 1935, en abril fue confirmado como presidente constitucional por siete años. La demostración más evidente de que no pretendía eternizarse en el poder la dio cuando pidió al Congreso reformar la Constitución para acortar a cinco años su mandato. En Venezuela no había ocurrido nada semejante. En notas lacónicas, el ministro de Estados Unidos en Caracas, Meredith Nicholson, relata día tras día los sucesos al Departamento de Estado. «El 19 de diciembre, el presidente (interino) López Contreras hizo una extensa exposición, en discurso radiado; tuvo a bien comunicar al pueblo de Caracas lo que espera y se propone, que es hacer de Caracas, una vez más, la capital del país, y le pidió a los caraqueños que tuvieran paciencia y se sintieran tranquilos».

Aun cuando la transición fue esencialmente pacífica, los rumores coparon la atmósfera política.

Nicholson dice:

«… al caer la tarde (del 20) vino a observarse la llegada, desde Maracay, del presidente López Contreras, quien hubo de concurrir, antes que todo, al Panteón, a depositar una corona en la tumba de Bolívar; y de allí, a la Casa Amarilla, en cuyo balcón, que mira a la plaza, quiso dejarse ver de la multitud, y el entusiasmo de ésta llegó hasta el delirio. Es que el presidente López Contreras ha sido siempre de lo más popular, como figura, y los aplausos que se le tributaron han sido algo que Caracas nunca había visto».

«No se ha intentado asesinar al presidente López Contreras (añadía más adelante el ministro), pero hay el rumor, muy repetido, de que algunos de los gomecistas estuvieron planeando darle muerte el propio día 17 de diciembre; tal dicho no se comprueba, aún; sin embargo, sábese que el gobierno está alerta y protege su vida».

«Es imposible predecir los próximos sucesos; pero es bien sabido que en estas cosas surgen elementos de sorpresa, que pueden suscitar los hechos más importunos y enojosos. De todos modos, la confianza de la gente en el presidente López Contreras es tan grande que se espera que en breve se recuperará la tranquilidad».

Y, en efecto, la delicada transición de la dictadura a la democracia fue conducida por López con indudable habilidad.

La historia y sus historias


La historiadora Inés Quintero acaba de publicar una nueva obra, El Fabricante de Peinetas, bajo el sello editorial de ALFA. En cierta forma es como una continuación de La Criolla Principal, la biografía de María Antonia Bolívar, la hermana mayor del Padre de la Patria, mujer de personalidad muy fuerte, que se distinguió por su radical oposición a la independencia, su monarquismo mantuano, y sus diversos amoríos. O, sea, que era una monárquica de costumbres y hábitos liberales. Durante la Primera República se refugió en Puerto Rico. Con el tiempo, volvió a Venezuela.

En los tiempos de Páez  y en la Venezuela independiente y republicana, María Antonia protagonizó diversas aventuras, pero en 1836 se enredó en un affaire amoroso con un joven de 22 años que le hizo perder el juicio. El joven era un plebeyo que se dedicaba a la fabricación de peinetas, que trabajó para la señora, que se enamoraron y vivieron su romance tórrido, y que por una de esas derivaciones inexplicables del amor, terminó en un drama de tales dimensiones que le dio trama y sabores a esta historia de Inés Quintero. Después de escribir La Criolla Principal, Inés dio con el expediente de esta pasión.

Así, en este nuevo libro, El Fabricante de Peinetas, está el relato de la última aventura de amor y de odio de la mantuana famosa. Para vengarse del joven, Maria Antonia lo acusó de haberle robado la suma, muy importante entonces, de 10.000 pesos. Como observa la historiadora, el hecho de ser hermana de Bolívar y monárquica, la tenía marginada de la nueva situación donde predominaban los enemigos del antiguo y poderoso general.

María Antonia acusó al peinetero, pero el juez no encontró pruebas para condenarlo, y lo puso en libertad. Así pasó a la historia Ignacio Padrón. La justicia republicana le demostró a doña María Antonia, (que ya andaba en las vísperas de los 60 años, vividos con intensidad, y sin prejuicios), que el mundo y Venezuela habían cambiado.

En suma, si a usted le gustan las novelas o si, prefiere la historia, en El Fabricante de Peinetas disfrutará de la una y de la obra. Este es el arte y la magia de la escritura de Inés Quintero.


SIMÓN ALBERTO CONSALVI

A fines de 1902, la guerra civil se extinguía, pero recibió un estímulo al parecer previamente convenido con el jefe de la Revolución, cuando en diciembre, barcos de las escuadras de Gran Bretaña y Alemania, «dos de las naciones más poderosas de Europa», como dijo Cipriano Castro ese día, «sorprendieron y tomaron en acción simultánea y común» tres pobres barcos venezolanos que se encontraban anclados en la rada de La Guaira.

Al informarlo al país, momentos después, el caudillo andino pronunció su célebre proclama: «La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria».

“La crisis venezolana llegó a su punto crítico a inicios del mes de diciembre de 1902, cuando Alemania y la Gran Bretaña desesperanzadas por el cobro de las deudas con sus nacionales mediante esfuerzos diplomáticos, intentaron coaccionar al gobierno venezolano mediante el bloqueo de las costas de ese país y la captura o el hundimiento de cuantos buques constituyesen su Marina”, escribió William Henry Harbauch, en la biografía del Presidente Theodore Roosevelt.

En cuanto a las precauciones tomadas por el gobierno de Washington, añade Harbauch: “Estados Unidos  movilizó la flota en el Caribe a fin de año, y a inicios del verano la Junta General de la Marina ordenó “un cuidadoso reconocimiento del terreno con mayores probabilidades de ser objeto de ocupación por fuerzas alemanas, así como un examen detallado de todas las localidades en donde pudieran realizarse operaciones de desembarco”. Estados Unidos se opondría a conquistas territoriales en la región, y así se lo prometieron los europeos: respetarían la doctrina Monroe.  Entonces tuvieron luz verde.

La agresión de los imperios europeos contra Venezuela fue un episodio que conmovió a los países latinoamericanos. Desde Argentina, el tratadista Luis M. Drago postuló la tesis de que no podían usarse fuerzas militares ni ocupar países por cobro de deudas, tesis que al poco tiempo se convirtió en principio del Derecho Internacional, la Doctrina Drago.

Al coincidir la Revolución Libertadora con el bloqueo anglo-germano, Cipriano Castro logró el respaldo de sectores nacionales que de otro modo no habría tenido. El bloqueo precipitó la derrota de la Revolución del general Matos. Los venezolanos prefirieron superar sus diferencias, para oponerse y condenar la agresión extranjera.

Simón Alberto Consalvi

Redacción Runrun.es Sep 25, 2011 | Actualizado hace 13 años

Rómulo Betancourt murió en Nueva York el 28 de septiembre de 1981. Los treinta años trascurridos desde su muerte superaron la prueba del tiempo. Estas décadas han comprobado la solidez de su figura de líder popular y de constructor de la democracia en Venezuela. Betancourt fue un político de ideas y conducta trasparentes, de ahí que su legado sea ejemplo y guía para los nuevos venezolanos. Figura prominente de la Generación del 28, tuvo que escapar al exilio a los 20 años de edad para salvarse de las cárceles de Gómez. Fue Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno en 1945, a los 37 años de edad, luego Presidente Constitucional, y a los 57 decidió no optar por la presidencia a fin de dejar paso a las nuevas generaciones, a pesar de que estaba en su plenitud y era jefe del partido mayoritario. También en eso dio ejemplo. Rómulo fue un periodista vocacional e infatigable, y un escritor apasionado.

Su libro «Venezuela, política y petróleo» se considera como una de las obras fundamentales del siglo XX en nuestro país. Desde su tercer destierro en la época de Pérez Jiménez, Betancourt postuló la unidad de los partidos como requisito para consolidar la democracia. A su visión se debe la estabilidad, la alternabilidad, el pluralismo y la vigencia de las instituciones en la era democrática. Desde muy joven, Betancourt se dedicó al estudio y comprensión de Venezuela. Se cuenta que ya en 1928 su libro más frecuentado era la Historia contemporánea de Venezuela de Francisco González Guinán. La perspectiva de treinta años permite ver al político y al periodista, al autor de libros fundamentales, y al creador del primer partido de masas de Venezuela, como una figura excepcional de nuestro país. Como era un político tolerante y pluralista, poco importan las discrepancias al juzgar o analizar su obra.

Simón Alberto Consalvi


La historia y sus historias

No es un dogma, aunque así se ha presentado la versión de que los vencedores siempre escriben la historia. Los totalitarismos padecen de ese síndrome: escriben y reescriben, falsifican, borran, adulteran, censuran. Al final, la trama se descubre, la historia se rebela. Los vencidos, en no pocas ocasiones, también escriben la suya. En Venezuela, donde la rueda de la fortuna se caracteriza por su inconstancia, esto no debe extrañar a nadie. Unos bajan, otros suben. La historia termina siendo una sola.

Tuvimos épocas, (siempre, al parecer, ocurre así),  de historias paralelas. La escrita desde el poder y para el poder, y la otra, la historia subterránea de la resistencia clandestina o del exilio. La historia contra el poder. Las Memorias de un venezolano de la decadencia de José Rafael Pocaterra, los panfletos de colores de Pío Gil, las descargas de César Zumeta o Rufino Blanco Bombona, la incesante batalla de los jóvenes desterrados del 28 y los de los años 50 en México, Cuba o Costa Rica, el Libro Negro contra Pérez Jiménez, (dentro del país), en fin, el Memorándum de Pérez Alfonzo contra las concesiones petroleras de la dictadura. Subterránea o no, fue la otra historia que termina prevaleciendo porque no estaba fundada en la adulteración.

Al escribir la historia de las letras venezolanas, en 1940, al regreso de su residencia de 13 años en Chile, Mariano Picón-Salas consideró que era indispensable para tener «un cabal conocimiento de Venezuela en aspectos tan importantes como el pensamiento político y la evolución social, rastrear el testimonio no sólo de los venezolanos que vivieron y combatieron en el país, sino también de aquellos, muy numerosos, a quienes la turbulencia de nuestra historia arrojó lejos de la patria en apasionado combate contra nuestro crónico azar político».

Autocracia, nomadismo, diáspora, impidieron y perturbaron la continuidad de un proceso histórico, como el de otros países hispanoamericanos, y esos factores influyeron de modo negativo en el desarrollo cultural y político. Eso había sucedido en el siglo XIX y también en los primeros 35 años del XX, cuando el «crónico azar político» parecía llegar a su culminación. Picón-Salas postuló la revisión de las dos historias paralelas. La agresividad de las luchas políticas generó lo que él llamó dos «Venezuelas irreconciliables». De ahí que considerara que era preciso juntarlas para llegar a una verdadera comprensión de la historia de Venezuela.

SIMÓN ALBERTO CONSALVI

La historia y sus historias

El doctor José Vargas, gran médico formado en Inglaterra, designado por Bolívar en 1827 rector de la Universidad Central de Venezuela, primer médico en ocupar el cargo. Fue elegido Presidente de la República en 1835 para suceder al general Páez. Resultó ser uno de los episodios más inexplicables de la historia venezolana. En 200 años, Vargas tiene el récord de haber sido elegido contra su voluntad.

El médico se fatigó insistiendo que no era el candidato adecuado para suceder al gran caudillo que era Páez. Le dirigió varias notas al Congreso advirtiéndoles que no sería buena idea elegirlo. Que no tenía las condiciones que exige el ejercicio de la presidencia. Fracasó en sus ruegos, y fue elegido. El 9 de febrero de 1835,  a las 11 de la mañana, José Vargas tomó posesión de la Presidencia de Venezuela. “Alto y vistoso de cuerpo, iba vestido a la usanza ceremonial de principios del siglo, es decir, frac negro, calzón corto del mismo color ajustado en la rodilla con un lazo de cinta, medias de seda negras y zapatos de corte bajo”.

El hecho de que un civil ascendiera a la presidencia escandalizó a los militares, y, en especial a los grandes generales de la Independencia que regresaron a Venezuela y se encontraron con una situación que amenazaba marginarlos para siempre. La Constitución de 1830 había eliminado el fuero militar, lo cual contribuía a hacerlos sentir carentes de todo reconocimiento. No importaron los esfuerzos civilizatorios de Vargas, el clima político se fue caldeando, y la conspiración dejó de ser secreto.

La noche del 7 de julio los generales tomaron los cuarteles y rodearon la residencia del Presidente. Al amanecer del 8 un comando a la orden del coronel Pedro Carujo, una pistola en cada mano, le pidió al Presidente que renunciara. Vargas se negó. Los militares le presentaron un ultimátum de 9 puntos que de haberlos aceptado habría sido un precedente muy trágico. Le pedían que nombrara un grupo de notables que convocara a una Convención y que una vez reunida, el Presidente presentara su renuncia. Y que designara al general Mariño jefe de las fuerzas militares.

 

 

 

 

Vargas lanzó un manifiesto a la nación, denunciando el atropello. Los militares lo detuvieron junto con el vicepresidente Andrés Narvarte y lo expulsaron del país, rumbo a la isla de Saint Thomas. Páez se impuso, y logró restablecer al Presidente. No obstante, las tensiones persistieron y ya no eran sólo los militares sino también civiles los que contribuyeron a hacer imposible aquel ensayo de gobierno civil.

Obstinado y fatigado, Vargas renunció ante el Congreso de manera irrevocable y el 24 de marzo de 1836 le hizo entrega al vicepresidente Narvarte, y el 14 de abril, presentó al Congreso su dimisión final. El Presidente civil apenas logró sobrevivir un año en el poder. Nadie se explica por qué fue elegido. Quizás una secreta   maniobra del propio Páez para mantener a raya sus pares, los generales de Bolívar y de las guerras que viajaron tan lejos como el Perú y regresaron con las manos vacías. Muchos laureles, nada mara hacer el mercado. Sólo había tres generales ricos, Mariño, por herencia, Monagas y Páez.

Vargas regresó tranquilo a sus afanes de médico y educador. Fue director general de Instrucción Pública, miembro de la Sociedad Económica Amigos del País, y senador de la República en varias ocasiones. Le tocó suceder al gran caudillo, y esto fue un ensayo prematuro. Pasarían alrededor de 50 años para que otro civil ascendiera a la presidencia, y eso por cortesía del Ilustre Americano, general Guzmán Blanco.

SIMÓN ALBERTO CONSALVI

La historia y sus historias

Uno de los grandes episodios del último año de la dictadura de Pérez Jiménez fue la Carta Pastoral del 1° de mayo de 1957 del arzobispo Rafael Arias Blanco, leída en todas las iglesias de Venezuela. En un país de rigurosa censura de prensa, fue como un grito de libertad.

Desde las páginas de la revista Momento, Gabriel García Márquez describió el episodio: “El 1º de mayo del año pasado, -fiesta del trabajo-, los curas párrocos de Venezuela leyeron en los púlpitos una Carta pastoral del Arzobispo de Caracas, Monseñor Rafael Arias. En ella se analizaba la situación obrera del país, se planteaban francamente los problemas de la clase trabajadora y se evocaba en sus términos esenciales la doctrina social de la Iglesia”.  García Márquez dio una ojeada al mapa, y añadió: “Desde Caracas hasta Puerto Páez, en el Apure; desde las solemnes naves de la Catedral Metropolitana hasta la destartalada Iglesia de Mauroa, en el Territorio Federal Amazonas, la voz de la Iglesia, -una voz que tiene 20 siglo-, sacudió la conciencia nacional y encendió la primera chispa de la subversión”.

“Una inmensa masa de nuestro pueblo —observó el Arzobispo en una de sus primeras notas— está viviendo en condiciones que no se pueden calificar de humanas”. Según García Márquez, después de “45 días de trabajo, de consulta con sus asesores, la primera copia definitiva —once hojas a máquina, a doble espacio— estuvo lista en la primera semana de abril. Entonces pareció muy apropiada para su publicación la fecha del 1° de mayo, día del trabajo, fiesta del patriarca carpintero, San José. Fue precisa una actividad extraordinaria para que la Pastoral estuviere en todas las parroquias de Venezuela en la fecha convenida. Fue dada, sellada, refrendada en Caracas a las 10.30 de la mañana del lunes 29 de abril. Dos días después fue leída en los púlpitos”.

Un análisis de la Carta Pastoral y de las circunstancias políticas y sociales de Venezuela, fue hecho por el historiador Manuel Donís Ríos en su biografía del arzobispo Arias Blanco.  La Carta Pastoral fue como un campanazo  que despertó la conciencia de los venezolanos y desarmó la censura que el régimen usaba como un muro de contención.

SIMÓN ALBERTO CONSALVI