Prodavinci, autor en Runrun

¿Qué viene después de las declaraciones de la Fiscal? por Carlos Ayala Corao

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Luego de que la fiscal general Luisa Ortega Díaz presentara el informe del 24 de mayo de 2017  sobre las protestas ocurridas en Venezuela desde el 6 de abril,  el Ministerio Público (MP) debe proceder a terminar las investigaciones y acusaciones para que, mediante un debido proceso, los  tribunales penales competentes sancionen a los responsables de las ejecuciones extrajudiciales, actos de tortura de las personas y demás delitos graves contra los derechos humanos. Es lo que evalúa el abogado Carlos Ayala Corao, quien presidió la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

El proceso que emprenda el MP  debe buscar la reparación de las mismas, «ya que de lo contrario, no sólo el Estado resultará responsable internacionalmente, sino también lo serán penalmente en el ámbito internacional, las autoridades, funcionarios y miembros de grupos civiles armados, que hayan ordenado o ejecutado estos delitos», analiza Ayala Corao.

Lea el análisis completo de Ayala Cora en Prodavinci sobre los hechos graves informados al país y a la comunidad internacional por la titular del Ministerio Público, que «dan cuenta de  violaciones de los derechos humanos que están ocurriendo en Venezuela contra personas civiles que ejercen su derecho de manifestar públicamente, en su inmensa mayoría o casi totalidad, de manera pacífica»

 

40 años después Del buen salvaje al buen revolucionario

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En 1976 Carlos Rangel publicó Del buen salvaje al buen revolucionario. El libro es un denso ensayo que analiza críticamente las explicaciones convencionales de lo que Latinoamérica ha creído que es, para proponer lo que Latinoamérica es. Retomando la leyenda negra de la colonia, Rangel sostiene que el mito del “buen salvaje” (corrompido por la conquista) dio lugar al “buen revolucionario” (llamado a salvar a Latinoamérica de sus males, como el imperialismo).

El buen revolucionario se opone al espíritu racionalista de Occidente. Lo hace gracias a su lenguaje tentador, especialmente, “para quienes se sienten preteridos, marginados, frustrados, fracasados, despojados de su derecho natural al goce igual de los bienes de la tierra de que supuestamente disfrutaban los buenos salvajes”.  Sobre esas aspiraciones, el buen revolucionario reivindica la figura del líder, del salvador, que invocando la lucha histórica contra el imperialismo (representado, como no, en Estados Unidos de Norteamérica) degenera muy pronto en formas populistas y autoritarias de gobierno.

Las páginas del libro de Carlos Rangel fueron escritas, exactamente, hace cuarenta años. Al releerlas hoy, parecen haber sido escritas ayer.

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El mito del buen salvaje fomentó el caudillismo en Latinoamérica, y también, en Venezuela. Lo explica así Rangel: “frente a la arbitrariedad, la inseguridad, la ausencia de un marco jurídico e institucional estable y adecuado, los seres humanos responden buscando acomodo y amparo dentro de un sistema piramidal de relaciones personales, con un tirano en el tope de la pirámide”.

Tal fue el caso de Venezuela, desde los inicios de nuestra independencia hasta bien entrado en siglo XX. Pero en 1958 los venezolanos asumimos, en contracorriente, el camino de la democracia. En especial, Rangel destaca la figura de Rómulo Betancourt, calificándolo del “anti-Fidel”. Y recuerda cómo Sartre, al rechazar el Premio Nobel en 1964, aludió a los heroicos guerrilleros comunistas y al horrendo gobierno socialdemócrata en Venezuela.

¿Cómo se logró ello? Rangel no duda en afirmar que el aprismo (en referencia al APRA de Haya de la Torre) “merece mucho más estima de la que le conceden quienes dentro o fuera de América Latina aceptan, ingenuamente o no, la versión comunista de la historia latinoamericana contemporánea”. Y concluye: cualquier evolución política latinoamericana que logre fusionar el progreso social y económico con la libertad y los derechos humanos, deberá mucho al aprismo”.

 En 1976 Venezuela parecía haber vencido al mito del buen revolucionario, al demostrar que el progreso social no dependía de un caudillo autoritario, sino de instituciones democráticas.

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 La realidad era otra.

En el mismo año que Rangel publicó Del buen salvaje al buen revolucionario, se materializó la nacionalización petrolera en Venezuela. Iniciaba así la “Gran Venezuela”, o sea, el Petro-Estado.

Muy pronto el Petro-Estado demostró su incompatibilidad con los postulados republicanos de una sociedad libre. La sociedad comenzó a depender del Estado, todo lo cual abrió paso al paternalismo, al populismo, al clientelismo y a la corrupción.

El Petro-Estado fortaleció al Gobierno Nacional, surgiendo así otra forma de dominación carismática, que no dependían de las características personales del líder sino de los “petro-dólares”. Se trató, en cierto modo, del mito del buen revolucionario, solo que la revolución prometida no dependía de las luchas del caudillo, sino de la hegemonía económica y social del Gobierno Nacional, responsable de innumerables controles y de un amplísimo sector de empresas públicas.

Luego de publicar su libro, Carlos Rangel advirtió sobre las graves consecuencias de este modelo de desarrollo. No era la “economía liberal” la causante de nuestros males: fue el modelo estatista de desarrollo, que aniquiló la economía de mercado, la causa primera de nuestras crisis. En Venezuela (sentenció Carlos) nunca hemos tenido una economía libre.

Rangel reiteró insistentemente esa advertencia. Pero el país no le escuchó. No se si no podía escucharlo o no le convenía escucharlo. En definitiva, el Petro-Estado resultaba un elemento apaciguador muy cómodo.

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No es cuestión de acudir a otro engaño, el de la llamada leyenda negra de la Cuarta República. La propia expresión “Cuarta República” es ahistórica y su uso nos hace cómplices de la perversión del lenguaje. Pero tampoco puede negarse que una de las grandes herencias del modelo político y económico de la segunda mitad del siglo XX (el Petro-Estado) terminó socavando profundamente nuestras bases republicanas, y afectó las bases de nuestra democracia.

Con este panorama, más temprano que tarde llegaría el momento en el cual los venezolanos —como escribieron Naim y Piñango— nos diésemos cuenta de que vivíamos una ilusión de armonía.

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La crisis (inevitable) del modelo venezolano de la segunda mitad del siglo XX degeneró en el discurso de la anti-política, lo que abrió las puertas al caudillismo. Y el mito del buen revolucionario hizo nuevamente su entrada en Venezuela.

Lo peculiar es que el buen revolucionario no reapareció en Venezuela como consecuencia de una “revolución”, sino por las “vías democráticas”. Esta expresión, por supuesto, encierra un engaño, pues no puede calificarse como “democrática” una vía que termina destruyendo la democracia al imponer la figura del revolucionario indispensable.

Lo que en realidad sucedió es que las instituciones que han debido oponerse al buen revolucionario se hicieron cómplices de el. Me refiero a los partidos políticos, al sector empresarial, a los medios de comunicación y a los propios órganos del Poder Público, como la Corte Suprema de Justicia de entonces. Todos ellos fueron cómplices de un proceso constituyente que, repitiendo la consigna de otros caudillos, quiso refundar al país. Hacer borrón y cuenta nueva, bajo el firme liderazgo del buen revolucionario.

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En una de las páginas de su libro, Carlos Rangel se hacía esta pregunta:

“¿Llegaremos a ver en América Latina gobiernos ‘socialistas’ tiránicos que liquiden toda disidencia, encarcelen, torturen y fusilen a sus opositores y a los miembros caídos en desgracia de su propio personal, bajo el pretexto de estar extirpando actividades de espionaje o connivencia con el extranjero, según el modelo de los juicios de Moscú, Praga y Budapest?”

Carlos Rangel se hizo esa pregunta hace cuarenta años. Pero parece que hubiese sido formulada ayer.

Fuente José Ignacio Hernández, Prodavinci

Del Dólar Cúcuta al Dólar Instagram: ¿por qué se detuvo el alza del dólar paralelo?; por Víctor Salmerón

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El pasado 9 de septiembre el Ministro de Comercio Exterior, Jesús Faría, expresó lleno de entusiasmo al semanario Quinto Día:

“Si tú veías DolarToday hace cuatro meses y lo ves ahora, prácticamente se ha estancado. Ése es un logro de nuestra política. Hemos derrotado a DolarToday”.

DolarToday es una página web que diariamente difunde el tipo de cambio que la mayoría de las empresas y quienes compran y venden dólares al margen del mercado oficial utilizan como referencia. Por tanto, se trata de un indicador que incide en el precio de una amplia gama de productos.

Ciertamente, tal y como afirma el ministro Faría, el DolarToday se ha estabilizado e incluso muestra una tendencia a la baja. Pero no parece responder a las medidas del gobierno sino a una curiosa modificación metodológica.

Hasta el 23 de junio de este año DolarToday publicitó como su principal marcador al dólar Cúcuta, que básicamente refleja el tipo de cambio que tendría que pagar alguien si va a esta ciudad fronteriza con bolívares, los cambia a pesos colombianos y luego adquiere dólares a través de una transferencia. Sin embargo, a partir del 24 de junio, el dólar Cúcuta perdió relevancia y la página comenzó a publicitar como principal indicador una cotización del dólar relacionada con la ciudad de Caracas y con Instagram.

Sigue leyendo esta nota de Víctor Salmerón en Prodavinci

El peligro de las piezas de la UCAB censuradas por el CNE por Willy McKey

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No todos los venezolanos conocían unas piezas audiovisuales realizadas por la Universidad Católica Andrés Bello, relacionadas con el secreto del voto para las próximas elecciones legislativas. Esas piezas fueron censuradas por el CNE cuando apenas tuvieron una que otra emisión en la televisión abierta y, apenas fueron prohibidas, todo el mundo empezó a hablar sobre los spots que no habían visto.

Aquellos televidentes que habían visto alguna emisión de las piezas se la contaban a familiares, compañeros de trabajo, amigos, cual testigos históricos de un hecho irrepetible.

Hasta que recordaban la existencia de esa nueva y eficaz bitácora de este planeta audiovisual: YouTube.

Ya Eugenio Martínez explicó aquí en Prodavinci los argumentos que el Consejo Nacional Electoral  esgrimió para prohibir que la televisión abierta las emitiera y desde el partido de gobierno se empezó a hablar de los procesos que podrían abrirse contra la UCAB. Sin embargo, es paradójico que los regentes del que han llamado el sistema electoral más automatizado del planeta arguyan una estrategia tan siglo XX en el mismo siglo 21 de las comunicaciones.

 

Título de caja

Prodavinci. Entrevista a Juanita León: “En LaSillaVacía criticamos a la derecha y la izquierda”

Entrevista a Juanita Leon por Albinson Linares

Albinson Linares

www.prodavinci.com

Cinco días y tres eventos de calibre continental: el III Foro Latinoamericano de Medios Digitales y Periodismo, el Seminario Internacional de Periodismo organizado por el CIDE y la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación (COLPIN), celebrados del 9 al 13 de octubre, convirtieron a Ciudad de México en el escenario de intensos debates sobre las nuevas tendencias, los viejos problemas y las alternativas tecnológicas del oficio periodístico.

La periodista colombiana Juanita León, directora de www.LaSillaVacia.com fue una de las ponentes del Foro Latinoamericano de Medios Digitales y Periodismo donde comentó sus impresiones sobre el ecosistema de los nuevos sites informativos: “Pienso que la clave es pensar en un modelo de negocios desde el principio o, por lo menos, que alguien del equipo siempre esté pensando en el tema financiero. Ésa es la gran pata coja de los emprendimientos periodísticos digitales del mundo entero. Creo que si tienes a una persona que, desde el principio, esté dedicándole tanto tiempo a pensar en el negocio como uno se lo dedica al periodismo, es algo que vale la pena hacer”.

Pocas cosas más elocuentes en la terapia gestáltica que una silla vacía, puesta frente al paciente. Soledad, proyecciones, seres queridos y odiados. Toda la fuerza de los arquetipos emerge de esa ausencia sostenida que solivianta el ánimo del ser, sentado frente la nada, que usa esa ausencia como catalizador de su existencia. Para una periodista ingeniosa como Juanita León, ese vacío es una metáfora de algo socialmente mucho más complejo.

En Colombia, quien deja la silla vacía es aquel que más poder tiene. Y su ausencia resignifica el ejercicio del poderoso y marca las pautas del ritmo de cualquier negociación política. Marulanda ausente de los diálogos de paz con Andrés Pastrana, una peculiar ley llamada “la silla vacía” introducida en el congreso colombiano para evitar que los “parapolíticos” no pudieran ser reemplazados en sus curules y la penosa marcha de unos indígenas que llegaron a reunirse con Álvaro Uribe pero éste nunca llegó, fueron fragmentos reales que inspiraron el nombre de La Silla Vacía.

“El otro aspecto importante es tener en cuenta cómo se define uno como medio. En La Silla Vacía nos ayudó mucho definirnos desde el principio como un laboratorio de experimentación periodística, algo que nos ha permitido estar innovando siempre porque ésa es nuestra misión. Nos pensamos como una comunidad de usuarios alrededor de los temas del país”.

Como en la mayoría de los emprendimientos, esta página responde a inquietudes antiguas. Juanita León, abogada especializada en periodismo en la Universidad de Columbia, ha desarrollado una brillante carrera en  medios como The Wall Street Journal Americas, El Tiempo, Semana y este proyecto on-line.

Al rastrear los inicios de La Silla Vacía, encontramos una desazón, una de esas profundas incomodidades que atenazan el espíritu y llenan de desaliento. Juanita León acababa de escribir País de plomo (Aguilar, 2005), luego de una larga licencia no remunerada, y no quería volver a escribir en el tono estándar y homogéneo de su trabajo habitual. Entonces diseñó la edición digital de Semana.com, enamorándose de las posibilidades de Internet: “Quería tener mi propio medio para que todo lo que saliera allí o dejara de salir fuera mi responsabilidad. Así comencé a pensar en cómo independizarme. Descarté rápidamente el papel porque era muy costoso y porque, en todo caso, me parecía que sería meterse en un proyecto del pasado y en vías de extinción. Estaba convencida que Internet ofrecía posibilidades inmensas para inventarse una nueva manera de hacer periodismo”.

Así las cosas, emprendió el largo camino de aprendizaje que la llevó a ser becada por laNieman Foundation y trabajar en el Berkman Center de la Universidad de Harvard. Allí, en la cuna donde se formaron los pioneros de Wikipedia y politico.com, surgió la idea de Flypmedia, un portal en el que dirigió a un grupo de periodistas estadounidenses en Nueva York.

En 2010 ya todo estaba dado para aplicar a una beca del Open Society Institute que la apoyara en su propio medio. “Quería ensayar nuevas formas de narrar. Me gustaba la idea de hacer un medio dedicado a la agenda política por encima de otros temas del medio informativo. Centrarnos en eso, hacerle seguimiento a las informaciones, investigaciones y personajes que actúan en los escenarios donde se toman las decisiones. En mi país se escribe poco sobre el poder, sobre todo cuando uno no está en el poder”.

¿Cómo ve la explosión de medios digitales en América Latina?
Cuando empecé en esto estaba segura de que la historia está de nuestro lado, de que las inercias y tendencias están de nuestro lado. Entonces me imaginaba que iban a surgir más emprendimientos. Me parece que no han surgido los suficientes. No estaba segura de que íbamos a sobrevivir tanto tiempo. Cinco años me parece algo increíble.

¿Era muy arriesgado crear una web que se dedicara al análisis del poder en Colombia?
Cada medio en América Latina es diferente, pero cuando íbamos a crear La Silla Vacía mucha gente me dijo: “Juanita ¿pa’ qué te esfuerzas en eso si a nadie en Colombia le interesa la política?” o “Ésas son las secciones menos leídas en los diarios, es absurdo porque no hay un público”, me decían. Igual, como era lo único que sabía hacer y quería hacerlo, lo hice. Hemos demostrado que existe un nicho. No es gigante: son 500.000 usuarios y podríamos llegar a crecer hasta el millón como máximo, pero creo que es un nicho de líderes de opinión muy importantes e influyentes. A lo que nosotros le apostamos es a la influencia y no a la masa.

¿Qué han descubierto en la interacción con las audiencias durante estos cinco años?
Creo que la gente se ha ido engomando con la información que nosotros damos. No creo que a muchos de nuestros usuarios les interesara qué pasaba en la Corte Suprema antes de que existiéramos como medio, pero hemos encontrado una forma de narrar muy desde adentro. No como analistas, sino que nos centramos en contar las cosas del poder. Es algo muy interesante. Por eso, si desapareciéramos, le daría mucho pesar a nuestro público.

¿Cuánta presión les ha generado centrarse en los relatos del poder?
La verdad es que a nosotros nunca nos han amenazado, intimidado ni presionado de ninguna manera. De pronto esto habla mal de nosotros, quizás podría interpretarse como que no ponemos a temblar el poder. Pero también habla bien, porque la gente sabe que hacemos un trabajo profesional y no estamos fletados por nadie. Criticamos por igual a la derecha y la izquierda. Y eso nos ha ayudado. Hemos dado insumos para comprender mejor al poder y, obviamente, el gobierno nunca nos ha querido. Ni nos quiso Uribe ni Santos nos quiere. No nos han dado ni una entrevista. Siempre nos las niegan porque no les mandamos las preguntas y cosas así. En cierta forma nos respetan. Los ministros suelen hablarnos porque saben que somos serios.

Después de cinco años dedicada a La Silla Vacía, ¿cree que comprende mejor al poder en Colombia?
Claro que lo he comprendido mucho mejor. Y también he roto muchas caricaturas que tenía sobre los políticos. Veo que, en el fondo, son más parecidos a uno… sólo que más avispados. Algunos son muy buenos, otros malísimos. Pero sobre todo he comprendido el engranaje del poder y las razones por las que se convierte en una trampa para el desarrollo de Colombia.

¿Cuáles son los mayores vicios que ha detectado en el ejercicio político de su país?
El clientelismo se ve como un mal necesario por mucha gente, pero eso evita que la plata pueda fluir hasta los más pobres y que los proyectos puedan ejecutarse. Creo que siempre se termina pagando un peaje muy alto a estos intermediarios políticos. Y ahora eso lo comprendo mucho mejor. También entiendo que muchas veces los periodistas sólo nos fijamos en los congresistas que son los menos poderosos de la cadena del poder, porque son los más vulnerables a la crítica, cuando el verdadero poder está en los conglomerados económicos y ellos son sagrados. Nadie los toca. Nadie entiende cómo funciona eso. Cada vez me doy cuenta de que donde tenemos fijada la atención no es exactamente donde se estructura el poder. Y por eso tratamos de acercarnos más.

¿Cómo se incorpora La Silla a este boom de periodismo de datos?
Cada vez hacemos más periodismo de datos. Creo que es costoso pero se trata de un esfuerzo que se paga, porque son historias de larga duración. Hay que hacer minería de datos sobre historias que tengan una vida más larga, porque son demasiados esfuerzos y costos muy altos para que se desperdicien en una nota cualquiera. Hemos hecho varias historias que siguen vigentes y tienen más de 100.000 vistas. Yo sí creo que el periodismo en Internet apunta cada vez más a cómo presentas la información de la mejor manera. En muchas ocasiones los usuarios prefieren la información en bruto que la editorializada. Hay un público que quiere medios con un punto de vista más fuerte, y eso es válido, pero ese periodismo que hacen los medios tradicionales, que es como de análisis pero en realidad son posiciones editoriales con un back-up fuerte de datos, está llamado a desaparecer.

¿Qué opina de los nuevos modos de narración? Esas variantes de los géneros periodísticos que se están experimentando en las webs informativas.
Soy muy escéptica de esos especiales multimedia que se ganan los premios de periodismo y exigen del lector dos horas de tiempo para leerlos. Eso no lo lee nadie, sino los jurados de los premios. Creo que son demasiado costosos para quienes los hacen y por eso no los lee nadie. Me parecen un acto de vanidad del periodista. En La Silla Vacía tratamos cada vez de narrar menos linealmente, pero no hacemos esos multimedia pesados. Intentamos pensar realmente dónde está el eje de gravedad de la historia. Si está en una declaración, será una historia de audio. Si está en algo visual, pues será video. Siempre nos preguntamos cómo ofrecer la mayor cantidad de información de la forma más sencilla posible. Vamos hacia la simplificación antes que a la complejización de lo gráfico.

¿Y cómo queda la crónica en ese ecosistema de medios digitales?
Pienso que cada vez las historias son más desestructuradas y, por eso, la crónica tradicional rechina cada vez más en Internet. Lo que toca es explorar más: si uno se va a meter en crónica, se trata de hacer periodismo de inmersión. Algo más parecido a los videojuegos con la posibilidad de accesorios como el google glass y todo el software de tercera dimensión. Creo que es hacia allá que van las crónicas. Por ejemplo: que con las google glass tus usuarios en Twitter puedan hacerte preguntas para que se las formules a un guerrillero y él les responda directamente a ellos.

¿Cuáles estrategias de financiamiento han usado en La Silla Vacía?
Todavía el 50% de nuestra financiación viene de cooperantes internacionales, pero ha bajado nuestra dependencia de ellos y hemos comenzado a generar más ingresos propios, lo cual es muy importante. Otra cosa importante en términos del negocio es tener claro cómo quieres crecer. Hay gente que crece sólo en términos de clicks y pierde su capacidad de influencia. También acaban con la posibilidad de crear una comunidad fuerte alrededor. Hemos crecido de manera orgánica y con una comunidad muy fuerte. Eso nos ha permitido tener experiencias como la de los Súperamigos, que es recaudar recursos con nuestros propios usuarios.

¿Puede detallar esa forma de captar recursos?
Inventamos a los Súperamigos hace tres años. Ésta es nuestra tercera campaña. En las anteriores recogimos 50.000 dólares. Los aportes son de entre 10 y 500 dólares y los usuarios apoyan la independencia de La Silla Vacía. Una vez que sabemos cuántos fondos hemos recaudado, les decimos a que nos comprometemos con ellos y toda esa plata se gasta en varios proyectos. Eso nos permitió, por ejemplo, desarrollar la aplicación para móviles. Ahorita estamos desarrollando una red social alrededor de La Silla Vacía.

¿Qué características tendrá ese proyecto de red social asociada al site?
Es una plataforma de conversación. No son chats, sino una especie de foros sofisticados que tienen mensajería interna. Los usuarios podrán trabajar juntos en documentos que sólo son visibles cuando ellos quieran y se publican en esa red específica. Pero la idea es que hagamos una sinergia con todo el trabajo de La Silla Vacía, que nuestros artículos alimenten esas redes y viceversa. Vamos a estar tuiteando la información que salga de allí. Cada red va a tener su propio moderador y los periodistas, según el tema que cada quien cubre, van a retomar de allí información y datos que nosotros recomendaremos en Twitter y en nuestro boletín.

¿Cuál cree que sea el mayor reto que enfrentan los medios digitales en América Latina?
El mayor reto que enfrentamos los medios en América Latina es cómo le vamos a contar a la clase media lo que quiere saber. Ha habido una explosión de la clase media. Ha crecido muchísimo y me parece que desconocemos qué es lo que quieren realmente, qué están pensando, cuáles son sus preocupaciones… y el reto es cómo le hablas a esta nueva clase emergente que crece en todo el continente. Ellos tienen acceso a Internet y están ávidos de integrarse al mundo globalizado. Cómo llegarles es el gran reto. Y, la verdad, aún no tengo la respuesta.