Por Luis Revilla / @LuisRevilla
Para comprender el incipiente proceso de Noel “Chita” Sanvicente en la Vinotinto, conviene interiorizar de una vez por todas las dramáticas diferencias metodológicas entre el fútbol de selecciones, que se ensambla un puñado de veces al año, y el de clubes, que se consolida a diario. El técnico, cuyo incomparable palmarés en Venezuela reposa sobre su visión y sus exhaustivas maneras, enfrenta el reto de construir un equipo con un régimen de trabajo muy diferente, de menor contacto con los jugadores y menos jornadas de entrenamiento y competencia.
El guayanés trata de compensar el déficit con labores de scouting, planificación y análisis; pero este “león enjaulado” también ha hecho todo lo posible por acumular horas de trabajo en módulos con los mejores futbolistas del torneo local y algunas jóvenes promesas, como acostumbraba su predecesor. La actividad extracurricular – ese factor hiperbárico – se antoja indispensable para la selección venezolana, que compite contra rivales superiores y necesita mitigar desventajas. Necesita, también, asimilar las ideas de su nuevo entrenador.
Que, además de saber defender su territorio, el equipo sea capaz de presionar en campo rival y asumir la iniciativa; que priorice el juego a ras de suelo pero domine la vía aérea, directa; que sea intenso y solidario, en ataque y defensa. Son algunas de las pretensiones que Sanvicente trabaja en los entrenamientos y predica en medios de comunicación con insistencia inoculadora, aunque el DT entiende que, al final, ese proceso de absorción depende en buena medida de la dedicación del futbolista lejos de la selección, donde vive y juega la mayoría del tiempo.
“Con los pocos días [de trabajo], el jugador tiene que ser inteligente para poder captar el mensaje”, declaró a @11titularDUR en la víspera de su debut como seleccionador, contra Corea del Sur. “Hoy les di muchas informaciones, espero que ellos cumplan”, agregó después, expectante por los resultados de tan escasas pero densas jornadas.
Venezuela, ya se sabe, perdió 3-1. Fue desbordada por las bandas, se mostró endeble en el área y poco profunda en ataque. Perdió varios balones cruciales y quedó mal parada ante el genial Heung-Min Son. Derrota lógica para un cuadro apenas refundado que, sin embargo, mostró intenciones concretas, ambiciosas táctica y técnicamente, evidencia de que el mensaje de Sanvicente no ha tardado en calar. En el fútbol siempre conviene tener un plan. Tenerlo claro, sentirlo, empuñarlo. Especialmente cuando no hay tiempo para entrenar: es importante que todos conozcan su lugar. “Que asuman su rol”, como pide Sanvicente.
Los atacantes venezolanos lo asumieron rápido. Ante la ausencia -natural- de sinergias y dinámicas ofensivas más estables, su presión intensa y coordinada generó las mejores ocasiones y le dio al equipo control sobre ciertos tramos del partido. “Los cuatro de arriba”, como les llamó el técnico, mostraron implicación total en fase defensiva, tapando líneas de pase y siguiendo a los laterales coreanos hasta el área propia, aunque luego perdieran muchos de esos duelos.
Cuatro días después de la derrota, Venezuela refrendó contra Japón la sensación de que a Sanvicente le rinde el tiempo con sus futbolistas. El equipo jugó mejor, pero diferente: fue más rígido, más simétrico tácticamente. Extremos fijos, doble pivote, doble nueve. Otro rival, otras soluciones. Los Samurai Blue plantaron un bloque alto, agresivo, que no ofrecía facilidades para construir el juego. El contexto era parecido al del segundo tiempo del debut, cuando Corea salió a presionar y a Venezuela le tocó defender más cerca de Dani Hernández. No tuvo salida aquella vez: arriesgara en corto o jugara en largo, perdía el balón. Contra los dirigidos por Javier Aguirre no le volvería a pasar, porque se ajustó mejor a las circunstancias.
No se empecinó por combinar por el centro para progresar en campo rival, no se expuso a perder el balón en la salida. No lo necesitaba: la ruta aérea Vizcarrondo – Salomón funcionaba notablemente. El del Zenit bajaba el balón y la ayuda llegaba a tiempo para asentar el ataque.
En defensa, “los cuatro de arriba” trabajaron muy bien contra la línea de tres que disponía Japón para iniciar el juego. No salían a presionar gratuitamente, cuidaban líneas de pase clave y detectaban con notable olfato las imprudencias, las dudas, los movimientos previsibles. Entonces sí presionaban como fieras, robaban el balón y atacaban con mucho espacio. Una presión selectiva, inteligente, que regaló pocas grietas y generó buenas ocasiones.
Con el balón, Venezuela se orientó hacia las bandas. Cichero, Seijas y Salomón en la izquierda. González, Guerra y Mario por la derecha. También Rosales, titular en el doble pivote junto a Rincón. El lateral del Málaga aparecía por ahí para apoyar la salida, y llegaba hasta el terreno contrario para apoyar el ataque. No será la última vez que Sanvicente haga el experimento. Rosales reúne virtudes coherentes con el rol: un notorio despliegue físico, intuición para moverse y cierta autosuficiencia técnica. También tiene confianza; la del entrenador, que cree en su potencial, y la propia, que no es poca. De ahí vienen los disparos fuera del área con la zurda y los pases de 30 metros a tres dedos. Rosales aún tendría que adaptarse a la función, familiarizarse con sus nuevas opciones y responsabilidades, pero lo mismo pudiera decirse de todos los futbolistas de la Vinotinto.
“Hay que saber jugar sin pelota”, dice uno de los mandamientos más prominentes del decálogo del nuevo seleccionador. Se refiere a lo que debe hacer un jugador cuando un compañero tiene el esférico: cómo debe apoyarlo, dónde debe estar, a dónde debe ir.Táctica con balón, organización ofensiva. Fue una debilidad durante el proceso anterior y Chita pretende impulsarla en el poco tiempo que tendrá para trabajar. No será fácil porque el jugador venezolano no maneja muchos de los conceptos involucrados, históricamente. No domina ese idioma. Algunos como Alejandro Guerra, quien ha jugado para el propio Sanvicente, Richard Páez y Juan Carlos Osorio, parecen alumnos aventajados. En general, sin embargo, el entrenador tendrá que insistir con sus ideas, de las que bien habló con@11titularDUR.
Noel Sanvicente quiere “dos o tres apoyos” alrededor del balón, permanentemente. Quiere que sus jugadores sepan “manejar variantes”: cuándo “jugar corto”, cuándo “contrarrestar la presión con un pase largo”, cómo “apoyar rápidamente” al receptor. Habla de opciones de pase, de saber elegirlas y ofrecerlas. Habla de acompañar el balón a donde vaya. Habla de “querer jugar”.
Sus jugadores se empiezan a contagiar: quieren jugar, pero tendrán que esperar un mes y luego otro. Así es esto