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Laureano Márquez P.

Laureano Márquez P. Mar 28, 2024 | Actualizado hace 4 semanas
Los preparacionistas
Uno de los motivos de mayor angustia para los seguidores del preparacionismo es una falla de la electricidad que afecte la vida normal de los ciudadanos…

 

@laureanomar

Me encuentro con este término, que desconocía, en un titular de prensa y la primera percepción que le viene a uno es la de que se trata de una nueva congregación protestante que se prepara para la segunda venida de Cristo. Pero no, el preparacionismo, prepper en inglés, es un movimiento que se prepara para una eventual emergencia que amenace la existencia humana, para perturbaciones económicas, políticas y sociales que pongan en peligro el normal desenvolvimiento de la vida. Para ello, los seguidores de este movimiento adquieren destrezas que les permitan afrontar una eventual catástrofe: conocimientos médicos, construcción de refugios subterráneos, técnicas de supervivencia en condiciones adversas, almacenamiento de alimentos, medicinas, e incluso entrenamiento militar.

Los preparacionistas no son nuevos. Esta corriente un tanto pesimista (o realista, según se mire) sobre el destino humano, es de larga data. Cobró mucha fuerza por allá por los años sesenta cuando la posibilidad de una guerra nuclear se convirtió en la espada de Damocles que amenaza la supervivencia la humanidad.

Homo ¿sapiens?

Homo ¿sapiens?

Una de las angustias mayores que invade a este peculiar grupo es el tema del abastecimiento, por tal razón almacenar y guardar comida no perecedera para cuando el apocalipsis sobrevenga, es una de las tareas centrales. Esta labor cada uno la lleva a cabo según su condición social y económica: los multimillonarios almacenan licores y exquisiteces y el resto enlatados y agua. Sin duda, la reciente pandemia padecida por la humanidad dio gran impulso a este movimiento, muchos productos se agotaron en aquel entonces por las compras nerviosas para el abastecimiento.

También la guerra de Ucrania (recientemente Putin acaba de reconocer que se trata de una guerra) y la dura situación en el medio oriente han sido un aliciente para la actividad de los preparacionistas. El movimiento cuenta con instructores especializados, uno de ellos afirma: «Llevo diez años almacenando comida que sé que me voy a comer en 2035».

Otro de los recurrentes temores de los preparacioncitas es la amenaza del llamado «gran apagón». Uno de los motivos de mayor angustia para los seguidores de esta corriente es, justamente, una falla de la electricidad que afecte la vida normal de los ciudadanos. Las autoridades austríacas, por ejemplo, han instado a los ciudadanos a almacenar combustible, velas, conservas y a pactar con familiares eventuales puntos de encuentro en caso de fallas comunicacionales. La ministra de Defensa de Austria, Klaudia Tanner, dijo el pasado 29 de octubre que «la cuestión no es si habrá un gran apagón, sino cuándo». Existe incluso una tendencia a compras nerviosas que lleva por nombre «el efecto papel higiénico», que consiste en que el miedo hace que los productos se agoten antes de tiempo.

Como habrá notado el lector, todas estas angustias, temores y expectativas fatalistas son propias de países desarrollados, porque por estos lares, aunque desconociéramos el término, somos preparacionistas practicantes desde hace tiempo que jode, porque para nosotros el apocalipsis hace rato que llegó.

El mal se llama socialismo

El mal se llama socialismo

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Laureano Márquez P. Feb 22, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Los mosquitos de Bill Gates
¿Qué c. (carrizo) hace Bill Gates, haciendo honor a su apellido, abriéndole las puertas a ese mosquiterío loco?

 

@laureanomar

Entre las noticias de esta semana, figura una de la que se puede hablar sin problemas (porque seguramente nadie saldrá en defensa del mosquito, quiero decir). Resulta que el conocido magnate, el superrecontramultimillonario Bill Gates está liberando en Medellín 30 millones de mosquitos a la semana. Numerosas inquietudes surgen: ¿por qué estaban detenidos esos mosquitos? ¿De qué se les acusaba? ¿Fueron sometidos al debido proceso? ¿Se respetaron sus derechos mosquitanos? Y la más relevante de todas: ¿qué c. (carrizo) hace Bill Gates, haciendo honor a su apellido, abriéndole las puertas a ese mosquiterío loco?

Cuando nos adentramos en la información, resulta que la organización World Mosquito Program, como una suerte de ONU de los zancudos, se dedica a producir mosquitos modificados genéticamente para luchar en contra de las enfermedades cuyo origen principal se remonta al Aedes aegypti, un mosquito transmisor del dengue, la chikungunya y el zica. Claro la primera duda que a uno le invade ante esa liberación mosquiteril es: por qué en vez de liberarlos no los dejan detenidos. Bueno, el punto es que las susodichas bestias voladoras son infectadas con wolbachia, una bacteria que impide que el insecto pueda transmitir las enfermedades que habitualmente transmite.

Al parecer esos mosquitos liberados hacen que en corto plazo todos los mosquitos sean portadores de la bacteria, lo que reduce significativamente las estadísticas de contagio con las enfermedades mencionadas. Y así, aunque con todo ese mosquiterío suelto, podemos convivir pacíficamente con ellos, dándoles, si es el caso, la habitual palmadita que los deja estampados en la blanca pared, pero sin ningún otro riesgo para la salud, salvo la eventual fractura de algún dedo.

Para lograr su propósito, el Sr. Gates tiene una «granja de mosquitos» en Medellín. Uno no entiende bien cómo funciona una granja de esta naturaleza, pero supone que debe ser lo mismo que la de pollos: bebederos, alimentación y una cerca para que no se escapen y no mucho más. Ahora el tema de la alimentación también genera inquietud: según las investigaciones las hembras se alimentan de sangre humana (hematófagos). No sabemos cómo se la proporciona Bill Gates, ni pretendemos averiguarlo tampoco. No hay por qué saberlo todo de los negocios ajenos.

Todo esto parece asunto de broma, pero no lo es; la capacidad mortífera del zancudo supera incluso la de nosotros los humanos matándonos unos con otros, que ya es bastante decir.

Pero valga la oportunidad, ya que Mr. Gates está trabajando tan afanosamente en este proyecto, para preguntarle si no le sería posible también proporcionar un beneficio complementario para eliminar el zumbido del mosquito, porque en honor a la verdad, y para decirlo en términos académicos, eso es lo que más jode. Entiendo que el zumbido lo producen las alas en el vuelo, así que mi sugerencia es buscar algún mecanismo para silenciarlas. Y así, ya que no lo van a matar a uno, por lo menos que chupen calladitos. Si no se puede con el silenciador de alas, otra sugerencia: ¿no se les podría hacer alguna mutación genética para prescindir de las mismas?, y que, si quieren picarlo a uno, bueno que le echen pichón y lo hagan a pie.

Gracias a Bill Gates por esta noble iniciativa que aplaudimos fervorosamente, con las consiguientes disculpas si acaso, por mala suerte, alguno de sus mosquitos se nos atraviesa en el aplauso.

 

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Laureano Márquez P. Feb 08, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Mi último delirio

Fotos: póster de la obra Mi último delirio y escenas teatrales de Héctor Manrique.

Se queda uno, luego de ver Mi último suspiro, rumiando los pensamientos y sueños del Libertador con el sentimiento de que nos toca a los de este tiempo rematar su obra

 

@laureanomar

Curiosa la etimología del término delirio: del latín de-lirare, que significa salirse del surco al labrar la tierra. Cómo llegó esta palabra a ser asociada a un trastorno psicológico y psiquiátrico: resulta que, en la antigüedad romana, una de las pruebas que realizaban para constatar el estado de enajenación mental de una persona era mandarle a hacer un surco con una vara; dependiendo del trazado se podía determinar si este se hacía correctamente o no; si sucedía lo segundo se consideraba a la persona presa de delirium.

No es frecuente en el teatro venezolano recurrir a la representación de episodios históricos ni a la caracterización de los personajes de nuestro Olimpo patrio y, mucho menos, al más sagrado de ellos: El Libertador. En Mi último delirio, Héctor Rodríguez Manrique caracteriza de manera brillante —como suele hacer con todos los personajes que encarna— a Simón Bolívar en el momento cercano a su muerte en Santa Marta. Según los partes médicos, en los últimos instantes de su vida, los delirios eran frecuentes.

La pieza es una verdadera joya teatral por múltiples razones: en primer lugar, el texto de la obra está enteramente extraído de frases, pensamientos y cartas del Libertador de los que se tiene constancia histórica.

De hecho, la obra cuenta con la asesoría de la reconocida historiadora Inés Quintero. La caracterización de Héctor es impecable: humaniza al personaje, dándole incluso con frecuencia algunos toques de humor que nos muestran a Bolívar como alguien mucho más cercano a nosotros, mucho más humano que héroe (por poner un ejemplo, quien esto escribe fue requerido con autoridad por el Libertador para que le alcanzara el aguamanil para afeitarse y se vio impelido a subir al escenario a cumplir la tarea, entre las risas del público).

La selección de los textos, entre la multiplicidad de materiales originales que se poseen del padre de la patria, está hecha para hablarle al venezolano de hoy, para dar cuenta de su sentir, inquietudes y anhelos. La dirección, el manejo de los recursos escénicos, los desplazamientos actorales llenan el espacio teatral y nos mantienen siempre atentos y en vilo.

La contribución de Héctor Manrique al teatro y a la cultura venezolana es realmente valiosa y merece nuestro aplauso y reconocimiento. Héctor es, sin duda, una voz valiente que da cuenta, tanto en las tablas como fuera de ellas, del sentir del venezolano de nuestro tiempo, de nuestros afanes y angustias. Su aporte a la civilidad desde su quehacer nos anima y nos da esperanza. Desde aquí nuestra gratitud.

Se queda uno pues, luego de ver la obra, rumiando los pensamientos y sueños del Libertador con el sentimiento de que nos toca a los de este tiempo rematar su obra. Por lo demás, Libertador, fue un honor servirle. Mi única recomendación: cambie usted de perfume porque, desde que fui a la obra, el olor a su pachulí no se me pasa.

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Laureano Márquez P. Ene 31, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Telepathy
La compañía Neuralink de Elon Musk (¡lo que es tener el billete para desarrollar las ideas!) acaba de implantar el primer chip cerebral de mi genial invento con el nombre de Telepathy (del griego tele que significa televisión y pathy hipocorístico de Patricia)

 

@laureanomar

El humor es profético. Las mayores verdades filosóficas, sociológicas y políticas han sido proclamadas desde la tribuna del humorismo. Pero, como la cosa mueve a risa, la gente no cree que se esté hablando en serio. Quien suscribe, aunque nunca los patentó, tiene en su haber dos grandes diseños de inventos: el primero, el carro que se maneja solo, con un programa especial para Caracas con la posibilidad de rastrear automáticamente la presencia azarosa de motorizados, determinar ante qué luces rojas detenerse y ante cuáles no, entre otras facilidades para el tránsito capitalino, como un Google map de huecos y alcantarillas destapadas, un asustador de peatones, entre otras propiedades.

El segundo invento, proclamado desde el humor y que me acaba de chorear Elon Musk, es el del chip cerebral. También diseñado por mí —y me perdonan el mal gusto autorreferencial de este escrito— en un monólogo en el que hablaba ya de esta posibilidad.

Proclamaba entonces que el CVA tenía sus días contados, pues al irnos de viaje cargaríamos en el chip cerebral el idioma del país al que viajamos. Algo similar sucedería con las universidades, que pasarían a ser cosa del pasado. Para ser médico, por ejemplo, bastaría con comprar el chip de la carrera e insertarlo en el cerebro.

Este avanzado diseño mental presentaba, señalaba entonces, el beneficio adicional de poder cambiar de profesión al aburrirse de la que se ejerce o probar una profesión cada semana hasta encontrar la que mayor suma de felicidad material produzca (al profesional, se entiende). Naturalmente, en nuestra Venezuela pecadora, existiría siempre el riesgo de la piratería, de que un buhonero venda una carrera de derecho chimba en la cola de la autopista o en el peaje de Tazón; pero, en honor a la verdad, esto tampoco tendría que ser motivo de angustia ni preocupación pues no sería nihil novum sub sole. ¡Oh sole, Oh sole mio!

Pues bien, la compañía Neuralink de Elon Musk (¡lo que es tener el billete para desarrollar las ideas!) acaba de implantar el primer chip cerebral de mi genial invento con el nombre de Telepathy (del griego tele que significa televisión y pathy hipocorístico de Patricia). El señor Musk no comenzó el experimento consigo mismo, ni de vaina, sino con otra persona. «El primer ser humano recibió un implante de Neuralink ayer y se está recuperando bien», escribió Musk, «los resultados iniciales muestran una prometedora detección de picos neuronales» …y también de los picos de sus acciones en la ni bolsa que fuera.

Hasta el momento el implante funciona con información del cerebro hacia el exterior, pero también se trabaja en el diseño —tal como quien suscribe, limpio de solemnidad, tenía previsto— para cargar información del exterior hacia el cerebro.

El aparato, dice Musk: «Permite controlar tu teléfono o computadora, y a través de ellos casi cualquier dispositivo, con solo pensar». Este aspecto, debo reconocerlo, no estaba en mi diseño original. No porque no se me hubiese ocurrido, sino por el hecho de que si con el sistema actual, mecánico, tenemos tantas metidas de pata, tantas enemistades a causa del WhatsApp, tantos mensajes al grupo equivocado o fotos íntimas que van a donde no deben por error, imagínense lo que sería que un pensamiento de uno se vaya al teléfono celular de la bella dama que se sentó al lado o, peor aun, que los pensamientos políticos anden por ahí rodando libremente de un celular a otro, sin conocer la identidad del dueño del celular con quien te tropezaste en la calle.

La ciencia ficción nos alcanza y lo que parecía broma se hace realidad. Este invento mío, desarrollado por Musk, tiene la posibilidad de ayudar a personas con dificultades motoras y de visión, lo cual es sin duda una gran cosa, pero, como todo lo que inventamos últimamente los humanos, si se nos escapa de las manos puede ser terrible.

En el 2021 el chip se probó con un mono que comenzó a jugar telepáticamente un videojuego (El planeta de los simios). Unos meses antes de había implantado en cerdos para medir su actividad cerebral (Rebelión en la granja). Solo imaginen, por ejemplo, la posibilidad de que a todos nuestros cerebros se nos envíe un sistema de pensamiento en serie para inducirnos a pensar de manera uniforme y acrítica por alguien que fabrica el chip (Un mundo feliz), pero no se lo coloca él. Estaríamos todos diseñados como replicantes por la corporación Neuralink (Blade Runner) …¿Y no será que ya lo estamos?

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La sociedad de la nieve: ¿machista y antivegana?

Imagen: fragmento del póster de la película La sociedad de la nieve.

Leo por ahí, en las reses sociales, un par de críticas a la película La sociedad de la nieve que merecen comentario. Una de ellas acusa a la película de machista porque ninguna mujer se salva…
Surgen algunas preguntas al respecto: ¿ha debido el filme omitir la antropofagia y en su lugar decir que se alimentaron de frailejones al gratén con queso uruguayo?

 

@laureanomar

No sé si es verdad, pero vale la pena especular sobre el tema, porque en este mundo tan particular en que vivimos, como diría Campoamor, ya nada es verdad ni es mentira. Leo por ahí, en las redes sociales, un par de críticas a la película La sociedad de la nieve que merecen comentario. Una de ellas acusa a la película de machista porque ninguna mujer se salva, en tal sentido la crítica apunta a que el largometraje pretende dar a entender que el hombre es más fuerte que la mujer. La otra crítica argumenta que la película no visibiliza al veganismo, puesto que su planteamiento es que la fuerza proviene del comer carne.

Vamos por partes. La aclamada película se fundamenta en un hecho real conocido como la tragedia de los Andes y, luego de la aparición de los sobrevivientes, como el milagro de los Andes. Se trata de un accidente aéreo ocurrido en la mencionada cordillera el 13 de octubre de 1971 de un vuelo de la Fuerza Aérea Uruguaya, con 40 pasajeros (entre ellos 19 miembros de un equipo de rugby uruguayo) y 5 tripulantes, cuyo destino era la capital chilena. Entre la colisión, las heridas, el frío y una avalancha murieron 24 de los pasajeros y el resto sobrevivió durante 72 días usando como refugio lo que quedo del fuselaje del avión.

Para alimentarse, agotados los pocos suministros y agobiados por el hambre, tuvieron que recurrir a la antropofagia con los cadáveres de las víctimas mortales. Una historia muy dura como se ve, una decisión difícil en condiciones extremas para sobrevivir, cosa que lograron 16 personas, todos de sexo masculino. Esto último, obra del azar, no producto de alguna fuerza misógina de la naturaleza, de la nieve o de quien asignó los puestos en el avión.

La gran pregunta es: ¿debemos tergiversar las historias reales para contarlas según la corrección política de los tiempos?

Surgen algunas preguntas al respecto: ¿ha debido el filme omitir la antropofagia y en su lugar decir que se alimentaron de frailejones al gratén con queso uruguayo? ¿Se debe suprimir el cine histórico cuando exponga actitudes que colidan con las de nuestro tiempo? O quizá lo pertinente es realizar una advertencia al estilo Disney en cada una de las películas, algo como esto: «El contenido que usted va a presenciar contiene elementos históricos. La historia humana es una calamidad. Si los hermanos Wright no hubiesen inventado los aviones que destruyen el medio ambiente una tragedia como la de los Andes nunca habría sucedido». No podemos hacer futurología del pasado. Nuestra historia personal y nacional es como es, somos producto de ella. Yo no puedo cambiar mi pasado, pero sí la manera como lidio con él.

Y lo interesante de la película es justamente cómo lidia con el pasado. La sociedad de la nieve nos deja un mensaje final conmovedor que nos recuerda la interdependencia que tenemos los seres humanos unos con otros, el valor de la solidaridad y la entrega por nuestros semejantes, también nos habla de la fortaleza del alma humana en las condiciones más adversas.

Numa Tucatti, el último en morir antes del rescate, representado por el actor Enzo Vogrincic, es uno de los pasajeros que, gracias a su fortaleza física y a su carácter abnegado, tuvo destacada actuación en las primeras expediciones tras el accidente. Al final, una herida en la pierna causó una infección que acabó con su vida. En la película, al morir, tiene un trozo de papel en sus manos en el que, parafraseando el evangelio de San Juan (15:13), se lee: «no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Este es el mensaje de la película y también, sin duda, el de la historia real.

Lo que sí parece claro es que, si este trágico accidente en vez de en 1971 se hubiese producido en el tiempo actual, la historia quizá habría tenido un desenlace sin sobrevivientes: habríamos acabado unos con otros discutiendo necedades en la montaña.

Avise a todes

Avise a todes

Ellos, ellas, elles

Ellos, ellas, elles

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Laureano Márquez P. Ene 05, 2024 | Actualizado hace 2 meses
El padre José del Rey y el magis
El padre José del Rey Fajardo falleció el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. Cuentan que temprano dijo a su enfermera: «hoy resucito». Efectivamente aquí sigue entre nosotros con su obra y ejemplo A.M.D.G

 

@laureanomar

En el marco de la espiritualidad ignaciana, la palabra latina magis —que significa «más»— constituye un concepto central. Etimológicamente está emparentada con otros términos de la misma raíz: magisterio, clase magistral, magister. Esta última, maestro en latín, la usamos para designar determinados grados universitarios. 

Para san Ignacio el magis se fundamenta en orientar la vida, en lo que a cada uno corresponda, en hacer más (no tanto por la cantidad, sino por la calidad y el empeño puesto en lo que se hace), servir más, no en favor del enaltecimiento personal, sino «para mayor gloria de Dios», por ello la abreviatura de A.M.D.G., que es lo mismo dicho en latín, tan habitual en los jesuitas. El magis conlleva un compromiso de aumentar las propias capacidades para ponerlas al servicio del prójimo. De allí el lema ignaciano, recogido en los ejercicios espirituales: «en todo amar y servir» que, como señala el padre Ugalde, nos invita a: «actuar buscando servir, liberar y transformar con amor todo lo que niega la vida del hombre».

En todo amar y servir

En todo amar y servir

El pasado mes de diciembre falleció el padre José del Rey Fajardo (Zaragoza 1934 – Caracas 2023), un sacerdote, académico, historiador y docente que en toda su vida dio cuenta siempre de este magis ignaciano. Cuando uno revisa su quehacer universitario, su producción bibliográfica, su sólida formación académica, no puede menos que asombrarse por su incesante actividad, por la vastedad de su saber y por el compromiso de amor con la universidad venezolana, muy especialmente de la católica del Táchira, de la que fue fundador y rector magnífico durante muchos años. Una hermosa semblanza de su personalidad la ofrece Lyll Barceló Sifontes: «Orfebre de la palabra, forjador de entendimientos, artesano del intelecto, artífice de pensamientos, creador de inteligencia».

Me parece inspirador comenzar este 2024 evocando su vida extraordinaria, ejemplo de tenacidad, compromiso y amor. Con cada año medimos nuestro transitar por la vida. El misterio tiempo cuyo concepto y alcance sigue ocupando tanto a filósofos como a físicos. Su paso nos agobia, sentimos muchas veces, con razón, que se nos escapa, que se nos escurre como agua entre los dedos, más en estos tiempos en los que las distracciones tecnológicas nos lo arrebatan sin piedad. El padre José del Rey Fajardo dio buena cuenta de los 89 años que la providencia le brindó en su tránsito terrenal. Es justo celebrar su vida, sus valiosos aportes a nuestra historia, a nuestra cultura a nuestra civilidad, también lo es ser agradecido con este religioso e intelectual que en todo amó y sirvió a esta tierra que hizo suya. Ojalá que su ejemplo nos infunda determinación para que el magis ignaciano nos mueva también a nosotros a ser mejores cada día. 

El padre José del Rey Fajardo falleció el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. Cuentan que temprano dijo a su enfermera: «hoy resucito». Efectivamente aquí sigue entre nosotros con su obra y ejemplo A.M.D.G.

Las profecías que Nostragamus 2024
Para nuestro país, Nostradamus no realizó ninguna profecía, pero no nos hace falta porque uno, sin ser adivino, más o menos sabe

 

Llegados a este punto del calendario, cada año toca reflexionar, no solo sobre los acontecimientos transcurridos sino, muy especialmente, sobre nuestras expectativas acerca del porvenir. Ese esquivo futuro que se nos presenta como algo cada vez más amenazante e incierto. Recurrimos especialmente a las profecías de Michel de Nôtre-Dame (me disculpan si este escrito se queda corto, pero pasé más de una hora averiguando en la computadora como ponerle el sombrerito a la o del apellido).

Para salir del paso podríamos comenzar lanzando ciertas profecías recurrentes de Nostradamus, quien, sea que viera o no el futuro o no, parecía tener un gran conocimiento del alma humana: «habrá guerra», barrunto del que seguramente nadie tendrá duda. Siempre las ha habido en todos los rincones del planeta desde que ese animal particular que somos se convirtió en sapiens. Al parecer, la guerra y el autoexterminio en general, están asociados a nuestra condición de seres inteligentes. Seguramente por ello consideramos brutos al resto de los animales.

A mi lo que me molesta de Nostradamus es que nunca pone nombre y apellido, sino que pronostica el futuro usando la cuarteta (que no es la indagación sobre un determinado órgano femenino, sino estrofas de cuatro versos). Por ejemplo, para este año que viene, según el sabio francés se espera la «expulsión forzada del rey de las islas». Esta profecía la relacionan los analistas con una posible abdicación de Carlos III. Uno no entiende como pudo Nostradamus ver tanto y no el nombre del rey, que esta escrito por todos lados.

Otra para el 2024: «adversario rojo palidecerá de miedo, aterrorizando al gran Océano».  El adversario rojo es China, por el color de su bandera, el gran océano es el Pacífico, donde se encuentra Taiwán. Todo ello queda claro, pero se pregunta uno: ¿el que debería palidecer de miedo no tendría que ser, en todo caso, Taiwán?

Otra para el año venidero: «A través de la muerte de un Pontífice muy anciano, Un romano de buena edad será elegido, De él se dirá que debilita su sede, Pero permanecerá mucho tiempo sentado y en actividad mordaz». Según los «nostradamunólocgos», es el anuncio de la muerte del papa Francisco. Ajá: ¿y quien lleva la cuenta y la secuencia de los pontífices fallecidos desde 1555 a esta parte?, porque Nostradamus no pone fecha.

Una más: «La tierra seca se volverá más reseca y habrá grandes inundaciones cuando se vea». Es que inundaciones con tierra reseca no me pega, sino más bien inundaciones con tierra mojada. A veces pienso que Nostradamus era un echador de broma, por decirlo de la manera más elegante: «habrá grandes inundaciones cuando se vea» …cuando se vea que hay grandes inundaciones. 

Para nuestro país, en concreto, Nostradamus no realizó ninguna profecía, pero no nos hace falta la ayuda del visionario francés porque uno, sin ser adivino, más o menos sabe. 

En todo caso, un nuevo final de año se aproxima. A pesar de las guerras, las pandemias, el sufrimiento y la desolación que contemplamos cada día; a pesar de los tiempos turbulentos que siempre se vislumbran, estar aquí y no en la nada infinita es un regalo extraordinario, inexplicable, mágico, que nos brinda la oportunidad de aplicar nuestra inteligencia, talentos y dones en hacer de este mundo un lugar mejor, donde el mensaje de amor que nació hace 2024 años se haga verdad en nuestras vidas. Es este nuestro deseo para todos.

¡Feliz año 2024 urbi et orbi!

 

LEA. San Vicente hace milagros, por Asdrúbal Aguiar

Laureano Márquez P. Dic 21, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Life2vec
Un nuevo avance se suma a los que ya nos brinda la IA: la posibilidad de predecir nuestra muerte en los próximos 4 años con una precisión del 78 %

 

@laureanomar

La capacidad predictiva de la inteligencia artificial (IA) va en aumento: desde el número ganador de la lotería, los resultados electorales, hasta diagnósticos médicos precisos sin necesidad de estetoscopio, examen, ni contacto alguno con el paciente, como los médicos del primer mundo. Un nuevo avance se suma a los que ya nos brinda: la posibilidad de predecir nuestra muerte en los próximos cuatro años con una precisión del 78 %. El nombre del algoritmo es el que sirve de título a este escrito.

Para determinar la fecha exacta de nuestro fallecimiento, la IA utiliza ciertas informaciones básicas: estudio, empleo y datos médicos. Por ejemplo: si usted no estudio, es doble de escenas de acción de cine y tiene el colesterol alto, sus probabilidades son mucho mayores que alguien graduado en filosofía, heredero de Rockefeller y con una cintura inferior a los 90 cm. Según los investigadores daneses que inventaron el sistema, también la personalidad, la autoestima y la vitalidad importan. Lo del estudio valdrá para el primer mundo, porque en el nuestro, el nivel académico continúa siendo un lastre vital. Mientras más preparada sea una persona en nuestros lares, más duro será su periplo existencial.

Curioso también el dato de la autoestima, porque muchas veces nos encontramos con seres despreciables que casi siempre la tienen muy alta y que viven muchísimo; otras veces, con seres de una nobleza infinita cuya humildad, cercana a la santidad, les impide tener una elevada autoestima, que tienen una vida de una brevedad insólita. En otras palabras: parece que los malos viven mucho más que los buenos por aquello del autoengaño. No se tome este último comentario, se ruega, como una incitación a la maldad.

Vale la pena ser bueno, aunque uno viva menos (tampoco es regla, por cierto, que todos los longevos sean malas personas. Hay de todo en la viña de la IA).

Toda esta especulación se fundamenta, sin duda, en el hecho de que la muerte sigue siendo la gran incógnita del ser humano. Nosotros somos capaces de establecer con precisión lo que sucedió en el primer nanosegundo posterior al Big Bang, pero seguimos ignorando lo que sucede el segundo siguiente a nuestra partida de la vida terrenal. La única información al respecto que poseemos es la de aquellas personas que han retornado del famoso túnel al final del cual hay una luz que atrae. Algunas personas han vuelto para narrar la experiencia, ninguna de ellas, por cierto, venezolana, porque para un compatriota una intensa luz significa siempre que finalizó un apagón y en vez de rehuirla, nos lanzamos velozmente hacia ella para aprovechar su vuelta, debilidades del último instante vital condicionadas por la experiencia terrena.

En todo caso, ¿cambiaria usted el rumbo de su vida de conocer con precisión la fecha de su muerte? Si su respuesta es sí, más allá de lo que le diga la IA, cámbielo de una, porque, aunque no sepamos con exactitud el día y hora, la fecha está escrita, porque nuestra finitud es una de las grandes certezas de la que los humanos tenemos conocimiento desde que tuvimos uso de razón.

Piensa uno en Sócrates. No necesitó de IA para conocer el momento exacto de su muerte. Según relata Fedón, más que con angustia, asumió su muerte con la profunda certeza de que un mundo mejor le esperaba: «una felicidad tan grande, que ningún otro mortal ha gozado jamás otra igual». Al beber la cicuta, cosa que hizo con la mayor tranquilidad, preguntó al esclavo que se la sirvió sobre sus efectos: un frío subiría a partir de sus piernas y al llegar al corazón moriría. Una precisión del 100 %. «Critón, le debemos un gallo a Esculapio», fueron sus últimas palabras.

Se pregunta uno si la IA, capaz de predecir ahora nuestra muerte, podrá algún día determinar si la brutalidad natural que padecemos se trastocará, al menos en la otra vida, en una inteligencia similar a la de Sócrates.

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