El mundo vive una etapa convulsionada. La revolución de izquierda de los años 60 se ha transformado en la revolución de la derecha del siglo XXI.
De una era de consolidación de la democracia y la unión, estamos evolucionando hacia una era de división, hegemonías grupales y radicalización. La izquierda se asemeja a la derecha y ya es muy difícil distinguir una de otra por su manera de actuar. Chávez y Maduro, gobernando por decreto, se asemejan a Trump mandando por órdenes ejecutivas. Se parecen cuando atacan a los que se oponen, culpabilizan a los que dan su honesta opinión. Ya los frenos sensatos de los checks and balances parecen cosa del pasado. Ellos han atacado a la prensa con un furor que no dista de un auto de fe o un apedreamiento público. Y sus partidarios racionalizan todas las acciones automáticamente.
Lo que está pasando en Estados Unidos no es más que el reflejo mayúsculo de lo que está pasando en muchas partes. Tratemos de analizarlo serenamente, aunque será una ardua labor.
Esas medidas, como cumplimiento de promesas de campaña, se están instrumentando rápidamente. Así su gente se siente complacida. No importa que las medidas no hayan sido pulidas o evaluadas sus consecuencias, simplemente se han decretado durante las primeras dos semanas de estar en el poder. En realidad no buscan resolver problemas de fondo porque, aunque logre construir el muro, no logrará hacerlo impenetrable. Ya lo dijo Janet Reno: “por cada muro de 20 metros de alto, habrá una escalera de 21”. La tendencia a emigrar surge de la falta de trabajo bien remunerado, o por la inseguridad que siente un latinoamericano en su país. Y al deseo de resolver esos carencias solamente lo obstaculiza una larga y peligrosa caminata a través de la frontera. Esto ni ha sido freno, ni lo seguirá siendo. Y menos porque se fabrique un muro. Si no mejora la economía latinoamericana, y la seguridad, la invasión seguirá, por aire, mar y tierra. Pero Trump firmó una orden para hacer el muro y sus seguidores lo aplauden.
La segunda promesa: México lo pagará. México NO lo pagará, lo pagarán los norteamericanos. En justicia, si seguimos su razonamiento, el muro debe pagarlo América Latina, porque no sólo de México vienen los migrantes. Pero México fue el pushing bag que encontró más fácilmente y sobre él van los ataques. Si Trump conociera un poco de política latinoamericana sabría que, así como entre su gente funciona el tema del muro, allá funciona el tema del no pago. No hay gobierno mexicano que se atreva siquiera a insinuar que habrá algún tipo de compensación.
Cualquier impuesto que castigue los productos mexicanos será transferido al consumidor, que es el pueblo de Estados Unidos. Cualquier castigo a las remesas será contestado con medidas que pueden ir desde otorgar el mercado mexicano a China, hasta hacerse de la vista gorda con el tráfico de indocumentados por su territorio o con el trasiego de los narcos. Si conociera Trump un poco de la historia de América Latina sabría que Pancho Villa invadió México, que Honduras y el Salvador fueron a una guerra, con aviación incluida, por el resultado dudoso de un partido de futbol, que en Brasil hubo una revolución que costó dos guerras por el rechazo al censo y al sistema métrico decimal. Y que las maras, que prácticamente creó el gobierno americano, pueden realizar actos violentos más fácilmente que ISIS.
Lo que Trump sí ha logrado en México es poner en jaque al sistema político, y al peso, siendo el pobre el más castigado porque tiene que comprar lo importado al doble. Cada vez que el presidente Peña decide viajar a USA o telefonear a Trump, pierde puntos en las encuestas. Cada vez que Trump amenaza a México, López Obrador, el candidato de izquierda, toma ventaja en las encuestas presidenciales.
La prohibición de darle entrada a las personas de ciertos países musulmanes no solamente es una falta de respeto a una religión y a varios países, es una falta de respeto a los funcionarios diplomáticos americanos que han gastado meses investigando a un peticionario de una visa antes de otorgarla y que ven como una medida apresurada le quita validez a todo su trabajo. ¿Cómo se le va a quitar el derecho de entrar a un ciudadano que posee una green card y que está a punto de ser ciudadano? Eso es más grave que negarle la validez a una visa, porque el proceso de la residencia y la ciudadanía son cosas muy serias.
Mientras tanto, el show de Trump sigue. Actos de gobierno masivos. Funcionarios destituidos fast track, medidas compulsivas puestas en acción sin medir consecuencias. Peleas con los medios, prohibición a ciertos periodistas para hacer preguntas porque no han sido suficientemente respetuosos. Gran parecido con Chávez, Evo Morales o Correa en procedimientos. Y el resultado es exacto: más polarización y más odio. Es el guión y lo está siguiendo paso a paso. Veamos que dicen los republicanos, o los jueces, o la prensa.
*Joaquín Pérez Rodríguez ha sido Viceministro de Información del gobierno de Venezuela, Secretario de Organización del Partido Copei, consultor electoral de candidatos presidenciales en Venezuela, Estados Unidos, México, R. Dominicana, Puerto Rico, y ha manejado campañas en toda América desde hace 25 años. Fue el coordinador de la única encuesta independiente que se ha realizado en Cuba.