Jean Maninat, autor en Runrun

Mar 11, 2016 | Actualizado hace 8 años
¡En la MUD confiamos! por Jean Maninat
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La MUD ha tomado la decisión más fácil, la que complacía a todas las fuerzas políticas allí representadas, pero la que será más difícil de implementar, y, sobre todo, explicar a la ciudadanía. ¿Por qué se asumen cuatro mecanismos y no se concentran los esfuerzos en uno solo, el más viable? Es la pregunta que le tendrá a flor de labio el más desprevenido de los taxistas. La renuncia, la enmienda, el revocatorio y el proceso constituyente, todos caminando parejo, los cuatro voceados al mismo tiempo y en la misma esquina. ¿Tiene la MUD la capacidad  organizativa para tamaño reto? ¿Tiene la oposición democrática el vigor para escindirse entre las cuatro opciones del menú y resurgir unida en una sola, la que haya logrado mayor consenso? ¿No habrá fisuras? ¿O en el mismo kiosco se ofrecerán todas las modalidades de sorteo como en la lotería, con la misma sonrisa para cada oferta?

Ahora bien, la decisión está tomada, la hoja de ruta está en marcha, mañana sábado comenzarán las actividades de calle que animarán el ambiente político, se medirá si la conflictividad social que vive el país se puede transformar en marchas políticas robustas, potentes para enviar un mensaje de ¡basta ya! a quienes han desguasado al país durante 17 años; o serán las concentraciones de los mismos convencidos de siempre, los mismos vendedores de helado -si es que quedan, porque de agua… nones- mientras el país real se apresta a sobrevivir un día más y a realizar las protestas sociales que le son propias y que explotan sin aviso previo. Con todo el fervor del mundo, uno desea que sea lo primero y que así como con el 6D nuestros dirigentes democráticos le tomaran el pulso electoral a la sociedad correctamente y se obtuvo una contundente victoria, esta vez le hayan tomado la temperatura social adecuadamente y sea el inicio del cambio.

Caben también otras preguntas: ¿qué pasa con las elecciones para gobernadores pautadas para fin de año? ¿No hacen parte de la necesaria acumulación de fuerzas para sustentar el cambio? ¿O para resguardarlas, se ha decidido no meterlas en la misma cesta, por el miedo atávico a tropezarse y romper todos los huevos al mismo tiempo? Al menos en lo reseñado en los medios de comunicación sobre la hoja de ruta no aparece mención alguna. Cualquiera sea el mecanismo que predomine: la renuncia, la enmienda, el revocatorio o el proceso constituyente -o puede no prevalecer ninguno- no se debería postergar la reflexión y preparación para enfrentar con éxito una confrontación electoral que será determinante para el proceso de recuperación democrática.

Ojalá las elecciones regionales estén en la letra chiquita que suele acompañar los contratos y que todos deberíamos leer pero no hacemos. De ser así, uno podría fantasear que -mientras los cuatro mecanismos siguen su curso- un equipo de la Unidad estaría ya establecido para preparar discretamente, pero con certeza, la estrategia triunfadora para las elecciones regionales.
¡En la MUD confiamos!

 

Mar 04, 2016 | Actualizado hace 8 años
Simpatía por el diablo por Jean Maninat
 GobiernoCuba
«Pleased to meet you, hope you guess my name. But what’s puzzling you is the nature of my game». Bien le podría decir el presidente cubano, Raúl Castro, a Mick Jagger, si llegara a saludarlo, y al resto de los Stones, durante la anunciada visita/concierto a Cuba de la mejor banda de rock que el universo ha parido. Con un poco más de entusiasmo, uno se podría imaginar a la gerontocracia partidista del PCC y sus lobeznos, vestidos de verde olivo, o con sus impolutas guayaberas blancas, marcando el ritmo con unos recatados «uh, uh», mientras se bambolean de lado a lado como un coro de evangélicos suecos. Si por milagro, tiene usted un paquetico de café, o de arroz, apuéstelos a que el día del concierto una cámara traviesa poncha al presidente Maduro en medio de la nomenclatura, tocando un bajo Fender imaginario y celebrando el concierto. Tiene usted todas las de ganar.

Según relata el diario El País, de España, del 1 de marzo, ya en la isla y en la diáspora se desató una tormenta tropical alrededor del evento musical: su significación política y lo que representa como muestra de la profundidad del actual proceso de apertura está en duda. ¿Simple maquillaje, o fractura de la máscara totalitaria? Es una discusión sin fin, de la cual está ausente una mayoría de los «condenados del condado» en la isla, alegres por las cosas que se cuelan por la rendija recién abierta que hace apenas unos años eran la materia de un sueño descalabrado, por hambriento y fumado. Un teléfono celular, o el acceso regulado al Internet, no anuncian la entrada a una democracia plena, pero son pitillos que succionan oxígeno para respirar bajo el agua de la opresión política. Amortiguan el rigor del otro embargo: el de las libertades públicas internas.

El escritor cubano Leonardo Padura -quien vive en la isla- citado en el trabajo de El País al que hicimos referencia advierte: «Si alguien me hubiese dicho cuando era un adolescente que algún día el grupo británico pudiese actuar en mi país le hubiese dicho que era un enfermo mental sin causa posible de reparación». Pero no fueron sólo los Stones, o los Beatles, quienes tuvieron que esperar décadas para ser escuchados. Los míticos soneros cubanos, los músicos de la noche habanera que tan bien retratara Cabrera Infante cuando «ella cantaba boleros», también fueron prohibidos -en otro embargo interior, este musical- de ser oídos en su propio país. Los que no tuvieron la suerte, o las ganas de salir, sobrevivieron haciendo labores menores, malgastando su inmenso talento, mientras unos funcionarios con guitarra paseaban por el mundo una fraudulenta Nueva Trova Cubana de la que hoy sólo queda desencanto y resentimiento. Sin embargo, aquellos luminosos ancianos del Buenavista Social Club, nos siguen haciendo tan felices como cuando los escuchamos por primera vez.

Es todavía temprano -o tarde, o lo que usted decida- para tener un juicio responsable sobre lo que se lleva a cabo en Cuba. A todas luces, las cosas están cambiando; no a la velocidad y la profundidad que muchos desean con razón. Más bien, marchan al ritmo que el reconocimiento tardío del despropósito histórico en el que se embarcaron sus hoy octogenarios dirigentes lo permite. ¿Se puede pensar que pronto se desarrollará una sociedad abierta en la isla? Es poco probable. Pero seguramente irá amainando la penuria y el atraso que el experimento comunista ortodoxo repartió a manos llenas entre sus habitantes. Y ya eso es un alivio, sobre todo para ellos.

Una vez más, la música sirve para subrayar la necesidad de diálogo y apertura. Más sabe el diablo por músico que por viejo: Pleased to meet you, hope you guess my name…uh.uh.uh.uh.

Ene 15, 2016 | Actualizado hace 8 años
Coger mínimo por jean Maninat
AsambleaNacional9
Pasado el rifirrafe iconoclasta que tanto perturbó al gobierno -el hambre que viene no lo inmuta- conviene que la bancada opositora se siente un rato, respire hondo, cuente hasta uno -no hay tiempo para más- y se aboque a diseñar una estrategia para enfrentar lo que se sabía que iba a venir de todas, todas: el intento del gobierno por boicotear la labor de la Asamblea Nacional (AN).  De nada sirve pisar el peine y convertir las sesiones en un torneo de increpaciones de lado y lado para señalar quién ha sido más corrupto, quién más ineficiente, si la mal llamada IV República o la V República roja, rojita. Se entiende que se llevan 17 años atragantados entre pecho y espalda, que son muchos los sapos tragados y hay la necesidad de desahogarse. Pero, una vez realizada la catarsis colectiva, conviene dejarla atrás y dedicarse a legislar con tino, inteligencia y serenidad. ¿Se harán transfusiones de sangre fría?

A nadie puede sorprender que el gobierno haga todo lo que esté a su alcance para dejar a la asamblea congelada en un limbo político, o como un museo de cera al que nadie visita. Vendrán nuevas provocaciones y los alrededores de la AN serán un paraíso para los bachaqueros especializados en el marketing de la concha de mango. Afortunadamente, la bancada mayoritaria ha comenzado a reaccionar y salió, por lo pronto, de la calle ciega de los tres diputados arbitrariamente recurridos por el TSJ, al renunciar éstos a sus curules para defenderse legalmente. De ser impugnados definitivamente las elecciones tendrán que repetirse y la paliza será aún mayor. Ya sucedió en el pasado con las alcaldías.

El choque de trenes que quiere impulsar el gobierno tiene por objeto distraer la atención de la gente escenificando una nueva batalla, una nueva hazaña en contra de la «derecha burguesa», el «imperio» o cualquier otro monigote al cual zarandear verbalmente para intentar esconder su formidable ineficacia para gobernar. Mientras tanto, la gente en la calle continúa la penuria cotidiana sin entender mucho lo que sucede en el Palacio Legislativo. Por eso es tan importante dejar de lado lo accesorio, mitigar el ruido y responder con una acción legislativa contundente a favor de todos: de los que le dieron mayoría con sus votos a la oposición y de quienes no votaron por ella. Eso es lo que quiere impedir la bancada oficialista a toda costa. Esa es la peor pesadilla de su conductor tras bambalinas.

La ley de propiedad para los beneficiarios de la Misión Vivienda presentada por el diputado y jefe de la fracción parlamentaria opositora, Julio Borges, es más potente que cualquier invocación constitucional a plazo fijo para mudar de mandatario.  Esa sola iniciativa puede expandirse entre los sectores populares con un mensaje claro y alentador: la oposición legisla para ti. A más iniciativas de ese tenor, mayor será la dificultad que tendrá el oficialismo para deslegitimar la acción parlamentaria. Se trata de eso, de acorralarlo con leyes, con iniciativas parlamentarias que no le permitan escurrirle el bulto a su responsabilidad, que lo obligue a decir o no ante propuestas concretas para enderezar la situación, que le espiche la burbuja retórica que le sirve de zona de confort.

Para lograrlo, habría que coger mínimo, ser una fuerza tranquila, sin aspavientos, firme pero serena, y así evitar el Mucho ruido y pocas nueces (To much ado about nothing) sobre el que nos alertó hace ya un buen tiempo William Shakespeare.

 

Ene 08, 2016 | Actualizado hace 8 años
Asombro en el hemiciclo por Jean Maninat
AsambleaN
Los venezolanos presenciamos el 5 de enero la autopsia de la vieja forma de hacer política que por 17 años impuso en el país un clima de iracundia, de violencia verbal -y física- hacia toda disidencia; de frases altisonantes para tratar de domesticar la realidad, de gritos y más gritos, del puño agresivo que chocaba la palma de una mano en señal de violencia identitaria. El maestro de ceremonias del socialismo del siglo XXI dejó como legado el desprecio por la convivencia republicana, el odio de clases como trámite de las diferencias sociales, la peregrina idea de que habían llegado para quedarse. Nadie volverá, solo nosotros nos enrocaremos hasta el final de los siglos.

Pero llegó el 6D y luego el 5E. El baño frío de democracia no le sentó nada bien a la alta jerarquía roja. Eso no estaba en el guión, así no fue como él les dijo que iban a suceder las cosas; se suponía que solo rendirían cuentas ante la historia -la escrita por sus memorialistas-, que el país había sido expropiado a su favor y ya nadie podría recobrarlo. El Acorazado Potemkin navegaría por siempre tranquilo en el ancho mar de la felicidad insular con ellos a bordo. Y ahora esto, este chapuzón malagradecido, esta marejada de desafecto popular, estos millones de traidores que los condujeron a esta infame procesión, a marchar escuálidos frente al mundo, apretujados, lijando el piso con los zapatos, hacia el hemiciclo parlamentario que habían silenciado meticulosamente y que ahora bulle con un ruido alegre como de agua limpia en acequia.

No, así no se suponía que iban a pasar las cosas. ¿Qué hacen esas cámaras de televisión aquí adentro? ¿Quién dejó entrar esos micrófonos, esas grabadoras, esos periodistas? Tanta luz, tanto flash, tantas preguntas volando… tanta algarabía produce mareos. Quizás unos gritos, unos improperios, unas descalificaciones y regrese la debida obediencia. Pero no, lo viejo ya no surte efecto. Ni siquiera reconvocar los espectros de los años sesenta para que hablen desde el más allá ideológico espanta el entusiasmo, ahuyenta la alegría de lo que está renaciendo ante sus ojos atónitos. ¿Quiénes son todos esos muchachos? ¿Quién los convidó a este entierro? ¿De qué se ríen, por qué se abrazan?  Los diputados son tristes, no hablan, saben callar. Solo dicen sí, solo obedecen. O son fieras dispuestas a arremeter con violencia en contra de quien contradiga la línea oficial.

Pero, no, así no se suponía que sucederían las cosas. No habían nacido para ser minoría, para tener que levantar la mano y pedir la palabra, para que los refutaran en público, para rendir cuentas, para sufrir ese tráfago fastidioso que llaman «democracia burguesa» con sus contrapesos institucionales. Ahora tendrán que razonar, esgrimir argumentos, entregar pruebas, debatir, parlamentar. Están obligados a reinventarse si quieren sobrevivir como actores políticos. Es tan fácil salir airados del recinto a cada revés parlamentario, a cada contrariedad contenida en el reglamento de debates. No pueden huir para siempre -menos frente a la presencia ahora algo más golosa de los medios de comunicación- y salir ilesos ante la opinión de quienes los pusieron a trabajar en la AN gracias a sus votos. Ahora tienen que rendir cuentas de sus actos. Su asombro es grande en el hemiciclo.

@jeanmaninat

 

Dic 11, 2015 | Actualizado hace 8 años
Ganó la unidad democrática por Jean Maninat

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No hace tanto, el 6D era una luz allá al fondo del boquerón que muchos no querían ver, que denunciaban como un espejismo inducido por la falta de testosterona o el producto de un inconfesable acuerdo con el Gobierno para distraer la «lucha verdadera». En las redes sociales se montaban cadalsos, hogueras en torno a las cuales se arremolinaban los laboratorios de guerra sucia para señalar «colaboracionistas» «entreguistas» cuando no a ilusos mentecatos que todo lo iban a malograr. Es bueno recordarlo, para que no se repita jamás.

Los manuales de buen comportamiento indican que tras un triunfo importante hay que recurrir a exclamaciones que hermanen del tipo «ganó la democracia, es un triunfo de todos». Y para no faltar a la regla de oro digamos que, ciertamente, ganó la democracia y es un triunfo de todos. Pero no olvidemos, es una victoria de la Unidad Democrática, de la convicción política de que había que avanzar juntos porque así se llegaba más lejos. Aquellos que han concebido su participación en el esfuerzo unitario como quien se monta y se baja de un carrusel cuando les interesa, deberían reflexionar -seriamente por alguna vez- y cambiar de actitud. Es verdad, todos hacen falta, pero si trabajan en concierto y respetan los acuerdos.

La MUD, los partidos que la conforman y su secretario ejecutivo, Jesús, Chúo, Torrealba, merecen todo nuestro reconocimiento y aplauso por la labor realizada en tan difíciles circunstancias. Es justo, en momentos de éxito, reconocer también la labor de su antecesor, Ramón Guillermo Aveledo, para darle forma inicial a tan complicada amalgama. Y por supuesto, al liderazgo de Henrique Capriles quien en medio de virulentos ataques supo mantener con firmeza el arduo camino de la lucha electoral y la inclusión de quienes no pensaban igual. Gracias al empeño unitario de Primero Justicia, Acción Democrática, Voluntad Popular, Nuevo Tiempo, Avanzada Progresista, se está hoy más cerca de que Leopoldo López sea liberado de su injusta prisión y junto a Antonio Ledezma y los otros presos y exiliados políticos se reincorporen a la reconstrucción democrática del país.

Contra toda expectativa racional, el alto gobierno ha asumido la vía de la confrontación y el desconocimiento del profundo cambio que está en marcha en Venezuela. Una vez más recurre a la repetición de mantras revolucionarios para evadir su responsabilidad en el inmenso desastre económico y social que ha causado. No hay disposición para asumir con humildad el mensaje de una ciudadanía cansada de tanta opereta, hastiada de la lluvia de palabras huecas con las que se pretende esconder la realidad que  conocen bien porque la viven en carne propia. La jerarquía que gobierna ha decidido aislarse más aún desmereciendo al pueblo que una vez le creyó.

Ahora más que nunca unidad, debería ser una pancarta enarbolada recurrentemente -de haber tela y pintura en los anaqueles- pues los tiempos que vienen se anuncian difíciles y el que se mueva no saldrá en la foto definitiva. La Unidad Democrática debe ser una plataforma política y el eje conductor de las luchas democráticas por venir; ya logró devolverles a los venezolanos su confianza en el poder del voto y en sí mismos y ahora le toca recuperar el balance republicano de la nación. Esa es la tarea de hoy, recuperar la Asamblea Nacional, retornarle su dignidad y eficacia frente a un poder ejecutivo negado a ello.

Solo con la Unidad Democrática será posible seguir avanzando en las luchas políticas que se avecinan.

@JeanManinat

El Nacional 

Dic 03, 2015 | Actualizado hace 8 años
Votos sí, balas no por Jean Maninat

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En los años 60 del siglo pasado, bajo el influjo de la Revolución Cubana, la izquierda venezolana abrazó con ardor la lucha armada en contra de una democracia todavía endeble y asediada por todo tipo de conspiraciones.

 

El subcontinente era un carrusel de dictaduras que subían y bajaban al ritmo de los apoyos que venían del norte. Se había acuñado el calificativo de “república bananera” para referirse a las naciones del Caribe gobernadas algunas por exmilitares como el sargento Fulgencio Batista en Cuba; o el sanguinario general Rafael Chapita Trujillo en República Dominicana. A su lado, Duvalier en Haití, Somoza en Nicaragua, Rojas Pinilla en Colombia, Pérez Jiménez en Venezuela…, habían enhebrado un rosario de dictadores tontamente pomposos y adictos a suprimir todo indicio de voluntad democrática a sangre y fuego en sus países.

 

En Venezuela gobernaba el líder democrático Rómulo Betancourt (período 1959-1964), quien se enfrentó a Fidel Castro y lo venció política y militarmente, cuando el revolucionario cubano intentó, por primera vez, secuestrar a Venezuela. Muchos jóvenes idealistas, estudiantes de clase media, y algún que otro morador de los barrios populares, asumieron la lucha armada mareados por la aventura de la Sierra Maestra, por las barbas irredentas y el verdeolivo de los uniformes, por la proclama histriónica de la Declaración de La Habana. Frente a la andanada de agitación y propaganda armada y a la intención de boicotear las elecciones presidenciales de 1964 con plomo, surgió la consigna: Votos sí, balas no, que caló hondo en el pueblo venezolano, dispuesto a decidir democráticamente su destino y contribuyó al aislamiento social y luego al fracaso de la aventura armada (muchos de sus protagonistas se reintegrarían más tarde al proceso democrático).

Casi medio siglo después, quienes gobiernan en Venezuela —muchos de ellos cultores nostálgicos de la insurrección armada de entonces— han disparado un discurso de odio y enfrentamiento social que ha hecho percutir agresiones y balas en contra de los candidatos opositores en las próximas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. La idea no es nueva. Ya la han puesto en práctica los enemigos de la democracia —de todo cuño y toda inspiración— para tratar de acallar las voces disonantes frente a su proyecto particular de sociedad (el líder del Nuevo Liberalismo colombiano, Luis Carlos Galán, fue asesinado mientras les hablaba a sus seguidores desde una tarima electoral, por órdenes de un psicópata iluminado. Lo mismo le pasó en un púlpito abierto a Monseñor Romero, en El Salvador, a manos de los militares que temían su mensaje de reconciliación).

 

No hay escape. Las balas zumban mortales frente a la democracia. Siempre nos podrá sorprender un Tejero blandiendo una pistola. Sólo los votos nos escudan. Ejercerlos es la sustancia de la ecuación democrática, su fortaleza. La democracia termina a la larga imponiéndose a las balas, está a la vista en los libros de historia. Los gobernantes de la región americana harían bien en percatarse y dejar de remedar a los tres monitos sabios que no quieren oír, hablar o ver, cuando de defender la democracia en Venezuela se trata. Votos sí, balas no debería ser una exigencia al Gobierno venezolano compartida por todos en la región sin mucha dificultad. ¿No es cierto?

 

@JeanManinat

El País 

Nov 20, 2015 | Actualizado hace 8 años
Sumisión por Jean Maninat

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El 7 de enero de este año, la novela del polémico escritor francés, Michel Houellebecq, Soumission, publicada por la editorial Flammarion, apareció por primera vez en las vitrinas de las librerías parisinas. Sería traducida luego al castellano -es decir en buen español- por Anagrama, bajo el título Sumisión. El libro tuvo la macabra coincidencia de aparecer en las librerías el mismo día del atentado terrorista en contra de Charlie Hebdo, el semanario humorístico francés que había osado presentar una caricatura del profeta Mahoma, juzgada blasfematoria por los autoproclamados guardianes de la fe musulmana. La incursión punitiva dejó un reguero de sangre y muerte, entre la tinta y las plumillas de quienes ejercían su derecho a la libertad de expresión en un país fraguado, entre otras cosas, para hacerla respetar.

El relato de Houellebecq, imagina el triunfo electoral de un candidato islamista, con el apoyo del Partido Socialista Francés, una alianza urdida para detener el avance del Frente Nacional, agrupación política que ha hecho de la xenofobia una de sus señas de identidad primordiales en la vida real. Hablamos del año 2022, y el país deAsterix poco tiene que ver con sus ancestros galos. La presencia política, cultural y demográfica del Islam en el interior de sus fronteras, le ha cambiado el rostro para siempre. El profesor de literatura que nos narra sus desventuras amorosas, el tráfago de la vida universitaria y académica, sus querellas literarias, y su desasosiego íntimo, termina convirtiéndose a la religión que avanza con fuerza, a pesar de su pasado de católico integrista. Una parábola -¿oportunista?- de los tiempos que vivimos.

Poco importa la discusión acerca de sus cualidades literarias -¿panfleto político provocador, o excelente obra narrativa?- frente a la persecución que sufre su autor, todavía hoy en día, por parte de quienes decidieron que su novela era un insulto contra la religión que profesan: la musulmana. No puede dejar de recordarnos la sentencia de muerte (Fatwa) que sufrió en 1988, Salman Rushdie, cuando publicó sus Versos satánicos y desató la ira vengativa del Ayatolá Ruhollah Jomeini, entonces líder supremo de Irán.

La misma lucha por la libertad y la democracia sigue penando, a pesar de lo que digan los bienpensantes de entonces y de ahora. La culpa sería de Occidente, nos siguen diciendo, por estar molestando el avispero. Mejor callar, otorgar, no movernos, vivir nuestras libertades bajo llave, sacarlas a pasear cubiertas de un negro chador. No hagan olas, que se enojan.

Nuestra defensa frente a lo que anuncian los perpetradores de la carnicería que vivió Paris -repetirla en otros lugares- es ejercer nuestro modo de vida, en voz alta y al aire libre. Que exploten los colores, que reine la diferencia, que nos contradigan los libros, que nos entusiasmen los cuerpos anunciados, que sólo la democracia nos cobije, que prime el libre albedrío para quienes vienen al mundo, que las religiones no nos ofusquen y la política democrática sea el ámbito donde se diriman las opciones ciudadanas. Nada tienen de vergonzosos los llamados valores occidentales: libertad, democracia, respeto a las diferencias, igualdad. Mucho ha costado -y sigue costando- protegerlos… aun de nosotros mismos.

Las sociedades abiertas y democráticas han sido y son mejores para generar prosperidad y calidad de vida -hacia allí marchan los refugiados de medio mundo- defenderlas ha costado sangre, esfuerzo, sudor y lagrimas, según nos dijo un viejo británico en la cúspide de su entusiasmo moral. El bien persiste y el mal también. Sólo la sumisión, no es banal.

 

@jeanmaninat

El País 

Oct 23, 2015 | Actualizado hace 8 años
Una avalancha de votos por Jean Maninat

Voto-Venezuela

A medida que se acerca el 6D y las encuestas de opinión insisten con terquedad en señalar la monumental decepción con el gobierno en todos los niveles y sectores, sus máximos dirigentes se aferran al volante, pisan el acelerador a cuatro pies y ensayan todo tipo de coartadas, fullerías, exabruptos, para intentar despejar la espesa niebla de descontento que cubre Miraflores a pleno sol del día. Piensan que el estado de ánimo de una sociedad se puede cambiar de la noche a la mañana repartiendo espe jitos con el azogue vencido y peines desdentados.

La más reciente operación para distraer -o amedrentar- la atención del país ha sido amenazar con dar inicio a un proceso judicial en contra de Lorenzo Mendoza y Ricardo Hausmann por comentar por teléfono y en privado -hasta que fueron grabados ilegalmente- las posibles alternativas que habría para intentar resolver la monumental crisis económica que sufre Venezuela. Los juristas ya se han encargado de argumentar la falta de sustento legal para avanzar tamaño adefesio, y los economistas el impacto negativo que tendría para el consumo popular la eventual paralización de actividades de Empresas Polar. Poco importa sus efectos nocivos; lo importante es la detonación, el estruendo, el humo que flota y antecede al asalto de las fuerzas de choque.

(OK Mendoza y Hausmann, no se resistan, están rodeados, sabemos lo que hablaron y están negociando, están rodeados… repito, salgan con las manos en alto; se sueña a sí mismo el gran perseguidor, conminando a la rendición, megáfono en mano, mientras sobrevuela en círculos en un helicóptero artillado la sede del Fondo Monetario en Washington D.C.).

Venezuela tiene la inflación más alta del planeta, es un país que debe hasta la vajilla china, dilapidó años de petróleo a precios de rascacielos, las estanterías están vacías hasta de telarañas y sus calles se anegaron de armas y delincuentes que las usan al desgaire. Ese es el relato mundial apegado a la realidad. Pero la respuesta desde arriba, lejos de enmendar, es perseguir a un prestigioso economista y a un comprometido empresario, como escarmiento para quien no siga el relato oficial aferrado al canon clásico de la agitación y propaganda.

¿Cuánto no daría Cuba por tener a Mendoza dirigiéndole la reconversión de sus empresas y a Hausmann el manejo de su economía, en estos tiempos de desvelo capitalista? ¿Qué pensará Ortega, quien firmó un acuerdo para que el FMI sea «asesor de confianza» del Estado nicaragüense? ¿Y Brasil, que mucho antes de que el neoliberal Joaquim Levy fuese nombrado ministro de Finanzas, se sentaba a negociar con el FMI?  Es probable que observen, con la quijada en las rodillas, cómo se dinamita lo que ellos quisieran construir o poder sostener en el tiempo: las bases de una economía que funcione, más allá de la algarabía ideológica.

El 6D se acerca inexorablemente. El nerviosismo y la prisa aumentarán día a día en el oficialismo y vendrán nuevas intimidaciones, nuevas astucias, nuevos enemigos y culpables express, bien sea para perturbar el resultado de las elecciones, o para dejar sembrado de explosivos judiciales el panorama poselectoral. Un dakazo represivo tan solo contribuiría a drenar más aún el apoyo regional y aumentar el descrédito internacional. (La renuncia de Brasil a participar en la misión de observación electoral es ya una advertencia.) Pero no quieren recapacitar y se ahogan los unos a los otros con consignas de un radicalismo de izquierda previo al diluvio. Sólo una avalancha de votos el 6D sacudirá el polvo ideológico que nos ahoga.

@jeanmaninat

El Universal