José Domingo Blanco, autor en Runrun

D. Blanco

Guaidó contra Maduro, por José Domingo Blanco

TRES MESES CONTRA DOS DÉCADAS. David contra Goliat. Guaidó contra Maduro. Son expresiones que, más o menos, cuantifican lo mismo. En apenas tres meses de gestión del Presidente (E) Juan Guaidó estamos esperando resultados que pongan fin, inmediatamente, a esta tiranía. Tiranía que tiene dos décadas y que, a la postre, ha tenido el tiempo suficiente para consolidarse, reestructurarse y reorganizarse, cada vez que recibe un golpe que la hace tambalear. Sin querer ahondar en temas filosóficos o religiosos, tres meses contra dos décadas, sigue siendo desproporcional porque este régimen tiene experiencia haciendo lo que sabe: actuar con calculada perversidad, sembrando el mal.

Hace ya unos días, hemos escuchado a algunos analistas y abogados sugerir la pertinencia de invocar el artículo 187, numeral 11, de la Constitución Nacional. Un artículo que, para su aplicación, debe ser discutido y aprobado en sesión del parlamento. El parlamento legítimo. El que elegimos nosotros. No la Asamblea Nacional Constituyente usurpadora e ilegítima, que preside Cabello. Pero, resulta, tal como contabiliza mi respetado amigo, el doctor José Vicente Haro, en las últimas ocho sesiones de la Asamblea Nacional, se ha propuesto considerar la aplicación del citado artículo y, reiteradamente, “se ha negado incluir ese punto en el orden del día de las sesiones de los días 19 y 27 de febrero; 6, 11, 12, 19,26 de marzo y 2 de abril”.

Y aunque quisiera interpretar esto como un acto de prudencia y sindéresis en el que, como parte de la estrategia, algunos diputados buscan el momento preciso y adecuado para su aprobación; en el fondo, la intuición, los años en estas lides y el olfato periodístico me rebaten el argumento. Entonces, comienzo a pensar en los cómplices de este régimen que, a lo largo de estas dos décadas, han ayudado a enquistar aún más a esta tiranía perversa. Pienso, por ejemplo, en todos quienes, en este momento crucial, les gustaría ser Guaidó: ocupar el rol protagónico que hoy tiene el presidente Guaidó. Que no resisten la importancia que ese nombre ha adquirido en el ámbito internacional. Esa reacción infantil y egoísta de quienes aspiran el poder y no soportan que otro les haya robado lo que ellos consideran su derecho natural. Un asunto de ego y envidias que muchas veces les impulsa a actuar de acuerdo con los más bajos instintos; sin reparar en que, en el medio, lo que está en juego, es la vida –o muerte- del país y quienes en él vivimos.

Nuestra más reciente historia, está repleta de oscuros personajes -porque así quedarán identificados para beneficio de nuestras generaciones futuras- que, consciente o inconscientemente, o quizá tentados por promesas de gloria y recompensas futuras, se han dado a la tarea de bloquear todos los esfuerzos orientados a la libertad de Venezuela. Que han permitido la continuidad de esta narcotiranía, en detrimento de un país destruido y en la ruina. En este momento decisivo, en el que la mayoría de los venezolanos deseamos el éxito de esta gesta que ha asumido el Presidente (E) de Venezuela, no me preocupa su juventud ni la corta trayectoria política del ingeniero Guaidó, me preocupa los buitres que le merodean y que, dicen, estar brindándole respaldo, cuando en realidad, quizá, las intenciones son todo lo contrario. Y esos bloqueos y zancadillas que le ponen, se evidencian en esa táctica de posponer, olvidar, postergar la discusión y aprobación del artículo 187.11 de la constitución. En sus más recientes apariciones, el Presidente Guiadó ha mencionado que la opción que ofrece este artículo no está descartada. Imagino que, a su juicio, no ha llegado el momentum de plantearlo formalmente en la Asamblea Nacional, para lograr su aprobación. Supongo, también, que estarán tratando de convencer, sobre la viabilidad de esta alternativa, a quienes hasta ahora consideran que es errada.

Cuando he expresado, pública y abiertamente, mi opinión sobre el terrible problema venezolano y que, en este momento, para salir de él requerimos el apoyo y la intervención internacional -que pudiera ser por la vía de la aplicación del artículo 187.11; o, como propone el doctor Juan Carlos Sosa Azpúrua, “por la vía de una operación quirúrgica de la DEA, visto que en Estados Unidos, tienen más que identificados a los cabecillas de este narcoestado”; hay quienes refutan esta intervención extranjera alegando que los problemas del país, los solucionamos los venezolanos. Pues, está más que comprobado que hemos fracasado en nuestro intento de hacerlo solos. Que, a lo largo de estas dos tortuosas décadas que lleva el régimen con los colmillos clavados en las arterias del país, no hemos logrado como hasta ahora, con Guaidó al frente, tanto apoyo internacional ni tanto interés por evitar que este mal, llamado Chavismo/Madurismo, se propague y contagie al resto del continente. Las oposiciones, en sus intentos anteriores, en su afán por resolver en casa, los problemas que son de casa, han fracasado. Entonces, apártense y dejen de sabotear al que no deben, porque fortalecen al que sí deberían boicotear.

 

@mingo_1 

D. Blanco Mar 22, 2019 | Actualizado hace 5 años
¡CDM! … Por José Domingo Blanco

PARA EL MOMENTO EN EL QUE estoy escribiendo estas líneas, en la zona donde vivo, en la calle donde se ubica el edificio donde vivo, estamos cumpliendo 15 días continuos sin luz. Oscuridad absoluta. Servicios básicos, cero. Sin electricidad por más de 300 horas y, por tanto, sin ascensores, sin agua, sin cocina eléctrica, sin nevera, sin internet, sin mayor distracción en las noches que un radio de batería. Sin calidad de vida; pero, con mucha desazón, amargura, desaliento o rabia, depende de cuánto calor haga, cuántas ganas de comer tengamos o cuánto deseo de bañarnos sintamos. Subir y bajar las escaleras cargando agua para cubrir esas necesidades básicas en las que el “preciado líquido”, hoy más preciado que nunca, es indispensable. Así no provoque. Independientemente de que duelan o no los brazos. Porque, cargar 20, 15 o 40 litros a diario, ya no hacen ninguna diferencia. Siempre cansa. Siempre es poca. Siempre desconsuela.

He tratado de llevar el apagón, con la paciencia de quien cree que pronto todo se resolverá. Pero, no es sencillo. Las noches de nuestros tiempos no están hechas para retroceder a épocas de la colonia, donde las velas, la leña, los baldes de agua o el silencio, eran habituales. No en este siglo XXI donde existen países que generan electricidad con energía nuclear. No es el caso de Venezuela que, en menos de veinte años, unos criminales le quitaron a su progreso más de cinco décadas. Nos llevaron al pasado. Nos tienen en la miseria. Nos hunden en la pobreza. Nos generan unas condiciones de vida donde jamás veremos escrita la palabra estupenda. Así nos quieren tener. Es así como nos quieren mantener. Ocupados sobreviviendo. Enfocados en procurarnos pilas para el radio y la linterna.

El drama de la falta de servicios no es nuevo en la Venezuela que han destruido estos hampones durante los cinco lustros que nos han tenido secuestrados. Estos apagones, no tan largos como el que aún me afecta, tienen tiempo ocurriendo en el interior del país. Y, a la falta de energía eléctrica, se le suma la falta de agua y el deterioro de las comunicaciones. Ustedes se preguntarán si, en medio de esta tragedia, los vecinos de mi zona hemos buscado respuestas y soluciones. Sí, las hemos buscado. Y la respuesta es el reflejo de la destrucción premeditada, de la que ha sido víctima nuestra nación. La desprofesionalización, el deterioro de equipos que tenían que recibir mantenimiento preventivo o sustituirse por obsoletos, la falta de inversiones y la impericia en el manejo de una empresa eléctrica que convirtieron en un monstruo construido con pedazos incompatibles, es lo que ha generado este caos con el servicio eléctrico, que amenaza con repetirse, complicarse y extenderse.

Las soluciones, como todas las que ahora plantean los responsables de dirigir las empresas del régimen encargadas de procurarnos servicios públicos, convergen en una sola opción: los ciudadanos, los que pagamos impuestos, los que hemos sido espectadores de los casos de corrupción más atroces de la historia, somos los que debemos aportar el dinero –en dólares, por supuesto- que se necesita para comprar los transformadores y el cableado nuevo; materiales y equipos que debería poner el Estado, porque los equipos que se dañaron son de Corpoelec, que es una empresa del régimen; pero, como se robaron hasta el último céntimo que podían, hoy las empresas eléctricas –aunque también la empresa telefónica y la responsable de suministrarnos el agua- para resolver los problemas graves, reponer equipos y pagar a los contratistas, tienen que “solicitar” a los usuarios los recursos. Recursos que, en situación normal e ideal, provendrían de las tarifas que nosotros pagaríamos si tuviésemos los servicios públicos básicos y óptimos que cualquier nación debe poseer.

Hay dos palabras que, desde que me enteré que esa era la solución para ponerle fin a nuestro extenso apagón, no han dejado de rondar en mi mente: estafa y extorsión. Porque, el desespero de los afectados, que se acrecienta con cada hora de oscuridad que sumamos a nuestro contador de horas sin electricidad, obrará igual que como obra alguien que tiene un familiar secuestrado y espera que, con el pago del rescate, liberen al retenido.

Solo deseo que, al momento de volver la luz –aunque, debo confesarles que no me hago mayores expectativas- en vez de alegrarnos y aplaudir, gritemos el más estruendoso “Coño de tu madre…” que podamos vociferar para, de alguna manera, resarcir los cientos de horas que niños, personas mayores o enfermos tuvieron que vivir en el infierno en el que puede llegar a convertirse tu edificio –tu hogar, dulce hogar- cuando la dictadura se ocupa de destruir las empresas de servicios públicos.

 

@mingo_1 

 

D. Blanco Mar 07, 2019 | Actualizado hace 5 años
Ahora como que sí, por José Domingo Blanco

¿CON QUÉ RECURSOS CONTARÁ VENEZUELA PARA SOSTENERSE ECONÓMICAMENTE DURANTE EL GOBIERNO DE TRANSICIÓN? Es más, ¿lograremos establecer el gobierno de transición? Y, si alcanzamos ese paso, que esperemos así sea, y pronto ¿dispondrá ese gobierno de transición del capital necesario para paliar los problemas urgentes, mientras se depuran y se ponen en orden las instituciones públicas especialmente el Consejo Nacional Electoral, para que puedan realizarse unas elecciones libres y transparentes? Mientras estamos enfocados en lograr el cese de la usurpación –porque recordemos que desde el pasado 10 de enero, Nicolás pasó a ser un usurpador del cargo al cual se aferra- los venezolanos tenemos que estar muy conscientes de que, con la caída del dictador, no se producirá inmediatamente la recuperación del país. Veinte años de deterioro continuado –acentuado y promovido desde el mismo poder-  han dejado unas cicatrices muy profundas y marcadas en todos los órdenes de la vida de Venezuela. Estamos en una situación anárquica extrema, que ameritará de un tratamiento de recuperación programado y planificado, que nos permita salir a flote, sin desesperos que ocasionen tragedias peores. Estos años de dictadura, nos han hecho acumular, no solo experiencia en supervivencia, sino lecciones aprendidas. Y, cuando llegue el momento, esas lecciones aprendidas debemos utilizarlas para mejorar como nación.

El cese de la usurpación, cuando por fin ocurra, y este régimen en pleno llegue al final de su historia, generará todo tipo de reacciones en los venezolanos; sin duda alguna, la esperanza de cambio y la sensación liberadora, serán las primeras que afloren. Porque, es lo que, desde hace muchos años estamos esperando. Nuestra libertad. El resurgimiento de nuestro país. La erradicación de este modelo castrador y criminal que ha causado –y sigue causando- la muerte de centenares de venezolanos. Los que hemos vivido en el país durante estos veinte años de secuestro, hambre, pobreza, muerte, desnutrición, horrores y miserias debemos estar vigilantes. Alertas. Debemos comportarnos como una sociedad civil capaz de exigir sus derechos; pero, sobre todo para que no volvamos a cometer los errores del pasado. Los venezolanos, todos, de manera activa, debemos velar para que nunca más, las ambiciones de pseudo líderes políticos mesiánicos, nos lleven a una nueva tragedia.

Si estamos de acuerdo con la salida que nos están planteando, debemos cumplir las etapas en las que ha insistido, constantemente, el Presidente Encargado, el ingeniero Juan Guaidó. Veo con preocupación, cuando actores políticos de siempre –los que, en más de una ocasión, han brindado oxígeno y legalidad a este régimen ilegítimo- engolosinados con la palabra elecciones. Soñando, a viva voz, con una candidatura presidencial, en un país que primero debe seguir enfocado en el principal objetivo: salir del dictador, desmantelar el narcoestado y poner tras las rejas a los responsables de tantos crímenes. Crímenes calificados, en la mayoría de los casos, como de lesa humanidad.

Estamos en un momento crucial, uno nuevo y contundente. Y no es la primera vez; pero, sí lo percibo distinto a las ocasiones anteriores. A mi juicio, hemos vivido otros momentos clímax que nos han hecho pensar que “ahora sí. Estamos muy cerca del final”, para luego, con una habilidad asombrosa, el régimen voltea la suerte y hace que, una vez más, sonría a su favor. Comprando voluntades, negociando con traidores o intimidando a quienes, de manera genuina promueven el cambio. No son cinco días. Llevamos cuatro lustros en manos de este narcoestado que ha sabido asesorarse con sus maestros los cubanos; hasta el punto de infiltrarlos en cargos clave, de mucho poder, para garantizar su permanencia indefinida.

Hoy, los venezolanos somos de nuevo testigos de otro momento crucial. El régimen de Nicolás –y antes, el de Chávez- ha sabido evadir las amenazas. Sus años en el poder, con el control de muchos recursos, los ha vuelto expertos en transformar sus situaciones críticas en oportunidades para radicalizar su modelo comunista, imponer su autoritarismo y arremeter contra los intentos democráticos con más represión y muerte. Esta vez, sin adornos ni guiños triunfalistas, sin cantar victorias por adelantado, y con la sensación de que, en esta ocasión hay menos improvisación que en las ocasiones anteriores, vemos el momento que protagoniza el ingeniero Guaidó, como uno que suma rápidamente mucho respaldo; pero, no solo de los venezolanos desesperados por derrocar la dictadura, sino de importantes potencias mundiales, para las que el chavismo/madurismo se transformó en un problema grave capaz de desestabilizar a todo un hemisferio.

No sabemos con exactitud la fecha cuándo caerá la dictadura. Lo que sí podemos asegurar es que cada vez son menos los que están dispuestos a respaldarla. Aún falta trecho por recorrer. Aún queda pendiente el despertar de consciencia del alto mando militar -que, esperemos, más temprano que tarde ocurra. Lo que si debemos tener muy claro es que, si bien de nuevo sentimos un poco de optimismo y esperanza, debemos estar conscientes de que el país que dejará tras su paso este régimen es un país destrozado. En la ruina. Devastado. El cese de la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres son apenas, las premisas que se deben cumplir de esta primera fase del plan liberador que en enero 2019 se puso en marcha.

@mingo_1

D. Blanco Feb 24, 2019 | Actualizado hace 5 años
Métodos gravosos, por José Domingo Blanco

SON DÍAS DE NO COMETER ERRORES. Quienes anhelamos el cambio definitivo, el retorno de la democracia y el fin de esta crisis propiciada desde el régimen, sentimos la urgencia de erradicar las viejas prácticas partidistas, que fueron las que le abonaron el terreno a esta abominación llamada Chávez, y luego, Nicolás Maduro. La llegada de Juan Guiadó a la Presidencia de la Asamblea Nacional, y su posterior proclamación como Presidente Interino de Venezuela, amparado en el artículo 233 de nuestra Constitución vigente, sorprendió al establishment. La sorpresa, no sólo se la llevó el narcoestado. También tomó por sorpresa a muchos personeros que hacen vida en los partidos de oposición; pero que, con sus negociábulos ocultos, le han dado al régimen el oxígeno que lo mantiene con vida, en una especie de coexistencia parasitaria, en la que ambos se retroalimentan. Han sido cómplices. Y son también los responsables de que Venezuela, hoy en día, ya no sea un país, sino una catástofre.

La juramentación de Guaidó fue una jugada, quizá inesperada y oportuna, que muchos no se esperaban. Y si bien, aún no hemos logrado el jaque mate al tirano, debo reconocer que, por los comentarios que recojo en la calle, esta acción renovó las esperanzas de los ciudadanos que daban todo por perdido. Ese, a mi juicio, es uno de los primeros logros del Efecto Guiadó, porque cohesionó y movilizó de nuevo a la sociedad civil, en torno a tres objetivos: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Son muchas las personas que, ante este nuevo escenario, pospusieron la ejecución de sus Planes B porque ven en este movimiento, más pragmatismo, más enfoque, más planificación y menos improvisación. Yo, confieso, quisiera ver menos de las viejas prácticas políticas. Esas prácticas que tanto daño le hicieron a Venezuela y que, repito, degeneraron en esta aberración llamada Socialismo del Siglo XXI.

No quiero, por ejemplo, ver al Ingeniero Guaidó rodeado de los representantes de la prehistoria partidista de Venezuela, ni de teóricos que aún defienden a Carl Marx o a Lenín; o peor aún, al legado de Hugo Chávez. Y, tal vez, ustedes pudieran alegar que, en democracia, una de las bondades de este sistema, es el respeto a la pluralidad de las ideas. Quizá mi inquietud, es que siento que no son momentos para desaciertos. No hay margen de error. Los actos de gobierno que ejecute el Presidente Interino Juan Guiadó, deben ser impecables. Guaidó necesita gobernar sin ataduras ni compromisos con las cúpulas partidistas que lo han respaldado.

Los nombramientos de embajadores en los países que lo han reconocido como el Presidente Interino de Venezuela, no pueden empañarse, por desconocimiento de esos nuevos funcionarios, de los protocolos diplomáticos. Muchos de esos embajadores designados, no son profesionales de carrera y, muy probablemente, esas sean las razones por las que el pasado 20 de febrero, Costa Rica elevó una nota de protesta ante el intento de la nueva embajadora de ingresar a la sede, irrespetando los plazos que el gobierno de ese país les concedió a los funcionarios chavistas para que recogieran sus peroles y se marcharan. Ese es el tipo de error que empaña el buen proceder y ponen en entredicho las competencias de la persona designada para el cargo. Un cargo de mucha importancia en este momento en el que el apoyo internacional ha sido clave. Entonces, es allí cuando me pregunto si las designaciones obedecieron al perfil profesional de los elegidos como nuevos diplomáticos o a compromisos con las cúpulas de los partidos. Y me temo que la respuesta es más que obvia.

En nuestro país, y ahora también fuera de él porque la diáspora ha hecho que las mentes más brillantes de nuestra tierra estén dispersas por el mundo, contamos con la intelectualidad, el talento y los profesionales que necesitamos para hacer las cosas bien. Tenemos a embajadores de carrera, con años de estudios, investigaciones, relaciones y trayectoria diplomática. Debemos desprendernos de esas dañinas prácticas del pasado donde las embajadas son las recompensas que se reparten entre los partidos que ven en el poder político, la posibilidad de acceder -por la vía expresa- al poder económico. Debemos erradicar las prácticas perversas en las que los cargos públicos son los premios de quienes aspiran controlar, enriquecerse y tener poder. Esa manera de hacer política, es lo que nos condujo a estos veinte años nefastos.

Es hora de extirpar estos métodos gravosos de los cogollos partidistas. Tenemos que erradicar, definitivamente, las imposiciones de los caudillos, esos que tanto daño le han hecho a Venezuela. Es el momento de la Sociedad Civil como agente político y ente contralor del Estado. Insisto, estamos en una etapa país crucial; y, un error, un paso mal dado, una decisión equivocada, al final, al que terminará favoreciendo será al narcoestado. Y eso, a toda costa, debemos evitarlo.

 

@mingo_1

 

¿Amnistía es impunidad? Por José Domingo Blanco

SIN ÁNIMOS DE DARMELAS de jurista, que no soy, desde que comenzó a mencionarse la Ley de Amnistía, son muchos los cuestionamientos que me he hecho. No con el ánimo de condenarla; pero, sí de entenderla desde varias perspectivas. En este momento, siento que Venezuela tiene unas heridas que no han cicatrizado producto de veinte años de crueldades. Veinte años de torturas. Veinte años de desapariciones…Veinte años de muertes. Y me cuesta pensar en esa ley como la única salida. Porque no sé si, al final, esa amnistía viene a constituir una especie de ayuda humanitaria para los criminales que desgobiernan el país y de quienes, hasta ahora, no terminamos de librarnos.

En ocasiones, la veo como un señuelo que busca seducir a los culpables de que Venezuela se encuentre en la situación de indigencia en la que está. Una manera de tentarlos para que inclinen la balanza a favor de la salida del usurpador y la restitución de la democracia. Una especie de salvoconducto que les permitirá salir ilesos por el apoyo que, en su momento, les hayan brindado a estos criminales. Mas no así, como un mecanismo que los haga libre de culpas. La carga de sus crímenes, la cantidad de dinero robado, la suma de cada bala detonada que haya segado la vida de algún manifestante que solo pedía libertad, la juventud perdida en una celda de nuestros estudiantes, encarcelados solo por expresar su oposición a este régimen dictatorial, si en mis manos estuviera, deberá perseguirlos como el leit motiv de sus vidas. Perseguirlos como su sombra. Porque sus crímenes han horadado nuestras almas. Y tanta maldad, incluso ante los ojos de Dios, no puede tener perdón.

Pero, ante la posibilidad de que el régimen esté en sus días finales, los conversos deben estar barajando sus opciones para “redimir” sus crímenes y salvar el pellejo –incluso hasta salvar las fortunas acumuladas en tantos años de chanchullo y macolla. Y, hagan lo que hagan, no terminarán de convencerme de su arrepentimiento. Porque el sentido común y la moral, no pueden permanecer nubladas durante dos décadas. Somos muchos los venezolanos que esperamos ver, desde mucho antes del 23 de enero de 2019, un atisbo de arrepentimiento real, y no porque se asome una posibilidad de restablecimiento de la democracia en nuestro país; situación que los pone en riesgo de ser juzgados como cómplices de una banda criminal. Siento que sólo pidiéndole perdón a cada madre o padre que quedaron huérfanos de hijos porque sus balas acabaron con sus sueños y con sus vidas, quizá y sólo quizá, pueda, medianamente, pensar que están arrepentidos de sus delitos. Y es en esos momentos, al pensar en todas las víctimas de este régimen, cuando la amnistía se me transforma como un perdón inmerecido para dictadores, torturadores y cancerberos.

La magistrada emérita, Blanca Rosa Mármol, es de la opinión que la Ley de Amnistía, tal como está planteada, es una oferta para los verdugos; y que, en lugar de servir, como la propia ley indica, para facilitar la concordia y el restablecimiento de la paz; a su juicio, apunta a lo contrario porque olvida a los presos políticos de la oposición y a las víctimas. Para la doctora Mármol, termina siendo una oferta tentadora para los que han cometido todos estos delitos de lesa humanidad, y en una herramienta para lograr una solución que produzca la salida a lo que estamos viviendo. La Amnistía, a su juicio, debe venir después de que se establezca la justicia. Y coincido con ella cuando dice que, en Venezuela, para que haya paz, primero debe haber justicia. Porque en el país hay demasiadas víctimas, demasiadas torturas, demasiadas detenciones arbitrarias, incluso de menores de edad, que siguen impunes y esperando castigo severo para los culpables.

También es importante que recordemos que, si bien la Ley de Amnistía elimina el delito, no condona los de lesa humanidad. Impedir el ingreso de ayuda humanitaria al país, para evitar que sigan muriendo nuestra población, es un delito de lesa humanidad. Y el mundo entero es testigo y sabe el nombre de quien lo comete. Que un concierto de países quiera enviar recursos para salvar la vida de quienes mueren de hambre o por falta de medicamentos, y el régimen se niegue a recibirla por considerarla injerencia en los asuntos internos, deberá convertirse en la prueba contundente que lo condene. Porque, somos una nación con heridas muy profundas. Y cuando se ha convivido por veinte años con tantas muertes, tantas desapariciones, tanto dolor, es muy difícil incorporar al léxico la palabra perdón…mucho menos olvido.

 

@mingo_1 

 

REENCONTRARME CON MI ESENCIA. Así es como me siento desde el pasado lunes cuando, gracias a Radio Caracas Radio regresé a lo que me gusta hacer. Transcurrió año y medio, quién lo diría. Ese fue el lapso que estuve alejado de la radiodifusión. Y si bien, al principio, el silencio me lo impuso Conatel, con el paso de los meses, decidí, voluntariamente, tomar un tiempo más para evaluar y repensar. Un año y medio “sabático” en el que me ocupé de otras cosas. Pero, sobre todo, me dispuse a descubrir qué quería hacer, cómo lo quería hacer y cuándo lo quería hacer. Un día, me sentí listo. Preparado para volver a mis raíces profesionales: la radio, un medio del que me enamoré siendo un niño y fue a los 18 años cuando me senté por primera vez frente a un micrófono. Un medio en el que trabajé, ininterrumpidamente, hasta el 25 de agosto de 2017, cuando el régimen cerró La Nueva Mágica.

Hoy le agradezco a RCR 750 que me haya abierto sus puertas: una emisora valiente, baluarte de los medios de comunicación en Venezuela. Una radio integrada por gente muy valiosa, comprometida con la libertad de expresión y con la información. Me encuentro con un equipo de jóvenes comunicadores apasionados por el oficio. Orgullosos del importante papel que les tocó asumir en una Venezuela condenada a la anomia y a la hegemonía comunicacional del chavismo/madurismo. Comprometidos con la audiencia, esos venezolanos deseosos de noticias, en un país donde los medios o son secuestrados por los mercenarios de la información o silenciados para siempre por la dictadura. Radio Caracas Radio es mi nueva casa y mi nuevo reto; porque, durante este tiempo sabático, me propuse regresar más comprometido con los oyentes, con deseos de darle cabida a nuevas voces y con un nuevo esquema que busque y promueva a la nueva opinión pública. ¡Una pretensión ambiciosa que encontró acogida en RCR 750 de lunes a viernes a las 8 de la mañana!

Regreso a la radio, con un objetivo establecido; porque los periodistas, hoy como nunca antes, tenemos la enorme responsabilidad de ayudar a construir ciudadanía. Es imposible organizar una sociedad en la cual se desconozcan las obligaciones y los derechos, tanto individuales como colectivos. Esa es la raíz del desorden que nos impide progresar. La única salida para organizarnos, reside en la participación de todos; pero, antes, hay que informar. Educar a los ciudadanos. Informar es ordenar la sociedad. ¡La mejor decisión, depende de la mejor información! ¿Cuántas veces ustedes no me habrán escuchado decir esta frase? Bajo este concepto nos situamos institucionalmente, en la gran comunidad venezolana, ahora esparcida por el mundo, mediante un programa donde el equilibrio razón/emoción estará siempre presente. Queremos compartir con ustedes mensajes precisos, objetivos, amenos, impactantes; pero, ante todo, con una clara visión de aquello que social y humanamente ocurre en nuestro país, que siempre es mucho. Que nunca deja de sorprender. Informaciones que cambian con la velocidad de los segundos describiendo situaciones, raíces y temas que mueven al venezolano de hoy, como personas y como ciudadanos.

Desde su propio nombre, Por Todos los Medios, nuestro programa, será un esfuerzo creativo de RCR, con la verdadera consciencia puesta en el país y la mirada siempre hacia el futuro, en función del bienestar general. Porque los modelos se agotan y los venezolanos queremos conocer a la generación de relevo de la opinión pública.

Nuestra Venezuela, la Venezuela actual, la que viene arrastrando veinte años de historias que se pasean entre el absurdo, el escándalo, el drama, el misterio o el horror, no logra sosiego. Sus días transcurren cargados de noticias. Unas que se suceden aceleradamente, a un ritmo tan vertiginoso, que corren el riesgo de ser víctimas de nuestra memoria corta. Quienes vivimos aquí, en esta tierra de gracia, somos espectadores y protagonistas de un Reality Show que todavía no tiene capítulo final. Por el contrario, nuestra cotidianidad se salpica cada minuto de sobresaltos a los que toma tiempo descubrirles la veracidad o la tramoya. Siempre estamos en el clímax de la trama, una en la que, en muy pocas ocasiones, hemos tenido vestigios de desenlace definitivo: con final feliz y castigo para los causantes de tanta tragedia.

Hoy somos una Venezuela de retos. De dificultades. De aciertos, de circunstancias…de apatía y participación. Somos distintas lecturas de ver nuestro país. Educar, divertir e informar es un inmenso compromiso en la Venezuela de hoy, una en la que se necesitan respuestas para vencer la incertidumbre. No sé si lo lograremos; pero, les aseguro, que regreso dispuesto a informar como siempre, indomable, sin cortapisas, fomentando el diálogo constructivo… ¡Por Todos los Medios!

 

 

 

D. Blanco Ene 11, 2019 | Actualizado hace 5 años
El Niconalato por José Domingo Blanco

“EL 10 DE ENERO DE 2019 NO PASARÁ NADA QUE NO HAYA PASADO ANTES”.  Así le respondí a cada una de las personas que querían saber mi opinión sobre lo que ocurriría el día de la juramentación de Nicolás, como “Presidente” de Venezuela, por seis años más. Juramentación que, por cierto, está ocurriendo en este instante, mientras escribo estas líneas. Sé que a muchos no les gustó mi respuesta. Entiendo el entusiasmo de quienes ven en el Grupo de Lima y en los países que han declarado que no reconocerán a Maduro como Presidente, el detonante que nos sacará de este martirio. Sin duda, reconforta saber que no sólo una buena parte de los venezolanos rechaza al régimen. Sin embargo, hace falta mucho más que repudio internacional y nuestra repulsión visceral hacia el chavismo/madurismo para que el escenario sea otro. Por eso, el 10E no pasó nada. Ni los días subsiguientes. Querámoslo o no, esta historia aún no termina porque, insisto, estos delincuentes que tomaron el poder han tenido los recursos y el tiempo para consolidarse e imponerse.

Esta gente, este narcoestado, va seguir gobernando. Se inició “El Nicolanato”. Idearán nuevas estrategias, artimañas y enmiendas para perpetuarse. Negociarán; pero, para seguir mandando como a ellos les dé la gana, con quien a ellos les dé la gana y hasta que a ellos les dé la gana. Continuarán nombrando -a su conveniencia- a los miembros de sus Poderes Públicos con los que gobernarán, no sólo hasta el 2025. Veremos morir de viejos a los ministros de siempre, que seguirán saltando de una cartera ministerial a otra, hasta saquear los presupuestos y redirigirlos hacia sus cuentas bancarias. A estos delincuentes que tienen dos décadas sometiendo a nuestro país a esta neodictadura, les faltarán años para derrochar el dinero que han robado, y serán sus descendientes, las nuevas castas dominantes de una nación devastada, la única elite dominante que disfrutará de una calidad de vida erigida sobre el hambre, la miseria y la muerte prematura de muchos venezolanos.

Ahí está Nicolás. Diciendo que ha cumplido con la Constitución: una carta magna de la que este régimen abusa como pederasta. Allí está Nicolás, ofreciendo y describiendo a un país que solo existe para ellos. Con bonanzas que sólo disfrutan ellos. Inventando amenazas, ataques y conspiraciones a las que les atribuye la responsabilidad del fracaso de sus medidas. Respaldado por todos lo que hacen posible que la pesadilla continúe. Allí está el alto mando militar; ese al que la sociedad civil le hacía un llamado para que reaccionara y despertara. ¿Pero, quién va a despertar si, hoy como nunca, el país bajo esta tiranía les ofrece lo que jamás soñaron tener? Allí están los miembros del TSJ Expres, con sus magistrados de dudosa reputación, tan culpables como los acusados que sentencian, avalando un nuevo mandato de un dictadorzuelo que les conviene solo a ellos. Allí están: las mismas caras de hace veinte años. Con más canas, más lujos, más gordura, más botox, más descaro, más cinismo, más ambición…sentados frente al dictador que habla la misma paja de siempre, mientras ellos sonríen y aplauden, no por las palabras de Nicolás, sino por los beneficios que seis años más significan para sus bolsillos.

El profesor Oscar Valles, el 9 de enero, describía cuatro posibles escenarios para el 10E. Pero, citaré sólo uno, con el que estuve completamente de acuerdo con él: “se realiza la «coronación» de Maduro en total indiferencia y apatía del país. Declaraciones de voceros nacionales y extranjeros sin mayor trascendencia. Respaldo absoluto de las FAN y celebraciones en las filas socialistas”. Me parece que, muy a nuestro pesar, y aun cuando en este instante en la OEA, con diecinueve votos a favor; seis en contra, ocho abstenciones y una ausencia, el Consejo Permanente acuerda «no reconocer la legitimidad del período del régimen de Nicolás Maduro a partir del 10 de enero de 2019», Venezuela seguirá bajo esta tiranía que ha sabido fortalecerse con cada uno de los desaciertos de una oposición, cada vez más disminuida.

Por eso, nada de lo que ocurre hoy, no ha pasado antes. Esto ya lo hemos padecido. ¡Cómo es posible que lo permitiéramos! El perfil de los Presidentes venezolanos se ha devaluado a niveles donde la ignorancia es la que triunfa, la ideología se impone y los estrategas capacitados son desdeñables. ¿Dónde está la intelectualidad que debería estar gobernando a nuestro país? ¡Cómo permitimos esto! Maduro tiene puesta una banda presidencial y no la merece. ¡No le corresponde! Sin embargo, lo logró. Se juramentó y no dejará que nadie le arrebate lo que considera suyo por mandato de un pueblo que adiestró para que sea instintivo –como los animales- y no una sociedad civil pensante.

Se inicia un nuevo capítulo de esta historia de horror sin precedentes, con un régimen que desgobernará hasta 2025. Un capítulo en el que, me pregunto, si por fin veremos a una oposición consolidada, proba y vacunada contra las tentaciones que, sin duda, Nicolás y sus secuaces, les ofrecerán para que sigan sirviéndole a sus planes de perpetuidad en el cargo que hoy, ilegítimamente, asume. Cadena tras cadena, como quien hace de su vida un reality show, seguiremos viendo a Maduro meter la pata, decir brutalidades, inaugurar obras inexistentes, bajar precios, quitarle ceros al bolívar, inventar criptomonedas, negociar con los franceses, con los rusos, con los turcos, decretar lo que la dé la gana… ¡Por lo menos, seis años más: El Nicolanato!

@mingo_1
La revolución pernil, por José Domingo Blanco

ES CASI OBLIGATORIO EN DICIEMBRE, el último mes del almanaque, hacer un recuento de lo más trascendente del año que casi termina. 2018 está a muy pocos días de finalizar y, en resumen, el grado de putrefacción del Estado -aunado al retroceso, deterioro y pobreza que han venido arrastrando- no se detuvo. Este desgobierno no metió reversa, ni enmendó sus errores porque, lo que para nosotros son aberraciones con consecuencias nefastas; para ellos, son la garantía de perpetuidad y control.

Ni en 2018, ni en ninguno de los años que suma en su haber el chavismo/madurismo, han aplicado los correctivos que urgen para comenzar a enderezar la terrible situación económica, política, moral y social que vivimos en Venezuela, que empeora a pasos agigantados, causando daños muy profundos. Daños lamentables y dolorosos. La crisis la han “gerenciado” a su favor para que les produzca los réditos que los sostienen mal gobernando. Las últimas medidas, con las que Nicolás intentó hacernos creer que buscaba frenar la hiperinflación, fracasaron: el país se desangra, la corrupción sigue su escalada y el régimen se fortalece y alimenta de las ruinas que él mismo genera. Una especie de “corruptofagia” – si me permiten el término- que engorda a estos comunistas que, ¡por fin!, lograron hacerse con el poder, luego de cuatro décadas de dictadura de partidos.

Hoy, este régimen acumula 20 años demostrando por qué el comunismo es una ideología que depende de la pobreza, de la opresión, del hambre y de las limosnas a las que acostumbran a los ciudadanos que transforman en pacíficos mendigos. ¡Han tenido éxito! Porque han tenido años en el poder y muchos recursos. Porque cuando un grupo de ciudadanos sale a las calles a protestar por un trozo de pernil que no llegó en la caja Clap como les ofrecieron, en vez de rechazar al promotor del hambre y la pobreza inducida, entonces, sin duda, este régimen demuestra que ha logrado su objetivo y que, hecho el paisa, Maduro le mete la sobre marcha a su proyecto hegemónico, se pondrá de nuevo la banda presidencial el 10 de enero -¿o antes?- se juramentará donde le apetezca y seguirá imponiendo este modelo destructivo, sin importarle si los gobiernos del mundo lo desconocen. ¡Se ha dado inicio a la Revolución Pernil!

El año que terminará dentro de escasos días encierra una tragedia desproporcionada que supera a todas las anteriores. Fue un año hostil y sórdido para muchos venezolanos que, a pesar de las tristezas, la soledad y la fragmentación de las familias, nos resistimos a bajar la Santamaría o acallar nuestros reclamos. 2018 fue infinitamente cuesta arriba para quienes seguimos de pie en Venezuela. Fue una prueba de resistencia que, mes tras mes, aumentó sus niveles de dificultad hasta llevarnos casi a la asfixia. Muchos, no resistieron las manos estranguladoras del régimen en sus cuellos. Algunos se marcharon. Quizá muchos, en especial nuestros jóvenes, para aumentar el dolor de tantos hogares desmembrados. Otros, más viejos o enfermos, murieron esperando ver algo de condolencia en los ojos de este monstruo en que se ha convertido el Estado ¿Saben que es lo más inquietante? Que aún no se vislumbra la calma. Tampoco el cambio. Y entonces, es cuando todo parece indicar que nos espera un 2019 no muy diferente; a pesar, de las hojas de ruta y los planes estratégicos para la reconstrucción del país una vez que logremos extirpar este cáncer que diezma a Venezuela. Tenemos muchos “Día Después”. Y lo celebro. Celebro esas iniciativas que hablan de la reconstrucción de nuestra nación. Solo siento que falta algo importantísimo: ¿cuál es el plan para los días anteriores; el que nos lleva con éxito a ese “Día Siguiente”?

Todos los que somos dolientes, los que padecemos en carne viva estás llagas abiertas y supurantes que arden en nuestro gentilicio y en nuestro amor por Venezuela, seguimos apostando por esa sociedad civil que no quiere tirar la toalla. No es cualquier cosa la que está en juego: es nuestra Venezuela, es nuestra gente. ¡Es nuestra tierra devastada por unos delincuentes a quienes la Navidad les dura todo el año porque saquearon al país y están disfrutando el botín, que es algo más que hallacas, un pernil y un pan de jamón!

Los venezolanos hemos sido testigos –incluso protagonistas- de lo que, espero, dentro de unos años será parte de una historia oscura y muy dolorosa que debe ser contada para que nunca jamás se repita. Y, por favor, léanlo con el énfasis que quiero imprimirles a esas palabras: ¡nunca jamás! Así que, quizá no será ésta; pero, vamos a enfocarnos y a trabajar para que la Navidad de 2019 no se parezca a esta, y por fin, después de 20 años, recibamos un año venturoso y feliz, como merecemos.

Qué el Niño Jesús escuche nuestras súplicas y nos sorprenda con el regalo país que todos anhelamos. Nos reencontraremos en 2019, mis apreciados lectores. Tengan todos, la mejor Navidad posible.

@mingo_1