Carolina Jaimes Branger, autor en Runrun

Carolina Jaimes Branger

Carolina Jaimes Branger Abr 15, 2024 | Actualizado hace 1 semana
Las prepago en el mundo del poder
A las prepago les importa tres pitos que el ascenso en la política de sus novios o parejas haya estado marcado por acusaciones de corrupción, violaciones a los derechos humanos y represión política

 

@cjaimesb

Hasta hace apenas poco más de un año, a Tareck El Aissami se le consideraba uno de los personajes más influyentes dentro del gobierno de Nicolás Maduro. Hoy, no solamente es señalado como uno de los responsables de la crisis política y económica que atraviesa Venezuela en la actualidad, sino que además se convirtió en el enemigo más peligroso que al régimen chavomadurista le haya tocado enfrentar en estos veinticinco años.

Pero sabemos poco sobre qué pasó allá adentro y quizás nunca lo sabremos en su total dimensión. Solo añado que para los revolucionarios resulta muy fácil el “borrón y cuenta nueva” con quienes han sido sus incondicionales. Porque, en el caso del exministro del Poder Popular para Relaciones Interiores, Justicia y Paz, así como exvicepresidente ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela, exgobernador del estado de Aragua, exministro del Poder Popular para el Petróleo y expresidente de PDVSA, pasaron del amor al odio “sin pasar por GO”, como decíamos en el juego de monopolio.

Pero el tema de este artículo no es El Aissami. Es cómo, en medio de toda esta locura, ha salido a relucir el tema de las prepago y su influencia en el poder en Venezuela.

Ese mundo –también conocido como prostitución de lujo– es un asunto controversial que ha existido a lo largo de la historia y que sigue aún más presente en la sociedad actual. Las prepago son mujeres que ofrecen servicios sexuales a cambio de dinero, pero a diferencia de la prostitución tradicional, las primeras suelen ser jóvenes, atractivas, con cierto nivel de educación, que atienden a clientes de alto nivel socioeconómico.

En Venezuela nos calamos a la amante de un presidente durante cinco años. Todas las decisiones del gobierno de Jaime Lusinchi pasaron por el filtro de Blanca Ibáñez, quien además era su secretaria privada. Yo la vi en Maracay vestida de militar cuando la tragedia de El Limón y Ocumare, una tarde que fui a llevar ayuda para los damnificados. Y no es como dicen, que se le había ensuciado la ropa y le ofrecieron un uniforme: era un traje hecho a la medida, que, como para que no quedaran dudas, decía en letras bordadas “Ibáñez”. Con su poder cuasi absoluto logró también que una universidad la graduara de abogado en tiempo récord y sin asistir a la mayoría de las clases. Otros recordarán a Cecilia Matos, la amante de Carlos Andrés Pérez, pero en su caso la mantuvo con mucha más discreción que Lusinchi. Hoy, las cosas no han hecho sino empeorar. 

Las prepago tienen influencia en el poder a través de sus conexiones con personas influyentes y poderosas, lo que les permite acceder a oportunidades laborales, contactos políticos y beneficios económicos. Uno que está preso desde hace un par de años, tenía una oficina donde sus chicas –muchas provenientes de concursos de belleza– recibían a los invitados y complacían sus requerimientos y deseos. Otro que ocupó varios cargos importantes se hizo famoso entre las jóvenes estudiantes de bachillerato de su ciudad natal porque les pagaba las cirugías plásticas, sobre todo las de agrandarse las lolas. Por cierto, ese ser está desaparecido del ojo público desde hace un buen tiempo…

Hay sociólogos que se han planteado que las prepago pueden ser víctimas de explotación y abuso por parte de sus clientes, porque –alegan– pueden utilizar su poder y riqueza para controlarlas y manipularlas debido a que muchas de ellas se ven obligadas a entrar en este mundo por situaciones de vulnerabilidad, como la pobreza, la falta de educación, de oportunidades laborales o la violencia de género.

Por supuesto, su presencia también plantea cuestiones morales sobre la cosificación de las mujeres y la mercantilización del sexo, refuerza estereotipos de género y perpetúa la desigualdad entre hombres y mujeres. Pero la realidad es que estas prepago –al menos de las que hago referencia- no son ni una cosa, ni otra. Son mujeres muy claras en lo que quieren y no se detienen ante nada. Tampoco se plantean dilemas sociales ni éticos.

Tusi tan blindada

Tusi tan blindada

Para ellas lo importante es usar su físico para acceder al dinero y al poder. Les importa tres pitos que el ascenso en la política de sus novios o parejas haya estado marcado por acusaciones de corrupción, violaciones a los derechos humanos y represión política. Y ya ni siquiera levantan cuestionamientos sobre la moralidad de sus prácticas, más bien es lo contrario: suscitan admiración. Basta con revisar las redes sociales. Para las muchachas liceístas que no han tenido en todo su bachillerato profesores de ciencia, y escasamente uno o dos días de clase como máximo a la semana, es una manera rápida y segura de lograr ganar en un año lo que siguiendo la ruta del estudio no lograrían durante el resto de sus vidas. ¡Qué tragedia para un país!

En Venezuela se conocen casos de mujeres que han mantenido relaciones con políticos y empresarios influyentes a cambio de dinero y favores. La corrupción y la impunidad que caracteriza al gobierno venezolano han sido tierra fértil para que florezca la presencia de las prepago en esos círculos, donde son piezas clave para la obtención de información privilegiada, influencia política y, lo más importante para ellas, acceso a recursos económicos. Y también tienen una suerte de “protección”, porque mientras sus amantes van presos, a ellas “ni con el pétalo de una rosa”. Alguien (o algunos) en el mundo judicial, deben tenerles ganas…

Como sociedad, hubiera sido fundamental abordar este tema desde una perspectiva de género y derechos humanos. Pero ya es tarde: esa sociedad aceptó lo que en otros tiempos hubiera sido una afrenta contra la dignidad y el bienestar de todas las personas involucradas en esta realidad compleja y delicada. Las prepago, su presencia e influencia en el mundo del poder en Venezuela, no son más que un reflejo de las desigualdades y vulnerabilidades que afectan a la sociedad en su conjunto. De una manera u otra, todos lo estamos sufriendo, todos lo estamos pagando…

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Leyes “antifascistas”: ¿un arma en contra de MCM?
La aplicación de las leyes antifascistas en Venezuela será la herramienta para justificar la represión de cualquier índole de oposición

 

@cjaimesb

El fascismo, una ideología política autoritaria y nacionalista, surgió en Europa durante el siglo XX, especialmente en España con Francisco Franco, en Italia con Benito Mussolini y en Alemania con Adolf Hitler. Algunas de sus características son el culto a la personalidad del líder, la exaltación de la nación y la raza, la supresión de la oposición política, el control totalitario del Estado y la militarización de la sociedad, el rechazo a la democracia liberal y la promoción de la violencia como método para alcanzar los objetivos políticos. Suena harto cercano y conocido, ¿verdad?

El comunismo aboga por la igualdad social, la abolición de la propiedad privada y la organización de la sociedad en base a la propiedad colectiva de los medios de producción. Pero la realidad ha sido otra, desde que surgió como corriente política y social a mediados del siglo XIX. Y quienes más han padecido el comunismo son los más pobres. Aquí estamos los venezolanos como ejemplo de cómo un país rico, en manos de comunistas, se vuelve no pobre, sino paupérrimo.

El mundo del tercer milenio se ha caracterizado por una vuelta a regímenes totalitarios de ambas tendencias, que, en teoría, representan visiones del mundo radicalmente opuestas en términos de valores, estructura social y organización política. Pero terminan pareciéndose tanto, que asusta.

En los regímenes fascistas también se promulgaban leyes anticomunistas con el objetivo de reprimir y perseguir a los comunistas y, en general, a cualquier tipo de oposición política. Estas leyes incluían la prohibición de los partidos, la represión de sindicatos obreros y la censura de ideas y publicaciones consideradas comunistas. Ciertamente, no hay mucha diferencia entre ambos procederes.

Hablemos de Venezuela hoy. La Asamblea Nacional aprobó ya en primera discusión un conjunto de leyes “antifascistas” –y lo entrecomillo porque más bien parece una ley muy fascista– bajo el paraguas de la llamada Ley contra el Fascismo, el Neofascismo y expresiones similares. También es muy parecida a las leyes que se promulgaron en la extinta (¿o no tan extinta?) Unión Soviética, con el objetivo de combatir la propagación de la ideología fascista en su territorio. Los extremos siempre terminan tocándose…

Uno de los primeros actos legislativos antifascistas en la Unión Soviética fue la Ley de Lucha contra la Contrarrevolución y el Sabotaje, aprobada en 1927, cuyo principal objetivo era combatir cualquier intento de desestabilización. Se establecieron duras penas para aquellos que intentaran socavar el orden establecido.

En 1934 fueron un paso más adelante, al promulgar la Ley de Protección del Estado contra los Peligrosos Elementos Antisoviéticos, que establecía terribles sanciones para aquellos que difundieran ideas contrarias al comunismo. Encima, reforzaba la censura sobre cualquier tipo de contenido que fuera en su contra. Durante la Segunda Guerra Mundial proliferaron estas leyes antifascistas, todas destinadas a fortalecer la resistencia contra la invasión nazi. Se establecieron tribunales especiales para juzgar a colaboradores del enemigo y se implementaron medidas de represión contra cualquier intento de traición o sabotaje.

Preocupa que en Venezuela suceda lo mismo que en la URSS y en la España, Italia y Alemania fascistas, básicamente porque al régimen no le ha temblado el pulso para imputar, juzgar y condenar a quienes considera sus enemigos y estas leyes van a facilitar y a agilizar esos procesos y se usarán para reprimir -aun más- la libertad de expresión y la disidencia política.

La censura y la prohibición de difundir ideas contrarias al régimen serán usadas para silenciar a opositores políticos. Van a impedir el debate abierto y las críticas al gobierno. Esto generará todavía más un ambiente de miedo y autocensura entre la población. Tampoco habrá garantías procesales: aumentarán las medidas represivas en la aplicación de estas leyes. Si ya sin haberlas aprobado, ahí tenemos el ejemplo de todas las irregularidades que se han cometido en el caso de Rocío San Miguel.

La aplicación de las leyes antifascistas en Venezuela será la herramienta para justificar la represión de cualquier índole de oposición, y no necesariamente relacionada con el fascismo. Como en la URSS, la amplia interpretación -muy fascista, por cierto- de lo que constituía una actividad «antisoviética» (antirrevolucionaria, dirán aquí) permitirá al gobierno perseguir a cualquier individuo o grupo que represente una amenaza. Prevenida, María Corina. Estás en el foco.

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La necesaria empatía para el cambio
Es importante buscar comprender a los demás desde una perspectiva más empática y compasiva

 

@cjaimesb

Los venezolanos, en general, hemos llegado a un punto de polarización tal, que todo lo que diga quien consideramos nuestro líder lo creemos de una, sin pasarlo por filtro alguno; y lo que digan los demás, incluso quienes nos resultan indiferentes, lo desechamos sin investigar qué hay detrás, si puede ser verdad o mentira y todo, todo, acompañado de una catajarria de insultos gratuitos, calumnias e infundios. Y, ojo, no hablo de adversarios políticos: a esos simplemente no se les cree nada.

Puedo entender que cuando un seguidor de un político se siente traicionado, ya sea por una acción concreta o simplemente por una percepción de desilusión, es común que la reacción sea más dura con su seguido que con sus antagonistas. Lo hemos visto n veces, sobre todo en estos últimos cinco lustros. Esta reacción, que parece contraintuitiva a primera vista, tiene sus raíces en la relación de confianza y lealtad que se establece entre un líder político y sus seguidores.

Cuando este político traiciona esa confianza, ya sea a través de un escándalo de corrupción o de un cambio de postura inesperado, los simpatizantes se sienten defraudados y traicionados. Esta sensación de traición lleva a una reacción emocional intensa y a una mayor dureza en las críticas hacia el líder en cuestión, por la conexión emocional que tienen con él.

Esto lo han vivido muchos políticos, a quienes les ha sido imposible levantar cabeza después de sus tropiezos. Hay casos en los que ha habido traiciones, ciertamente, en cuyo caso existen razones de peso para siquitrillarlos como lo hacen. Pero hay otros en que no… Y ahí están, sufriendo rechazo y ostracismo.

El chavismo sabe esto muy bien y lo usa magistralmente para destruir reputaciones. Lo peor es que han sido tan exitosos que ya ni siquiera la gente dirige sus críticas despiadadas y sus juicios de valor en contra del líder “traidor”. Lo hacen incluso sobre personas que ni siquiera conocen. Acaba de pasar, primero con la doctora Corina Yoris y luego con el embajador Edmundo González Urrutia.

Me quedé perpleja al leer comentarios en los chats de WhatsApp y en X. Profesionales, gente que se identifica como “católica practicante” y hasta algunos «periodistas» se desgañitaron en descalificaciones en contra de una persona decente, simplemente porque no lo conocían.

¿Cómo hemos cambiado tanto? ¿O es que hemos sido siempre así? Me inclino por lo primero. Y no se trata de prejuicio. Tampoco de estereotipo. No es envidia, ni resentimiento, ni falta de empatía. Lo que sí resulta ser es una absoluta falta de comprensión de las circunstancias y eso hace que las críticas sean aun más severas, aunque no tengan fundamento. Podría haber algo de necesidad de pertenencia: hay personas recurren a la crítica despiadada como una forma de buscar validación social o de sentirse parte de un grupo. Criticar a alguien que no se conoce puede ser una forma de fortalecer la propia identidad o de encajar en ciertos círculos sociales.

También, por supuesto, existe una marcada influencia de los medios de comunicación y redes sociales: la exposición constante a contenidos negativos fomenta actitudes críticas y despectivas hacia personas desconocidas. La difusión de rumores, chismes o noticias falsas también puede contribuir a la formación de juicios de valor injustos.

Es importante reflexionar sobre estas actitudes y buscar comprender a los demás desde una perspectiva más empática y compasiva. Cultivar una mayor tolerancia y respeto hacia los demás, incluso cuando no los conozcamos personalmente. Si de verdad queremos salir de esta pesadilla que estamos viviendo, no lo lograremos sin empatía o comprensión. Cuando entendamos esto y actuemos en consecuencia, estaremos estableciendo las bases para promover la armonía y la convivencia pacífica en nuestra sociedad. Las necesitaremos para el cambio. Si no, aunque cambiemos de timonel, la ruta será la misma…

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Carolina Jaimes Branger Mar 25, 2024 | Actualizado hace 4 semanas
¿Por qué son malos los malos?
En Venezuela vivimos una involución acelerada y, por desgracia, sin frenos. Y pareciera que no somos la excepción en el mundo

 

@cjaimesb

La cuarta suspensión de la audiencia de Rocío San Miguel; que el joven Wilder Vásquez siga preso casi seis meses después de haber cumplido una pena de cinco años de cárcel;  que Armando Sarmiento, miembro de Brolleros TV, haya sido detenido por funcionarios de la Policía Nacional (PNB) en Coro, porque su crítica a la gestión de Nicolas Maduro fue considerada como “instigación al odio” y, por último, la detención de Dignora Hernández, secretaria política de Vente Venezuela, acompañada de sus gritos de angustia e impotencia y la presencia de unos funcionarios dispuestos a llevársela “como fuera”, todo esto solamente durante la semana pasada, me puso a reflexionar –por enésima vez– sobre por qué existen seres humanos tan malos.

¿Qué factores influyen en la aparición de comportamientos maliciosos y destructivos? No es una pregunta nueva. Es un tema que ha sido objeto de debate y reflexión a lo largo de la historia.

Muchos filósofos, psicólogos y sociólogos han intentado dar explicaciones a este fenómeno que parece tan intrínseco a la condición humana. Los seres humanos somos capaces de los actos más sublimes, y a la vez, de los más viles. ¿A qué se debe esa dualidad? ¿Somos todos así, o hay algunos que por distintas razones son (o deciden) ser malos?

¿Cuáles son algunas de las posibles razones por las cuales hay individuos que actúan de manera malvada y perjudican a otros sin razón y, lo peor, sin remordimiento alguno? Una de las explicaciones más recurrentes es la que alega que, para la existencia de seres humanos malos, la influencia del entorno social en el que se desarrollan es vital.

Aquí es imprescindible echar mano del trabajo del sociólogo Philip Zimbardo, autor del libro El efecto Lucifer: el porqué de la maldad, basado en su famoso experimento de la prisión de Stanford, cuyo objetivo era investigar cómo la dinámica de poder y la situación de estar en roles de guardia y prisionero podía afectar el comportamiento de las personas.

En el experimento, un grupo de voluntarios sanos y mentalmente estables fue asignado al azar para actuar como guardias o prisioneros en una simulación de una prisión ficticia. Los participantes se sumergieron completamente en sus roles asignados, con los guardias ejerciendo autoridad y control sobre los prisioneros, y los prisioneros siendo sometidos a diversas formas de humillación y abuso por parte de los guardias. Repito: todos los participantes eran personas “mentalmente sanas”.

El experimento se detuvo prematuramente después de solo seis días, ya que los participantes comenzaron a mostrar signos de angustia emocional y comportamientos extremos. Los guardias se volvieron cada vez más sádicos y abusivos, mientras que los prisioneros desarrollaron síntomas de estrés, ansiedad y desorientación. La situación se volvió incontrolable. Tanto, que Zimbardo decidió poner fin al experimento para evitar daños psicológicos duraderos en los participantes.

En el libro, escrito posteriormente, sostiene que “las situaciones poderosas y las instituciones fuertes pueden corromper la moralidad de la persona”. En otro sentido, Zimbardo contempla que también es posible que las circunstancias particulares en las que se encuentran algunas, que viven en entornos de extrema pobreza, en los que imperan la violencia y la falta de oportunidades, influyan en su comportamiento y los lleven a actuar de manera perjudicial hacia los demás. Pero sobre esta afirmación me quedan dudas, porque la mayoría de las personas en ese estado, no son malas. Más bien son víctimas resignadas a su situación.

Está también el estudio del psicólogo Stanley Milgram sobre “la obediencia a la autoridad”, que se basó en la realización de una serie de experimentos de psicología social diseñados para investigar hasta qué punto las personas estarían dispuestas a obedecer las órdenes de una figura de autoridad, incluso si esas órdenes implicaban infligir dolor a otros individuos.

El experimento consistía en tres roles: el experimentador (quien indicaba las órdenes a seguir), el maestro (quien creía que estaba aplicando descargas eléctricas a un aprendiz) y el aprendiz (un actor que simulaba recibir las descargas). El maestro debía administrar descargas eléctricas crecientes al aprendiz cada vez que este respondía incorrectamente a una pregunta, aunque en realidad las descargas eran simuladas y el aprendiz no sufría ninguna consecuencia real.

El objetivo de Milgram era investigar la disposición de los participantes (maestros) a seguir las órdenes del experimentador, incluso cuando se daban cuenta del sufrimiento aparente del aprendiz. Los resultados del experimento fueron impactantes, ya que la mayoría de los participantes continuaron administrando descargas eléctricas hasta el nivel máximo, a pesar de las súplicas y gritos de dolor del aprendiz.

El estudio de Milgram reveló la fuerte influencia de la autoridad en el comportamiento humano y plantea importantes cuestiones morales sobre la obediencia ciega y la responsabilidad individual en situaciones en las que se presentan conflictos entre la ética personal y las órdenes de una figura de autoridad. Esto sugiere, lamentablemente, que las personas son capaces de cometer actos malvados cuando se encuentran bajo la influencia de una figura autoritaria. 

Por supuesto, existen enfermedades mentales -psicopatías y sociopatías- donde dichos trastornos psicológicos o condiciones mentales afectan la capacidad de empatía y moralidad de los seres humanos. Sobre este tema escribió el psicólogo Carl Jung “la maldad no es solo una cualidad moral, sino también un trastorno psicológico que puede manifestarse de diversas formas en la conducta humana”.

Hannah Arendt, la famosa filósofa judía-alemana, exploró la naturaleza del mal en su obra Un estudio sobre la banalidad del mal. Arendt analiza el caso de Adolf Eichmann, un oficial nazi responsable de la organización logística del Holocausto, y argumenta que el mal puede manifestarse de manera banal en individuos que actúan de forma rutinaria y sin cuestionar las consecuencias de sus acciones.

También están los estudios de Richard Dawkins, biólogo evolutivo y autor de El gen egoísta, donde explora la idea de que la evolución puede favorecer comportamientos egoístas y malignos en los seres humanos, ya que la selección natural “premia la supervivencia y la reproducción de los individuos, sin importar el impacto de sus acciones en otros”. ¡Qué angustia!

La “triada de la maldad” fue definida por el psicólogo clínico canadiense Paul Babiak y el experto en psicopatía Robert D. Hare, quienes acuñaron el término en su libro Serpientes en trajes: cuando los psicópatas van al trabajo. En este libro, Babiak y Hare describen la triada como la combinación de tres rasgos de personalidad oscuros: el maquiavelismo, la psicopatía y el narcisismo. Estos rasgos se consideran socialmente negativos y pueden manifestarse en comportamientos manipuladores, insensibles y egocéntricos en individuos que exhiben esta combinación de características.

Estos son solo algunos de los autores que han abordado el tema de la maldad en los seres humanos desde diferentes perspectivas y disciplinas. Cada uno de ellos ofrece una visión única y valiosa sobre la naturaleza de la maldad y los factores que pueden influir en su manifestación en la conducta humana. Y ciertamente, no hay conclusiones absolutas sobre la psicología del mal. Maquiavelismo, narcisismo o psicopatía, todos terminan manifestándose como falta de empatía, manipulación, búsqueda de poder y control, superficialidad emocional y la tendencia a la impulsividad y la violencia. ¿Evolución o involución?

A mi modo de ver, en Venezuela vivimos una involución acelerada y, por desgracia, sin frenos. Y pareciera que no somos la excepción en el mundo. ¡A amarrarse los cinturones!

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Los despreciables títeres del régimen
En un régimen totalitario, donde el miedo y la represión son hechos harto conocidos, la figura de los supuestos opositores se vuelve cada vez más común y más abominable

 

@cjaimesb

Un tuit de Elías Pino Iturrieta del 11 de marzo, que tres días después, cuando escribo este artículo, lleva casi 92 000 vistas, dice así: “Quiero destacar una curiosa reacción de muchos miembros de la cúpula política: en lugar de presionar a Maduro para que retire la arbitraria inhabilitación de María Corina Machado, la presionan a ella para que se retire del proceso electoral. Eso sí que es notable”.

En un régimen totalitario, donde el miedo y la represión son hechos harto conocidos, la figura de los supuestos opositores –que en realidad hacen lo que le conviene al gobierno– se vuelve cada vez más común y más abominable. Estos individuos, que pretenden representar las voces disidentes dentro del sistema, en realidad son meros títeres en manos del régimen, que actúan en su propio beneficio, a expensas del sufrimiento del pueblo y de la verdadera lucha por la libertad y la democracia.

Estos falsos opositores, otrora expertos en el arte de la simulación y la hipocresía, ya ni siquiera se preocupan por aparentar. Cuando fingen ser críticos del régimen, se les ven las costuras por todas partes. Para nadie es un secreto que están negociando para obtener privilegios, o impunidad o beneficios económicos… o las tres cosas a la vez.

Son los perfectos camaleones políticos, que, como decía una canción que bailaban mis abuelos, “cambian de colores según la ocasión”, traicionando a quienes confiaron en ellos y vendiendo su alma al diablo por un puñado de monedas. Pareciera que este es un común denominador en la historia de la humanidad…

Por supuesto, su actitud oportunista solo contribuye a perpetuar el régimen totalitario, porque con sus actos legitiman, apoyan y le dan respiración boca a boca a un sistema corrupto y represivo. Y también son unos cobardes: en lugar de enfrentarse valientemente al poder establecido y defender los derechos y libertades de sus conciudadanos, que es lo que deberían hacer porque escogieron ser políticos, es decir, servidores públicos, estos traidores prefieren nadar en aguas tranquilas, evitando cualquier confrontación que ponga en riesgo su posición privilegiada y sus intereses personales. Parece que no supieran que, en cuanto no le sirvan al régimen, pasarán por su trilla…

Es indignante, por decir lo menos, ver día a día cómo estos supuestos opositores, algunos apoderados de las banderas y símbolos de los partidos políticos a los que un día pertenecieron, otros enseñoreados en nuevas organizaciones políticas (por las que no votarán ni los cuatro gatos que los siguen), son cómplices del sistema que dicen combatir y tan culpables como los que pertenecen a la nomenklatura. Optaron por abrazar la comodidad y la seguridad que les brinda la sumisión, traicionando la confianza de aquellos que esperaban que representaran una verdadera alternativa al autoritarismo y la opresión.

En definitiva, los falsos opositores no son más que marionetas manipuladas por y desde el poder. No tienen principios ni valores, porque a diario venden públicamente su dignidad y su moral con el mayor desparpajo. Su traición a la causa los convierte en seres despreciables y dignos de la más profunda repulsa por parte de aquellos que creemos en la democracia, la justicia y la libertad.

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Carolina Jaimes Branger Mar 11, 2024 | Actualizado hace 1 mes
Cómplices anónimos
La culpa de que el señor enfermo no pueda ir a sitios donde antes se podía acceder, no es de los médicos ni de las clínicas privadas. Es del difunto Hugo Chávez, de Nicolás Maduro y su círculo

 

@cjaimesb

Cuando yo era una adolescente, en la década de los setenta, mi papá, que era médico, siempre nos decía: “si llegan a tener un accidente de cualquier índole, en dondequiera que se encuentren en Venezuela, pidan que los lleven a un hospital público. No solo tendrán la seguridad de que los mejores médicos estarán de guardia, sino que también son los mejores provistos”. Esto parece ya una leyenda… Habrá incluso hasta quienes no la crean.

Algo similar ocurría con las escuelas y liceos: los jóvenes que estudiaban –desde los años cuarenta en adelante– en colegios privados, se iban a hacer el bachillerato en un liceo, porque tenían los mejores profesores. Mi tío Rafael Branger, por ejemplo, estudió en el liceo Andrés Bello. Y con él, muchos de sus amigos. Ni hablar de las universidades. La UCV y todas sus extensiones, a lo largo y ancho del país, tenían los mejores profesores. Todos bien pagados, con respeto y aplicación del escalafón meritorio. Era el reflejo de un país que iba en franco ascenso y parecía indetenible… hasta que llegó Chávez al poder.

Se preguntarán por qué estoy hablando de esto. Iba a escribir sobre otro tema, pero hace rato me escribió una amiga pidiéndome que publicara en X una petición de ayuda para un señor enfermo que ella conoce. Y debajo de la petición, me escribió como colofón: “Terrible. Y las clínicas y los médicos cobran cada vez más caro y pocas personas pueden afrontar esos escandalosos presupuestos. Dios, ten piedad de Venezuela”.

Sentí indignación al leer eso. Porque la culpa de que haya tanta gente pidiendo dinero para tratamientos, operaciones y hasta entierros, no es de los médicos, ni de las clínicas privadas: es del régimen, que ha destruido todo lo que se construyó en Venezuela desde Juan Vicente Gómez hasta el final de los cuarenta años de democracia. Pero que alguien que es profesional se haga eco de uno de los mantras acuñados por el chavismo, me arrebata, por decir lo menos. Es equivalente a culpar a las sanciones de todo lo que se les fue de las manos por ladrones.

El comunismo implantado por Chávez buscaba, como todos los regímenes de esa índole, acabar con la propiedad y los negocios privados… y lo logró en buena medida. Ellos, que venían con un discurso de que la propiedad privada y la acumulación de riqueza en manos de unos pocos eran la causa de la desigualdad social, la explotación de los trabajadores y la injusticia económica, son los nuevos ricos de Venezuela.

Y ellos sí han causado desigualdad social, explotación –o peor aun, desempleo– y toda clase de injusticias económicas. Y es que no hicieron dinero a punta de trabajo, como solía ser antes. Lo hicieron a punta de robo. Claro que antes hubo corrupción. Es innegable. Pero jamás llegó a los niveles a los que hemos padecido durante 25 años. Chávez tuvo la suerte de tener los precios de petróleo más altos y por más tiempo que todos sus antecesores. A Venezuela le entró un chorro de dinero que groseramente se robaron. Y solo hay cuatro gatos presos (¿debería llamarlos “chinos de Recadi”, más bien?).

Aquí no hubo ninguna socialización de los medios de producción y mucho menos una distribución equitativa de los recursos para garantizar la igualdad de oportunidades y el bienestar de toda la sociedad. El pueblo venezolano está viviendo en los mismos niveles de precariedad y pobreza que padecía antes del descubrimiento del petróleo.

Seguir con el chavismo (y su peor consecuencia, el madurismo) es la crónica de una muerte anunciada. Y Venezuela es un país agonizante.

Continuar con un sistema donde lo que prevalece es la falta de incentivos, seguirá incentivando la falta de motivación y la baja productividad. La centralización del poder en manos de un pequeño grupo de líderes lo que ha traído ha sido corrupción, nepotismo y, por supuesto, una ausencia absoluta de rendición de cuentas.

Ni hablar de la supresión de las libertades individuales, como la libertad de expresión, de asociación y de prensa que se ha traducido en represión política y falta de diversidad de opiniones. Y finalmente, la escasez de recursos para la producción y la inversión. Esto no hace sino bajar la calidad de vida de la población. El comunismo, por estas razones, ha fracasado en el mundo entero debido a sus limitaciones en términos de incentivos económicos, centralización del poder, falta de libertades individuales, planificación económica ineficiente y escasez de recursos.

De manera que la culpa de que el señor enfermo no tenga medios económicos, ni pueda ir a sitios donde antes se podía acceder, porque los impuestos servían para eso, no es de los médicos ni de las clínicas privadas. Es del difunto Hugo Chávez, de Nicolás Maduro y su círculo. Los muy comunistas cuando se enferman van a clínicas privadas, cuesten lo que cuesten. No les importa el pueblo. Por eso, el que se haga eco de esos mantras que repiten para culpar a otros de su propio fracaso, es un cómplice, aunque no lo crea y aunque no lo sepa. Porque se peca por comisión y también por omisión.

Destructores, C. A.

Destructores, C. A.

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20 años de la “declaración antiimperialista” de Chávez
Dime de qué alardeas y te diré de qué careces. Detrás de estas demostraciones de poder se esconde una realidad mucho más sombría

 

@cjaimesb

Los regímenes autoritarios son conocidos por su forma de gobierno represiva y controladora, ¡si lo sabremos en Venezuela! Se caracterizan básicamente por su falta de transparencia, violación continua de los derechos humanos y su tendencia a gastar grandes cantidades de dinero en despliegues públicos, para demostrar su poderío. Sobre este último aspecto quisiera ofrecer unas reflexiones:

Uno de los aspectos más llamativos y que tienen en común todos esos regímenes, es su propensión a organizar eventos públicos masivos, donde traen a personas de todas partes del país –e incluso hasta del extranjero– para dar una demostración de garra, fuerza y control. Estos eventos suelen estar cuidadosamente coreografiados y diseñados para mostrar al líder en una posición de poder y dominación absoluta. Estos despliegues, que van desde desfiles militares hasta eventos culturales, están diseñados para reforzar la imagen del líder como alguien fuerte y carismático.

Dime de qué alardeas y te diré de qué careces. Porque detrás de estas demostraciones de poder se esconde una realidad mucho más sombría, porque esas enormes sumas de dinero, que deberían gastar en el bienestar y el desarrollo del país, las usan en estos eventos públicos, mientras que la mayoría de la población vive en la pobreza y la miseria. No les importa.

Lo peor es que en la mayoría de los casos, la asistencia a estos eventos públicos no es voluntaria, sino que las personas son obligadas a participar bajo amenaza de represalias de cualquier tipo. Utilizan tácticas de coerción y manipulación para garantizar una asistencia masiva y mostrar al país y al mundo un apoyo inexistente hacia el líder.

En resumen, lo que reflejan es una falta de prioridad en el bienestar de la población, y también lo que terminan revelando es la fragilidad y la inseguridad de un sistema que necesita recurrir a estas tácticas de propaganda para mantenerse en el poder. Por supuesto, hay casos, como el de Corea del Norte, donde son una herramienta efectiva para mantener el control y reforzar la imagen del poder, a costa de presos, torturas y asesinatos.

Pero hay otros casos donde tales despliegues fueron una suerte de trompetas del apocalipsis. El régimen comunista de la Unión Soviética en 1990 organizó grandes manifestaciones y desfiles en apoyo al gobierno antes de su colapso en 1991. En el régimen de Nicolae Ceaușescu en Rumania, hubo manifestaciones masivas en apoyo a su gobierno poco antes de su caída en 1989. El régimen de Muammar Gaddafi, en Libia, desplegó grandes manifestaciones en apoyo al líder antes de su derrocamiento en 2011. El régimen de Bashar al-Assad en Siria, organizó desfiles y manifestaciones en apoyo al gobierno justo antes de la guerra civil que comenzó en 2011.

El grosero despliegue del régimen venezolano el jueves 29 de febrero para “celebrar” los “20 años de la declaración antiimperialista del comandante Hugo Chávez”, cerrando varias autopistas de Caracas y llenando las vías de acceso a la capital de autobuses que venían de todas partes de Venezuela, es otra de esas demostraciones. Atrás quedaron los años cuando el solo llamado de Chávez movía a millones de personas.

Las mismas que hoy manifiestan en las encuestas independientes que lo que más desean es un cambio de gobierno. Este año se perfila complicado, pero a la vez esperanzador. Solo me permito recordar que “a enemigo que huye, puente de plata”.

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El lento asesinato de los colegios privados
Quienes han insurgido a lo largo de la historia, son las clases medias. Entonces, vuelve el Seniat como arma de destrucción. Esta vez contra los colegios privados

 

@cjaimesb

En muchas ocasiones, los regímenes autoritarios utilizan estrategias fiscales como herramienta para controlar y limitar la autonomía de las instituciones. Desde que Chávez llegó a la presidencia de la república, usó al Seniat como arma de poder, y no de fiscalización, como debería ser. Pero ahora es peor, porque con la olla vacía, “hay que buscar donde haiga”, como le dijo a un amigo un policía que lo detuvo. Hay montones de funcionarios de casi todas las instituciones del Estado “buscando donde haiga” y el régimen se los permite. Así se quitan de encima el problemón que es aumentarles los sueldos.

Ya el régimen logró su objetivo de acabar con la educación pública. Nadie que asista a la escuela o al liceo máximo dos veces a la semana aprende ni siquiera los rudimentos básicos. No hay profesores de ciencias en bachillerato desde hace rato. A mí no me queda duda de que, ante el fracaso de formar “hombres nuevos” (necesitaban más habermassianos para lograrlo y a Carlos Lanz, el jefe del grupete, lo mataron).

Más fácil fue dejarlos ignorantes, atendiendo el pensamiento del Libertador de que “un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”.

Porque quienes han insurgido a lo largo de la historia, son las clases medias. La clase desposeída siempre ha estado ocupada en sobrevivir. Entonces, vuelve el Seniat como arma de destrucción. Esta vez contra los colegios privados.

En el último año, 80 % de los colegios privados en Venezuela pasaron a ser Contribuyentes Especiales, lo que significa que, si un padre paga en dólares, debe agregar un 3 % al monto de la mensualidad del colegio. Y si paga en bolívares, los bancos le retienen un 3 % al momento de hacer un pago, lo que obliga a que se deba ajustar la estructura de costos de los colegios para resistir el impacto de lo que aumentará el valor de las mensualidades.

Por otra parte, los colegios deberán declarar y pagar el IVA retenido de forma quincenal, a pasar de que su servicio está exento; lo que significa, por ejemplo, que en cualquier compra que se realice, como papel, combustible para una planta eléctrica, insumos normales que necesita un colegio para funcionar, deben tener las facturas con todas las especificaciones y a la vez pagar el IVA retenido al Seniat. Esto encarece los costos de la institución y disminuye su flujo de caja.

El Seniat no considera en momento alguno las situaciones de alta morosidad que existen y encima exige que, de no cumplirse con las especificaciones de las facturas, se impondrán multas. Penalizaciones que en el tiempo harán inviables estos servicios y solo aumentarán el costo de la mensualidad de los colegios, cosa que por otra parte luce imposible que el Minpopo de Educación otorgue el permiso.

Por otra parte, no se valoran o consideran las becas a los hijos de los docentes, vecinos o personas con una condición socioeconómica que les impida pagar la totalidad de la mensualidad, así como los beneficios a la comunidad donde funcionan en mejorar la parte del alumbrado público, o cualquier otra ayuda necesaria, lo que obliga a que las instituciones disminuirán progresivamente sus colaboraciones. Al final, el perjudicado será el venezolano necesitado y no la institución.

Lo que se puede resumir a simple vista es que este que método que utiliza el Seniat es solamente uno de los más comunes para asfixiar las finanzas y limitar la capacidad de los colegios privados para operar de manera independiente. Y la justificación usual de estas medidas arbitrarias es “la necesidad de recaudar fondos para el Estado” o, más hipócrita todavía, “garantizar la “equidad” en el sistema educativo” cuando la educación pública ya está muerta.

Además de los impuestos excesivos y los absurdos requerimientos, el régimen también, desde aquel nefasto decreto 1011, impone –o al menos trata de imponer– una serie de regulaciones y requisitos burocráticos adicionales a los colegios privados, lo que dificulta aun más su funcionamiento.

Estas medidas pueden incluir la imposición de currículos obligatorios, la limitación de la libertad académica y la interferencia en la contratación de personal docente. El objetivo final de estas estrategias fiscales y regulatorias es reducir la influencia de los colegios privados en la sociedad y consolidar el control del Estado sobre la educación y la formación de las generaciones futuras. Al limitar la autonomía de las instituciones educativas privadas, el régimen busca asegurarse de que la educación impartida esté alineada con sus propios intereses y valores, (lo que no pudo lograr con las instituciones públicas), en lugar de promover el pensamiento crítico y la diversidad de ideas.

En conclusión, la imposición de impuestos excesivos y regulaciones restrictivas a los colegios privados por parte de regímenes autoritarios como el que tenemos en Venezuela, es una estrategia común utilizada para socavar su independencia y limitar su capacidad de acción y oposición. Estas medidas representan una amenaza para la sociedad en su totalidad… La mayor parte de la clase media venezolana ha emigrado. Los que seguimos aquí… ¿nos vamos a dejar?

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