Andrés Oppenheimer, autor en Runrun

​Goldman Sachs metió la pata en Venezuela, por Andrés Oppenheimer

Goldman

Varias personas participan en una manifestación contra la firma estadounidense de inversiones Goldman Sachs en rechazo a la supuesta compra de 2,800 millones de dólares en bonos al Banco Central de Venezuela en Nueva York, el 30 de mayo. ANDREW GOMBERT EFE

 

Si hubiera una medalla de oro a la irresponsabilidad social corporativa, debería serle otorgada al banco de inversión Goldman Sachs por su decisión de darle un salvavidas financiero de $2,800 millones al régimen represivo del presidente venezolano Nicolás Maduro.

Según un artículo del Wall Street Journal que luego fue confirmado por el banco, Goldman Sachs Group Inc. compró $2,800 millones en bonos del monopolio petrolero estatal venezolano PDVSA, la principal fuente de ingresos del gobierno. La firma pagó alrededor de $865 millones por los bonos.

La compra de bonos, realizada a través de un intermediario, significa que –si Venezuela no se declara en moratoria– los bonos podrían generar una tasa de interés de 19 por ciento al año, más ganancias de capital.

Aunque no es raro que los bancos compren deudas de los países en quiebra, esta compra llama la atención porque viene en un momento en que el régimen de Maduro está contra las cuerdas, tras masivas protestas callejeras que han dejado casi 60 muertos en las últimas semanas.

Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, de mayoría opositora, envió el 29 de mayo una carta de protesta al presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, diciendo que la “línea de salvación financiera del régimen servirá para reforzar la brutal represión desencadenada contra cientos de miles de venezolanos que protestan pacíficamente por el cambio político”.

Borges escribió que, considerando “el carácter irregular” de la transacción y sus “absurdas condiciones financieras”, el Congreso venezolano abrirá una investigación sobre el caso. Y agregó que recomendará “a cualquier futuro gobierno democrático de Venezuela que no reconozca ni pague estos bonos”.

El profesor de economía de la Universidad de Harvard, Ricardo Hausmann, ex ministro de planificación de Venezuela, me dijo que lo que ha hecho Goldman Sachs “equivale a financiar una dictadura”.

“Goldman Sachs ha comprado bonos de hambre”, me dijo Hausmann. “El daño reputacional a Goldman Sachs será mucho mayor que los beneficios financieros que pueda obtener de esta operación”.

Días antes de conocerse la compra de Goldman Sachs, Hausmann había escrito una columna criticando el Índice de Bonos de Mercados Emergentes de JP Morgan por sus transacciones con Venezuela. Aunque Venezuela representa sólo el 5 por ciento de ese índice de JP Morgan, constituye una parte considerable de su rendimiento, porque la posibilidad de un default venezolano hace que los intereses que paga sean más altos.

Hausmann dice que los inversores se están engañando a sí mismos si piensan que no están haciendo algo malo, y que están comprando la deuda venezolana con la esperanza de que caiga Maduro. Una vez que Maduro se vaya, esos inversionistas estarán en el lado opuesto a la democracia, porque estarán apoyando el pago preferencial de sus bonos, en vez de querer que un nuevo gobierno comience a invertir en la reconstrucción del país, dijo.

Hausmann admitió que sería poco realista –e injusto para con otros países emergentes en el fondo de JP Morgan– exigir que los inversionistas dejen de comprar papeles financieros de todos los países, porque Venezuela sólo representa una pequeña parte de ellos. La solución es que el público presione a JP Morgan para que elimine a Venezuela de sus fondos de mercados emergentes, me dijo Hausmann.

Mi opinión: Afortunadamente, mucho ha cambiado para mejor desde que algunas voces aisladas comenzaron a proponer las inversiones socialmente responsables en el siglo XVIII, y después de que la idea fue adoptada por cada vez mas inversionistas desde los años 1960.

Hoy en día, los inversores –especialmente los millennials– son mucho más propensos a invertir en empresas y países que respetan el medio ambiente y no suprimen los derechos civiles o políticos.

Es difícil prohibir que inversionistas sin conciencia social compren bonos venezolanos que rinden altos intereses si quieren jugar con su dinero, y arriesgarse a perder su dinero. También pueden ir al casino. Pero lo que podemos hacer es avergonzar públicamente a los bancos que rescatan a regímenes represivos como el de Venezuela. Y hay que hacerlo hasta que los bancos se den cuenta de que no vale la pena el dolor de cabeza.

@oppenheimera

El Nuevo Herald

aoppenheimer@miamiherald.com

 

Se acaba el tiempo en Venezuela, por Andrés Oppenheimer

JohnKerry

El viaje del secretario de Estado John Kerry a Sudamérica fue planeado para que asista a la inauguración de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, pero será una excelente oportunidad para que se reúna con los presidentes de Brasil, Argentina y Paraguay para hablar sobre la creciente crisis humanitaria en Venezuela.

Kerry hará mucho más que mirar los fuegos artificiales en Río. El secretario de Estado se reunirá allí con varios jefes de estado, y visitará también Paraguay y Argentina antes de regresar a Washington. Según me dijo un alto funcionario estadounidense: “Venezuela estará ciertamente en la agenda de las discusiones”.

Sea o no sea una coincidencia, Paraguay, Argentina y Brasil fueron los países que –en ese orden–anunciaron en días recientes su oposición a que Venezuela asumiera la presidencia rotativa del Mercosur, señalando que Venezuela no ha cumplido con los compromisos democráticos del grupo.

El bloque del Mercosur tiene una presidencia rotativa que cambia cada seis meses, y que fue ocupada por Uruguay hasta el 30 de julio. La democión de Venezuela –incluso después de que el país se proclamara unilateralmente presidente del bloque– fue una de las derrotas diplomáticas más vergonzosas para Venezuela en los últimos tiempos.

Entretanto, Venezuela se está convirtiendo rápidamente en una dictadura cívico-militar con una creciente crisis humanitaria. Se estima que la economía de Venezuela caerá un 10 por ciento este año. Según los pronósticos más optimistas, la inflación será del 500 por ciento este año –la mas alta del mundo– y del 1,700 por ciento el año próximo. Los estantes de los supermercados están semi-vacíos, hay escasez de medicinas esenciales.

El presidente Nicolás Maduro ha colocado a militares a cargo de la mayor parte del gobierno para evitar un caos aun mayor, y firmó un decreto estilo cubano que permite al gobierno reclutar a la fuerza a los venezolanos para que trabajen en el campo. Amnistía Internacional, el grupo defensor de los derechos humanos, ha descrito la medida como “equivalente al trabajo forzado”.

Mientras la violencia callejera alcanza récords sin precedentes, y Venezuela se hunde en el caos, Maduro y sus jefes militares parecen estar cerrando todas las avenidas para una normalización política y económica.

A pesar de la victoria abrumadora de la oposición en las elecciones legislativas del 6 de diciembre que le dio el control absoluto de la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia controlado por Maduro ha bloqueado ilegalmente casi todas las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional.

Y a pesar del hecho de que más del 70 por ciento de los venezolanos quieren que Maduro abandone su cargo a través de un referendo revocatorio que está permitido por la Constitución, el gobierno está poniendo todo tipo de obstáculos.

Maduro está usando tácticas dilatorias para posponer el referendo revocatorio hasta el año próximo, cuando –bajo la Constitución– no habría una elección general para reemplazarlo. Según la ley, si el revocatorio se celebrara después de la mitad del mandato de Maduro, el 10 de enero del 2017, y se decidiera revocarlo, sería reemplazado por su vicepresidente, que gobernaría hasta el final de su mandato en 2019.

El Consejo Nacional Electoral, también controlado por Maduro, exige que la oposición reúna en un plazo de tres días 4 millones de firmas pidiendo el referendo revocatorio, pero está dilatando la decisión sobre la fecha para el voto, y postergando la habilitación de las máquinas de votación. A menos que Maduro deje de sabotear el proceso, será muy difícil que se pueda realizar el referendo revocatorio este año.

Mi opinión: Cuando Kerry se reúna con los presidentes de Brasil, Argentina y Paraguay, debería tratar de convencerlos de que suspendan a Venezuela de Mercosur y de Unasur, a menos que Maduro permita el revocatorio antes del 10 de enero del 2017.

Si Maduro no es presionado por sus vecinos en las próximas dos semanas para que permita realizar el referendo revocatorio este año, será demasiado tarde, y se habrán agotado los caminos para una resolución pacífica de la crisis venezolana. El mensaje de Kerry debería ser que queda muy poco tiempo para evitar una catástrofe mayor en Venezuela.

Andrés Oppenheimer

El Nuevo Herald